El gran deseo – Capítulo 6: La investigación (1)

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Una gran pila de documentos estaba apilada sobre la mesa. Sienna presionó sus dedos en su sien, perdiéndose en sus pensamientos.

Durante los últimos días, había revisado una gran cantidad de información. Estaba tratando de elegir a las personas que trabajarían directamente para ella como el Rey de Plata.

La información recopilada estaba hecha a la perfección. Detalles personales, aptitudes laborales, incluso referencias sobre la experiencia de cada uno. Tenía suficiente información para determinar si una persona era adecuada para el trabajo o no. Con ello, iba a escoger objetivamente a las personas más talentosas del montón. Era la forma más efectiva y reducía la necesidad de ensayo y error.

Sin embargo, aunque su cabeza entendía todo esto, su corazón lo rechazaba.

Simplemente, no se siente bien.

No había una razón clara de por qué se sentía así. Hasta ahora, siempre había usado la objetividad y la razón para tomar todas sus decisiones, y nunca le habían fallado. Así que no entendía por qué estaba dudando.

Una dama de compañía se acercó cautelosamente a Sienna, mientras ella continuaba refunfuñando para sí misma.

—Su Majestad, un asistente de la residencia del Rey de Hierro solicita una audiencia —le informó.

—¿La residencia del Rey de Hierro?

Sienna reflexionó sobre esto por un momento antes de permitirle pasar.

El asistente entró y bajó su cabeza en una profunda reverencia. Educadamente, le entregó una carta a una de las damas de honor. El contenido de la carta era sencillo. El Rey de Hierro solicitaba su presencia para tomar el té de la tarde y charlar. No había nada extraño en la invitación.

Por supuesto, Dian y Sienna nunca antes se habían invitado amistosamente.

¿Está tratando de descifrarme?

Esta era una buena oportunidad. Ahora que pensaba en ello, nunca había tenido una conversación apropiada con el príncipe Dian. Mientras no fuera hostil con ella, no había necesidad de considerarlo un enemigo.

—Puede volver y decirle al Rey de Hierro que iré a verlo pronto.

El asistente parecía sorprendido, como si no hubiera esperado esa respuesta. Después de que se fue, Sienna pensó en su reacción. Incluso el asistente, que había pasado por un riguroso entrenamiento para su puesto, no pudo evitar sorprenderse con su respuesta. El encuentro entre el Rey de Plata y el Rey de Hierro, definitivamente, iba a ser motivo de chismes entre la nobleza.

Si Sienna no hubiera tenido esos sueños, si no supiera lo que pasaría en el futuro, ¿cómo habría reaccionado en la coronación y justo ahora?

Me habría molestado mucho.

Habría odiado a Dian por arruinar mi cumpleaños y el día más importante de su vida. Habría pensado que este mestizo la había humillado y le había hecho perder su honor. Habría estado rechinando los dientes debido a la mortificación, e incluso, habría escuchado en silencio como el Rey Rojo maldecía al príncipe Dian, estando de acuerdo con sus palabras en su corazón.

Pero, inesperadamente, madre ha estado tranquila en un momento como este.

El corazón de Sienna estaba en paz. Incluso si su camino tomaba algunos giros y vueltas, ella terminaría siendo el emperador algún día. Desde que era joven, Sienna nunca había imaginado un futuro en el que no se convertía en emperador. Todo llegaría a suceder, así que no había necesidad de ser impaciente.

—Su Majestad, el Rey Rojo ha enviado un mensaje —le informó una dama de honor.

El día después del banquete, el Rey Rojo envió una dama de honor para pedirle a Sienna que fuera a visitarla. Sin embargo, Sienna había estado ocupada con la búsqueda de su personal y se negó.

Ella no cumplió con su petición de mantener su puesto en el banquete. Sienna creía que el Rey Rojo solo la estaba llamando para expresar su disgusto por este asunto, y no estaba de humor para escuchar su sermón.

Debería ir a verla hoy.

Ya que habían pasado unos días, el Rey Rojo ya debería haberse calmado.

—Déjalos pasar.

—El asistente ya se ha ido. Solo me pidió que le transmitiera este mensaje.

La dama de honor le entregó a Sienna un sobre. Ella abrió el documento dentro y se rió.

Qué minucioso de su parte.

Eran postulaciones.

—Dile al Rey Rojo que iré a verla por la tarde.

—Sí, Su Majestad.

Sienna observó los documentos y dejó salir una extraña risa.

Ella me conoce muy bien.

Le había enviado postulaciones que coincidían perfectamente con los gustos de Sienna, tanto en su estatus como en sus habilidades. No adjuntó ninguna nota de recomendación… Como si sus talentos fueran suficientes.

Si no hubiera tenido una visión del futuro, Sienna, probablemente, habría elegido un secretario personal y el capitán de sus escoltas de estas solicitudes. Esos dos puestos eran increíblemente difíciles de llenar.

El problema es que nunca sabré si estas personas me serán leales solamente a mí o si irán de un bando a otro.

Había una razón por la que Patricia recomendó a estas personas.

Sienna hojeó cada página y miró los retratos adjuntos a las postulaciones, de repente, se detuvo cuando vio uno.

Esta persona es…

Ella lo había visto antes. Era uno de los caballeros que había arrastrado al enviado de Peroh fuera del salón real de audiencias. Definitivamente, era él.

Comenzó a golpear sus dedos contra la mesa y solo se detuvo cuando finalmente llegó a una conclusión.

No lo aceptaré.

Ella no aceptará a ninguna de las personas que Patricia le había recomendado.

♦ ♦ ♦

El palacio imperial era conocido por su gran tamaño. Si se incluyen todos los jardines, era tan grande como una pequeña ciudad.

El Palacio del Sol, donde vive el emperador, estaba en el centro. La esposa del emperador, el Rey Rojo o el Rey Azul, vivía en la residencia anexa a ese palacio. Técnicamente, el Rey Rojo vivía en el Palacio del Sol, pero su residencia se denominaba, a menudo, el palacio del Rey Rojo.

El Palacio del Sol estaba rodeado de palacios grandes y pequeños, y de edificios administrativos.

Los edificios administrativos se habían establecido cuando se diseñó el palacio por primera vez, por lo que todos estaban situados al sur del Palacio del Sol.

Los palacios para los miembros de la familia imperial se construyeron según las necesidades. Por lo tanto, sus tamaños varían mucho.

Cuanto más grande era el palacio y más cerca estaba del Palacio del Sol, mayor era el estatus de su residente. Obviamente, Sienna estaba en el palacio más grande y más cercano. Incluso después de haberse convertido en un rey, no cambió su residencia.

En comparación, el palacio de Dian estaba lejos del Palacio del Sol, al norte, y el tamaño era pequeño. Después de convertirse en rey, se mudó a una residencia diferente. Tan pronto como terminó su traslado, llamó a Kuhn. Todavía estaba en medio de conseguir más muebles para llenar la espaciosa sala de estar, por lo que se sentía muy vacío.

Aparte de los dos hombres en el sofá, nadie más estaba dentro de la habitación. Dian ya no tenía que actuar en secreto. Ahora podía llamar abiertamente a Kuhn en lugar de hacerlo entrar a escondidas.

Kuhn miró a su alrededor y expresó su admiración.

—Aunque este lugar es grande, se veía bastante viejo desde afuera. Pero por dentro se ve bastante bien.

—Es único porque es viejo. Este es uno de los palacios que se construyó cuando el palacio imperial se estableció por primera vez.

El emperador fundador tuvo tres hijos, así que cuando el palacio imperial se estaba construyendo, le construyó a cada uno de ellos un palacio también. A partir de entonces, los palacios originales normalmente eran utilizados por los miembros de la familia imperial que habían recibido una coronación.

—Estoy seguro de que el Rey de Plata reside en otro, ¿así que el tercero permanece vacío? —Preguntó Kuhn.

—El emperador lo usa como su palacio privado.

—¿Pediste tú mismo este palacio?

—No. Iba a hacerlo, pero ya había recibido el aviso antes de tener la oportunidad. Entré tan rápido como pude, antes de que el Rey Rojo pudiera objetar. —Dian se rió mientras bebía su té—. He oído que el Rey Rojo no ha salido de su dormitorio desde el banquete. Estoy seguro de que se puso aún más furiosa cuando se enteró de que me mudé a este palacio. ¿Está deprimida? ¿O está tramando algo?

Kuhn recordó el informe que había recibido de uno de sus hombres que fue plantado cerca de la casa ducal Rimone. No había sido capaz de colocar a alguien dentro de la casa ducal, pero aun así pudo investigar a fondo las identidades de las personas que entraron y salieron de la residencia.

El día después del banquete, alguien extraño entró en la casa. Esta persona era un doctor, pero era más conocido por su especialidad en embalsamamiento. Era común que los miembros de la nobleza disfrutaran de los animales embalsamados como adornos y ornamentos. Sin embargo, aún no era temporada de caza, y no se sabía que la casa de Rimone tuviera interés en preservar los animales.

Puede que no sea nada. El duque Rimone estaba en su lecho de enfermo, así que no era extraño que un médico entrara en la residencia. Pero algo parecía un poco raro, y la intuición de Kuhn normalmente era correcta.

Debería averiguar más antes de decir algo. Necesito saber con certeza primero…

—¿Se ha reunido con Su Majestad Imperial desde que se instaló? —Preguntó Kuhn, alejando aquel pensamiento de su mente por ahora.

—No. No sé lo que está pensando. Tampoco dijo nada, pero nadie sabe lo que está pensando. Solo necesito jugar correctamente las cartas que me han dado. —La expresión de Dian se asentó mientras se perdía en sus pensamientos—. Más importante aún, tengo mucha curiosidad por la princesa Sienna. Ah, es verdad. Ella es el Rey de Plata ahora. Tengo curiosidad por saber lo que está pensando el Rey de Plata.

Dian no era capaz de entender el significado detrás de la tranquila reacción de Sienna durante la coronación. La princesa no se estremeció en absoluto. Era casi como si ella lo esperara. Ese día, ella regresó al salón de banquetes por un breve momento antes de volver a su palacio. No volvió después de eso. El banquete, que se suponía que era dirigido a ella, se había convertido en un escenario para Dian en su lugar.

Era raro que todos los nobles arrogantes asistieran a un evento social a la vez. Gracias a eso, Dian pudo conocer a muchas personas y forjar muchas conexiones.

—¿Tenía la impresión equivocada del Rey de Plata?

Después de ser reconocido como un príncipe y entrar en el palacio, todavía vivía una vida agotadora, a pesar de cómo se veía por fuera. Escondió su verdadero ser y se comportó de forma lamentable, como si no tuviera nada que ofrecer.

A pesar de que se esforzó por vivir así, todavía había espadas que seguían apuntándole. Tuvo que superar múltiples situaciones mortales. Debido a que, a menudo, tenía pesadillas de ser asesinado, había momentos en los que no podía dormir nada.

Era tan doloroso vivir así que siempre se preguntaba si estaría mejor muerto. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzó a cultivar un espíritu terco. Quería vivir. Creía que necesitaba convertirse en emperador para sobrevivir.

El Rey Rojo y la casa Rimone estaban detrás de todas sus desgracias. La princesa Sienna, ignorando todos los complots y conspiraciones que la rodeaban para mantenerla a salvo, puso todo su corazón en sus estudios reales.

Por lo tanto, Dian siempre creyó que Sienna era como una flor de loto. Con sus raíces en lo profundo de las aguas fangosas, florecía con tanta gracia, sin darse cuenta de su sucio entorno.

Mientras que la ignorancia podía ser un crimen en sí misma, Dian no le guardaba rencor a la princesa. Los obstáculos que necesitaba superar eran el Rey Rojo y la casa Rimone, no la princesa Sienna.

—¿Qué piensas?

—No estoy seguro…

Era cierto que la princesa Sienna era diferente a como se veía. Sin embargo, las diferencias que Kuhn notó no eran las mismas que notó Dian.

Mientras que ella era dominante, inflexible y terca, era solo una pequeña parte de su carácter. Cuanto más la conocían, más se daban cuenta de que no discriminaba por las posiciones de cada uno y no mostraba desdén alguno por alguien de menor clase. Sabía cómo abrir sus oídos y escuchar los consejos de los demás.

La extrañaba. Solo le bastaba verla por un momento, no quería nada más. Pero si lo hacía, se volvería codicioso. Querría abrazarla y tocarla. Como la última vez.

—No hay necesidad de preocuparse.

Kuhn miró su taza de té por un largo rato antes de soltar un suspiro y hablar con Dian. Pensó que Dian estaba preocupado de que sus planes se arruinaran.

—Por eso yo…

Un golpe en la puerta lo interrumpió.

—Su Majestad, el Rey de Plata ha llegado —les informó un asistente al entrar.

—Déjela entrar.

El asistente inclinó la cabeza y se fue.

—¿El Rey de Plata…?

Afortunadamente, Dian todavía estaba mirando al asistente cuando Kuhn habló. Si Dian hubiera estado mirando a Kuhn cuando el asistente les informó de la llegada del Rey de Plata, habría visto la expresión temblorosa de Kuhn. Dian, al ser muy observador, habría notado que algo pasaba.

—La invité.

Kuhn se levantó de su asiento.

—Me retiraré.

—¿Por qué? —Preguntó Dian.

—¿Realmente quieres que me quede?

—Deberías quedarte. Por eso invité al Rey de Plata. Mientras hablo con ella, tienes que observarla cuidadosamente. Observa su comportamiento y mira si tiene alguna intención oculta.

Kuhn se burló con incredulidad de este ridículo plan.

—¿Soy un lector de mentes?

—¿No lo eres?

La expresión de Kuhn se endureció al ver a Dian reírse con alegría.

—Dian, nada bueno vendrá de mostrarle al Rey de Plata cuán a menudo nos encontramos.

—Le dije que eres mi compañero. Está bien —respondió Dian con calma, desconociendo los frenéticos pensamientos de Kuhn. Y así, Kuhn perdió su oportunidad de escapar. Mientras estaba de pie en la habitación, las puertas se abrieron y Sienna entró. Sus ojos se encontraron inmediatamente.

Sus ojos dorados se entrecerraron, haciendo que Kuhn evitará furtivamente su mirada.

—Bienvenida, Rey de Plata.

Dian se levantó y se acercó a saludar a Sienna.

—Gracias por venir aquí de esta manera.

—Gracias por la invitación. Dijiste que tenías un buen té.

—Por supuesto. Te serviré el mejor té.

Dian guió a Sienna al sofá. Había dos largos sofás frente a frente. Hasta ahora, Dian y Kuhn habían estado sentados uno frente al otro. Dian le dio a Sienna su asiento y fue a sentarse junto a Kuhn.

—Su Majestad, ahora que un invitado de honor ha llegado, creo que es apropiado que me retire…

—No hay necesidad, sir Roxan —le interrumpió Sienna, enfatizando ligeramente su nombre al final de la frase.

—El Rey de Plata dijo que está bien. No es la primera vez que la conoces, así que no te intimides tanto y siéntate.

Con Dian insistiendo en que se quedara, Kuhn no tuvo más remedio que volver a sentarse.

Nadie dijo una palabra mientras esperaban que las damas de honor entraran con el té. Incluso Dian, que era un hablador, no tenía nada que decir. La bella Sienna estaba sentada tan erguida en el sofá que parecía inabordable.

Dian sostuvo su taza de té y rompió el silencio con un extraño sentimiento.

—Pensar que estoy sentado con el Rey de Plata y compartiendo una taza de té. ¿Quién iba a saber que un día como este llegaría?

Había llamado a la princesa para saber qué podía estar pensando, pero ahora que podía verla de cerca, estaba intrigado. Cuando llegó por primera vez al palacio, fue ingenuo. A pesar de que tenían madres diferentes, estaba muy emocionado por tener una hermana menor. Habiendo estado solo la mayor parte de su vida, siempre había querido una relación de hermanos cercana.

—Rey de Plata, me odiabas, ¿verdad? No, estoy seguro de que todavía me odias.

—El amor y el odio son dos caras de la misma moneda. Nunca tuve una razón para odiarte porque no tenía interés en ti —respondió Sienna, con una voz firme y sin emociones.

Ante esta inesperada ofensa, Dian la miró fijamente, como si le hubieran pegado. Luego, estalló en risas.

—Ya veo. Supongo que el odio también es una emoción. Gracias por notar mi error. Veo que tenía un gran concepto de mí mismo.

