La Princesa derriba banderas – Capítulo 19: El peligro de la princesa reencarnada (2)


Una gran conmoción de pasos resonó detrás de Sir Leonhard, unos diez segundos más tarde, y los guardias reales rodearon a Niklas y a Hilde.

—¡Llama a un médico! ¡Nuestra principal prioridad es tratar su herida!

Después de una rápida confirmación de que Hilde no estaba ocultando armas, una guardia femenina comenzó a estabilizar su flujo sanguíneo. La palidez de Hilde era terrible, pero no parecía estar empeorando.

Niklas, por otra parte, tenía todas sus armas arrebatadas con la excepción de su espada larga ceremonial. No ofreció resistencia, con ambas manos en alto, pero no parecía un hombre acorralado.

Al ver que su conducta era sospechosa, lo estaba observando cuando él alzó la mirada y me miró a los ojos.

—Su Alteza Real… mis más profundas disculpas

—…

¿Tenía la intención de decir eso después de que ya habíamos llegado a este punto? Permanecí en alerta cuando él comenzó a inclinarse en mi dirección. Los guardias a su alrededor lo detuvieron antes de que pudiera acercarse.

—Sólo deseaba protegerla, Su Alteza, pero parece que salí de la línea.

¿Qué demonios estaba haciendo? No podía entenderlo en absoluto.

Sin darme la oportunidad de alcanzar mis pensamientos, Niklas comenzó a discutir con vehemencia su caso.

—Yo sospechaba que la mujer estaba apuntando a su vida, y fui impulsado por las circunstancias de actuar con rapidez. Debido a mi falta de experiencia, he expuesto a vuestra realeza en peligro… ¿qué puedo hacer para demostrar mi valía?—Él me apeló con un pasión celosa en su voz.

—…

Incluso su expresión parecía ser una mendicidad, y los guardias reales que lo rodeaban lo miraron con desconcierto.

—La mujer me guardaba rencor. Tal vez eso no sea una base para apoyar mi causa, pero sin nada más, debo pedirle que crea en mi sinceridad. Yo … nunca me volvería traidor a su ser honorable.

Ahh, ahora lo entiendo.

Debido a su devoción a mí, mi leal caballero no podía permitir que el traidor se escapara, y fue un alboroto. O algo así.

Acorralada, la mujer le resentia y trataba de arrastrar su buen nombre con ella como conspirador, pero eso era mentira. ¡Era completamente inocente! O algo así.

Así era como tenía la intención de hablar de su salida, con su pequeño drama.

—…

¡No me mires en menos!

La rabia brotó de las profundidades de mi alma, un vértigo tan fuerte me golpeó.

Por lo que tienes la intención de adularme a mí para usarme, ¿mientras vendes a mis preciosos amigos por oro? ¿No tienes intención de hacer una sola cosa por la chica que sedujiste y aprovechaste?

¡¡¡Pedazo de basura… !!!

—Yo-

¡No te dejaré escapar con esa pobre excusa! Casi grité, pero me detuve.

Sir Leonard se quedó detrás de Niklas, con la mirada tan fuerte que me atravesó. En el momento en que me encontré con sus ojos, mis palabras se quedaron atascadas en la salida y me las ragué. Ningún sonido vino de los labios de él, pero parecía que estaban formando las palabras, “soportalo”.

¿Fue mi imaginación?

… no, no lo era.

Miré al suelo y exhalé.

Tranquilízate, recoge tus pensamientos, repetí a mí misma.

¿Por qué Hilde aparecería frente a mí en primer lugar?

Si se trataba de asesinarme, como suponía Niklas, era demasiado crudo, y tampoco tenía ningún motivo anterior. Si yo le creyera, entonces no podría asumir que había sido enviado por él, ¿verdad?

Excepto, Niklas tampoco tenía nada que ganar al matarme, y lo que pasó justo delante de mis ojos pudo haber sido un pobre espectáculo puesto para hacerme pensar eso. O tal vez se había acercado para usarme como rehén y así controlar a Lutz.

Si ese era el caso, entonces él debía de estar observándonos en alguna parte.

