El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 6: Las dos llaves y la sangre sacrificial

Traducido por Den

Editado por Nemoné

Corregido por Gia


—Lord Edgar, por favor, perdóneme —dijo Raven, arrodillándose, con su habitual tono de voz indiferente.

Pero, incluso Lydia sabía que no se estaba disculpando por no poder salvar a su hermana. La soltó porque ella, quien eligió la muerte, fue en contra de las órdenes de su maestro.

Se suponía que Raven había puesto su espíritu en manos de Edgar, por lo que pensó que debió haber sido una resolución muy fuerte como para desafiar las órdenes de su maestro.

—Te perdono.

Por eso Edgar reconoció su clemencia.

Todavía desplomado en el suelo, y apoyando sus codos en las piernas, Edgar enterró los dedos en su cabello dorado. A los ojos de Lydia, parecía que intentaba reprimir la rabia en su interior que estaba dirigiendo hacia sí mismo.

—Soy quien se tiene que disculpar contigo, Raven. No pude aceptar la lucha de Ermine, a pesar de que pude ver que estaba angustiada —espetó y murmuró algo en un largo suspiro apenas audible—: Debería haberla tomado como me pidió.

Debe referirse a la noche anterior, pensó Lydia.

Al mismo tiempo, recordó a Edgar diciendo que quería hacer todo lo posible para hacerla feliz. Era un amor unilateral. Dado que incluso Ermine debería haber sabido que Edgar pensaba en ella como su familia. Sin embargo, eso fue un desenlace demasiado triste.

—Al final, sigo siendo el esclavo de Príncipe. No es una tarea simple deshacer la maldición que une el recuerdo de cuando ese hombre era todo y absoluto para nosotros. Siento que al final de este gran laberinto de nuestra huida, él estará esperando por nosotros, justo cuando estemos a punto de encontrar la salida. Sin embargo, tantos años han pasado que esa pesadilla nunca me abandonó. Incluso yo era así, así que para Ermine, quien había vivido como su mujer, debe haber habido un dolor más profundo. El miedo y la preocupación siempre estarían plagando su mente —agregó.

Sentir que te estás perdiendo a ti mismo, desesperado por la vida de vivir como un muñeco, esa sensación solo podía ser entendida por aquellos que pasaban por lo mismo. Lydia no podía imaginar cómo debió haber sido vivir bajo la captura de ese hombre llamado Príncipe, y cuánto estaría sufriendo por él.

Lydia pensó que podía entender los verdaderos sentimientos de Ermine, que nunca pudo controlar, y la profundidad de su traición.

Si hubiera llevado a Lydia con ella, entonces no habría necesidad de morir. De todos modos, Ermine no podría estar al lado de Edgar como una traidora. Hasta que él fuera capturado por Príncipe, o hasta que su traición fuera revelada, su huida solo era un breve rodeo.

Era un amor débil, que estaba destinado a llegar a su fin. Fue por eso que ahora, en ese lugar, ella decidió acabar con todo.

Edgar se levantó, lentamente, como si su cuerpo se hubiera vuelto pesado.

—Dame algo de tiempo. Ya regreso.

Lydia vio cómo su espalda se perdía en el edificio. Parecía tan débil, como si fuera a desaparecer.

Si lo que la condujo al límite fue que él iba en busca de la espada del Conde Caballero Azul por su bien, entonces todo eso estaba mal. Edgar solo deseaba que ella pudiera vivir como una mujer normal, dejando crecer su cabello, vistiéndose como una chica y sonriendo.

—¿Está llorando por mi hermana? —preguntó Raven. Lydia notó que había lágrimas corriendo por su rostro—. ¿A pesar de que intentó matarla?

Se preguntó si Ermine de verdad trató de matarla.

Ese pensamiento desconcertante pasó por su cabeza. Si estaba planeando hacer eso desde el principio, entonces no había necesidad de que le contara sobre el plan de Edgar. Si le reveló todo a ella, entonces debía haber pensado en la posibilidad de que Lydia sobreviviría y lograría conducirlos hacia la ubicación de la espada.

Intentó hacer que Lydia muriera con ella. Sin embargo, si realmente la iba a matar, y si conocía la velocidad de Raven, entonces debería haber habido una alternativa que tuviera más éxito.

Si continuaban y no conseguían la espada, entonces, Edgar y Lydia terminarían muertos. Ermine no quería seguir traicionándolo, pero no podría escapar de Príncipe, por lo que decidió morir. Su único deseo era que Edgar no sacrificara a Lydia, y que cambiara sus sentimientos.

Aun si no lograban conseguir la espada, esperaba que pudieran encontrar otra forma de obtener su libertad. O eso imaginó Lydia. Y para eso, pudo haber decidido desatarse, como el lazo entre Edgar y Príncipe.

—Aunque solo la conocí por unos días, siento que sé lo que debe haber sentido, pero tú debes estar más dolido y triste que yo.

—Triste, ¿realmente lo cree? No sé si lo estoy. A veces, es muy difícil para mí comprender qué estoy sintiendo. Incluso sobre mi hermana, lo único que sentí es que era mi única familia, alguien que siempre estaba a mi lado. Nos ayudábamos el uno al otro, y pensaba que alguien así nunca se iba a marchar. Debería haber sabido que también era una persona con preocupaciones e inquietudes, y que estaría preocupada por eso. Sin embargo, siempre estoy en mi límite para comprenderme a mí mismo —dijo con su actitud fría e indiferente.

—No, lo entiendes porque tienes corazón. Si la dejaste ir, es porque pensaste en su dolor. Entonces, eso significa que fuiste quien más la amó, y eso duele profundamente.

Sus oscuros ojos verdes se giraron para verla. Seguía pensando que eran de un color tan oscuro, que ponía nerviosa a la gente. Sin embargo, ahora mismo, no sentía el agudo peligro que podría lastimar a otros.

—¿Señorita Carlton, mi hermana le dijo algo?

—Eh, ¿qué quieres decir?

—No, no hace falta que responda. Por favor, guárdelo para usted.

Raven debió haber notado que Ermine le habló sobre el verdadero plan de Edgar. Sin embargo, siendo el sirviente de este, decidió cambiar sus esfuerzos de preocuparse de que su maestro cometiera más crímenes, al intentar hacer realidad su sueño. Incluso si eso significaba ponerle una trampa a Lydia.

—Lord Edgar no está tratando de conseguir la espada para él. La única cosa en la cabeza de mi señor es su Noblesse Oblige. Eso es todo.

Era como si intentara reivindicar la posición de su maestro, pero lo podía entender.

Noblesse oblige, o la obligación de la nobleza. El deber de un lord para proteger y liderar a sus súbditos, sus familias y su gente.

Desde los tiempos de los señores feudales, la clase social, donde se transmitió el espíritu de la caballería, no era solo una vida de lujo, sino que, como alguien que se destacaba por encima de los demás, conllevaba un gran deber y una responsabilidad. Era una posición de tiempos de guerra y batallas, en las que no permitían abandonar a sus súbditos o pueblo.

Edgar llegó hasta ahí, luchando por el bien de Raven y Ermine, pero lo más probable era que, ahora mismo, aún no planeaba retroceder.

—¿Lydia, podrías venir aquí? —Edgar, quien había regresado, no mostró ningún signo de agonía o dolor, y como si nada hubiera pasado, llamó a Lydia y la guió detrás de la escalera mientras decía—: ¿No era oro lo que los leprechauns escondían en los sótanos?

—Sí, es correcto, pero, ¿qué pasa con eso?

—¿Recuerdas la moneda de oro del Conde Caballero Azul? Aquella moneda que tiene el acertijo de las hadas. Y aquí, ¿ves cómo hay un agujero en la pared? Es del mismo tamaño que la moneda.

—¡Tienes razón!

—¿Debería ponerla?

Lydia asintió.

La moneda se deslizó por la bodega y cayó a través de una delgada abertura en esta. Al mismo tiempo, se escuchó el sonido del tic tac y un giro, después, la escalera comenzó a moverse. Finalmente, un gran agujero negro apareció ante ellos en el suelo. En este habían escaleras que conducían hacia abajo.

—Vamos.

Siguiendo la iniciativa de Edgar, Lydia bajó las escaleras. Detrás de ella venía Raven.

Si seguían adelante, entonces eso quería decir que el peligro se aproximaba a Lydia. Sin embargo, para salvar a su padre, necesitaba la “estrella de merrow”, por lo que solo podía seguir caminando.

Sentía el esfuerzo del grupo, cuando trabajaron juntos para resolver los acertijos de las hadas, uno por uno. Al hacerlo, comenzó a sentir una innegable emoción creciendo en su interior, por la búsqueda de la espada junto a él.

Sin embargo, por otro lado, pensó en las acciones de Ermine, al intercambiar su vida para intentar evitar que Edgar siguiera sacrificando a otras personas. Era la prueba de que Edgar iba a dejar morir a Lydia.

Deseaba que los sentimientos de Ermine, de no querer que cometiera más crímenes, le hayan alcanzado. Sin embargo, mientras esperaba eso, se sintió negada de su deseo por la presencia de Raven, quien estaba justo detrás de ella. Sin duda, un sentimentalismo como ese no podría hacer vacilar la resolución de esos dos hombres.

Raven se dio cuenta del significado de la muerte de su hermana y su deseo, y aún así decidió seguir a Edgar. Y Edgar debía estar decidido a seguir adelante con su deber como noble, incluso por el bien de Raven.

Pero, al igual que ellos, Lydia también tenía alguien a quien quería proteger. Su padre. Ir en contra de ellos dos, quienes habían sobrevivido a más encuentros peligrosos, sabía que una chica ingenua como ella no era rival, pero solo tenía que seguir adelante.

♦ ♦ ♦

—Oye, ¿por qué? ¿Acaso no es el profesor? ¿Qué está haciendo aquí?

La voz provenía de la habitación en la que Carlton estaba encerrado, pero no debería haber nadie más aparte de él.

Se sentía desconcertado y miró alrededor. Vio que había un gato de pelaje gris sentado en el alféizar de la ventana. Sí, era un gato con corbata, sentado en el alféizar de la ventana, como si fuera un humano.

—Nico…

Por supuesto que sabía que ese felino no era un gato ordinario. Lo sabía, pero siempre se sentía fuera de lugar al presenciar tal escena.

—Lydia ha sido tomada por Gossam y sus hombres. Harán que busque la gema.

El gato saltó desde la ventana y se acercó a Carlton en sus dos patas traseras, cruzó los brazos, o mejor dicho, las patas delanteras.

—¿Qué pasó? La última vez que vi a Lydia estaba con el noble rubio.

A decir verdad, Carlton siempre tenía que luchar contra el impulso de querer coger a Nico e inspeccionarlo para experimentar con él. Sin embargo, aunque tuviera el cuerpo de ese gato, si era un caballero, como afirmaba ser, entonces sería grosero mirarlo con curiosidad, por lo que Carlton se reprimió otra vez.

Nico era el compañero de la madre de Lydia, y había cuidado de esta desde que era una niña. Por lo tanto, también conocía a Carlton desde hace mucho tiempo. Para él, quien no podía ver hadas, Nico era el único con el que podía entrar en contacto.

—Lo estaba, pero fue capturada por Gossam. También fui engañado por este, y vine con él para encontrar a Lydia. Sin embargo… de todos modos, Lydia se dirige a la ubicación oculta de la espada.

—Esto es malo.

—Es malo. Una mujer vestida como hombre me dijo que ese caballero iba a sacrificar a Lydia a las merrows.

—Sí, en la promesa entre el Conde Caballero Azul y las merrows, si no eras el verdadero descendiente de la familia del conde, y ponías tus manos en la espada, entonces aparentemente morirías.

El sonido de pasos acercándose hizo que Nico guardara silencio. Y después, se desvaneció.

Al mismo tiempo, la puerta se abrió de golpe. El hermano mayor Gossam entró en la habitación, se notaba que estaba en un estado lamentable. Uno podría decir a primera vista que recibió un puñetazo en la cara.

Ese hombre, al parecer se presentó como Huxley a Lydia y, con una expresión obviamente irritada, como si quisiera descargar su cólera contra Carlton, pateó la silla.

—Su hija ha sido secuestrada por ese ladrón otra vez.

—E-Eh, de todas formas, eso no cambia el hecho de que todavía estoy en una mala situación.

—Mientras esté con nosotros, su hija no puede permitir que la “estrella de merrow” caiga en manos de ese hombre. Intentará conseguir la gema como le ordenamos, pero ese hombre es astuto. No es alguien que su pequeña dama pueda manejar.

—Parece que tú tampoco puedes con él.

Huxley frunció el ceño, pero contuvo su ira.

—De todos modos, estamos tras él y la gema. Por lo tanto, vendrá con nosotros.

El segundo y tercer hijo se pusieron a ambos lados de Carlton y lo levantaron. Este buscó a Nico, pero no lo vio.

Pero debe de estar en alguna parte cerca de mí, pensó.

—Parece que no tenemos tiempo —dijo Nico—. De acuerdo, me adelantaré. Profesor, mantenga esto con usted. —Al oír la voz del gato, Carlton vio que había una hoja de menta en su bolsillo interior—. Las brownies deberían seguir ese olor.

—Oye, ¿qué murmuras? —preguntó Huxley.

—Nada, solo hablaba conmigo mismo.

Soltando un suspiro, siguió a los hombres fuera de la habitación.

Carlton no discutió con su hija cuando le dijo que quería convertirse en una Doctora de Hadas como su madre. Sin embargo, por no esconder el don que tenía, se había involucrado en un incidente peligroso como ese.

Se preocupaba por Lydia al heredar la habilidad de ver hadas, y en cómo la haría pasar dificultades y problemas no deseados, pero, más que eso, el mayor problema resultó en que era como su madre, débil contra hombres que no podían hacer nada por sí mismos.

Un aristócrata, un ladrón y un secuestrador. Carlton se imaginó en su mente al hombre que debía estar con su hija ahora, y ese pensamiento miserable lo abatió.

♦ ♦ ♦

Las escaleras bajaban y bajaban, como si nunca se detuvieran. El pasadizo subterráneo tenía pasajes curvados y escaleras que se alternaban entre sí. Si no tuvieran una vela con ellos, habrían estado completamente cegados.

Quizás, anticipando que habría una recámara subterránea, Raven tenía una vela con él. Guiados por esa luz, los tres continuaron.

—¿Todavía continúa?

Lydia estaba comenzando a sentirse sin aliento en ese espacio atrapado e inusual. Mientras daba un paso tras otro, sentía como si estuviera cerca del trágico final. En verdad, todavía no sabía cómo robar lo que Edgar tenía consigo, y que les garantizaría la espada. Literalmente, la llevaban hacia donde sería sacrificada.

Estar en este oscuro pasaje subterráneo debía haberla hecho comenzar a pensar así.

El espacio hecho por humanos en el que se encontraban, no mostraba ningún signo de vida, y eso puso a Lydia más nerviosa. Se preguntaba por qué las hadas a las que le gustaban los subterráneos no estaban a la vista. Al no haber ningún rastro de ellas, se construyó una impresión antinatural en el lugar, lo cual aumentó su preocupación.

Podrían estar en la zona bajo el control de las merrows, pero nunca antes había conocido a una, así que era solo otro factor que aumentaba la ansiedad de Lydia. Su determinación para salvar a su padre estaba desapareciendo, e ideas negativas no deseadas seguían apareciendo en su mente.

Justo a su lado estaba Edgar, y detrás estaba Raven. No había a dónde correr. Sabía que iba a ser asesinada, pero aún se preguntaba por qué estaba yendo con ellos. Se sintió más sofocada.

Edgar se volvió hacia ella. Por alguna razón, eso la hizo estremecerse.

—¿Lydia, estás cansada?

—¿No sientes que el aire se ha reducido?

—El fuego es leve. No debería haber ningún problema —espetó Raven.

Cuando escuchó la voz de Raven, Lydia se sintió mareada y, perdiendo el equilibrio en sus pies, cayó a un lado. Edgar la atrapó y la sostuvo.

—No, no me toques.

Solo no quería ser tocada en ese momento. Sin embargo, eso solo la dejó sin aliento, y un sudor frío le recorrió el cuerpo. Estaba en un caos por completo.

—Cálmate, Lydia.

Si intentara hacer un alboroto, sería sujetada. Además de eso, su nariz y boca estaban bloqueadas por su mano, no podía respirar.

¿Qué está pasando? ¿Voy a ser asesinada?

Lydia se desesperó aún más y luchó para liberarse.

—Quédate quieta y suelta un poco de aire lentamente.

Pero estoy sin aliento ahora mismo.

Intentó luchar sin pensar, así que su pie se resbaló del escalón. Cayó por la escalera en los brazos de Edgar.

—¡Aaah!

Sorprendida por la repentina caída, dejó escapar un grito ensordecedor con todas sus fuerzas. Al hacer eso, debió haber sido capaz de liberar el aire que se había acumulado en ella como una bola de plomo. Lydia pudo relajarse un poco, debido a que ya no se sentía sin aliento.

—Así es, no te apresures y exhala lentamente.

En la oscuridad, donde la luz de la vela no les llegaba, oyó la voz de Edgar, quien la tenía en sus brazos. Parecía que solo habían caído unos cuantos escalones abajo.

Las escaleras, que no parecían tener fin, terminaban justo allí.

—¡Lord Edgar!

—Estoy bien, Raven —dijo Edgar hacia la luz de la vela que se acercaba a ellos rápidamente—. ¿Lydia, estás bien?

—S-Sí… —Por supuesto que lo estaría, dado que Edgar había recibido todo el impacto de su caída—. Ah, ¿y tú?

—Estoy perfectamente bien. Gracias a Dios solo eran unos cuantos pasos. —Cuando la luz de la vela los alcanzó, soltó a Lydia, y sonrió amablemente mientras la miraba con una expresión de preocupación—. ¿Todavía te sientes sin aliento?

—Me siento un poco mejor.

—Parece que habías tomado mucho aire. Debes haber estado nerviosa, y estar en esta oscuridad abrumadora debe haberte cansado. —Cuando le dijo aquello, Lydia se dio cuenta de que estaba luchando con más nerviosismo de lo que podía manejar por sí misma—. Nadie se sentiría bien después de algo como eso. Lo siento por forzarte a pasar tus límites.

Podía decir que se refería a Ermine. Lydia también estuvo a punto de caer en ese momento. Aunque fue una experiencia impactante, más que eso, había algo más que la ponía nerviosa. Estaba aterrorizada por lo que estaba por venir. De lo peor que le podría pasar.

Una y otra vez, Lydia era salvada por Edgar.

Cuando Huxley estaba a punto de atacarla, se puso en su lugar y salió herido por eso. Incluso cuando Ermine estaba por llevarla junto con su suicidio,  la había salvado.

Siempre se preocupaba por Lydia, y le hablaba con suavidad y amabilidad. Sabía a la perfección que él no era de fiar y, sin embargo, quería creer en él.

Es por eso que no estaba asustada de morir, pero sí aterrorizada de ser asesinada por Edgar. Imaginar con qué tipo de ojos fríos y despiadados la miraría, la hizo estremecerse.

Edgar era alguien que aceptaba a Lydia, quien había sido llamada un bicho raro y quien nadie entendía. Ella sentía que él la complementaba sin tener ningún elogio detrás de sus palabras. Sin embargo, si fuera a ser asesinada por él, entonces toda la amabilidad, sonrisas y la compasión que le dirigió, significaría que eran mentiras.

Cuando descubrió que Edgar era un ladrón, Lydia intentó huir. Él lo sabía y, sin embargo, no intentó obligarla a someterse mediante la violencia. Solo le suplicó que no lo abandonara, alegando que necesitaba su ayuda como una Doctora de Hadas.

¿No significaba que él respetaba sus deseos y derechos?

En ese momento, Lydia no sintió que estuviera siendo usada por él, sino que sintió que estaba en el mismo nivel y que cooperaba, pero ese no era el caso.

Lo que más la asustaba era que Edgar derrumbara todo eso. Lydia se aferró a la esperanza de que quizás tal cosa no sucedería y siguió andando.

—Será mejor que descansemos —dijo. Podría decirse que no lo hizo por compasión, aunque eventualmente eso también podría negarse.

Lydia miró fijamente a los ojos malva ceniza de Edgar. Debe de estar acostumbrado a que las mujeres lo miren fijamente, así que se volvió hacia ella con una dulce sonrisa.

—¿Vas a matarme? —No pudo evitar decirlo.

Él no reaccionó sorprendido, ni apartó la mirada, pero mantuvo sus ojos sobre los de ella, que se petrificaron.

—¿Qué estás diciendo de repente?

—Si planeas matarme, entonces no seas amable conmigo. Sé el villano y muestra tu cuchillo, haz que haga lo que dices gritándome o golpeándome.

—¿Estás todavía confundida?

—Esto es injusto. No puedo verte como un villano y, ¿a quién se supone que debo culpar cuando me maten? Quería ser de ayuda para alguien como una Doctora de Hadas. Pensé que incluso si eras un ladrón y un mentiroso, realmente necesitabas mi habilidad. Es por eso que vine tan lejos…

—Te necesito.

—Y también necesitas mi vida, ¿no?

—¿Por qué pensarías así? No hay ninguna razón para que mueras.

—No soy un miembro de tu lado. No te afectaría si te libras de mi padre o de mí. Esa es una muy buena razón.

Edgar parecía estar en problemas. Bajó la cabeza para mirar a Lydia a los ojos, mientras pasaba sus dedos por su flequillo. Parecía que estaba pensando en algo, luego tomó una decisión y extendió su mano hacia Lydia.

Vaciló cuando se estremeció, pero no se rindió y la extendió para colocarla sobre la cabeza de Lydia. Acarició su cabello con su mano con dulzura, como si intentara calmar a un niño pequeño.

—Como dijiste, hemos hecho todo lo posible para protegernos. Me consideraba un luchador, pero en realidad solo soy un hombre patético, y solo podía pensar en huir. Tenía miedo, así que no miré lo que estaba detrás de mí, tratando de olvidarme de mi pasado. No pude darme cuenta de que no había escapado por completo de ese hombre, es por eso que… pagué un gran precio… No quiero lastimar a nadie más. Pienso en ti como mi camarada. Por favor, créeme.

Si se lo decía así, con ojos directos, podría creerle. Sin embargo, seguramente todo era una mentira. Era una persona que podía hacer que una mentira pareciera seria.

Mezclando un indicio de la verdad, lograría hacer un gran engaño. Y así, movería los corazones de las personas. Era consciente de cómo se aparecía ante otras personas, y era su fuerte atrapar los corazones.

Pero todo lo que Lydia podía hacer era ser engañada. Ser engañada y traicionada era su única opción, y se dio cuenta que no había nada que pudiera hacer al respecto, por la forma en que la mentira de Edgar era demasiado seria. Su determinación de lograr su objetivo era firme e ineludible.

—Por favor, quiero salvar a mi padre.

Entonces, al menos, Lydia quería que escuchara uno de sus deseos.

—Por supuesto que lo entiendo.

Rogando que esas palabras suyas fueran mentiras, reunió fuerza en su cuerpo y se puso de pie.

Más allá de la puerta, había una bodega, pero se podría decir que no era una bodega para humanos. Para tenerla ubicada en un lugar tan profundo y subterráneo, significaba que, quien construyó el castillo, lo tenía preparado para las personas que vivían allí abajo.

La bodega era la cama del hada amante del vino, clurichaun. No vio en lo absoluto al residente, pero estaba segura de que el acertijo apuntaba a esa ubicación.

De algún lugar más allá de las paredes, podían oír el sonido del agua. El sonido de las olas y, lo más probable, era que estaba la artería del agua subterránea que desembocaba en el mar cercano. Si las viviendas de las merrows estaban cerca, entonces esta podría ser la bodega para ellas.

En la parte de atrás de la bodega, había un camino que se dividía en tres.

—¿Cuál deberíamos tomar? —preguntó Edgar.

—Iré a comprobar qué hay en ellos. Por favor, espere aquí —ofreció Raven.

Encendió la linterna que estaba colgada en la pared, y esa luz iluminó el interior de la bodega mucho más que la vela. Hizo que el gran espacio abierto disipara la sensación de estar atrapados en la oscuridad.

Debe ser por eso que Raven decidió no llevar con ellos a Lydia en los pasadizos estrechos y, en cambio, se ofreció a ir a mirar.

—Ten cuidado —Raven desapareció en uno de los pasadizos, y el aburrido Edgar comenzó a toquetear los barriles de vino que estaban alineados—. Parece que todo los barriles están vacíos.

Si el lord del castillo se ha marchado, eso significaba que no había nadie que pudiera ofrecerle su vino a las merrows.

Lydia se acercó a la pared y se sentó con la espalda apoyada en ella. Entonces, sintió algo peludo en su pecho.

—Lydia, soy yo. —La voz susurrante pertenecía a Nico, quien, permaneciendo invisible, saltó sobre el regazo de Lydia—. Escucha lo que voy a decir. Las brownies que vi en en esta isla dijeron que esto se los dijo un merrow con el que bebieron. Las merrows están cansadas de esperar por el conde, quien no ha regresado en cientos de años. En este punto, están deseando que alguien sea capaz de tomar la espada.

»La brownie le dijo al merrow que sería un problema si cualquiera la tomara, pero este respondió: “Está bien, siempre y cuando el humano haya cumplido con las mismas condiciones de la promesa que hicieron con el conde para intercambiarla por una estrella”. La Brownie le preguntó: “¿Estrella? ¿Como una estrella del cielo?”, a lo que el merrow contestó: “Las que brillan en el mar de las merrows son las almas de los humanos que han muerto en esta”. Al cumplir las condiciones, debe haberse referido al humano que consiga llegar a la ubicación oculta de la espada. Y, si ese ser humano sacrifica otra vida humana a las merrows, incluso si fueran ladrones, significa que hay una posibilidad de que estas entreguen la espada.

Lo más importante entre las hadas y los humanos, la mayor parte del tiempo, es el contrato. Los sentimientos y los deberes obligatorios solo son considerados importantes entre los humanos. Incluso si las merrows aceptaron al conde como su lord, eso fue solo el resultado del contrato entre el Conde Caballero Azul y ellas, y la única razón por la que están protegiendo la espada es porque están bajo un contrato.

No se atreverían a romper el contrato. Sin embargo, no harían nada más de lo que estuviera estipulado en este. Si la manera de verificar que era el descendiente del conde era si ese humano tenía la moneda de oro, y la llave plateada, y que llegaron al lugar de la espada, entonces para las merrows, no dudarían de la identidad de la persona que vino a reclamar la espada.

Lydia se aseguró de que Edgar no la estaba viendo, y asintió levemente. Nico continuó:

—Así que la espada está cerca, ¿verdad? Si la encuentras, asegúrate de conseguirla antes de que él lo haga. Y úsala para cortarlo.

¿Eh?

Estuvo a punto de soltar un grito ahogado, pero logró contenerlo.

—Esa es la señal para las merrows. Está bien siempre y cuando puedas cortar su piel solo un poco. Aparentemente, la sangre que toque la espada se convertirá en la víctima de las merrows. En poco tiempo, Huxley y sus hermanos llegarán aquí con el profesor, así que sería conveniente si causaran una interrupción. Mientras ese aristócrata está ocupado lidiando con Huxley y sus hermanos, tienes que asegurarte de encontrar la espada del Conde Caballero Azul y tomarla, ¿entendiste?

Sintió el suave y aterciopelado pelaje de Nico tocar su mano, pero desapareció en un instante, debido a que Edgar estaba caminando hacia ella.

—¿Oyes algo?

—¿Eh? No, nada… ¿No es el sonido del agua? Está constantemente haciendo ese ruido.

Mientras trataba de evadir su sospecha, Lydia escuchó de cerca el sonido del agua, y entonces, Edgar habló de nuevo:

—Ahí, acabo de escuchar el sonido de una chica llorando.

—¿Llorando? ¡Eso debe ser la banshee!

Lydia se puso de pie.

El sonido que escucharon débilmente, podría haber sido el viento que soplaba a través de las paredes de roca. Sin embargo, también sonó como un grito de banshee. Se dice que cuando miras a una llorando junto al agua, pronto alguien morirá. El llanto de la misteriosa hada se cree que es la premonición de la muerte de alguien.

Tenía que cortar a Edgar con la espada. Era la única opción que le quedaba para salvarse. Se preguntaba si podría apuntar con un arma a alguien, pero si no podía hacerlo, entonces él apuntaría esa espada hacia ella.

—Cuando dices banshee, es la siguiente hada del acertijo.

—Sí, esa debe ser la pista.

Lydia presionó la oreja contra la pared, y escuchó el lugar donde podía oír más fuerte el sonido del viento. Ese sonido provenía de la apertura de en medio de los tres pasadizos. Justo entonces, Raven regresó del pasadizo de la derecha.

—Este era un callejón sin salida.

—Es por aquí. Creo que este es el camino correcto.

Los tres comenzaron a caminar de nuevo.

El camino no iba tan lejos. Luego de recorrerlo un rato, llegaron a una abertura similar a la de una grieta en las oscuras paredes rocosas, donde había un puente suspendido. Después de cruzarlo, vieron que había una puerta construida en la pared.

Lydia estaba a punto de acercarse a la puerta cuando Edgar la detuvo.

—Justo después de la banshee, están las merrows. Entonces debemos ser más precavidos a partir de aquí.

—¿Precavidos de qué?

—¿No nos dijeron que todos los que se acercaban a la espada terminaban muertos? Deben haber trampas colocadas más allá de aquí. Y mira, puedes ver parte de una rueda aquí.

Como dijo, se podía ver una especie de dispositivo incorporado en la pared rocosa, al que estaba conectado el puente colgante.

Edgar sacó una tarjeta del bolsillo interior de su abrigo. Estaba hecho de una delgada lámina de plata. Un lado de la lámina no era plano y tenía bultos, y notó que había algo tallado en su superficie, como el acertijo que estaba en la moneda de oro, pero no podía decir qué era exactamente.

Quizás era la cosa que Edgar estaba escondiendo, y Ermine dijo que estaba relacionada con el misterio de la espada del Conde Caballero Azul.

—¿Qué es eso?

—La llave mágica para abrir esta puerta.

Junto al pomo de la puerta, había una hendidura que tenía el tamaño justo para que cupiera la llave de plata dentro. Entonces, era el ojo de la cerradura.

De repente, oyeron el bullicioso ruido de pasos desde la bodega. A la distancia, se veía la luz de una lámpara flotando sobre varias figuras oscuras y, cuando se acercaron a su ubicación, la luz iluminó sus rostros y su posición.

—¡John, quédate ahí! ¡No vas a seguir por más tiempo!

—Realmente me estoy cansando de ver tu cara, Huxley.

—Oigan, atrápenlo.

Todavía tomando precaución de Edgar y su actitud insolente, Huxley le ordenó a sus hermanos.

Vigilando a los hermanos, que cada vez se acercaban más a él, Edgar se aproximó a la puerta. En ese momento, hubo un profundo rugido que estalló en alguna parte a su alrededor. Los hermanos Gossam se detuvieron en seco.

El rugido resonó contra las cavidades huecas de la pared de piedra, y parecía como si se estuviera acercando a ellos.

—¿Qué demonios…?

El murmullo de uno de los hombres se convirtió en un grito, cuando un viento repentino los golpeó.

—Son las merrows, la magia de las merrows… —jadeó Lydia. El puente colgante se sacudió violentamente y casi arrojó a quienes estaban ahí.

Junto con el viento que no tenía pinta de desvanecerse, se escuchaban voces cantando.

Al principio, uno pensaría que solo era su imaginación, pero en realidad no era que se escuchara un canto, más bien, era como si las voces estuvieran sonando dentro de su cuerpo. Las voces sonaron tan místicas y tranquilizadoras, haciendo que aquellos que las oyeran se durmieran.

Apenas pudiendo aferrarse a la cuerda del puente colgante, Lydia sintió que su cuerpo comenzaba a caer.

Justo cuando Lydia estaba pensando en las muchas vidas de los ladrones, quienes cayeron desde ahí y acabaron muertos en la costa, Edgar la agarró del brazo.

—Lydia, Raven, vengan aquí. Agarrense a la puerta.

Yendo contra el viento, Edgar tiró de ambos hacia él. Y luego, con rapidez, deslizó la llave de plata en la cerradura de la puerta. Abruptamente, el violento viento se extinguió. Y, al mismo tiempo, el canto de las merrows cesó.

Edgar tiró de Lydia, quien estaba aturdida y en el suelo, hacia la puerta que se abrió. Entonces, las ruedas del mecanismo comenzaron a moverse. Sin tener tiempo para pensar en qué iba a suceder, la mitad del puente colgante se vino abajo. Lo que quedó en su lado del puente, fue absorbido por el agujero negro sin fondo.

Huxley y sus hermanos rápidamente saltaron al otro lado intacto del puente, pero uno de ellos, quien había logrado acercarse al lado donde estaban, decidió que no podría regresar y saltó hacia la puerta.

—¡Aaah! —Lydia gritó porque el hombre, que casi se había caído, la agarró del tobillo.

