Bajo el roble – Capítulo 27: Tengo sed de ti 

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Riftan acunó su cabeza en una de sus manos, antes de que su mano libre se arrastrara hacia el collar que descansaba alrededor de su cuello.

—¿Por qué estás…?

Max jadeó, sus palabras se desvanecieron cuando su mano se movió más abajo del collar para tocar la piel desnuda sobre el escote de su vestido. Miró a su alrededor avergonzada. Afortunadamente, todos estaban demasiado absortos en su propia conversación y ni una sola persona había mirado en su dirección. Ella dejó escapar un suspiro tembloroso de alivio, antes de intentar alejar su brazo, pero él no se movió.

Riftan enfocó su mirada en ella, el resplandor de la leña en el fuego se reflejaba en sus ojos oscuros. Jugó con los pocos mechones de cabello suelto que habían caído por la parte posterior de su cuello y acarició ligeramente el área alrededor del hueso de su hombro con la punta de los dedos.

Su cuerpo tembló ante la sensación eléctrica que estaba experimentando, desde la espalda hasta los dedos de los pies. Lentamente, su mano bajó, desde su espalda hasta su cintura, envolviendola con su brazo. Max sintió que su rostro se sonrojaba por la suavidad del contacto con la piel, la mirada de Riftan nunca se alejaba de su rostro.

—Ri, Riftan… —tartamudeó, y él dejó escapar otra pequeña sonrisa.

—Mi esposa parece estar borracha, así que me retirare primero —dijo a los caballeros que estaban completamente absortos en la conversación.

Los caballeros que estaban charlando hace un momento los miraron a los dos y les dieron una mirada de comprensión, claro que sus miradas de entendimiento y sugestivos guiños se dirigían a ellos. Max estaba segura de que su rostro estaba teñido de un rojo intenso y sintió que podía morir en el acto por la vergüenza que sentía.

—Vamonos —le susurró al oído antes de comenzar a alejarla de la multitud hacia la entrada, ignorando los gritos y los silbidos que los caballeros les dieron cuando se fueron.

Max salió casi trotando del comedor detrás de él, mientras se alejaban, tenía su muñeca agarrada en su mano. Pasaron por el baño, para limpiar sus manos, antes de que los pasos de Riftan se precipitaran de nuevo. Ella no pudo evitar mirar alrededor por el repentino cambio de escenario mientras continuaban alejándose. A pesar de que las lámparas de la pared iluminaban el pasillo exterior, algunas partes todavía estaban demasiado oscuras para que ella pudiera verlas claramente. Ella parpadeó mientras intentaba adaptarse a la falta de brillo. Incluso la luz de la luna no pudo arrojar algo de luz, gracias al vidrio opaco de las ventanas.

Aún así, no fue capaz de protegerla del frío natural que la noche trajo a los pasillos, enviando escalofríos por sus brazos.

—Ri, Riftan… solo, un poco más lento… —tartamudeó Max, pero no parecía estar escuchándola, ya que ella seguía tropezando con él por sus pasos tan rápidos.

Cuando estuvo claro que él no la estaba escuchando, ella intentó apartar su brazo de su agarre antes de sentir que su espalda golpeó la pared.

Ella contuvo el aliento cuando vio a Riftan atraparla con su cuerpo. Se detuvieron junto a la escalera, y Max pudo sentir su respiración acelerada, antes de sentir que el aire abandonaba su cuerpo una vez más cuando Riftan unió sus labios a los suyos.

El beso fue salvaje, lleno de pasión, mordidas y posesividad. Sintió que comenzaba a perderse en el beso, apretó con fuerza su brazo y clavó las uñas en la tela. No era su primer beso, la había besado varias veces, pero todavía la hacía temblar como si  lo fuera.

Riftan se apartó de sus labios, arrastrando besos húmedos en su mandíbula, hasta el costado de su cuello. Él chupó la suave piel, antes de volver a su boca una vez más, y sus lenguas comenzaron a luchar por el dominio.

—He estado pensando en esto todo el día —amortiguó Riftan entre besos—. Cada vez que te veo mirar a otro chico en vez de a mí, apenas puedo contenerme para marcarte como mía —dijo él, mientras gruñía, cuando el sonido salvaje llegó a sus oídos, Max apenas contuvo un gemido cuando sintió las vibraciones retumbar en su pecho.

Estaba segura de que ahora su corazón latía tan fuerte contra su propio pecho, amenazando con estallar. Sus callosas manos se movieron hasta la nuca de ella, atrayéndola más hacia él, de ser posible.

Subieron las escaleras, dando un paso a la vez, aún tomando cada oportunidad para besarla sin romper el contacto. Ella se aferró a él con desesperación y éxtasis,  con miedo a caerse y la promesa de que esta noche  él la haría perder la cabeza. ¿Por qué cada vez que él la toca, parece que ella no puede pensar correctamente?

¿Incluso cuando ella sabía que él era alguien que la incomodaba, alguien que la asustaba?

—Maldición, ¿por qué las escaleras son tan largas? —Él gimió de frustración, antes de que sus manos le subieran la falda y le acariciaran los muslos. Max dejó escapar un grito involuntario al tocarlo.

—¡No! No, no quiero… hacerlo, en un lugar como este… —se quejó, jadeando por sus caricias, con la pared a su espalda, antes de que sus palabras se ahogaran en un beso abrasador.

Sus brazos se aferraron a su cuello, su cuerpo estaba temblando, pero no se debía al aire frío de la noche. Sus dedos se arrastraron más allá de sus muslos, alcanzando el borde de su ropa interior, antes de deslizarse más allá, encontrando su punto más suave.

Podía escuchar sus respiraciones desiguales justo al lado de su oído. Su corazón latía tan fuerte que le dolía cuando se sentía cada vez más desenfrenada.

—Quiero sentirte así.

Se aferró a su hombro, hundiendo sus dedos más profundamente mientras dejaba escapar bocanadas de aire caliente. Ella luchó ferozmente, haciéndola sonrojar aun mas. De alguna manera, todavía estaba lo suficientemente lúcida como para temer que alguien pudiera estar mirándolos mientras se ocultaban en las sombras.

Otro escalofrío recorrió por la columna vertebral, pero no podía determinar que fuera por miedo o pasión, ya no podía saberlo.

Sus cálidos labios iban y venían por los lóbulos de las orejas, el cuello y la clavícula mientras sus firmes dedos frotaban lentamente la piel sensible. Ella se movió como él le había enseñado desde el primer día, antes de que Riftan le apretara la piel con los dientes y succionara con fuerza hasta que le doliera. Se movía como un lobo hambriento que no podía esperar para comer la primera presa que atrapó en años.

—No puedo resistirme —murmuró contra su piel—. Incluso si muero, querré hacer esto toda la noche.

Con un último esfuerzo Riftan saltó el tramo de escaleras restante con gran prisa, mientras Max se aferraba a su torso por su vida.

Tan pronto como llegaron a su habitación, abrió la puerta de un tirón, antes de cerrarla casi de inmediato, rasgando su ropa, hasta que sus pechos quedaron expuestos claramente en la habitación luminosa. Ella ahogó un grito mientras miraba su pecho agitado, se sentía avergonzada y tensa por estar tan expuesta, pero antes de que pudiera opinar él se agacho, succionando su pezones con el calor de su boca.

Max sintió que perdería la cordura ante la sensación, su lengua caliente se movía alrededor de la punta erecta, girando alrededor de ella, mordiendo en los lugares adecuado con gran experiencia. Él succionó como un bebé recién nacido, haciéndola jadear cuando el calor familiar se acumuló en su estómago.

—Riftan, Riftan… —jadeó, con las manos inconscientemente extendidas para sostener su cabeza, sin saber si empujarlo más cerca o lo contrario detenerlo.

—No digas que no quieres. Dime, di que me quieres.

Exigió cruelmente, mirándola con una mirada lujuriosa que parecía devorarla. Sintió que su corazón daba un vuelco bajo sus intensos orbes.

—Yo, yo…

—Déjame llenarte —continuó, sonando como si la estuviera ronroneando—. Déjame sentir el calor de tu interior. Soy como un hombre en el desierto, muriendo de sed. Tengo sed de ti.

La desesperación en su tono no se fue aun cuando devoro sus labios una vez más, y sus brazos se movieron automáticamente alrededor de su cuello, ya que ambos cayeron sobre la cama enredados entre un montón de ropa dispersa.

La vergüenza, la emoción, el miedo y el éxtasis recorrieron su corazón. Max fue enterrada debajo de las sábanas que la rodeaban, haciéndola sentir como si estuviera flotando en las nubes mientras aceptaba sus labios.

Él le sacó las horquilla y le deshizo el peinado que la doncella había elaborado, sus mechones cayeron en cascada por su cara y espalda. Cuando terminó, se movió hacia abajo y le quitó la falda.

Cuando el aire frío rozó su cuerpo sonrojado y desnudo, sintió que volvía en sí y comenzó a incorporarse.

—Primero, primero tenemos que lavarnos… —excusó ella, pero él le impidió que se sentara y la empujó hacia abajo.

—Para que vuelvas a dormirte. De ninguna manera.

Él cortó cualquier otra excusa con otro beso abrasador y agarró uno de sus senos, sus palmas la hicieron temblar. Disfruto del toque de su mano, apretando la carne suave y empapada de saliva.

—Te lavaré más tarde, así que… —dijo él mientras continúan moldeando su cuerpo según sus deseos.

Ella no pudo evitar sentir cada sensación mientras se volvía masilla ante sus propios ojos. Jadeó de placer, sus extremidades luchaban por agarrar las sábanas mientras intentaba anclarse a la realidad.

Él no detuvo sus atenciones, tirando y retorciendo sin descanso la sensible protuberancia de sus senos mientras ella se encogía. Se frotó los muslos, sintiendo que algo nuevo se abría camino hacia sus entrañas mientras el calor se intensificaba aún más.

—Aah, se siente… ra, raro… —murmuró ella

Se agitaba más fuerte de lo normal, pero no podía importarle menos sentirse avergonzada mientras se retorcía debajo de él.

Riftan movió su otra mano, acariciándola detrás de la oreja, acunando su rostro, colocándose entre sus muslos y envolviendo sus piernas alrededor de su cintura. Él se cernía sobre ella, su cuerpo empequeñecía su pequeño cuerpo, sus caderas se movían más cerca de sus regiones inferiores, antes de que su miembro bajo sus pantalones rozará su entrada.

No está bien, falta algo.

—Siento que no puedo respirar.

Con su mano libre, desabrochó rápidamente sus pantalones y la besó nuevamente, bajando sus pantalones hasta sus tobillos y empujándolos. Sus lenguas se enredaron suavemente mientras se besaban, luchando por el dominio.

Max se perdió en la ardiente pasión cuando la punta de su miembro se frotó contra su entrada ya húmeda lista para él. Inconscientemente, sus piernas se abrieron, haciendo que su descenso fuera un poco más fácil cuando él se empujó dentro ella con un empuje lento, cubriendola por completo.

Ella se retorció ante la sensación. Sus uñas se clavaron en su carne, formando medias lunas mientras se aferraba a él. El cuerpo de Riftan se sintió tenso cuando entró en ella. Él dejó escapar un gemido cuando sintió su calor envolverlo a su alrededor.

—Maldición… no aprietes tanto… —dijo casi suplicando.

—Lo siento mucho…

—Respira, deja escapar un largo suspiro… sí, así…

Podía saborear el vino en su lengua, olerlo en su aliento mientras él continuaba abrumandola. Se sentía como un pez fuera del agua, sin aliento por sus movimientos. Podía sentir que su miembro comenzaba a latir dentro de ella con cada empuje.

—Así es como debe sentir sumergir tu cuerpo en crema…

Sus dulces palabras no coincidían con su rostro, que tenía un aspecto sombrío, casi como si estuviera siendo torturado. Max hizo todo lo posible para adaptarse de alguna manera a la sensación de él dentro de ella, moviendo sus caderas. La tela ligeramente áspera estimulaba constantemente su piel ya sensible.

Incapaz de resistir por más tiempo, Riftan comenzó a mover sus caderas.

—¡Ah, ah!

Su miembro palpitante empujó en ella, retirándose hasta que solo quedó su punta antes de retroceder de una manera casi insoportable. Nunca se había sentido tan húmeda y caliente por dentro, y él se derritió con cada empuje. Máx, por otro lado, sintió la sensación lujuriosa barrer su pensamientos hasta el olvido.

Él se inclinó, succionando sus senos abandonados, y ella sintió que la sensación de ardor se intensificaba con la acción adicional. Su cuerpo temblaba incesantemente, sus muslos resbalaban mientras sus piernas se empujaban más profundamente en Riftan con cada empuje.

Muy cerca. Podía sentir que se acercaba a su propio clímax y también Riftan por la ligera presión que podía sentir de sus manos a su alrededor, agarrándola para siempre.

—No, no quiero… —jadeó alarmada cuando comenzó a retorcerse debajo de él, pero su cuerpo no la estaba escuchando, ya que seguía apretándolo, aceptando.

Y así, se sintió perderse en una luz blanca brillante cuando la empujaron al borde. Su corazón latía contra su pecho. Como todavía se estaba recuperando de su propio clímax, se dio cuenta de que Riftan aún no se había detenido.

Tenía ganas de llorar por los estímulos excesivos, se aferró a él con más fuerza cuando sintió que se perdía por completo por el placer. Y cuando él la golpeó con la misma necesidad de extinguir el calor en su cuerpo, sintió ganas de ahogarse más cerca de él.

Max no sabía que era posible sentir placer y dolor simultáneamente.

Su cuerpo se sacudió mientras él seguía empujando, acelerando, acercándolos más de ser posible. El sonido decadente de su región inferior golpeando contra sus muslos llenó sus oídos. Ella no podía soportarlo más. Justo cuando estaba a punto de alejarse, Riftan la levantó y la sentó en su regazo, empujándola más profundamente que antes. Sus piernas lo montaron a horcajadas, ensanchándose a medida que se hundía aún más, aceptando su virilidad cuando él alcanzó un punto más allá de lo normal.

—Ah, ahh… —Hubo una pausa cuando él la llenó hasta el borde, sus caderas temblaron inconscientemente ante la electrizante estimulación en sus cuerpos entrelazados en el núcleo…

Posó sus manos en su trasero y murmuró:

—Un poco más… siénteme un poco más, Maxi… —Y luego lentamente la movió contra él, la piel resbaladiza y cálida frotando sobre la piel.

Max se aferró desesperadamente a su cuello, emocionada por la posición en la que entraba en su interior. Un terraplén que una vez se rompió no tenía forma de detenerse: cada vez que él excavaba y cerraba sus cuerpos, su cintura se sacudía por sí sola y apretaba su miembro como para exigir algo.

Justo cuando ella no podía soportar el calor y la estimulación por más tiempo, él detuvo sus movimientos, una exhalación brusca salió de sus labios. Ella cerró los ojos con fuerza cuando sintió algo tibio extenderse profundamente dentro de su vientre y una gota de sudor rodó alrededor de sus ojos, goteando por sus mejillas como una lágrima.

—Pensé que iba a morir —murmuró mientras lamía la gota de sudor.

Max, aún incapaz de recuperar su autocontrol, levantó la vista hacia su cara sonrojada con una visión turbia. Sus pupilas negras estaban ardiendo a través de su cabello ahora desordenado, como si aún no estuviera satisfecho con su festín.

13 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 27: Tengo sed de ti ”

  1. Riftan no la va a dejar dormir, aún queda la cuenta pendiente del día anterior. Adoro esta pareja, estoy ansiosa por leer más.
    ¡Muchas gracias por actualizar!

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