Creo que mi prometido se ha rendido – Epílogo: La novia del Príncipe Heredero ~ A veces hermano y hermana ~ (14)

Traducido por Shaey

Editado por Ayanami


Al oír la demanda de Tobías, Christina se puso pálida y miró a Alberto.

Aunque Christina y Alberto trataban con Tobías para evitar que se encontrara con Irene, era como poner el carro delante del caballo.

Debió saber que, si dejaba hablar a Anna, resultaría así, me pregunto en qué está pensando.

Christina le envió una mirada sombría a Alberto, sin embargo, él sólo se río despreocupadamente.

—Lo comprendo. Trataré de buscar a una dama llamada Irene Düker. Durante la búsqueda, me gustaría pedirle a Su Alteza Tobías que se quede en el Palacio Real, ¿eso estaría bien?

Alberto aceptó su demanda con facilidad, lo que dejó a Tobías desconcertado, con una mirada en blanco. Tobías trató de ocultar su sorpresa, tosiendo una vez, luego, respondió de mala gana.

—Sí…también estoy cansado de viajar, descansar un poco no estaría mal.

—Entonces, la explicación general sobre la iglesia también acaba de terminar. Volvamos al Palacio Real.

Al oír la respuesta de Tobías, Alberto sonrió con satisfacción.

♦ ♦ ♦

A petición de Alberto, todos dejaron la iglesia, justo antes de subir a su carruaje, Christina se acercó al carruaje de la Familia Real. Se acercó a Alberto, quien ayudaba a Anna a subir al carruaje, y le tiró de la manga. Tobías ya había entrado en su carruaje, por lo que, los únicos que quedaron fuera eran sólo Christina y Alberto.

— ¿Christina?

La llamó, sin embargo, Christina guardó silencio y llevó a Alberto junto a la gran escalera frente a la iglesia. Era un lugar, donde su voz apenas era escuchada por los asistentes que estaban de pie alrededor de los carruajes.

— ¿Qué pasa, Christina? Al traerme a este tipo de lugar, ¿estás tratando de intimar conmigo?

— ¿Eh?

Después de llegar a la sombra, mientras todavía era arrastrado por Christina, Alberto abrazó su cintura con una cara medio en broma.

—No es mi intención…

Con las mejillas enrojecidas en un instante, Christina volvió su mirada hacia los asistentes.

Incluso si están fuera, si un malentendido innecesario fuera reportado a su padre, probablemente, sería regañada por él.

Alberto se río malignamente cerca de su oreja.

—Sólo estoy bromeando. Ni siquiera a yo podría hacer algo en este tipo de lugar. Además, los sirvientes también pueden vernos claramente, así que no podré hacer ninguna travesura.

—…

No podemos ser vistos como otra cosa que una pareja de novios charlando amigablemente, dijo, y Christina frunció el ceño.

—… ¿En qué estás pensando? ¿No dijiste que protegerías a Irene-sama?

Anna ya había esperado mucho dentro del carruaje. Se sentiría mal si la dejara esperar más tiempo, así que Christina declaró sus asuntos inmediatamente.

Alberto, también parecía haber pensado que ella le preguntaría sobre esto. Con una sonrisa irónica, respondió.

—Aunque no me importa protegerla, pero, de cualquier manera, nada se resolverá si no se ven.

— ¿Por qué?

Irene vino especialmente a otro reino para huir de la propuesta de Tobías. Incluso para Christina, que sólo tuvo unos pocos intercambios con él, no se le ocurrió el querer ver a ese tipo de hombre arrogante. Si pudiera terminar sin tener que enfrentarse a él, ¿no sería lo mejor?

No convencida por lo que dijo Alberto, Christina le pidió que volviera; entonces, él bajó las cejas y alzó suavemente su mejilla.

—Es porque ese hombre quiere a la señorita Irene. Que no puede darse por vencido e incluso vino aquí. Incluso él, debería querer una explicación convincente para que se rinda, ¿no?

—Pero…esa explicación, ¿quieres decir que lo haga ella sola?

Christina bajó las cejas y miró a Alberto.

La expresión de Irene, que vio durante la fiesta del té del otro día, le dejó una profunda impresión. Había estado hablando amablemente con Marx, pero su cara se volvió llena de ansiedad en el momento en que notó la presencia de Christina detrás de ellos.

La dama de pelo azul marino, incluso ahora, se sentía como si estuviera al borde de las lágrimas.

Aunque se veía alegre frente a Marx, su imagen terminando de encogerse frente a Tobías podía ser fácilmente imaginable.

Tal vez, Alberto también había adivinado eso, al decirlo amargamente y de manera abatida.

—No importa lo difícil que sea la otra persona, hay veces, en que no puedes simplemente no verla. Aunque no sé lo que piensa hacer de ahora en adelante, pero, aunque las cosas con Su Alteza Tobías queden atrás, puede que no sea lo mismo con su compromiso con Marx. Si sigue la voluntad de la marquesa Klüger y se convierte en la esposa de Marx, dejaría de ser una mujer simple. Como futura marquesa, debe seguir sonriendo sin importar con quién se enfrente.

—Eso es…

Si Marx e Irene se casan, Anna lloraría.

Alberto sólo hablaba del futuro más probable. Aunque no necesariamente resultara así, pero Christina, inconscientemente, lloró cuando pensó en los sentimientos de Anna.

Puede que sólo sea una debilidad por la gente cercana a ella, pero Christina desea que, pase lo que pase, Anna sea feliz.

—…Christina. ¿Por qué te ves tan triste?

Alberto bajó la voz. Pero, Christina no podía entender el significado de su cambio de tono. Ella miró hacia abajo e intentó secarse las lágrimas, pero la mano de Alberto no se lo permitió y, sosteniendo su mentón, la hizo mirar hacia arriba con firmeza.

El hombre que vio, frunció el ceño después de ver las lágrimas de Christina y se rió con desagrado.

—Nee, Christina. ¿Por qué apoyas tanto a la señorita Irene?

—…Ella es lamentable.

Casarse con un hombre que ni siquiera te gusta, ¿no es doloroso?

Sin embargo, Alberto mostró una expresión como si no estuviera convencido, y volvió a preguntar.

— ¿De verdad, sólo es eso? ¿No hay ninguna otra razón…? Por ejemplo, se debe…a que no quieres que Marx se case, o algo así.

—…

El corazón de Christina saltó.

La verdadera razón, podría ser en realidad eso, pensó.

Aunque estaba mostrando cómo trata de salvar a Irene con buena voluntad, de hecho, ¿puede ser que sólo esté actuando por mi propio bien?

Si Irene se salva, la conversación del compromiso temporal entre Marx y ella, sería descartada. Si ese fuera el caso, podría aparecer una forma de que Anna logre una buena relación con él en el futuro. ¿No estoy deseando ese futuro en algún lugar de mi corazón?

Al darse cuenta del hecho de que ella misma no se había dado cuenta de la verdadera razón, los ojos de Christina vacilaron.

Alberto vio la transición de Christina y entrecerró los ojos, luego, resopló sin gracia.

—Fuun, es así. Si ese es el caso, ¿no es mejor casar a la señorita Irene con Su Alteza Tobías?

—…No, pero…

Hay algo de verdad en eso. Sin embargo, como era de esperar, de esa manera, Irene sería demasiado lamentable.

Cuando ella sacudió la cabeza, Alberto suspiró sarcásticamente.

—Bueno, es cierto. En cualquier caso, te casarás conmigo después de todo. Incluso si tu viejo amor resurge, no es un futuro posible. Por lo que no querrás ver a Marx atado a otra mujer ante tus ojos…

—…¿?

Christina miró fijamente a Alberto, mientras él le quitaba la mano de su mentón. Ella no podía entender el significado de sus palabras.

Alberto frunció las cejas y se rascó el antebrazo.

—Aaaah…como era de esperar, es una monstruosidad. Es útil, pero es una molestia.

—…Umm, ¿Al…?

Cuando ella le preguntó, Alberto le frunció el ceño a Christina.

—Lo diré solo esta vez. Incluso después de que nos casemos y tengamos un hijo, si tuvieras un amante que no sea yo, te confinaré. Y luego, mataré a quien sea ese amante secreto.

—…. ¿Ha?

Al oír la repentina declaración, una voz tonta se filtró de los labios de Christina. Por lo que, Alberto estaba enojado, ella no entendió nada.

Entendió la parte en la que él imaginó que se casaban y tenían un hijo, aunque era algo embarazoso, no pudo percibir de dónde salió la charla de que tenía un amante secreto.

Mientras que apenas entendía nada, Christina habló honestamente de sus sentimientos.

—Umm…incluso después de casarnos, es imposible para mí estar con otros hombres que no sean Alberto-sama, así que…por favor, tranquilícese.

—…

Alberto mostró una expresión compleja, mientras miraba fijamente a Christina. Ella estaba confundida, sin embargo, sonrió dulcemente, y a eso, Alberto apretó los dientes y luego la abrazó con fuerza.

—Christina…te amo.

—…Yo también, he estado anhelando por ti.

Christina sintió la mirada de su criada, pero, como Alberto parecía estar al límite de su ingenio, decidió quedarse tranquila entre sus brazos hasta que él se sintiera satisfecho.

♦ ♦ ♦

Esa noche, la madre de Christina visitó su habitación, y con palabras introductorias de [creo que estas bien, pero lo diré por si acaso], le advirtió que fuera más consciente de abrazarse delante de otras personas y lo mantuviera con moderación.

Al parecer, su padre le pidió que le dijera a Christina eso.

Aunque era una reprimenda, no había ira en ella.

Sintiéndose aliviada, Christina le dijo a su madre sobre su próxima cita con Alberto.

Tres días después, ella visitaría el Palacio Real, y llevaría a Marx e Irene con ella.

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