Edgar puso su brazo alrededor de la cintura de Lydia y, asegurándose que no iba a ser arrastrada, usó su pie para quitar las manos del hombre que estaba intentando subir desesperadamente.

—No la toques, sucio carcamán.[1]

En un abrir y cerrar de ojos, lo había echado. El hombre, quien apenas había conseguido agarrar la cuerda del puente y estaba colgando en el aire, maldijo a Edgar.

Lydia estaba en estado de shock mientras veía aquello, y pensó que seguramente Edgar era un hombre aterrador. Vivió en un mundo en el que no tienes piedad con tus enemigos.

Ella, quien quería pensar que Edgar no era una mala persona, creyendo en sus amables palabras, y con quien simpatizó rápidamente, se sintió desprotegida. Estaba comenzando a perder la esperanza de que lograría robar la espada y blandirla.

—¡Oye, no olvides lo qué le podría pasar al profesor! —gritó Huxley desde el otro lado de la pared de piedra, separada del puente caído y del profundo agujero oscuro que quedó entre ellos.

—¡Papá!

Huxley puso a Carlton frente a él.

—Pequeña dama, asegúrate de traerme la gema. O sino, lo lanzaré desde aquí.

Edgar debió haber pensado que no importaba cuánto Huxley discutiera, dado que estaba tan lejos de ellos que no podría tocarlos, no le dio más tiempo y comenzó a caminar hacia la dirección opuesta de la puerta.

—Espera —suplicó Lydia y se apresuró a agarrar su brazo—. Por favor, salva a mi padre, ¿no lo prometiste?

—Incluso si le entregamos la gema, yo no creería que te entregará a tu padre de una pieza. Incluso tú serías testigo de sus crímenes. Los dos serían asesinados.

—Pero, en este punto…

—Todavía no hemos conseguido la espada.

Edgar miró hacia delante, como si no tuviera tiempo para lo que estaba pidiendo.

Estaban en un lugar abierto y natural, parecido a una cueva. Las rocas estaban en su camino, así que no podían ver más allá de estas, pero podían decir que había algo brillando en el interior.

Uno podría pensar que la luz del exterior la iluminaba, pero no era así. Había algo emitiendo esa luz brillante.

Edgar se adentró lentamente en la cueva. Lydia lo siguió, caminando a su lado. Sin embargo, ambos se detuvieron al mismo tiempo, porque pensaron que vieron algo moviéndose en ese lugar lleno con la luz brillante.

Lo que estaba emitiendo el resplandor eran todas las rocas que los rodeaban. Estaban cubiertas con una delgada capa de moho, y parecía que eso era lo que emitía el tenue resplandor.

Había un estanque poco profundo en medio de la cueva, la cual estaba rodeada por las paredes rocosas, además, gotas de aguas caían desde el techo para crear ondas circulares en la superficie del estanque, haciendo que la luz parpadeara en su reflejo. La luz azul blanquecina, que llenaba ese espacio, daba la ilusión como si estuvieran en el fondo del mar.

Había una figura de pie en el estanque, era una chica joven. La luz blanca azulada envolvía su cabello, y era tan largo que cubría su cuerpo y lo arrastraba por el piso cuando caminaba.

—Una merrow…

Edgar oyó el susurro de Lydia, y se volvió a mirar a la chica con curiosidad.

—¿Una merrow? Pero tiene piernas.

—No es ningún problema para ellos cambiar a una forma humana.

—Pero, incluso yo puedo verla, y me parece humana.

—Se está haciendo visible, así que incluso tú puedes verla. Y además, ¿estás diciendo que un humano estaría atrapado vivo en este lugar hasta ahora?

Edgar miró a su alrededor y se aseguró de que no estuvieran en un lugar con pasadizos secretos.

—Eso parece imposible.

—Al menos este lugar no tiene ningún dispositivo mecánico que estabas imaginando.

—¿Estás diciendo que debería rendirme? Sin embargo, no puedo entender cómo las merrows podrían distinguirme del verdadero Conde Caballero Azul.

Tiene razón, incluso las merrows no podrían saber si quien llegó a esa ubicación de hecho llevaba la sangre de la familia del conde. Es por eso que debería haber algún tipo de condición que determinara si esa persona tenía las cualificaciones para ser uno.

Lo más probable era que esa condición estuviera oculta en algún lugar del contrato entre el Conde Caballero Azul y las merrows. Eso significaba que, quien será determinado como el heredero, debería conocer sobre las hadas, haber resuelto el misterioso enigma, al igual que tener en su posesión la llave y, haber entendido el significado detrás de «Intercambia una estrella por la “estrella de merrow”»

En ese sentido, era justo como Edgar pensaba. Quien cumpliera con las condiciones ganaría la posesión de la espada. Es lo mismo como que haya un artefacto.

—Es un honor darles la bienvenida —dijo la merrow—. Entonces, ¿a quién debería entregársela?

—¿Dónde está? —preguntó Edgar.

—¿No puedes verla?

Lydia entrecerró los ojos para buscar. La luz parpadeó.

¿Dónde está la espada? 

Una imagen blanca azulada se vislumbró en la sombra de una de las rocas. Edgar también lo vio, pero se movió antes que ella.

—Lydia, es solo la sombra. —Pero se dio cuenta de qué era, por la voz de Nico. Era solo la imagen brillante hecha por la luz reflectante de la espada. Entonces la real estaba…

Lydia corrió hacia la dirección opuesta a donde se dirigía Edgar. Arrodillándose en el borde del estanque, sumergió su brazo en el agua. La luz fue interrumpida, e hizo que la brillante imagen de la espada junto a la roca desapareciera.

—¿Qué…?

Para cuando Edgar se volvió, Lydia había sacado la brillante espada plateada del agua. Era la espada del Conde Caballero Azul.

No había ni un rastro de óxido en esta. Era una espada de doble filo que brillaba como si hubiera sido forjada en ese momento. Había una gema azul incrustada en ella. Lydia la agarró por la empuñadura y miró a Edgar.

—No te muevas. —Ante la actitud seria de Lydia, la miró sin mostrar resistencia—. Ya lo sé… Sé que tienes que intercambiar un alma humana por la espada.

Edgar no mostró ningún signo de sorpresa, y solo sonrió triste.

—Está bien. Parece que he perdido. Puedes hacer lo que quieras.

Al responderle con tan rápida rendición, Lydia vaciló. Tenía que ir con el flujo del momento para poder cortarlo. Si no venía hacia ella para quitarle la espada, entonces no podría hacer tal cosa.

—Raven, no te metas en esto.

Además de eso, detuvo a Raven, quien avanzaba poco a poco para encontrar una oportunidad. Sin embargo, era plenamente consciente de la vacilación de Lydia.

Sabía a la perfección sobre sus preocupaciones: nunca antes había sostenido una espada, y estaba asustada de herir a alguien. Es por eso que, incluso si Lydia pensó que parecía un cobarde, no podía moverse.

Nico jaló de su manga para instigarla.

—No dudes, Lydia. Si no lo matas, te matará. ¿O planeas unirte a él para ser la presa de las merrows?

Nico tenía razón.

«Intercambia una estrella por la estrella de merrow. O sino, las merrows cantarán su canción de lamento».

Si no entregaban el objeto prometido a las merrows ahí, entonces las merrows cantarían su canción. Eso significaba que todos serían arrastrados al mar.

Lentamente, Edgar se acercó a ella.

—¡Dije que no te muevas!

—Si no estoy cerca no puedes cortarme.

—Tiene razón, ¡ese hombre planeaba matarte, Lydia! —exclamó Nico.

Edgar no hizo caso y continuó acercándose.

—¿De verdad planeabas hacerlo?

—¿Estás asustada? Estás temblando.

—¿Fue una mentira cuando dijiste que no lo harías? Dijiste que ibas a salvar a mi padre. ¿Era eso también una mentira?

—Eso no era una mentira.

Eres un gran mentiroso.

Incluso si pensaba así, Lydia estaba dudando.

—Dime, ¿había alguna verdad en tus palabras?

—¿De qué sirve saber eso?

—Porque me protegiste todo este tiempo. No quiero pensar que todo eso fue una mentira. Después de perder a Ermine, pensé que había compartido un poco del mismo dolor que ustedes. Es por eso que creí que entenderías mis sentimientos de querer salvar a mi padre…

Por supuesto, decir tal cosa ahora no tenía sentido. Edgar hizo una cara extraña, ya sea porque estaba irritado o confundido por ella.

—¿Por qué estás dudando? ¿El hombre que intentó matarte no merecería morir? Incluso si me cortas, nadie te culpará.

—Lydia, ah, caray, ¡qué estás haciendo! —dijo Nico impaciente.

—¡Qué se supone que haga!

Lo más probable era que no había manera de que Lydia hiriera a Edgar con la espada.

Edgar, quien había estado mirándola fijamente, de repente se rió entre dientes, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

—Incluso si es un criminal como yo, ¿todavía estás asustada de cortarme con la espada? Entonces, hagamos esto. —Agarró a Lydia y le quitó la espada de la mano, antes de que ella lo supiera. Entrecerró los ojos y, por alguna razón, miró con tristeza la espada—. Eres demasiado buena, Lydia. A pesar de que hay villanos en este mundo más sádicos y de sangre fría de lo que puedes imaginar.

Con lentitud, giró la espada. El cuerpo de Lydia se congeló y no pudo moverse. Sin embargo, Edgar abruptamente cambió el rumbo de la espada. Puso la hoja contra la palma de su mano y la deslizó.

—Eh…

La sangre brotó de la palma y se deslizó por la espada. Goteó hasta caer al suelo. De pie, frente a la aturdida Lydia, le dirigió una sonrisa débil y cansada.

—Me pregunto por qué no puedo hacer una buena mentira para ti.

Se volvió a mirar al otro joven aturdido que estaba en la cueva.

—Raven, lo siento.

—Lord Edgar…

Sintieron el sonido retumbante de olas violentas y estrepitosas acercándose a ellos. Y luego, desde el estanque rodeado por las rocas, el agua estalló en el aire. En poco tiempo, el agua se convirtió en una ola masiva y se estrelló contra ellos.

Lydia cerró sus ojos para protegerse de las olas, que eran una cantidad que podía llenar la cueva en cuestión de segundos. Sin embargo, nunca sintió que el agua engullera su cuerpo, solo oyó el sonido pasante de las olas y después, desapareció.

Cuando abrió los ojos, no había rastro de la ola masiva, y el estanque era solo un estanque. La espada yacía en el suelo junto a los pies de Lydia. Solo Edgar no estaba a la vista.

La merrow se acercó lentamente hacia ella, recogió la espada y se la tendió a Lydia.

—Quien no fue lastimado. Por favor, acepta esta espada.

—¿Está bien…? ¿No protegieron todos esta espada para el descendiente de la familia del conde todo este tiempo?

—El conde ha muerto. Hace mucho, junto al mar, tan lejos que no pudimos salvarlo.

—¿Estás diciendo que la línea familiar del conde ha perecido? [2]

—No estamos seguros. Solo que desde ese momento, mucho tiempo ha pasado desde que alguien que pudiera resolver el acertijo apareció, así que eso es lo que debe significar. Todos los herederos de la familia del conde han ido y venido entre el Mundo de las Hadas, y más de cien años pasaron durante su ausencia. Sin embargo, si no hay más personas vivas en la familia del conde, creímos que solo un Doctor de Hadas podría llegar hasta aquí. Y al estar tú aquí, debe significar que eres una.

—¿Así que todos estaban esperando a un Doctor de Hadas?

La joven merrow asintió con tristeza.

—Quien permitió que nuestro clan merrow viviera en este mar fue el conde. Él fue quien cerró la brecha entre los humanos y nosotros para que pudiéramos vivir en paz. Sin embargo, después de que el conde se marchara, y el tiempo pasara, la sangre en la gente de la isla se ha desvanecido, y otra vez hay una gran diferencia entre nosotros. Para proteger la espada, hemos hecho que las aguas alrededor de la isla se agiten constantemente, pero los únicos que arrojamos al mar son ladrones. Originalmente habíamos estado enviando señales entre los residentes de la isla para que nadie en este, o los visitantes que vinieran, fueran perjudicados. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, esa tradición ha sido olvidada, y ahora no podemos distinguir los barcos que se aproximan a la isla, si son ladrones, pescadores o mercaderes.

—Y es por eso que esta isla está aislada.

—La cantidad de merrows también ha disminuido. Hubo muchos de los nuestros que perdieron la esperanza de vivir aquí y volvieron a casa, pero la mayoría de nosotros no nos atreveríamos a romper la promesa con el conde.

La merrow tomó la mano de Lydia y le hizo agarrar la espada.

—Pero ahora hemos cumplido nuestra promesa. La espada pertenece al mundo humano. Esta isla, es también la tierra de los humanos. Dejaremos este lugar. Incluso si quien gobierna el mundo humano no es el descendiente del Lord Caballero Azul del Mundo de las Hadas, todo estará bien. Deseamos dejarlo en sus manos ahora.

La mirada de Lydia fue atraída por el gran zafiro que estaba incrustado en la empuñadura. Notó que no había la luz de seis rayos dentro del zafiro.

El zafiro estrellado, un cristal noble de color azul, la cual mostraba como si una estrella tomada del cielo nocturno estuviera atrapada en su interior. Era una piedra preciosa, que tenía una luz blanca lechosa colocada radialmente en medio de la piedra, como el cubo y los radios de una rueda. Y, sin embargo, a este zafiro, que tenía el brillo de la fina seda, le faltaba la estrella. Este no era el zafiro estrellado, sino un zafiro ordinario.

