La poseída hija del Duque – Capítulo 26

Traducido por Maru

Editado por Tanuki


Era la misma vieja habitación que vio esta mañana. La habitación estaba limpia y la cama estaba hecha, pero eso era todo. ¿Qué estaba tratando de ocultar?

—Sakura. Quizás…

—¡Es como un ninja! ¡Impresionante!

—¿Ninja? ¿Qué es eso?

—Mmmm… Son espías de un país lejano del este, o algo así, ¿tal vez?

Qué ambiguo. Pensó Lilia con una sonrisa irónica cuando regresó a la mesa y se hundió en la silla. Golpeando la mesa con su dedo, Alisa rápidamente fue a preparar un poco de té negro para ella. Al verla mientras trabajaba, Lilia se fue mientras abría la boca.

—No sé si es por orden de mi padre o de mi hermano mayor pero… ven aquí.

Los movimientos de Alisa se volvieron rígidos. Forzando una sonrisa en su rostro, se volvió hacia Lilia.

—Mmmm, ¿Señorita Lilia? ¿De qué está hablando…?

Ante las palabras de Alisa, los ojos de Lilia se entrecerraron con desagrado. Teniendo esa fría mirada hacia ella, Alisa soltó un breve grito.

—Alisa. Eres mi sirvienta.

—S-sí…

—Me perteneces. ¿Estás tratando de ocultarme algo?

—Eso es… bueno…

Alisa no pudo dar una respuesta y miró hacia otro lado, mirando hacia abajo. Su expresión parecía estar a punto de romperse a llorar. En realidad, Lilia no tenía intención de condenar a Alisa tanto. El contrato era con su padre, y para cualquier orden de la Casa de Aldis, un subordinado no podía ignorar tal cosa.

Por eso, había otros a los que culpar.

—Sakura. ¿Dónde están?

—Mmmm… Por aquí y en medio de la habitación. Ocultos en el techo. Dos de ellos. Uno en el dormitorio.

¿Cómo sabía todo eso? Lilia se sorprendió en su interior, mientras volteaba sus ojos hacia los lugares señalados. Lilia no podía ver nada, pero si Sakura estaba en lo cierto, entonces deberían estar allí.

—Por el momento, los dos de allá, bajen. En cuanto al del dormitorio… bueno, lo que sea. Después, tendré una charla, sola.

Asegurándose de que mostrara una sonrisa, Lilia giró cada palabra una tras otra. Y así, un ligero sonido vino desde el techo.

Qué patético. Pensó Lilia mientras golpeaba la mesa como si los presionara, conmocionada por algo como esto. Al principio lo hizo lentamente, y como no bajaban, aumentó el ritmo.

—Dios bondadoso… Nos tiene.

Donde creyó ver que el techo se hundía hacia dentro, se deslizó y descendieron dos hombres. Los dos iban vestidos de negro. Uno era viejo, el otro parecía estar en su edad media. Yendo hacia Lilia, se pusieron de rodillas y bajaron la cabeza.

—Este sería nuestro primer encuentro, creo. Soy…

—Tu nombre no importa. —declaró ella como una bofetada.

Habiendo interrumpido sus palabras, el anciano frunció el ceño ligeramente, levantando la cara.

—Consigue el de la habitación también.

—No, no debería haber nadie más.

—¿Necesito repetirme?

Una vez más comenzó a golpear la mesa. Lentamente al principio, luego poco a poco acelerando. Aunque probablemente no sabía el significado exacto detrás de esto, el anciano parecía sentir una intención escalofriante y, con una sonrisa rígida, se excusó cuando bajó la cabeza.

—Los llamaré a la vez… Ey.

Ante la severa voz del anciano, el otro hombre asintió y volvió al techo. Lilia estaba un poco sorprendida de cómo regresó al hoyo con un solo salto, pero no permitió que se mostrara en su rostro lo más mínimo.

Después de esperar unos segundos, el hombre volvió a descender del techo. Y esta vez había una chica más con él, que debería tener la misma edad que Lilia. Su rostro estaba oculto con la máscara, por lo que era difícil decirlo con seguridad.

—Oh, bien. —dijo Lilia con gentileza, y los tres arrodillados hacia ella miraron hacia arriba.

—Si fuera un hombre en el dormitorio, podría mataros a los tres.

Dijo esas palabras con una sonrisa, y los tres bajaron la cabeza profundamente. Esos tres probablemente sabían que Lilia no solo lo decía como ejemplo, sino que trasmitía la realidad. La mayoría de los espías que provocaban la ira de su maestro no vivían para contarlo.

—¡Miedo! ¡Lilia das miedo! ¡Esa no es mi Lilia!

—¿Quién pertenece a quién ahora? Más importante, están todos, ¿no?

—Mmm… sí. No hay duda de que están todos.

—Es así. Lo tengo.

—Levantad el rostro. —dijo mientras golpeaba la mesa con un dedo. Sin una palabra, los tres levantaron sus cabezas en silencio —¿Bajo qué ordenes vinisteis aquí?

—El Maestro Claus. —dijo el más anciano.

—Ya veo. Mi hermano mayor hizo esto. Mmmmm… —asintió mientras dirigía una mirada a Alisa.

Ésta entonces pareció recordar algo, mientras comenzaba a preparar el té.

—¿Y? ¿Quién es el encargado aquí? Bueno, ya tengo más o menos una idea.

Cuando Lilia miró al anciano, él también le devolvió la mirada y asintió.

—Bueno, entonces tengo algo que quiero preguntarte.

—Cualquier cosa, Mi Señorita.

—Sobre quién es la autoridad, ¿ordenaste a Alisa? Aparte de vosotros, también le estaban dando órdenes, ¿no?

El tono de Lilia bajó de golpe. Los dos hombres, tal como era de esperar, no se movieron lo más mínimo, pero la joven temblaba ligeramente. Todavía tenía que madurar a diferencia de los demás. Qué tierna.

—¿No me escuchaste?

Cuando preguntó por segunda vez, el anciano volvió a bajar la cabeza.

—El Maestro Claus dijo que estaría bien hacer uso de los que sirven en la Casa Aldis.

—Ya veo. Esa es una manera muy franca de hablar. ¿Fue así como lo transmitió mi hermano mayor?

—Es como supone.

—¿En serio? En ese caso, supongo que también debo ofrecer mi gratitud.

Alisa puso la taza de té negro sobre la mesa. Lilia tomó un sorbo y luego, lo tiró, salpicando al anciano, que hizo una leve mueca. Sin embargo, la ira de Lilia aún no se había disipado y golpeó con fuerza la mesa con el puño. Ante el fuerte estallido, el temblor de la joven se intensificó.

—Oh. Solo. Dime. Quién. Es. La. Autoridad. Que. Mandó. A. Alisa.

Lilia se levantó lentamente. Tenía una dulce sonrisa en su rostro, pero sus ojos estaban perfectamente enfocados en ellos.

—Te haré entender algo.

—Sí…

—Alisa es mi doncella. No la doncella de Aldis. Mía. Sobre esta sirvienta de mi propiedad, ¿qué autoridad le ordenó?

—Mis más profundas disculpas.

El anciano bajó aún más la cabeza y los otros dos siguieron su ejemplo. Lilia los miró sin emoción alguna por un rato, pero finalmente la apartó y volvió a sentarse en la silla.


[Maru: Supongo que el aura de villana tenía que salir por algún sitio…]

2 respuestas a “La poseída hija del Duque – Capítulo 26”

  1. Jeje Lilia es de tener, pero ya sabemos que tiene toda la fuerza necesaria para proteger a su futuro husbando
    Gracias por el capítulo

Responder a Tuturu Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido