El Perseguido – Capítulo 4: Retorno

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya

Corregido por Shiro


Eran las seis p.m. cuando Chi Yan llegó a la terminal de autobuses. Afortunadamente era verano y el cielo todavía estaba brillante y dorado. Sin embargo, el oro ya era opaco y le daba una atmósfera nostálgica, a diferencia de los colores claros y vivos de la mañana. El boleto que había comprado era para las siete p.m., pero diez minutos antes de la hora todavía no había señales del autobús. A las siete en punto, un empleado arregló que subieran a otro autobús al que le quedaban entre cinco y seis asientos vacíos. Su destino era el mismo, Ciudad Sumin, pero el viaje era más largo, ya que se detendría en varios municipios a lo largo del camino, extendiendo el viaje de dos horas original a tres horas. Aquéllos que desearan subir podían recuperar la diferencia del costo del boleto, o bien podían seguir esperando por otras alternativas, explicó el trabajador.

Él decidió abordar el autobús, pensando que no había mucha diferencia y que al menos regresaría. Ocupó un asiento junto a la ventana en la parte posterior, seguido de cerca por un hombre de mediana edad con una chaqueta casual, que se sentó a su lado.

A estas alturas, el haber estado tenso todo el día y no haber comido nada desde el almuerzo hizo que le doliera la cabeza. Cerró los ojos y se apoyó contra la ventana para descansar un poco. Cuando los volvió a abrir, no esperaba ver un cielo completamente oscuro, el autobús cruzaba las inminentes montañas sombrías. Una mirada a su teléfono le indicó que ya eran las 10:20 p.m., así que deberían estar cerca de Ciudad Sumin. El autobús había tomado una ruta diferente a la de la mañana, por lo que no estaba familiarizado con el entorno.

Solo quedaban un par de pasajeros, probablemente todos iban a Sumin. El hombre que estaba sentado a su lado se había trasladado a otro asiento en el frente donde estaban la mayoría de los pasajeros, dejándolo solo en la penúltima fila.

Chi Yan navegó por Internet un rato, pero rápidamente se cansó y comenzó a guardar su teléfono. Al ennegrecerse la pantalla, esta captó el resplandor de una farola y reflejó algo detrás de él. Una cara pálida con rasgos planos y ojos que lo miraban directamente.

Los pelos de todo el cuerpo se le pusieron de punta. Fingiendo indiferencia, volvió a encender su teléfono, la mano le temblaba ligeramente. Su mente estaba en blanco por el miedo, sus pensamientos congelados. Respiró profundamente un par de veces para calmarse y cautelosamente buscó uno de los amuletos benditos de papel que había guardado en su bolsillo. Alarmantemente, los bordes del amuleto amarillo se habían carbonizado como si se hubiera sostenido sobre una llama.

Siguió fingiendo no darse cuenta de lo que estaba detrás de él, rápidamente tomando su bolso y cambiándose al frente, para sentarse detrás del hombre que había estado a su lado. Poniendo su bolso en el asiento vecino, vio que el autobús ya había entrado en la ciudad y que el paisaje se estaba volviendo más animado. La gente a su alrededor lo hacía sentirse un poco más a gusto. Pero al mirar su teléfono se dio cuenta de que la “persona” lo había seguido, ¡y ahora estaba otra vez detrás de él!

Sakuya
OMG ¡Que miedo!

Desde su experiencia personal, el coraje de una persona no es proporcional a los sustos que ha recibido. Sin importar cuántas veces se encontrara con tales cosas, siempre se asustaba, conmocionaba y entraba en pánico, especialmente cuando lo señalaban o lo seguían. Lo que aprendió después de tantos años, fue el mantener un exterior tranquilo, y no alterarse para así no hacer nada extremo.

No sabía si las cenizas que el sacerdote Zhang le había prescrito eran de alguna utilidad, pero al menos el amuleto de jade seguiría protegiéndolo por un tiempo más. Esa idea lo tranquilizó hasta llegar a la terminal.

Sin embargo, esa cosa lo siguió al bajar del autobús.

La ciudad de Sumin no podía compararse con el ajetreo y el bullicio de las noches veraniegas de la ciudad de Shiming, donde las calles se mantenían llenas hasta bien entrada la noche. Ya eran las once de la noche cuando desembarcaron y la terminal se encontraba en una parte muy tranquila de la ciudad, que requería de una caminata de 7 a 8 minutos hasta las carreteras principales.

Chi Yan fue tras el hombre de mediana edad, y reunió coraje para preguntarle:

—Señor, ¿usted adónde va?

El hombre tropezó ligeramente y se distanció de él antes de responder vacilante.

—Tianlongwan.

Tianlongwan era un vecindario justo al lado del suyo. Encantado, conversó lentamente con el hombre mientras se dirigían juntos a la carretera principal. Tenía miedo de subirse solo a un automóvil tarde en la noche. De ver algo mientras caminaba, podía huir y fingir que no había visto nada. Pero si el conductor del auto en el que estaba no era humano, sería difícil escapar. Por lo tanto, cuando llegaron a la carretera principal, sugirió que compartieran un vehículo. Después de una de pausa, el hombre estuvo de acuerdo.

Pronto llegó un taxi y él se subió al asiento delantero mientras el hombre ocupaba el asiento trasero. Secretamente echó un vistazo, y notó que la cosa dejó de seguirlo después de que subieron al auto.

—Hermano, por favor, póngase el cinturón de seguridad. ¿Por qué no te sientas atrás donde es más cómodo? —le recordó el conductor, un muchacho joven.

Él miró hacia atrás y sonrió.

—Está bien, podría ser algo apretado.

El conductor le dedicó una mirada, pero no dijo nada y silenciosamente comenzó a conducir. Desde que subieron al auto, el hombre se mantuvo en silencio. Pero como solo eran conocidos, no le importó, y en su lugar se enfrascó en mirar los escenarios familiares que pasaban volando por fuera.

Cuando llegaron, Chi Yan sacó su billetera. Miró hacia atrás y vio que el hombre ya había bajado y estaba esperando afuera. Tianlongwan todavía estaba a unos 10 minutos a pie, pero no estaba tan lejos, por lo que no le pareció extraño.

El conductor tomó el efectivo y lo miró, casi como si quisiera decir algo, pero finalmente se quedó en silencio. Él se bajó y el hombre asintió con la cabeza.

—Gracias.

Pensó que estaba hablando de la tarifa del taxi, y sonrió.

—No es nada. —Debería ser él quien le agradeciera.

—Bueno, entonces, me iré a casa ahora. Adiós —le dijo.

Chi Yan sonrió y se despidió, dándose la vuelta para ir a su apartamento. Entonces escuchó al hombre murmurar.

—Parece que algo te acompaña, así que no me atreví a acercarme demasiado.

La sonrisa en su cara se congeló. Se volvió rígidamente y fue entonces cuando vio que bajo la luz de la farola, el hombre que se alejaba no tenía una sombra.

Su mano tembló terriblemente y casi dejó caer sus llaves. Tan rápido como pudo, corrió hacia el edificio y ni siquiera se atrevió a tomar el elevador, tenía miedo de encontrarse con algo dentro.

Sus recuerdos de infancia se habían atenuado, y desde que obtuvo el encanto del jade de su abuela, nunca había “conocido” a tantos fantasmas en tan poco tiempo. Tocando el amuleto de jade en su pecho, junto con la pequeña botella que contenía las cenizas de Ye Ying Zhi, se consoló en silencio decidiendo ignorar lo que sea con lo que se encontrara, por lo menos todavía no se atrevían a hacerle daño directamente.

Una vez llegó a su casa, miró a ambos lados antes de abrir la puerta. En el momento en que la cerró y encendió las luces, su cuerpo entero se relajó y se deslizó al suelo. Pero se compuso rápidamente, sacó la tableta y la urna de incienso que había preparado, colocándolos con cuidado sobre una mesa auxiliar en la sala de estar. Era una configuración extraña, pero él vivía solo y no le importaban las apariencias.

Según el sacerdote Zhang, tenía que llevar consigo las cenizas de Ye Ying Zhi y rezarle a su tableta dos veces al día, por la mañana y por la noche. Chi Yan no se atrevió a retrasarse, y como ya tenía las cenizas rápidamente encendió tres varillas de incienso.

La tableta hecha a medida brillaba misteriosamente. Seis caracteres habían sido grabados en ella, “El espíritu de Ye Ying Zhi”. Sosteniendo las varitas, inclinó la cabeza y oró, antes de colocarlos en la urna. Detrás de él, estaba de pie una sombra oscura, observando en silencio.

2 respuestas a “El Perseguido – Capítulo 4: Retorno”

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