Y de la misma manera exacta, Sir Leonard con su anormal sincronización había hecho una vigilancia similar, pero en Niklas, no en mi.

En otras palabras…

Con el fin de pescar el pez grande se ocultó en la profundidad… Con el fin de atraer a Sckellz, la nación guerrera, este miserable iba a liberarse.

—…

¿Fue por orden de mi padre? ¿O tal vez, de mi hermano mayor?

Definitivamente no había visto venir esto. Nada estaba claro para mí.

Pero, por ignorante que fuera, una cosa era evidente.

Incluso si lanzara una rabieta aquí, ahora mismo, nada cambiaría para mejor.

—Ya veo—Dije con una voz calmada, manteniendo mi rabia dentro. Moviendo mis músculos rígidos, forcé mi rostro en una sonrisa.

Sonríe, Rosemarie. No puedes dejar que tu cara se vuelva desagradable ahora.

Si sólo eres un inútil carga que sostiene a todos de nuevo, lo menos que puedes hacer es mostrarles una sonrisa digna de una princesa.

—¿Así que me salvaste?

—¡Su Alteza Real…!

El alivio se extendió por la cara de Niklas.

¿Era lo suficientemente convincente? ¿Me vi como la parte de una joven mostrando su gratitud al caballero que la había salvado?

—Niklas.

Bajo mis manos cruzadas, mis uñas se clavaron en mis palmas.

Llevaba la rabia brotando dentro de mí.

Para que mi disgusto no se mezclara, controle cuidadosamente mi voz.

—Gracias.

Era la primera vez que mis palabras hablaban decían lo contrario de mis verdaderos sentimientos.

Mientras le estaba dando las gracias, dentro yo estaba gritando, “¡Vete al infierno, maldito bastardo!”

—No soy digno—dijo en un tono despreocupado.

Resistí el impulso de darle un puñetazo en la cara y le di la espalda.

Quería alejarme de esta basura lo antes posible. Casi empecé a correr, pero reprimí mi impulso y me moví por el pasillo con pasos meticulosos.

Justo cuando estaba a punto de doblar la esquina, dejando que el gran ruido detrás de mí cayera a un nivel casi inaudible, me detuve.

—Su Alteza Real.

—…

Tragué saliva, y por reflejo llegué a un punto muerto. Mentalmente, todo lo que quería hacer era huir, pero no me atreví a molestar a Sir Leonhard.

¿Desde cuándo reemplazó a Klaus?

Había estado tan desesperadamente concentrada en mí mismo que no lo había notado.

—¿Si?—Le respondí tan tranquilamente como pude.

Por favor, ignora ese poco de ronquera en mi voz. Perdóname por no darme la vuelta.

No es que yo le estuviera dando la espalda – no podía mirar hacia atrás.

Estaba poniendo una pretensión de compostura, pero una mirada a mi rostro inmediatamente revelaría mi agitación interior. El pliegue entre mis cejas no podía ser borrado, y si me relajaba incluso un poco, varios fluidos empezarían a derramarse.

No quería mostrarle un rostro tan lamentable.

El sonido de sus pasos se acercó.

—…

No vengas aquí. Por favor, para.

Tal vez oyó mi deseo, porque se detuvo, a lo lejos su voz tranquila apenas me alcanzó.

Un silencio cayó entre nosotros.

Después de vacilar un momento, él suspiró.

—Su Alteza Real—dijo de nuevo—Lo siento de verdad.

—¿Huh…?

Me tensé ante sus inesperadas palabras. ¿Por qué?

¿Por qué Sir Leonard se disculpaba? La que debería disculparse era yo.

—Por favor, deja el resto para nosotros—dijo, poniendo fin a la conversación y dejándome estacada.

Ni siquiera teniendo en cuenta el desastroso estado de mi rostro, me di la vuelta, pero era demasiado tarde. Ya no estaba frente a mí, ya se iba.

♥ ❤ ♥

                

Una respuesta en “La Princesa derriba banderas – Capítulo 19: El peligro de la princesa reencarnada (2)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido