La hija de la Casa Albert – Capítulo 7

Traducido por Nina

Editado por Chizuro

Corregido por Maru


—Sí… Ese es definitivamente un vestido extraño.

—Un vestido tipo A-line de días pasados con decoraciones llamativas. Aún peor, es por la tarde y aún así ella trae sombrilla.

Mary y Addie quedaron simplemente atónitos.

A pesar de que es un vestido A-line, hay maneras distintas de llevarlo… Además, parecía tan asustada que no podía calmarse. Sus nerviosos movimientos reverberaban por todo el vecindario.

Esos gestos incitaban a groserías; sin embargo, sin percatarse de ello, al visualizar las formas de Mary y Addie, su rostro perdió parte de la tensión.

—Buenas tardes, señorita Mary. Por haberme invitado hoy, uhm, se lo agradezco mucho.

Alice hizo una reverencia mientras levantaba el borde de su falda con cautela.

Debería ser una pose elegante; sin embargo, parecía desganada. Mary suspiró al instante. Al escucharla, la heroína levantó la cabeza.

—U-Uhm, ¿luzco extravagante? Solo pude conseguir un vestido antiguo…

—¡No es sobre si el vestido es antiguo o no! —apuntó Mary con su dedo índice en un impulso.

Afortunadamente, había tres personas en las proximidades, así que soltar duras críticas como una villana no supondría ningún problema.

Por encima de todo, no estaría satisfecha a menos que se quejara. El vestido de Alice era así de cursi.

Si su diseñador estuviera aquí, lo dejaría como un pulpo.

—¿Por qué es tan rimbombante [1]? ¡Lastima los ojos! ¡¿Y qué hay con esa sombrilla?! ¡Es por la noche, ¿sabes?! ¡¿Qué es lo que brillará sobre ti?!

—No, uhm… Esta es mi primera vez llevándolo, no sabía qué está bien y que no…

—¡Un enorme lazo en tu cabeza, un corset en tu pecho, y otro lazo en tu estómago! ¡¿Un solo punto de enfoque no es suficiente para ti?! ¡¿Quieres ser un objetivo para disparar?!

—¡Yo, yo no sabía qué tenía que hacer…!

Como Mary señaló sus faltas en una rápida sucesión, Alice respondió con un tono triste.

Juzgando desde la perspectiva de la chica, ser “grosera” era razonable. Al contrario, era coherente que la noble aristócrata Mary no permitiera tal falta de gusto.

Y así, la dama le dedicó una mirada significativa a Addie y crujió ligeramente su dedo. Entendiendo su señal sin necesidad de ser ordenado, asintió con atención y se acercó a la otra mujer.

—Alice, discúlpame un momento.

—¿Eh…? ¿Eh?

¿Q-Qué?, pensó Alice mientras observaba a Addie y Mary respectivamente con la boca abierta. Él tocó su cabello con gentileza.

Para evitar despeinar su cabello dorado, removió con delicadeza el lazo y habilidosamente desenrolló el de su abdomen.

—Es mejor atar esto con soltura. Si está demasiado apretado, solo te causará dolor, ¿sí?

—¿E-Es así?

—No lo ates en el centro; lo he colocado para que se incline un poco.

Con manos expertas, él ajustó el lazo de su cintura y asintió satisfecho.

—Por favor quítate el corset tú misma —añadió al final, cuando rozó su pecho involuntariamente. Girándose, Alice se tornó de color cereza y desató rápido la prenda.

—Señorita, ¿qué hay del peinado?

—Prueba a trenzarlo.

—Entendido.

En respuesta a la decidida dirección de Mary, Addie obedeció.

Su coordinación era impecable, comparable a la que tenían un amo-esclavo. Sin embargo, la pobre Alice era todavía lenta para seguirles el ritmo.

La avergonzaba sentirse incómoda mientras Addie comenzaba a entrelazar su cabello; y cuando se giró, encontró que la mirada emocionada de Mary la desconcertaba también…

Así pues al finalizar con todo, el vestido A-line de Alice que hacía tan solo unos minutos atrás apestaba a extravagancia extrema, se había transformado en una elegante vestimenta.

Desde el principio Alice tenía unos rasgos excelentes.

Su suave cabello que resplandecía y se balanceaba con la más ligera brisa, y sus ojos púrpuras, prueba de la realeza (Es sorprendente que todavía nadie se haya percatado de ello, pensaba Mary), eran como joyas.

Poseía un atractivo fascinante entre una chica y una mujer. Su ingenuidad era adorable, sus aspectos maduros hacían sonreír a la gente, y su actitud casual sorprendía a cualquiera con un colorido ambiente.

Más aún, Alice y la versión adolescente de la reina eran como dos gotas de agua.

Inteligente e irradiando un aura sublime, era una reina que parecía santa. Era la encarnación del ideal de las mujeres en el mundo. Mary, quien había estado en su presencia, recordaba cómo le había ofrecido su más sincero respeto mientras se reverenciaba frente a ella.

Alice era el reflejo de la versión joven de Su Majestad. Aunque, considerando su herencia era lo más lógico.

Ese es el por qué, si Alice utilizaba el maquillaje correcto a pesar de su vestido A-line, sería una mezcla de primera categoría. No importa qué marca o diseñador, al fin y al cabo el vestido era para usarse. Lo importante era cómo lo hacía.

—Uhm, ¿está bien ahora? —preguntó Alice con timidez, habiendo perdido la confianza, después de que Mary y Addie terminaran de remodelarla.

Viendo eso, los dos asintieron extasiados, porque había mejorado impecablemente. En el caso de Addie, él tenía una expresión satisfecha por completar su trabajo.

—Sí, está bien. Te has vuelto linda.

Ante la respuesta del ayudante, como una niña siendo elogiada, las mejillas de Alice se tiñeron del color de la cereza.

—Gracias —sonrió—. Incluso hiciste mi cabello… Veo que tienes una mano habilidosa.

—A pesar de ser así, soy el asistente personal de la señorita, ¿sabes? Si algo pasa, tengo que ser por lo menos capaz de “engalanar”… Bueno, a pesar de eso…

Addie dirigió su línea de visión a otro lado.

Alice siguió su mirada. Quien estaba allí era, obviamente, Mary.

Apoyada en el petril [1], la chica intercambió miradas con ellos; la brisa del anochecer sacudía sus mechones plateados… o no. Los tozudos rizos verticales de Mary no se movían con el viento, estáticos a cada lado de su rostro.

—Debido a su forma, no he peinado ni una sola vez el cabello de la señorita…

—Yo tampoco estoy entusiasmada de estar equipada con estos taladros.

—¡¿Eh?! ¡¿No tiene ese peinado porque le agrada?!

—Detengamos esta conversación, o acabaré llorando. Ha… —Mary exhaló un suspiro y Alice sonrió apenada.

Como si hubiera recordado algo, rebuscó en su bolsa de mano y sacó con cuidado un pequeño ramo.

—Esto… Es para el padre de la señorita Mary.

—Oh, ¿has preparado esto para la ocasión?

—Sí. Sin embargo, no poseo riqueza, no sé qué es es lo que tendría que preparar para el jefe de la Casa Albert…

Mordiendo su labio, visiblemente avergonzada Alice inclinó su cabeza.

Mirando alrededor, varios adornos majestuosos estaban presentes. Ramos costosos decoraban la residencia aquí y allá. No era necesario mencionar que su elegancia y belleza no podía compararse al que sujetaba la plebeya.

En primer lugar, la Casa Albert poseía un gran jardín; un jardinero especialista cuidaba siempre las plantas de temporada para que florecieran espléndidamente. Justo ahora, olvida recibir un pequeño ramo, no había lugar para decorar nada más en la residencia.

En contra de la conducta de Alice, Mary bufó.

—Es obvio, no hay manera que una chica plebeya pueda comprar algo que pueda hacer feliz a mi querido padre —bufó Mary ante la conducta de Alice, inflando su pecho con pompa. En adición, insertó sarcasmo de villana—. Bueno, ahora que lo has traído, ¿por qué no lo entregas tú misma? —continuó.

La burla que mostraba era indudablemente la de una dama malvada. Quien hasta ahora había estado ofreciendo consejos sobre moda ya no estaba allí.

Qué espléndido cambio de personalidad.

Alice, que no se percató de la actitud cínica de Mary, desesperadamente sacudió su cabeza de un lado a otro.

—¡N-No hay manera! ¡Estoy demasiado asustada de entregar esto al cabeza de familia! Y además, no sé de qué hablar…

—Mi padre es una persona generosa. Incluso si eres despistada y hablas bruscamente, él solo se reirá y lo dejará pasar.

—Pero, el regalo es este pequeño ramo… —murmuró con suavidad al mirar el ramo entre sus manos.

Por el rabillo del ojo, Mary observó el ramo de la chica.

Era lindo.

Abundante de pequeñas flores rosas y blancas en el centro, uno podía percibir un sentimiento de suavidad. El objeto entre el lazo rojo y los tallos era probablemente una tarjeta con un mensaje.

Dejando a un lado aquella insignificante materia, de alguna manera el ramo que Alice guardaba se parecía mucho a ella.

Seguramente lo escogió sin saberlo. Mary imaginó su figura reflexionando y escogiendo las flores frente a la floristería.

Sin embargo, ese lindo ramo era opacado por el resplandor de este lugar.

Quien mejor comprendía esto era Alice, hasta el punto de querer tirarlo lejos y largarse.

Percibiéndolo, Addie gentilmente tocó el hombro de la chica.

—El señor es una persona benevolente; él seguramente apreciaría recibirlo.

—Addie, pero…

—No te preocupes. Más aún, el señor antes…

—¿Antes?

—Afirmó que “la existencia de chicas jóvenes ya es una recompensa”.

En consecuencia, el silencio prevaleció, roto por los pasos de Alice caminando dentro de la residencia con la cabeza baja, y Mary golpeándose la frente.

—No quiero escuchar tal historia de mi padre… —dijo tales agonizantes palabras.


[1] Rimbombante: Forma despectiva de decir llamativo.

[2] Petril: Muro protector de poca altura a los lados de un puente o en el borde de una terraza, balcón, etc., construido para preservar de caídas.

3 respuestas a “La hija de la Casa Albert – Capítulo 7”

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