Indiferente a las Arenas Frías – Capítulo 1: Prisionero

Traducido por Shiro

Editado por Tetsuko


Me desperté con un dolor insoportable.

Abrí mis ojos; sigue siendo la misma viga del mismo techo. En un lado, hay una pequeña ventana y el cielo que se muestra a través de ella se divide en fragmentos por barras de metal. Arroyos de luz serpentean a través de las ventanas pero extrañamente sigue oscuro dentro del calabozo.

Intento desatarme un poco, pero el menor tirón envía un dolor insoportable a mi espalda. Siseando hacia fuera, me caigo de espalda sobre el heno mohoso y miro la viga. Ratas y cucarachas saltan a mí alrededor. Las miro, exhalo un gran suspiro y cierro mis ojos otra vez.

Si no fuera por las heridas, diría que este lugar es en realidad un poco mejor que el sombrío cobertizo en la casa del tío.

Hay pocas corrientes de aire aquí, pero aún hiela los huesos. Me estremezco un poco porque la ropa me fue arrancada por los látigos, así que no hay mucho para detener el aire helado. Después de luchar por levantar mi cabeza, me doy cuenta de que una delgada capa de hielo se había formado sobre mí y se está rompiendo en pedacitos junto con mis temblores.

No hay forma de adivinar la hora en esta celda, pero diría que es de mañana, a juzgar por la luz que entra por las ventanas.

Me duele, en todas partes, como si me hubieran destrozado en muy pequeñas piezas. Siento que mi espalda ha sido desollada viva. Incluso la respiración más leve tira de las heridas, haciendo que me sacuda dolorosamente. Inhalo un poco de aire frío y permanezco inmóvil, observando con calma como los rayos dorados resplandecen poco a poco entre las barras y se dispersan a través de la pared en pequeñas manchas brillantes.

Ya he estado capturado por más de diez días y he pasado en tortuosos interrogatorios o en este calabozo húmedo, acompañado por hordas de criaturas, comida fría, moho y noches frías sin dormir.

Oh, emperatriz viuda, santa gracia que gobierna nuestra nación con su excelencia insustituible, el peso de la responsabilidad de nuestro pueblo descansa con seguridad entre tus manos. Ni siquiera el río que fluye siempre se puede comparar con el respeto y la admiración que tengo hacia Su Gracia. Así que, Su Gracia, ¿por qué diablos me metió al ejército y me dio el título de Teniente General cuando Su Gracia sabe claramente que soy alguien que hace más daño que bien? Ahora lo ha hecho, Su Gracia. He sido capturado en un error y encarcelado por las tropas de Yan sin siquiera tener el menor sabor de la victoria.

Hubiera estado bien ser un prisionero normal, ¡pero sólo tenía que ser el Teniente General que sirve bajo el General! Los oficiales de Yan parecían tener un almuerzo gratis, golpeándome todos los días con la esperanza de obtener información sobre las tácticas de defensa del ejército Rui. Oh, Emperatriz Viuda, Su Gracia, por favor dígame cómo puedo saber tan importante secreto militar cuando el General Zhou ni siquiera se molesta en mirarme los ojos.

Puede que ni siquiera queden huesos para que sepas después de una quincena de esto si Su Gracia no viene pronto.

Se necesitan todos mis esfuerzos para inclinar la cabeza hacia un lado. Abro levemente los ojos y veo una antorcha ardiendo débilmente entre gruesos postes de madera, como si su combustible se hubiera ido. Eso es exactamente lo que soy. Sonrío amargamente. Perdí a mis jóvenes padres y ninguno de mis parientes cuidó de mí, ni mi abuela, ni mi tío. Entonces me arrojé al campo de batalla contra mi voluntad, y ahora creo que estoy medio muerto a causa del interrogatorio.

¿Cómo diablos podría un soldado que no se ha ganado sus bandas conocer sobre algún plan de defensa?

Fuertes pasos detienen mis pensamientos y en breve dos guardias voluminosos de la prisión aparecen delante de mí. El que está en frente con una barba y bigote frunce el ceño y da unos pasos hacia la celda.

— ¡Despierta, carajo! Tu falso sueño no me engaña—ladró mientras golpeaba un palo de madera en la cerradura de acero.

Me quedo en el suelo húmedo como si no hubiera oído nada, ni siquiera muevo una pestaña. No quiero hablar pero, aunque quisiera, no podría. De repente me levantó por el cuello de lo que queda de mi camisa. Agarrado del  guardia, lucho un poco y las heridas en mi espalda se abren inmediatamente, pero todavía sonrío despectivamente aunque sea tan doloroso que mis músculos comienzan a sacudirse.

 —No te preocupes. ¡No te dejaremos morir tan fácilmente!

El guardia frente a mí parece enojado mientras desgarra mi traje de batalla de mi hombro.

—Nuestro general le pregunta una vez más: ¿va a cooperar con nosotros o no?—exige.

Me encojo de hombros e inclino mi cabeza lejos del olor fétido que viene de su boca.

—Ya he respondido a esa pregunta, ¿Tu general no tiene nada mejor que hacer?—repliqué.

El otro guardia se acerca un paso más y se burla.

—Hay un dicho en tu país: “Un hombre sabio no lucha cuando las probabilidades están en contra de él.” Nuestro ejército está destrozando totalmente sus defensas. Sin mencionar que nuestro emperador es un emperador sabio que apuesto a que no encontraremos en su país y Su Majestad lo encontrará en su noble corazón para perdonar sus actos pasados. ¿Qué es lo que estás esperando?

Me río.

—También tenemos un dicho que dice: “El destino del país depende de cada ciudadano”. No podría haber hecho grandes contribuciones, pero todavía tengo mi dignidad y orgullo. Lo que sea que tengas para mí, solo tráelo.”

—Este idiota no sabe apreciar nuestras ofrendas, —el guardia frente a mí me escupe. — ¡El último informe dice que las vanguardias ya han atravesado el Paso de las Colinas del Sur y no será complicado que ellos alcancen la ciudad Capital de Rui! Aún con tu estúpida lealtad, ¡A tu Gran Rui no le está yendo muy bien!

—Bueno, no es de extrañar, —me burlo, —si el ejército de Yan pudo atravesar el Paso de las Colinas del Sur entonces, ¿Por qué me necesitarían para contarles los planes de defensa del Gran Rui alrededor del área de la Colina Rope Creek?

Miro hacia arriba a tiempo para ver el inquietante destello a través de sus ojos, pero en un abrir y cerrar de ojos soy violentamente arrastrado de nuevo. Las heridas de mi espalda me están matando.

— ¿Qué hacemos si no cede pronto? Su Alteza, ¡El Príncipe Heredero llegará pronto!—el barbón  murmura al otro.

Las cejas de este último están arrugadas en un nudo, sus ojos se mueven entre mí y el barbón. De repente aparece una expresión juguetona en su rostro.

Dice tranquilamente: Oye, ¿no es la temporada de tormentas de arena ahora mismo?

El barbón se queda quieto por un segundo, luego se da la vuelta y se ríe de mí.

—Tu pedazo de mierda, que te azotáramos la semana pasada es por lejos uno de los mejores tratamientos que obtendrás. Pareces un tipo fuerte y valiente, ¿qué tal si vamos a hacer un viaje?

Estoy siendo arrastrado fuera de la prisión antes de que me dé cuenta, pero me obligué a no mostrar ningún signo de miedo, aunque mis piernas son espaguetis.

El sol abrasador de la tarde asa el desierto, luchando a través de capas de arena voladora. Alguien me lanza hacia la tierra ardiente y esposa mis manos y pies. Un extremo se une a un poste de hierro. Alguien me golpea en la cabeza y se va con una mueca de desprecio.

El sol late sobre mí sin nada en su camino y me hace sentir como una brocheta abandonada para cocinar en carbones de color rojo brillante. Los rayos son como agujas de oro, picoteando mi cuerpo sin restricciones. Una ola abrasadora de dolor bombardea mis sentidos, encendiendo mis entrañas en llamas. El sudor gotea por mi piel y una gota salada entra en mi boca.

El clima en los desiertos cambia erráticamente. Podría ser un hermoso día soleado, caluroso como el infierno, y al siguiente momento podría convertirse en un desastre de una tormenta de arena, con arena y rocas volando hasta golpearte  en tu cara bonita. Por no hablar de que se frota en tus heridas recién abiertas, haciendo que te retuerzas en un dolor indescriptible.

Con la boca más seca que el desierto, el cuerpo en llamas, las heridas a punto de abrirse de nuevo, me deslizo entre la conciencia y la inconsciencia. Empiezo a perder mis sentidos mientras me aso de dolor. Los sonidos a mi alrededor entran y salen.

En medio del desenfoque de la conciencia, me río.

Han Xin, pobre amigo. Estando en esta tierra por dos buenas décadas y nadie se molestaría en dar dos mierdas sobre ti. Y ahora vas a morir aquí, en un desierto desolado, sin que nadie se quede a tu vigilia.

Emperatriz viuda, tenga por seguro Su Gracia, aunque fue usted quien me envió al maldito ejército, no le perseguiría si muriera. Su Gracia puede estar segura y vivir una vida agradable, próspera y tener muchos nietos…

Y tío, aunque nunca me mimaste, pero tampoco has abusado de mí. Bueno, aparte de encerrarme en el tronco de vez en cuando. Tú también puedes estar seguro. Su querido sobrino definitivamente no le perseguiría así que siga siendo ministro de Personal…

Y primo-

De repente estoy sumido en algo frío. Abro los ojos con un arranque y me doy cuenta de que estoy empapado. Miro por todas partes tratando de averiguar qué diablos sucedió y otro cubo de agua se derrama. Hace tanto frío que estoy temblando como un perro mojado, pero logro abrir mis labios secos y tragar unos cuantos sorbos mientras me limpian la cara.

Sintiendo que mis sentidos regresaban un poco, dejé escapar un profundo suspiro.

¿Quién es este tipo agradable que me da el elixir de la vida justo cuando estoy a punto de morir?

— ¿Este es el Teniente General de Rui del que se  habla? —una voz fría y poco amable suena desde arriba.

Levanto lentamente la cabeza, sólo para encontrar un par de ojos negros y helados.

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