Cenicienta – Capítulo 18: Volker: Noche bajo la luz de la luna en la hierba (2)

Traducida por Den

Editada por Sakuya


Pensé que un hada había venido del Mundo de las Hadas.

La Señorita Fredericka llevaba un vestido azul suave de seda, encaje y gasa. Parecía que flotaba con sus delicadas alas mientras caminaba. Mi corazón latió dolorosamente en mi pecho.

Su vestido era escotado pero no era vulgar. Nunca vulgar. Realzaba su delicada belleza, al igual que la hermosa manufactura del collar que llevaba puesto. Hacía un sonido de *shara-shara* cuando se movía.

Tomé su mano mientras reprimía el extraño deseo de poner mis dientes en su clavícula. Era como algodón de azúcar. Efímero. Parecía que se derretiría y desaparecería si no sostenía su mano y confirmaba su existencia. Aunque tenía miedo de que quisiera tocar a  alguien como yo. Sin embargo, la estaba escoltando.

Mientras íbamos juntos en el carruaje, la noche parecía más hermosa que de costumbre.

—Tu vestido es muy hermoso. Te sienta bien —le dije.

Sonrió y bajó la mirada con timidez mientras respondía:

—Gracias.

Estaba vestida más hermosa que el otro día en los campos de entrenamiento.

Comenzaba a impacientarme.

Su cabello estaba recogido y estaba sostenido con adornos para el cabello. Su cuello estaba expuesto, pero sus mechones de cabello colgaban con estilo alrededor de su cara y cuello, atrayendo mi atención.

En el campo de batalla, la bandera de batalla que ondea con el viento atrae los ojos de los soldados más que cualquier otra cosa. Las miradas de las personas son atraídas por los objetos en movimiento. Ciertamente, la Señorita Fredericka llamará la atención en el teatro como una bandera en el campo de batalla.

Afortunadamente, todavía no era conocida, debido a los malos rumores que la rodeaban. Su belleza de hada y su amable corazón, todavía no eran bien conocidos. Pero cuanto más se familiarice con más gente, pronto los hombres se le acercaran. Pronto, encontraría un hombre más adecuado que yo.

Indagué en mi cerebro con frustración en busca de un tema que podría interesar a Fredericka.

— ¿A la Señorita Fredericka le gusta ir a la joyería a menudo? —pregunté.

Me di cuenta de mi torpeza tan pronto hablé. Esta era una de las ofensas que el mensajero del Duque me había dicho sobre ella. Siento toda la sangre escurrirse de mi cara. Me sentía horrible y no podía mirarla a los ojos, no he tenido esta sensación desde que fui un soldado nuevo ante mis oficiales superiores en el reclutamiento. Me preguntaba cómo podía rectificar esta torpeza, pero no se me ocurrió nada. Estoy lleno de desesperación.

Aluciné con un sonido de burla, como si Xavier estuviera aquí burlándose de mí.

—Sí —respondió —realmente me gusta ir a Kalome.

La miré. No parecía estar afectada por mis palabras. Xavier me había hablado de Kalome; era una joyería prometedora que estaba atrayendo a sus clientes con todos sus trabajos, con diseños e ideas ingeniosas. Estaba en la parte superior de la lista de los lugares donde comprar regalos para Fredericka que Xavier había preparado para mí.

—En realidad, estoy diseñando nuevos accesorios con el diseñador de Kalome. Este es un prototipo —dijo sacudiendo el collar.

—Nuevos accesorios…

—Sí. Las joyas adecuadas son caras, y comprar joyas nuevas como ropa nueva, no sucederá solo excepto si la familia tiene reliquias familiares. Así que estamos tratando de diseñar accesorios más elegantes y usables que combinen con el atuendo de las chicas. Pienso que los accesorios son buenos si combinan con el usuario o su atuendo. —Dijo y llevó su dedo índice a la barbilla, lo que atrajo mi mirada hacia sus labios de color rosa. Me estaban invitando como fruta recién madura y jugosa.

— ¿Qué hay de poder añadir o quitar hebras y piedras para que el collar luzca  diferente cada vez? —dije pensativo.

Sonrió.

— ¡Exacto! El collar que llevo es así —Fredericka levantó el collar y se inclinó hacia delante para mostrarme que los hilos y los enlaces podían quitarse. Su busto desprotegido se acercó a mí.

La parte moral de mí estaba disgustada de que esté mirando el pecho de una dama. Pero otra parte de mí la quería más cerca para poder verla correctamente. Mi lado no tan moral ganó.

En este momento, el carruaje pasó por una gran piedra que había en un gran bache. La Señorita Fredericka exclamó…

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