Bajo el roble – Capítulo 33: Su partida a la capital

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Uhm… señora, si no le importa que pregunte…

El sirviente tosió varias veces antes de continuar torpemente.

—¿Podría decirle al señor que la comida está lista? Pensé que debería comer antes de partir para el viaje, así que he estado preparando la comida en la cocina desde temprano en la mañana.

—¡Se, se lo diré! —respondió ella con una voz fuerte y regocijada. El rostro del anciano, que estaba lleno de ansiedad por hacer una pregunta posiblemente presuntuosa, ahora mostraba alivio. Rápidamente expresó su gratitud.

—Gracias señora, así que… uhm, se lo dejo a usted.

Ella estaba contenta de tener una excusa para ir con él y salió corriendo por la puerta sin una respuesta adecuada. La delicada brisa otoñal bajó suavemente sobre su cuerpo lúgubre. Se tomó un momento para admirar el cielo, el pálido sol otoñal iluminaba gradualmente el día y se reflejaba sobre los charcos de agua brillantes que se formaban por todo el jardín. Con pequeños saltos atravesó los charcos y se dirigió hacia las escaleras.

Mientras cruzaba el vasto jardín, se acercó a la puerta interior. Sosteniendo cuidadosamente su falda para evitar que se mojara, bajó ágilmente los ocho escalones de la escalera. Pasó junto a un guardia que inclinó la cabeza apresuradamente ante la inesperada llegada de su señora.

Se acercó más y más a las puertas del pasillo. Rodeado por un muro exterior alto y grueso y sostenido por un pilar resistente, este salón lleno presentaba una imagen elevada en medio del tenue brillo del sol de la mañana. Y los caballeros con armaduras plateadas se alinearon de manera ordenada ante el siempre imponente Riftan, lo que hizo que la vista fuera impresionante.

Cuando entró en el pasillo, Max detuvo sus pasos. Sin hacer ni un solo ruido, lentamente observó su entorno. Parecía estar hablando de algo serio, por lo que Max sintió que no era apropiado acercarse a él ahora. Decidió esperar el momento oportuno mientras las voces en el pasillo se elevaban constantemente.

—Líder, si está tan preocupado por Anatol, me quedaré.

Gabel, un joven caballero que había mostrado su brillante retórica en la cena, dio un paso adelante y dijo:

—No tendrías que preocuparte si solo un Caballero Remdragon se queda, ¿verdad?

—Eso no es posible. Todos los caballeros que participaron en la batalla deben asistir a la celebración. El reconocimiento por el servicio debe dividirse equitativamente entre todos nosotros.

—No me interesan los títulos ni las recompensas del rey. Mi reputación como caballero es bastante buena y ya he recibido más que suficientes elogios. Es mejor quedarme en el castillo y entrenar con mi espada que perder el tiempo asistiendo a una celebración aburrida.

—¿En serio?

Con los brazos cruzados sobre el pecho, Hebaron negó con la cabeza con incredulidad. Pareció pensar que su compañero, Gabel, no quiso decir lo que dijo y decidió llamarlo.

—No es como si fueras un monje. Si todas las damas de la Ciudad Imperial se amontonan a tus pies, ¿te vas a negar? ¡Con tu extravagante habilidad para las palabras, podrías desmayar a cualquier dama sin importar cuán arrogante!

—¡Tú, hombre superficial! ¿Es eso todo lo que puedes pensar con esa gran cabeza tuya?

—¡¿Qué dijiste?!

Ruth, que estaba de pie al lado de Riftan, miró a Hebaron y Gabel mirándose con furia, y dejó escapar un profundo suspiro.

—Ustedes dos deben estar bajo una maldición en la que si no se gruñen durante un día, contraerán una infección mortal.

Chasqueó la lengua como si estuviera cansado de todas las discusiones y continuó con sus palabras.

—Como dijo sir Calypse, todos los caballeros que participaron en la batalla deben ir al castillo real. Sir Ovaron, sir Sebrick y los guardias son suficientes para proteger a Anatol. Además, también estoy pensando en quedarme atrás.

—¿De qué estás hablando? ¡Usted tiene que ir! Jugaste un papel muy importante en la batalla.

—No soy alguien a quien le importe la fama o el honor. Además, si voy, seguramente habrá fricciones con los magos del palacio. Básicamente, los magos me tratan como un traidor porque dejé la Torre Mundial sin permiso.

Cuando el mago se encogió de hombros como si no fuera gran cosa, los caballeros pusieron los ojos en blanco. Riftan, que había estado en silencio durante mucho tiempo, decidió abrir la boca.

—También me sentiré aliviado si te quedas.

—Estaba planeando hacer eso desde el principio. —Ruth se encogió de hombros, restándole importancia.

Con eso, Riftan dio un paso adelante. Pasó una mirada autoritaria a lo largo de la formación que tenía ante él y habló solemnemente.

—Entonces está decidido. Nos vamos tan pronto como estemos listos. La ruta será la misma que expliqué antes.

Los caballeros apretaron los puños en el pecho y los bajaron rápidamente. Parecía ser su propia forma de cortesía. Max, que había estado dando vueltas durante mucho tiempo en la parte de atrás, se acercó sigilosamente a Riftan cuando la sesión informativa llegaba a su fin. Se volvió y pareció desconcertado por su visita.

—Te dije que podrías descansar un poco más. ¿Hay algún problema?

—Oh, no… Bueno, sentí que tenía que levantarme, ta… también.

Ignoró las miradas de los caballeros mientras se acercaba a él. Riftan la miró con ojos preocupados. Sintiendo su corazón apretarse ante su mirada, continuó tímidamente.

—Me…  me dije… dijeron que las comidas, está… están preparadas nuevamente, así que… estoy aquí para decirte…

Miró al cielo, midió la inclinación del sol y les dijo a los caballeros.

—Primero llenemos nuestros estómagos.

Los caballeros se dispersaron rápidamente. Riftan caminó con un brazo alrededor de los hombros de Max, sosteniéndolo como si la estuviera protegiendo. Max echó un vistazo a su elegante figura bajo la brillante luz del sol. Vestido con una armadura plateada encima de una túnica azul gruesa, estaba tan resplandeciente como si acabara de salir del mural de un templo. Podía sentir por qué los plebeyos lo miraban y gritaban: ¡el sabio de Uigru!… El legendario caballero que ascendió a los cielos.

—¿Te sientes mejor?

Ante la pregunta abrupta, miró hacia abajo a toda prisa, tratando de ocultar sus  pensamientos anteriores.

—Estoy… estoy bien.

—Estabas sufriendo la última vez que lo hicimos.

Su cara enrojeció cual carmín, sintiendo como si estuviera en llamas.

—De… de verdad, estoy bien…

—Me gustaría que dijeras eso cuando estemos en la cama. —Hizo una mueca y preguntó perversamente—: Así que si te pregunto, ¿podemos hacerlo una vez más? Me dirías ¿está bien?

—Eso, ese tipo de conversación…

Ella miró a su alrededor con pánico. Al ver que los caballeros ya estaban muy por delante, lo miró con una mirada tímida y continuó rígidamente.

—E-Ese tipo de conversación, tú, tú no puedes hablar de esas cosas aquí, si alguien escucha…

—¿Qué pasa si escuchan?

Es posible que los critiquen por ser lascivos y carentes de principios: el sórdido pensamiento casi se le escapó de la garganta. Así que mantuvo la boca bien cerrada como una muda alimentada con miel. Durante los últimos días habían pasados sus noches en actividades eróticas y parte de la mañana también. Cuando no pudo hablar y comenzó a apartar la mirada, Riftan, que la miraba con rostro impasible, de repente se echó a reír.

—¡Mi dama es demasiado inocente e ingenua!

Luego la abrazó por la cintura y gentilmente entrelazo sus labios. Max se estremeció levemente ante el toque frío de la armadura dura que sintió sobre su ropa. Su pulso latía erráticamente contra su pecho que casi podía escucharlo en sus oídos.

—No hagas que sea demasiado difícil mantenerme alejado de ti.

Max lo miró con ojos temblorosos. Quería preguntar si realmente era difícil separarse de ella. Las palabras, ¿Puedo ir contigo? se elevaron desde el fondo de su corazón hasta la punta de la lengua, pero no pudo pasar por sus labios. Ella podría haber colgado de su cuello y suplicar, si no hubiera sido por el temor de que su dulce momento se arruinara y él se molestara. Reprimió las primeras emociones imprudentes que había sentido y trató de sonar tranquila.

—Nosotros, necesitamos irnos… tenemos una comida, tenemos que…

—Deberíamos.

La bajó como si su entusiasmo se desvaneciera cuando sus palabras lo llevaron a la realidad. Max contuvo su impulso de mantenerse a su lado y siguió caminando con calma.

♦ ♦ ♦

Después de la comida, todos los caballeros prepararon sus cargas. Max salió al patio con una fila de sirvientes para despedirlo. Elegantemente equilibrado sobre un corcel negro gigante, Riftan giró lentamente la cabeza y la miró.

—Volveré pronto.

—Ten cuidado… vuelve pronto. —De alguna manera se las arregló para entender su pequeño murmullo y sonrió levemente. Se inclinó casi al punto de caerse de su caballo y le estrechó la cara. No podía rechazarlo a pesar de que todos los sirvientes estaban mirando.

Ella se puso de puntillas y le correspondió el beso. Sus labios, que se habían superpuesto ligeramente, ahora estaban juntos por completo. El hombre, que empujaba suavemente su lengua por su boca, se enderezó abruptamente y con calma condujo al caballo al frente como si nada hubiera pasado. Los caballeros, con sus bocas bien abiertas y los rostros llenos de asombro, lo siguieron con un suspiro. Max los despidió con una cara roja brillante.

Cuando los caballeros pasaron la puerta y en línea recta cruzaron el foso, los guardias de la muralla soplaron sus copelas con toda su fuerza. El sonido del ruido sordo se mezcló con los cascos al trote.

Durante mucho tiempo, Max permaneció clavado en el lugar, incluso después de que sus figuras habían desaparecido de su vista.

♦ ♦ ♦

Después de que él se fue, ella se enfermó durante dos días enteros. La fatiga acumulada por la miríada de sucesos de los últimos días la inundó. Le había golpeado el cuerpo como si un terraplén se hubiera derrumbado.

Ella sufría de un fuerte resfriado, por lo que las sirvientas hervían sopas de hierbas e intentaban calmarle la fiebre con unas toallas húmedas.

Gracias a su constante cuidado, pudo abrir los ojos sintiéndose mejor que el día anterior. Le pidió a Rudis que le preparara un baño, pensando que se sentiría mucho mejor después de lavarse el cuerpo empapado en sudor.

—¿Está realmente bien si no llamo a un sanador? —dijo Rudis, quien trajo una bañera caliente con las sirvientas.

Mientras se quitaba el pijama, Max negó con la cabeza y se metió en la bañera.

—Ahora, ahora me… me siento mejor.

—No sé si las hierbas medicinales del mago son suficientes. No es demasiado tarde para llamar a un médico… —continuó Rudis preocupado, tratando de disuadirla.

—Estoy, estoy realmente bien. Es sólo un fuerte resfriado. —Ella sonrió deliberadamente.

Aunque no se había recuperado por completo, afortunadamente la fiebre había bajado. Si comía bien hoy y no se movía demasiado, recuperaría sus fuerzas y tal vez se sentiría un poco mejor mañana.

Salió al jardín con un grueso chal y un vestido recién hecho por la costurera. Las temperaturas habían bajado notablemente en los últimos días.

—Después de que pasan las lluvias de otoño, dicen que la temperatura baja así —explicó Rudis, sonriendo dulcemente a la mujer que acompañaba, que estaba asombrada por el viento frío.

—Creo que, pronto, pronto llegará el invierno… —murmuró Max.

—El invierno en Anatol no es tan frío en comparación con otras regiones. Rara vez nieva incluso en pleno invierno, tal vez porque estamos cerca del Mar del Sur. Incluso cuando nieva, se detiene en el punto de aguanieve.

Max estaba un poco decepcionada. Nunca había visto la nieve acumulada, ya que la propiedad de su padre estaba ubicada en la cálida región del sureste. Escuchó que nevó tanto en la ciudad capital de Drakium que podrían cubrir todo el mundo y aún quedaría nieve…

¿Empezará a nevar cuando él llegue allí?

6 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 33: Su partida a la capital”

  1. uhh dios mio, que tan cansada estara qwq,,, me quiero alegrar, quiero bebe qwq, pero en serio muchisimas gracias por traernos esta belle historia <3

  2. Ains! Pobrecita, cuando él se fue, le dió el bajón y se enfermó. Si lleva un mes de viaje ida y vuelta, le esperan muchos días y noches solitarios. Gracias por la actualización!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido