Bajo el roble – Capítulo 32: Quiero estar más cerca

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Max se sintió invadida por la sensación de estar cayendo en picada por un acantilado en su sueño. Lentamente recuperó la conciencia, a lo lejos podía escuchar el sonido de la lluvia, golpeando con fuerza contra las ventanas, incitandola a despertar de su ensueño.

El hombre yacía tranquilamente detrás de su espalda, sus cuerpos resbaladizos continuaban unidos el uno al otro. Sus párpados se abrieron mientras permanecía en sus brazos.

¿Cuánto tiempo había pasado perdido en su propia conciencia?

El pecho de su espalda tembló suavemente con la respiración constante del hombre.

—A pesar de que casi te estoy aplastando por estar tan cerca… no quiero separar nuestros cuerpos.

La acercó más hacia él, como si fuera posible, la giro aún en sus brazos, de frente a él. La piel creaba fricción cuando se frotaban una contra otra, las puntas de sus pechos estaban rojas y le dolían por sus constantes caricias. Riftan soltó un gemido de satisfacción, inclinando la cabeza de su esposa debajo de él para encontrar sus labios. Los chupó, devorando y haciendo rodar su suave carne entre los dientes.

Max lo miró con los ojos muy abiertos. Se veía tan desordenado como ella; su rostro generalmente frío y severo como una hoja pulida estaba enrojecido por el sudor, su mirada permanecía nublada por el deseo. Su cabello estaba despeinado como si hubiera atravesado una tormenta, y su piel estaba cubierta de sudor.

Riftan sonrió levemente al ver las marcas en su cuerpo.

—Aun cuando pelee contra el basilisco, no había ni un pequeño rasguño en mi cuerpo.

—Lo-lo siento.

Un fuerte sonido salió de su garganta como un grito ahogado. Y bajó la cabeza de nuevo para capturar sus labios, sellando la voz por dentro. Max estaba bastante asustado de sus ojos de ónix, mirándola con una expresión indescifrable.

—Eres una hechicera aterradora.

Ella había querido implorarle que le explicara qué quería decir, pero su voz ya no pudo salir cuando él la besó de nuevo contra él. Sus lenguas resbaladizas se entrelazaron lentamente con otras en una danza lenta y perezosa.

—Creo que lo he sabido desde el primer día. Que tú me… cicatrices.

Sus últimas palabras fueron tan débiles contra sus labios que apenas pudo entenderlas. Pronto se hundió en un sueño profundo como si se estuviera derritiendo en agua tibia.

♦ ♦ ♦

Afuera llovía más fuerte, como si la naturaleza tratará de compensar la inofensiva llovizna de ayer. Esto llevó a Riftan y sus soldados a retrasar su viaje a la capital. Y como ni siquiera se podía caminar por el pueblo para hacer las inspecciones por la fuerza de la lluvia, él pasó todo el día holgazaneando en su habitación por primera vez desde que se mudó al castillo.

Los dos yacieron en la cama completamente desnudos, escuchando simplemente el ritmo de la lluvia contra la ventana. La mayor parte del tiempo, estaban envueltos en un apasionado abrazo entre ellos, sin dejar ni un centímetro de piel mientras compartían su calidez. Hicieron el amor intensamente, lo que hizo que Max se preocupara si incluso se permitía tal nivel de intimidad. Cuando no estaban entrelazados entre sí, comían la comida y el vino que les entregaban los sirvientes.

La colocó en su regazo mientras la alimentaba él mismo. Demasiado cansada, para avergonzarse por los actos de Riftan, apoyó la cabeza en su pecho mientras mordisqueaba los trozos de fruta dulce y pan con crema que él le llevaba boca. Ante la conmovedora vista, una sonrisa floreció en los labios de su esposo.

—Eres como un pajarito.

Le dio un sorbo de vino y presionó sus labios suavemente sobre sus mejillas abultadas, sintiendo su carne suave contra sus músculos. Riftan no la dejaría ir ni por una fracción de segundo; era como un animal que cuidaba con devoción a su propio bebé. La lavó y la bañó de besos. Y Max estaba completamente cautivado por su apasionado y persistente amor, nunca antes había experimentado algo así.

De repente tuvo el extravagante impulso de abrazarlo con fuerza con sus suaves brazos y frotar su rostro contra su pecho ancho y musculoso como un niño. Si no estuviera tan exhausta, sabía que se habría entregado a ese impulso fugaz.

Ni siquiera su madre la había abrazado antes.

—Estas uvas son deliciosas —murmuró mientras empujaba la fruta a través de sus labios. Max tomó la uva en su boca y la hizo estallar entre sus dientes, saboreando el dulce jugo. Mientras algo del líquido goteaba por los lados de su boca, Riftan lo probó con sus labios. Su mano acarició suavemente su mejilla, pero sus caricias la conmovieron. Pronto, le vino a la mente el pensamiento de sus labios húmedos dejando delicadamente besos dorados en su piel. Sus cuerpos apenas separados se calentaron junto con la corriente cálida dentro de la habitación.

—Aparta tus dientes y dejame tocar tu lengua. —Él empujó su lengua en su boca como si quisiera hacer otro agujero en su garganta.

Había algún tipo de lenguaje más claro que las palabras que iban y venían por sus labios entrelazados.

Max podía sentir que se le atascaba el contenido en la garganta, pero ella no se quejaba, no quería. Estaba envuelta en una locura que carcomió toda su razón, levantó sus brazos temblorosos y los envolvió alrededor de su cuello. En el momento siguiente, su cuerpo volvió a caer sobre la suave sábana familiar.

Al tropezar entre sí, el plato colocado en la cama se volcó a un lado, los trozos de fruta se derramaron descuidadamente sobre la cama. Riftan continuó lamiendo el rastro del dulce jugo que manchaba su piel mientras su grueso pecho comprimía sus suaves montículos. Su piel empapada de sudor se había enredado durante mucho tiempo con las sábanas húmedas.

El sonido de sus gemidos y sus gruñidos llenó la habitación. Sus labios estaban entrelazados mientras sus cuerpos rodaban por la cama en una danza íntima. Para ella, su aliento olía a néctar; mientras compartían sus cuerpos, su respiración también se mezclaba, uno respirando la exhalación del otro.

Max podía sentir algo cálido y abrumador crecer lentamente desde el centro de su corazón.

Cuando hizo contacto visual con ella, exigió en un susurro desesperado.

—Di mi nombre.

—Ri… Riftan… —suspiró.

—De nuevo…

—Riftan…

—De nuevo. Dilo otra vez… —exigió otra vez

Ella lo llamó por su nombre hasta que perdió la voz. En ese momento, sintió como si existiera para apagar su calor interior, para satisfacer las demandas de él y de su cuerpo… En esa desesperación, no había espacio para sermones sobre los modales de una mujer virtuosa. Ella se aferraba a él como un animal, clavándo las uñas en su piel con tanta fuerza como podía.

Él la destruía y la reconstruia, un ciclo infinito sobre su extrema necesidad por ella estaban volviendo loco a Max.

—Ri… Riftan…

Max lo miró con ojos entrecerrados. Desconcertada, llamó su nombre, como si estuviera en un sueño, y su nombre fuera el único que existía en el mundo.

♦ ♦ ♦

Desafortunadamente, la lluvia disminuyó a última hora de la tarde y se detuvo por completo al amanecer. Max abrió sus ojos lentamente ante el suave sol de la mañana que no había visto en mucho tiempo. Quería levantarse, pero su cuerpo estaba demasiado débil y adolorido. Mientras gemía levemente por el dolor que se extendía en cada extremidad, una mano acarició su espalda desnuda para calmarla.

—Vuelve a dormir.

Ella miró boquiabierta su rostro que la protegía del brillante sol de la mañana. Se había despertado mucho antes que ella, vestía sus ropas e impecable armadura. Su corazón se hundió al ver esto.

—¿Te… te  vas hoy…?

—Me iré más tarde al mediodía. Primero tenemos que preparar las armas y la comida.

Él alcanzó su barbilla y besó sus labios hinchados y luego deslizó sus manos en un guante de hierro blanco.

—Volveré a verte antes de irme, así que no te preocupes y vuelve a dormir —dijo mientras se subía otra pieza de armadura hasta los codos y tomaba su espada antes de salir de la habitación. Max miró fijamente la puerta de donde se había ido y parpadeó. Sin esperarlo un sentimiento de soledad inundó su corazón.

Momentos después finalmente se puso de pie, caminó con sus piernas temblorosas y pidió un baño a las criadas. Aunque le había dicho que durmiera más, ella ya no necesitaba descansar.

—Señora, su baño está aquí.

Rudis y otros tres sirvientes fueron a buscar una bañera llena de agua tibia. Ella entró débilmente en el agua con la ayuda de sus sirvientes. Rudis se lavó rápidamente el cabello y limpió su cuerpo con una esponja suave, incluso si estaba extremadamente avergonzada, no le quedaba energía para limpiarse por sí misma. Max aceptó amablemente la ayuda de Rudis y se sentó quieto en el agua.

—¿Me disculpa un momento, señora? Iré a preparar un vestido de cuello alto —preguntó con cuidado una doncella después de haber secado la humedad de su cuerpo cuando ella salió del baño. Max se sonrojó de inmediato cuando notó las manchas rojas en su cuerpo.

—Sí, sí, por favor.

Cuando los sirvientes se fueron, Max se paró con cuidado frente al espejo y extendió la toalla alrededor de su cuerpo. La parte superior donde se ubica la clavicula tenía numerosas marcas en ellos y sus pechos se veían más grandes de lo habitual… también estaban cubiertos por marcas rosadas. Tocó sus pechos con sus manos temblorosas, notando de que el toque de Riftan era claramente diferente al de ella.

Su toque se sentía como si fuera la mano de un escultor, y ella era la arcilla que se estaba moldeando.

Se preguntó si la mujer llena de marcas de amor en su piel y ojos brillantes en el espejo era la misma persona que la mujer que estaba acostumbrada a ver, una chica pálida y deprimida con los hombros caídos y la espalda encorvada. Max deslizó lentamente sus manos por su esbelta cintura, su vientre plano y, por último, entre sus muslos. Su piel se sentía cálida al tacto, suave y tersa.

No se sentía como si fuera suyo.

—Señora, su vestido está aquí.

Max apartó la mano de su cuerpo con sorpresa. Aunque todavía estaban detrás de la puerta, esperando su permiso para entrar, ella se sonrojó como si la hubieran sorprendido con las manos en la masa.

—Ade, adelante —tartamudeó avergonzada.

Los sirvientes entraron en la habitación y la vistieron con destreza. Llevaba un vestido elegante con ondas de color verde y dorado con un cinturón dorado enrollado alrededor de su cintura. Luego, se apresuró a salir por la puerta con el cabello atado con una cinta, aún húmedo.

A través de las ventanas abiertas, el sol fresco besó suavemente su rostro. Aspiró el aroma del aire todavía húmedo por la lluvia y bajó corriendo las escaleras. Prometió ir a buscarla antes de irse, pero ella todavía estaba ansiosa de que se hubiera olvidado y ya se hubiera ido.

—Buenos días señora.

Entró en un gran salón donde los criados barrían los pisos con las ventanas abiertas de par en par para dejar entrar el aire fresco. Supervisándolos con ojo agudo, Rodrigo bajó la cabeza respetuosamente cuando vio a Max.

—El desayuno está listo. ¿Te gustaría tenerlo en el comedor?

—No, no, antes de eso, necesito ver a Rif, Riftan, me refiero al se-señor Calypse…

—Lord Calypse está en el campo con los caballeros, señora.

Estaba a punto de salir por la puerta cuando se detuvo. ¿Qué iba a hacer ella? Se preguntó si solo lo molestaría. Mientras ella dudaba frente a la puerta, Rodrigo abrió los labios con cuidado.

7 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 32: Quiero estar más cerca”

  1. Ahhhhh!!! Maravillosa novela. El capítulo fue increíble!!! Mil gracias, me está encantando, estoy totalmente enganchada. Un saludo y ánimo

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