Un día me convertí en una princesa – Capítulo 7: “Inmortalidad”. El palacio del emperador

Traducido por Den

Editado por Nemoné y Sakuya


Desde entonces, me escapé del Palacio Rubí dos veces más.

Llevaba a cabo mi salida secreta una vez cada pocos días porque comencé a sentir que Lily me iba a atrapar y, además, se volvió más difícil salir todos los días.

Como me he acostumbrado bastante a hacerlo, ahora podía moverme más fácilmente que la primera vez que lo hice. Pero no podía evitar que mis piernas se sintieran pesadas; tenía la sensación de que corría con pesas.

No obstante, dudaba en hacerlo. Sinceramente, mi vida en el Palacio Rubí era tan buena que quería seguir viviendo así y ahí para siempre. Sin embargo, en este imperio existía una bomba de relojería llamada Claude, por lo que no importa cuán buena sea, no puedo arriesgarme por esto.

Por eso, estas preciosidades… quiero decir, mi seguro para el futuro… Sí, son mi seguro para cuando llegue el momento en que pueda escapar de este palacio.

Caminé por quinta vez por el jardín de flores al que ya me había familiarizado. Poco después, pude entrar silenciosamente al palacio tan tranquilo como siempre. Pero no fui directamente al jardín trasero, sino que me dirigí al lugar que me impresionó de gran manera la última vez.

¡Ah! ¡Ahí está!

La última vez que vine estaba tan lejos que no estaba segura de lo que vi, pero esta vez, confirmé lo que había visto. En el espacio abierto del primer piso del palacio había innumerables estatuas de ángeles por todas partes.

Eran de tamaños diferentes: algunas eran de mi estatura o mucho más grandes, y otras del tamaño de mi brazo. ¡Y todas eran de oro! ¡Dios mío! ¡Todo en mi palacio era de mármol, pero aquí todo estaba esculpido en oro!

Estaba muy emocionada. Había tantas estatuas de ángel que nadie se daría cuenta si robaba al menos una de ellas. Ahora era un poco difícil porque era pequeña, pero cuando fuera un poco mayor, podría hurtar una. Aunque… esto es oro, ¿verdad?

Miré detenidamente la estatua más cercana a mí y mordí su trasero rollizo que estaba a la altura de mis ojos. Mis dientes son bastante fuertes ahora, así que… Aang.

Pero en ese momento, pude sentir una presencia detrás de mí. Me congelé en mi lugar mientras seguía mordiendo el trasero del ángel.

—¿Desde cuándo esta clase de basura comenzó a vivir en mi castillo?

Una voz fría penetró en mis tensos oídos. Tan pronto como la escuché, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me volví reflexivamente e inmediatamente retrocedí de la gran sombra que me cubría, lo que hizo que me golpeara contra la dura estatua detrás de mí.

¿Desde cuándo han estado tan cerca? 

Dos personas se me acercaron en silencio. Uno de ellos estaba relativamente lejos, por lo que no pude ver su rostro, pero a juzgar por su atuendo, parecía ser un caballero. Y el hombre parado frente a mí…

En el momento en que vi su rostro, mi cuerpo se quedó sin fuerzas.

La bolsa que tenía en la mano cayó al suelo y expuso su contenido. Las joyas, que había ido recogiendo una por una durante aproximadamente tres años, brillan radiantemente en el suelo blanco.

El hombre que se encontraba a la distancia lo vio e hizo… una expresión extraña. Pero el otro frente a mí, solo me miró fijamente sin mover un solo músculo ni desviar su mirada.

—Esa cara…

Su voz baja e igual de fría que sus ojos, parecían estar mirando a través de mí. Esos misteriosos ojos poseían un color singular que ni siquiera se desvanecía con la contraluz.

Él era igual que yo.

Era como mirarse a un espejo, pero sus ojos carecían de emociones, por lo que parecían verdaderas joyas.

—Creo que la he visto en alguna parte.

Nunca antes lo había visto, pero lo supe con solo mirarlo.

El denso cabello dorado que mecía el viento. Los ojos como joyas con los que solo nacía la familia imperial. El rostro inexpresivo que me miraba fijamente. El aura asfixiante de una bestia que fluía por todo su cuerpo.

Claude de Alger Obelia.

El hombre, el padre de Athanasia y el emperador de este país, me miró fijamente a los ojos como si estuviera viendo a una piedra tendida en el camino.

—Sí, era la bailarina de Siodonna. Te pareces a esa perra.

Me quedé sin palabras por el inesperado encuentro. Estaba en blanco.

¿Esto es lo que llamaban “estar en estado de shock”?

Es él, ¿verdad? El emperador que mata a Athanasia a los dieciocho años. 

Espera, pero ¡¿por qué está delante de mí?! Solo tengo 5 años. ¡Este ni siquiera es el jardín trasero del palacio imperial! 

El hombre que debía tener veintitantos años, me miró fijamente en silencio mientras yo seguía en estado de shock. Pero entonces… dijo: —Bueno, no importa quién sea.

Ni siquiera pude preguntarme qué significaba eso. Él levantó la mano muy lentamente mientras yo lo miraba sin comprender.

—Su Majestad.

El caballero detrás de él lo llamó con voz agitada. Miré la mano que se extendía hacia mí con cara estúpida.

Pero de repente, se detuvo. Al momento siguiente, los ojos inexpresivos volvieron a examinar mi rostro lentamente.

Inesperadamente, esbozó una sonrisa en su rostro inexpresivo, el cual hasta ahora desprendía una luz fría.

—Ahora lo recuerdo.

Sus ojos se volvieron de un azul oscuro, casi negro azabache.

—El nombre que te dio esa perra.

Cuando susurró mi nombre, no pude soportarlo más y exhalé todo el aire que había estado reteniendo.

—Fue Athanasia.

Me pareció una sentencia de muerte.

Mi corazón, que se había detenido por el shock, comenzó a latir como si finalmente hubiera comprendido la situación.

El caballero que estaba detrás parecía sorprendido por sus palabras, como si hasta ahora no hubiera sabido de mi existencia.

—En ese momento solo eras una recién nacida cubierta de sangre que ni siquiera podía protegerse a sí misma.

En realidad, Claude conoció a Athanasia hace cuatro años.

—¿Esa cosa se llama Athanasia?

En la novela se mencionaba que Athanasia conoció a Claude a los nueve años, pero en realidad su verdadero primer encuentro fue poco después de su nacimiento.

Fue el día de la masacre en el Palacio Rubí. Y ese día, el emperador Claude escucha el nombre de la recién nacida y le da su segundo nombre. Porque el nombre de la pequeña princesa suscitó su interés. Esto se debía a que en la novela «Princesa encantadora», el nombre relacionado con la inmortalidad, solo lo podía poseer el heredero oficial, aquel que se convertiría en el próximo emperador.

Además, ese nombre solo lo otorgaba el emperador, por eso el nombre de la heroína, “Jennette”, significaba “Gracia de Dios” y no “inmortalidad” o “eternidad”.

Es por eso que la tía de Jennette, la condesa, consideraba a Athanasia una molestia.

No obstante, Diana, que no era más que una humilde bailarina, le dio a su hija el nombre del emperador: “Athanasia”. Era una mujer muy valiente.

—Es interesante.

Athanasia no tenía el segundo nombre de Claude debido al amor entre sus padres como me dijo Lily. De hecho, ese día Claude estaba planeando matar a Athanasia junto con los demás del Palacio Rubí. Así que, si Diana no me hubiera dado ese nombre ese día, tal vez yo…

—Me pregunto si podrás sobrevivir con ese nombre.

Wow, entonces ¿realmente estoy frente a la persona que quiso matarme ese día? Qué locura.

Por supuesto, debido a que conocía la historia de la novela, era muy consciente que este tipo era un canalla, pero ahora que lo confrontaba, estaba desconcertada.

—Has crecido mucho.

Has crecido mucho. ¡Parece que has vivido suficiente, ahora, muere! N-No va a hacer eso, ¿verdad? ¡En la novela ponía que ignoró y pasó de largo de la Athanasia de nueve años! ¿Qué pasó con mi gran plan de vivir tranquilamente sin llamar la atención y escapar del palacio antes de cumplir los dieciocho años?

Mientras estaba pensando en todo tipo de cosas, algo se deslizó por mi pierna y cayó al suelo.

Los tres miramos fijamente la fuente del sonido.

De la bolsa salían las brillantes joyas una tras otra, revelando su existencia. El patrón de conejos comiendo zanahorias que Hannah me bordó en la bolsa era muy lindo.

Los tres guardamos silencio mientras observábamos los valiosos objetos.

Q-Qué locura. Estoy jodida. Sentí flojas las cuerdas atadas a mis piernas, ¡pero esto es una locura! ¡No puedo creer que atraparan a mis preciosidades número siete y ocho!

Escruté el rostro de la persona frente a mí, sudando frío. Claude tenía una expresión indescifrable. Inclinó la cabeza hacia un lado, mirando de un lado a otro entre las bolsas en el suelo y mi persona. Y después de un momento, se acercó a mí.

¡Pero de repente colocó sus manos bajo mis axilas y me levantó!

Ahora estando a la altura de sus inexpresivos ojos, hicimos contacto visual. Me sorprendió tanto que el insulto que iba a soltar se quedó atorado en mi garganta como una piedra.

¡¿Q-Qué estás haciendo?! 

Aunque no sabía si él era consciente o no de que estaba avergonzada, me miró a la cara por un momento y dijo abruptamente: —Pesa.

Me quedé en shock ante su voz indiferente.

—Pensé que le iban a estallar las mejillas. Además, no esperaba que pesara tanto.

¡Bastardo loco…! ¡No peso tanto! ¡Además, mis mejillas son normales! 

No, espera… ¿Por qué me estás hablando! ¡Eres un despiadado padre tirano! ¡Eres el hijo de p***a que solo ama a Jennette y finge no ver a Athanasia!

—Pero, ¿qué estás haciendo en mi palacio?

En el momento en que escuché eso, me estremecí.

“Mi palacio”. Dijo “mi palacio”. Bueno, técnicamente todos los palacios pertenecían al emperador. Pero, a juzgar por cómo hablaba y la ropa cómoda que llevaba, probablemente este en verdad era el palacio que él utilizaba.

Ugh. ¿Qué demonios…? Creo que me he metido en un campo de minas. 

Pero, ¿realmente este es el palacio imperial? ¡Este lugar está más vacío que el Palacio Rubí!

Qué locura. Esto es una locura.

Entonces no fue casualidad que Athanasia acabara en el palacio del emperador después de ver las luces del banquete, sino que fue porque este estaba muy cerca del Palacio Rubí.

Claude, que me miraba fijamente con su rostro inexpresivo, observó lo que había a mis espaldas. Un sudor frío me recorrió por la espalda otra vez, porque sabía qué había ahí.

 —Supongo que pensó que era un juguete —dijo el caballero que dirigió su mirada hacia Claude y vio la vergonzosa marca de mis dientes en el trasero de la estatua del ángel.

¡Waaah! ¿Me vas a matar? ¿Me vas a matar? ¿Me vas a matar porque entré en tu palacio sin tu permiso? ¿Me vas a matar por dejar la marca de mis dientes en tu ángel? ¿Me vas a matar porque he estado viva todo este tiempo?

—Debes haberte perdido mientras jugabas en el Palacio Rubí.

Estaba en estado de shock por lo que ni siquiera me di cuenta cuando se dio la vuelta, cargándome.

—Félix.

—Sí, Su Majestad.

—Aguanta.

Mi cuerpo se movió en el aire involuntariamente.

El rostro del caballero que vi de cerca era bastante atractivo. Me miró a la cara con una mezcla de vergüenza y confusión. Debía estar confundido porque Claude me levantó repentinamente y me entregó de esa forma.

Nos miramos el uno al otro en una posición incómoda, con ojos temblorosos.

—Tomaré un poco de té con nuestra invitada.

Sus palabras fueron inesperadas.

14 respuestas a “Un día me convertí en una princesa – Capítulo 7: “Inmortalidad”. El palacio del emperador”

  1. Seré honesta: quiero abofetear a Claude por la menta en la que la trato al principio. No es que no entienda su dolor pero tampoco justifico su manera de actuar hacia su hija. Definitivamente es una situación compleja en la que todos tendremos nuestras posturas, además de que no quiero afirmar cosas basándome únicamente en el manhwa dado los cambios que tuvo. Voy a seguir leyendo tranquilamente esta maravillosa historia antes de determinar la cantidad de bofetadas, patadas y 💩 que Claude se ganó 😇

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