Creo que mi prometido se ha rendido – Epílogo: La novia del Príncipe Heredero ~ A veces hermano y hermana ~ (6)

Traducido por Kiara

Editado por Nemoné


La fiesta del té en la casa Klüger se celebró en un amplio jardín, lo que daba la sensación de un pequeño banquete. Por la alineación de los participantes parecía como si hubieran venido todos los hijos e hijas nobles prominentes del país, y dentro de ellos también estaban incluidos los amigos de Christina.

Aunque fue divertido para Christina hablar con sus amigos, se preocupó por Anna, que llegó tarde porque debía ser acompañada por Alberto, quien se había adelantado a la fiesta, así que decidió pasar tiempo con ella.

Como Anna había llegado apenas un poco antes del comienzo de la fiesta, Anna no vio nada del tonto intercambio que se desarrolló entre Alberto y Marx, y tampoco escuchó nada de la extraña conversación de Marx e Irene.

— ¿Estás bien, Anna? Te ves pálida.

Anna, usaba vestido rosa claro, y su rostro estaba más pálido de lo normal, desde su llegada seguía mirando el suelo. Incluso aunque había llegado tarde, Christina podía notar lo difícil que era para ella estar en este lugar.

Como los dos hermanos reales habían venido a la fiesta, naturalmente, los amigos de Anna también participaban en esta lujosa fiesta de té de la casa Klüger. Las chicas parecían estar disfrutando de una conversación con Anna, pero la princesa parecía que perdería la compostura en cualquier momento, por lo que Christina intervino y la sacó de la multitud al igual que lo que haría una hermana mayor.

—Estoy bien, hermana… Mira, no hay nada malo conmigo.

Christina solo sonrió dulcemente.

La princesa que normalmente rebosaba confianza y mostraba una sonrisa encantadora en su rostro cuando hablaba con la gente, ahora mantenía la cabeza baja con una expresión cansada; no importaba cómo se mirara, era realmente extraño.

Hasta Alberto había notado la inquietud de Anna. Sin embargo, como la fiesta del té acababa de comenzar, había una multitud interminable de invitados que venían a saludarlo, por lo que no tenía tiempo de centrar su atención en su hermana, y cuando llegaron más invitados su sonrisa se desmoronó.

Normalmente, Christina estaría a su lado, pero como el estado de Anna era tan inusual en este momento, no podía evitarlo.

—Anna pasará tiempo con mis amigos, así que hermana por favor, siéntete libre de ir al lado del hermano mayor.

Como princesa, entendía esa situación bastante bien, por lo tanto, trató de alejar a Christina.

Christina bajó las cejas y colocó su mano sobre su mejilla.

—Esto es preocupante.

La fiesta del té de la marquesa Klüger tenía un estilo extremadamente liberal. Los invitados podían pasear por el vasto jardín mientras disfrutaban del té o bien podrían optar por sentarse en el salón de té, que fue decorado con flores. La gente caminaba aquí y allá, para entablar la mayor cantidad de relaciones posible.

Esa fue también una de las razones de su comportamiento en este momento.

Christina entendió. Anna simplemente no quería ver la figura de Irene, quien seguramente estaba pasando tiempo íntimamente junto con Marx.

Yo también fui así.

La aparición de Alberto pasando tiempo con Clara, y actuando como si fueran muy íntimos, incluso si eso era solo un malentendido, ella todavía no quería ver eso.

Para una niña tan joven como Anna-sama, esto era demasiado cruel…

La figura de Anna se superponia con el antiguo yo de Christina en su mente, su expresión la conmovió hasta el punto de querer llorar.

Por cierto, su treceavo cumpleaños estaba cerca, lo que significa que pronto entraría en la edad adulta y se convertiría en una verdadera dama de principio a fin, por lo que ya no debía de actuar como una niña pequeña. Sin embargo, para Christina que siempre había cuidado a Anna desde que eran pequeñas, sin importar cuánto tiempo pasara, ella siempre sería la joven princesa en sus ojos.

Además, Irene no es la novia de Marx, ya ves, era lo que Christina realmente quería decirle. Sin embargo, como había visto la cara de Irene que parecía mostrar que tenía sus propias circunstancias, Christina no podía decir esa frase tan fácilmente. El intento de Marx de sellar su boca, después de todo, se debió a alguna razón en particular.

Christina agarró una de las manos de Anna. Al sentir el calor de la gente, el hombro de Anna se estremeció. Se mordió los labios y bajó la cabeza aún más que antes.

—Princesa Anna. Debes ser fuerte

Christina endureció su corazón y lo dijo suavemente.

Ser princesa significaba que era una existencia que el público siempre admiraba. También experimentaria momentos dolorosos, pero por más herida que estuviera, siempre tenía que levantar la cabeza con firmeza.

Tal vez, esas fueron las razones por las que el romance no estaba ligado a la política, ni se podía actuar por gusto, por lo tanto lo mejor era que Anna se mantuviera lejos de Irene y Marx. De lo contrario, alguien podría darse cuenta de ello y llamarlos a ambos, y si por casualidad esa persona fuera alguien con buena intuición, por la actitud y la línea de visión de Anna, sus sentimientos de amor se descubrirán rápidamente. Si eso sucediera, se formarían todo tipo de chismes en un abrir y cerrar de ojos. Para los aristócratas aburridos, los chismes eran claramente sus comidas favoritas.

Christina no quería que su preciosa cuñada sufriera dificultades, así que echó un vistazo al rostro de Anna.

Al ser observada con una mirada tan fuerte, los ojos de Anna, aunque borrosos por las lágrimas, le devolvieron la mirada sin comprender.

— ¿Hermana?

—Anna, aunque seguramente no será fácil, como un miembro de la realeza debes mantener la compostura sin importar lo que suceda en tu interior o a tu alrededor, así que por favor, mantente fuerte una vez más y levanta la cabeza.

Anna parpadeó repetidamente y sus mejillas se sonrojaron levemente. Miserablemente bajando sus cejas, sus labios temblaron.

—¿Tú… lo notaste, hermana…? Bueno… yo… que me gus… Sobre Marx…

Con una mirada tranquila pidiéndole que confíe en ella, mientras la voz de Anna temblaba, ya que parecía que casi derramaria el líquido de la taza en su mano, Christina sostuvo su mano delicadamente para no llamar la atención de los demás.

—Como estamos frente a mucho público, ¿hablemos de esto lentamente en otro momento? En este momento, por favor, sé fuerte y solo piensa en cómo pasar el tiempo como princesa. ¿Bueno?

Christina acercó su rostro a Anna y lo dijo en voz baja como para enfatizar que no debería ser escuchado por otros; Mientras lo hacía, Anna volvió a tener la expresión de alguien que entendía la situación actual. Ella, que había sido tan emocional e incluso había llorado, parpadeó desesperadamente para secar las lágrimas de sus ojos.

La adorable figura de Anna intentando actuar normal fue tan desgarradora para Christina, que se sintió muy conmovida.

Después de lograr de alguna manera mantener la compostura, Anna respiró hondo. Mientras respiraba, miró hacia arriba y levantó la cabeza, pero luego su cuerpo se puso rígido. Christina, que estaba de frente a Anna, notó la sombra proyectada sobre Anna y se dio la vuelta.

El que apareció frente a Anna era Alberto, que había terminado de saludar a los invitados.

Envuelto en un elegante traje plateado, se sacudió el flequillo que cubría sus ojos. El amable hermano que había estado preocupado por su hermana pequeña todo el tiempo durante los saludos, miró por encima del rostro de su hermana y frunció el ceño. Se limpió con indiferencia las lágrimas en el ojo de su hermana con el pulgar y luego preguntó con desconcierto.

— ¿Por qué lloras, Anna? ¿Tienes dolor de estómago o algo así?

Aah…

Dentro de su mente, Christina se lamentó por la actitud su amado y por su poca capacidad para leer el ambiente, y silenciosamente desvió la mirada. Si hubiera sido Christina, nunca habría elegido esas palabras.

La joven Anna inmediatamente levantó las cejas y se encendió.

—Oh querido, hermano, qué manera tan maravillosa de hablar tienes. Ahora entiendo claramente cómo lograste conquistar a cada mujer del reino, si se debe a tu maravillosa elección de palabras…

— ¿Por qué estás enojada? Si te sientes enferma, solo dilo. Es solo una fiesta de té. Estará bien incluso si no te esfuerzas.

Alberto ignoró la ira de su hermana, luego desvió la mirada hacia los alrededores. Estaba buscando a la criada que Anna trajo consigo. La criada se había retirado cuando Anna comenzó a hablar con sus amigos.

Desde el comienzo de la fiesta, ni siquiera habían pasado treinta minutos. Enviarla a casa sin terminar los saludo con los invitados, ¿no será demasiado llamativo?

Cuando dudaba si interponer la decisión de Alberto o no, de repente una voz llamó desde atrás.

—Oh querida, para que las personas más brillantes del Reino Noin estén aquí, ¿qué pasó?

La alegre voz que habló pertenecía a la persona que celebraba la fiesta del té y la que Christina saludó primero, fue la propia Marquesa Klüger.

Cabello dorado y ojos azules, los brillantes labios rojos de la marquesa Klüger dibujaron un arco y con calma los llamó a los tres.

—Vengan. ¡La fiesta del té acaba de comenzar! ¡Hablemos juntos!

Extendiendo sus manos, la marquesa los invitó a los asientos donde, además de Marx e Irene que ya se habían sentado, también había una alineación de damas que provenían de lo que podría decirse como la parte más alta de la nobleza.

Aunque Christina no era la que se preocupaba, incluso ella se puso pálida. Bajó la mirada y trató de mirar, y allí, Anna intentaba desesperadamente mostrar una sonrisa, pero el borde de sus labios se contraia.

—Sí, muchas gracias. Ciertamente iremos con usted.

Alberto sonrió y respondió de manera amigable, luego se volvió hacia Anna.

— ¿Y tú, Anna? Si te duele el estómago, vete a casa.

Christina se lamentó en secreto en su mente. Aunque todavía es bueno que se preocupara por su hermana pequeña, pero ¿por qué no daba otra excusa además de un dolor de estómago?

—Soy la imagen de la salud misma, ya ves…

Quizás esta humillación era lo que le daba fuerza. Anna miró bruscamente a su hermano, mientras que él solo acarició casualmente la cabeza de su hermana.

—Es eso así. Si se vuelve doloroso solo dímelo. No te preocupes hermanita, ¿de acuerdo?

Después de echar un vistazo a las manos de Christina y Anna, que todavía se sostenían entre sí hasta ahora, Alberto fue hacia el salón de té.

Anna apretó con fuerza su palma y luego declaró en voz baja.

—Hermana, yo no voy a perder.

—Ese es el espíritu, Anna.

Aunque ya no sabía qué hacer para competir. Sin embargo, mientras ella se animara, está bien.

El hermano y la hermana que por lo general era difícil saber si tenían una buena o mala relación, hoy también, hicieron un intercambio extraño y se dirigieron juntos hacia la mesa.

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