—Falta la estrella…

—Eso debería estar con el conde. La tradición de la familia del conde hizo que cada vez que dejaran la espada con nosotros, sacarían la estrella del zafiro y la insertarían en algún lugar de su cuerpo. Si no había ningún heredero al que se le hubiera pasado la estrella, entonces no habría forma de regresar la estrella a la gema.

«Intercambia una estrella por la estrella de la Merrow».

Así que eso era lo que significaba. Ese era el verdadero significado de la luz dentro del zafiro, que se le debería haber transmitido al descendiente del conde.

La espada del Conde Caballero Azul no se refería a la estrella de un alma humana, sino a la “estrella” que el conde había sacado, y que después devolvería a la piedra. Sin embargo, el verdadero conde no había regresado. Y las merrows continuarían ligadas a su promesa. Es por eso que solo les quedaba alterar la interpretación.

La cosa que brillaba como una estrella en el mundo de las merrows, eran las almas de los muertos. Las merrows decidieron que intercambiarlo con eso cumpliría su promesa. Entonces, eso significaba…

Lydia sintió que casi había llegado a algo importante, pero, incapaz de comprenderlo por completo, continuó indagando en su cabeza. Sin embargo, su pensamiento fue interrumpido por el ruido de algo que provenía de la entrada.

—Señorita Carlton, Huxley y sus hermanos están viniendo.

Deben de haber cruzado por una tabla que sacaron de la bodega y colocaron en la parte del puente que faltaba. Y ahora, después de que todos cruzaran, los hermanos Gossam llegaron por la entrada.

La merrow se desvaneció rápidamente.

Raven se puso en guardia frente a la entrada. Se preguntó por qué, si Edgar ya no estaba ahí. Su preciado maestro había sido llevado por las merrows. ¿Por qué no se vengaba de Lydia, quien era la causante de eso?

Pero, a diferencia de lo que pensaba, parecía como si creyera que necesitaba proteger a Lydia, a quien Edgar no pudo cortar con la espada.

Huxley y sus hermanos se detuvieron frente a Raven. Sin embargo, habló violentamente:

—Oye, entrega la espada. O tu padre será…

En ese momento, Nico apareció de repente. Saltó sobre la cabeza de Huxley con facilidad y pisoteó con todas sus fuerzas su sombrero.

—¡Nico, es peligroso!

—¡Oigan, chicos, llegan tarde! ¡Por aquí, atrápenlos! —exclamó Nico.

Un rugido fuerte estalló detrás de Huxley y sus hermanos. Era un ejército de brownies que se amontonaron y apiñaron en su dirección.

Lydia reconoció algunas caras a quienes ayudó en la casa del propietario.

—¡Déjenlos calvos! —gritó Nico, mientras los animaba y movía la cola con la punta quemada.

Las diminutas hadas corrieron, junto con aquellas que montaban en ratones y colgaban en murciélagos, para atacar a los hermanos Gossam.

Subiendo por sus pies, comenzaron a morderles por todos lados y a arrancarles el cabello. Lo más probable era que los hombres no pudieran ver a las hadas. No tenían ni idea de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, Huxley y sus hombres gritaron aterrados.

—¡Papá, por aquí!

Lydia llamó a su padre, quien tenía hadas trepando por él, pero no lo atacaban, manteniéndolo lejos del alboroto.

—Lydia, gracias a Dios… Estabas a salvo.

Después de abrazarse fuertemente, feliz por su reencuentro, Lydia tomó una decisión.

El sentimiento de querer proteger a sus seres queridos, el sentimiento de duda por eso y los sentimientos tristes cuando no podías protegerlos, todo aquello lo mismo para todos. Lydia tenía suerte de no haber perdido nada. Sin embargo, no podía dejar que las cosas terminaran ahí.

Se soltó de los brazos de su padre y se acercó a Raven, quien permanecía inmóvil, sin saber qué estaba pasando ni qué hacer.

—Hay una cosa que quiero saber. ¿Recuerdas qué había escrito en la llave plateada que tenía Edgar?

—Solo un poco.

—No decía exactamente que las merrows entregarían la espada a cambio de un alma humana, ¿verdad?

—Sí. Casi al final solo decía: «Quien gane la espada, debe probarla. Las merrows tomarán la sangre que yació en el mar».

No hay duda de que el «Intercambia una estrella por la estrella de la merrow», escrito en la moneda de oro, y esa inscripción en la llave de plata, indicaban la parte importante de la promesa entre el Conde Caballero Azul y las merrows. Al unir los dos, podrías interpretar que, sacrificando un alma humana, las merrows te entregarían la espada.

Sin embargo, si como estrella se refería a la luz dentro del zafiro, entonces eso no tenía nada que ver con derramar sangre con la espada. Había un significado diferente. Ahí era donde Lydia estaba en un aprieto.

—¿Puedo encargarte esto a ti?

Confundido, Raven ladeó la cabeza. Lydia miró qué estaba pasando con Huxley y sus hermanos, pero habían perdido la batalla y estaban a punto de enfadarse gracias a las hadas.

—Parece que no les queda más espíritu o fuerza para luchar, pero aun así, ten cuidado, y sal de aquí con mi padre.

—¿Y usted señorita Carlton?

—Puede que no haya nada que pueda hacer. Lo intentaré de todas formas —dijo. Luego se giró hacia su padre, quien la miraba preocupado—. Papá, soy una Doctora de Hadas, así que…

—Lo sé. Ten cuidado.

Aferrándose a la espada, Lydia se acercó a la brillante roca donde acababa de estar la merrow.

—Nico, podrías…

—Lydia, no me digas que estás planeando hablar con las merrows… —El gato se acercó a ella, con el ceño fruncido y los bigotes moviéndose con irritación.

—¿No está este estanque conectado con el mar de las merrows? Dado que eres un hada, podrás guiarme por el camino de las hadas.

—Sí, bueno… pero si fallas negociando con ellas, y las enfadas en sus aguas, te ahogarás en el fondo del mar en poco tiempo.

—Lo sé.

—¿Es por ese aristócrata?

—No me mintió.

—Ese era solo él en un cambio de capricho. Justo antes del último momento, seguro que iba a matarte, y debe estar lamentando no haberlo hecho ahora mismo. Por supuesto, si todavía está en un estado en el que pueda arrepentirse.

—Nico, si no vas a guiarme, entonces iré sola.

—Oh, caray, ¡está bien! —Nico extendió su cola hacia Lydia—. Sujetate fuerte.

[1] Un carcamán es una persona de poco mérito y muy altas aspiraciones. También alguien que es viejo y de mal carácter.

4 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 1 – Capítulo 6: Las dos llaves y la sangre sacrificial”

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