Marietta – Capítulo 3: Sólo de recordarlo

 Traducido por Kaori

Editado por Narumi

Corregido por Aurora Blue


—¿Quieres decir que fueron los disidentes[1] los que desaprobaron fortalecer nuestro vínculo con otro país y, por consecuencia, mi matrimonio con la princesa Marietta? ¡Que tonto!

Belvant consiguió que los asaltantes escupieran la información que tenían. Parece que la inversión política en el matrimonio causó que aquellos que pensaban que era indigno, actuaran.

Cosas triviales como el poder político y los privilegios, hicieron que las personas atacaran a mi futura esposa. ¿Pensaron que iban a obtener algún tipo de debilidad? ¡Muy molesto! Si así es como quieren que sea, voy a investigarlos yo mismo y darles un poco del sabor del infierno en la tierra. ¡Arrinconaré a cualquiera que decida convertirse en mi enemigo! ¡No se atreverán ni a pensar en algo así de nuevo!, pensó Belvant, y su expresión se volvió demoníaca. 

La mayoría de los presentes, sobre todo, la gente que no le conocía bien, se estremeció en su presencia. Incluso, aquellos que sabían de su verdadera disposición, temblaron.

—Calmate, Belvant. Pronto capturaremos al perpetrador.

—Por supuesto que lo haremos. Como si quisiera dejar ir a cualquiera que pretenda convertirse en mi enemigo.

La primera vez que escuchó que el rey de Oltaire le había comprometido con una princesa de un país extranjero, su rostro se había deformado ante lo superficial de todo aquello. Sin embargo, era un matrimonio político por el bien del país. Debido a que esa era la realidad de la situación, había aceptado a regañadientes.

Pensando en ello como algo que venía con la prestigiosa posición de ser un General, había decidido sofocar sus sentimientos sobre el asunto y actuar en consecuencia. .

En el momento en que  recibió la noticia del ataque enemigo, sólo había pensado que no podían perder un peón tan importante y se dirigió con prisa a exterminar aquella chusma. Y todavía…

—¡Hay sangre…!

Su hermoso rostro se veía asustado por el derramamiento de sangre. Sus ojos se cerraron al tiempo que se desmayaba sin previo aviso.

¡Qué chica tan delicada!

La princesa era 12 años menor que él y, con el fin de proteger a su país, se ofreció a un hombre con una reputación aterradora. Sin embargo, él no podía verla como algo más que una niña.

No me gusta esto. Casi todo es irritante.

—¡Muy aterrador! ¡Tu rostro está en el nivel en el que tendré pesadillas esta noche!

Belvant había conocido a su buen amigo, Adlan, desde una edad temprana. La cara del General envió un escalofrío por la columna vertebral del otro hombre, volviendo su rostro pálido, hasta el punto que tuvo que gritar.

—¡Siéntate y cálmate! De todos modos, no importa cuánto tortures a esos matones. Ten en cuenta que no sanarán las cicatrices emocionales de la princesa. En cambio, deberías pensar en cómo calmarla.

Adlan siempre había actuado como el apoyo de Belvant desde el momento en que ambos eran escuderos y a través de su ascenso en las filas. Y sin embargo, sus palabras le hicieron fruncir el ceño.

—¿Calmar su corazón? ¿Por qué debo ser “yo” quien haga eso?

—¿Qué…? Pero, ella va a ser tu esposa, ¿correcto? Vino aquí para casarse contigo. ¿Te imaginas lo desconsolada que debe sentirse esa jovencita al ver esa terrible mirada tuya? ¿Si no eres tú quien la tranquiliza, quién debería hacerlo?

—¿Estás diciendo que es parte de mi deber con ella?

—A ver… Sí, sí, eso es exactamente. Es tu deber como General. ¡Es por el bien del país, incluso!

Adlan suspiró. No tenía ni idea de cuándo su amigo se había alejado del camino de un caballero.

—Ya veo… Así que, es así. Pues bien, ¿debería presentarle las cabezas de sus atacantes?

—¡NO! —gritó Adlan de inmediato, ya que el proceso de pensamiento de Belvant iba en dirección opuesta—. ¡¿Qué vas a hacer si la asustas aún más?! No, no, tienes que calmarla con tacto. Mira, hay un límite a lo poco que puedes saber sobre el corazón de una mujer.

—Calmar su corazón… ¿Cómo puedo hacer eso, exactamente?

—¿Cómo haces eso? Eres el General, ¿no? ¡¿No son las estrategias parte esencial de tu trabajo?!  Además, ¡se trata de tu propia novia! ¿Qué vas a hacer si siempre tienes que pedir ayuda? ¿No es la manera más sincera pensar en algo por ti mismo?

—¿Es… así como es…?

Cruzó sus gruesos brazos sobre su amplio pecho mientras asentía. Estaba de acuerdo, pero… Por primera vez, Belvant no podía pensar en otra cosa que seguir el ritmo. Asentir e inclinar la cabeza hacia un lado para pensar era lo máximo que podía hacer.

—Bueno, si alguien tan inexperto con las mujeres como tú fuera a preguntar, no sería reacio a ofrecer algún consejo.

Preocupado por cómo Belvant actuaba de forma mansa, diferente a lo habitual, Adlan se compadeció y le arrojó una cuerda de salvamento a su amigo.

—Primero, conseguirle un regalo puede ser bueno. Encontrar algo que creas que a la princesa le pudiera gustar sería agradable, ¿no crees? Si fueras a recibir un regalo, ¿qué te gustaría?

—Lo que quiero ahora es una nueva piedra de afilar para mi espada.

—¡Eso no es algo que la gente normal quiere! No, no, fue culpa mía por preguntar. ¿Qué querría una joven princesa para hacerla sentir “bienvenida”?

—¿Qué le das a una mujer cuando quieres cortejarla?

—Para una aventura, tal vez algo como flores. Si voy en serio, entonces joyas.

—¿Joyas?

—Es mejor que una piedra de afilar. Por ahora, vamos a centrarnos en las joyas.

—Entiendo. Luego vea buscar algo apropiado para mí.

—¡¿Por qué?! ¡Tú…!

—Voy a ser el que pague por ello.

—¡Maldita sea! Si sigues con ese tipo de actitud, te dejarán antes de que ocurra la boda —dijo Adlan mientras Belvant se marchaba apurado para darle el informe completo al rey.

♦ ♦ ♦

—Ooh, usted fue simplemente demasiado asombroso, mi Señor Belvant…

Invitada al palacio real como huésped de honor durante su período de compromiso, luego de un  largo y cansador viaje, Marietta soltó un dulce suspiro mientras se lavaba. Se remojó en el grandioso baño rodeada por la hermosa fragancia de pétalos de flores, cortesía de Oltaire, y flotó con suavidad sobre el agua perfumada. Después, se cambió por un vestido que le fuera fácil moverse y se hundió en los cojines del sofá. Entonces, suspiró de nuevo mientras reproducía su breve reunión con Belvant. Su rostro se volvió de un color rojo brillante, de una manera muy poco femenina, y hundió la cabeza en los cojines.

Vigilando a la muchacha, su dama de compañia, Sierra, frunció el ceño.

Está tan agotada que no ha hecho más que suspirar… Y no es de extrañar, ya que tiene que casarse con ese terrible General. Sólo pensar en él me hace temblar cuando se trata de ese hombre empapado de sangre… Ah, ahora está escondiendo su rostro del mundo. Seguramente está tratando de no preocuparme. No es sólo una princesa encantadora, sino también sabia y amable. Entonces, ¿por qué…, por qué, debe estar con un hombre tan salvaje?

En ese momento, llamaron a la puerta. La solitaria dama de compañía se ocupó del asunto y regresó llevando una pequeña caja y un ramo de rosas.

—Enviaron  regalos para la princesa de parte del General Belvant Fergus.

—¡Oh! ¿Para mí? ¿De mi Señor Belvant? —Marietta aceptó los obsequios con una expresión entusiasta y radiante—. Oh, qué hermoso. Esta es la primera vez que veo este tipo de rosas oscuras, volviéndose de color rosa en la punta de los pétalos.

—Las pondré en un jarrón.

Marietta le entregó el ramo a Sierra y luego deshizo la cinta envuelta alrededor de la pequeña caja.

¿Qué podría haber dentro? Mi Señor Belvant me envió un presente… ¡Estoy tan feliz! A pesar de que debe estar muy ocupado, todavía se preocupó por mí.

Ante el grado de la reflexión y sencillez de Belvant desconocido para Marietta, ella felizmente abrió la caja.


[1] Disidente es quien diside, se separa de una doctrina, creencia o conducta común. El concepto suele utilizarse con connotación política para nombrar a la persona que decide separarse de la comunidad o del partido del que formaba parte.

7 respuestas a “Marietta – Capítulo 3: Sólo de recordarlo”

  1. Esto es tan divertido. Marietta me encantó desde el inicio pero ahora Belvant es lo mejor pensando en ofrecer las cabezas por lo menos envío un regalo normal.

  2. Solo espero que entre ello no existan los malentendidos molestos y sigamos con la risa por los pensamientos de esta princesita encantadora.

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