Había gente que decía que la princesa Sienna estaba hecha de hielo, refiriéndose a su fría personalidad y a su perfecta belleza.

¿Estaba siendo imparcial?

La frialdad de la princesa no era cruel, ni despiadada. Por alguna extraña razón, Dian se sentía mejor. Aunque ella dijo que no tenía interés en él, el corazón de Dian se conmovió cuando la escuchó decir que no lo odiaba.

—¿Así que todavía planeas no tener ningún interés en mí de ahora en adelante?

Dian sonrió. Él siempre parecía sonreír. Esto le fascinaba a Sienna. Ella nunca había visto al emperador sonreír. Incluso la misma Sienna rara vez sonreía.

¿Será porque creció fuera del palacio cuando era joven?

Ella creía que mostrar cualquier emoción humana era considerado antiestético. La familia imperial era conocida por su falta de expresión y emociones. Necesitaban ser diferentes de las personas normales.

Sin embargo, Dian sacudió los prejuicios que Sienna había mantenido hasta ahora. Debido a que no había sido educado en los estudios reales cuando era joven, Dian sonreía como una persona normal. Esto era una prueba de que expresar emociones no era imposible y que, en realidad, era el resultado de esta noción que se le había metido en la cabeza durante muchos años. Además, la cara sonriente de Dian no tenía ningún aspecto antiestético.

—Parece que debería interesarme por ti de ahora en adelante. Vamos a competir por la corona del Árbol Sagrado. ¿No es así, Rey de Hierro?

Dian se quedó boquiabierto, incapaz de responder. Nunca esperó que esas palabras salieran de la boca de la princesa. Solo estaba agradecido de que ella no sintiera desdén por tener un mestizo en su presencia.

Sienna observó de cerca a Dian, mientras continuaba bebiendo su té. Así como Dian la había invitado para cumplir sus propios objetivos, Sienna había aceptado la invitación por sus propias razones.

No se sentía amenazada por la expresión o el comportamiento de Dian. Parecía demasiado relajado para fingir ser cordial. No estaba segura en el salón de banquetes, pero ahora lo sabía con seguridad.

Ha cambiado.

El futuro había cambiado. El futuro, en el que Patricia lo había acosado cruelmente hasta el punto de que Dian estaba resentido y furioso, ya no estaba aquí.

Pero aún podría suceder. Las ruedas del tiempo podrían haber saltado un poco. Por ahora, no tuvo lugar antes del cumpleaños de Sienna.

Ella no podía entender lo que su madre había hecho en el futuro de sus sueños. Ya que Sienna no lo sabía, no podía evitar que sucediera. Pero fuera lo que fuera, Patricia no podría lastimar a Dian fácilmente, ahora que él era un rey. Ahora era una persona que tenía una posición con la que no se podía jugar.

Príncipe, no es que quiera ayudarlo.

Era solo que el orgullo de Sienna había recibido un golpe cuando vio a su futuro yo vivir con tanto pesar por algo que no hizo. Ella no quería vivir algo así.

Sienna dejó su taza de té y se levantó.

—Gracias por el té.

—¿Ya te retiras?

—Puede que tengas mucho tiempo libre, Rey de Hierro, pero yo estoy bastante ocupada.

En vez de sentirse ofendido, Dian soltó una risa sincera. Por alguna razón, le gustaba bastante esta quisquillosa hermana menor suya.

—Iré a despedirte.

—Eso no es necesario.

—Te tomaste la molestia de venir hasta aquí, así que, por supuesto, debería despedirte.

—Solo por venir aquí, ya he creado suficientes chismes.

—Si eso es lo que quieres…

La voz de Dian se desvaneció mientras miraba a Kuhn.

Sir Roxan, ¿por qué no la envía en mi lugar?

—Sí, Su Majestad —respondió Kuhn, después de contar hasta tres en su cabeza. De forma que no pareciera que estaba esperando esto todo el tiempo.

Sienna miró en silencio a Kuhn, antes de darse la vuelta. Kuhn le dio una palmada en la espalda a Dian cuando nadie miraba y comenzó a seguir a Sienna. Aunque Kuhn lo hizo por gratitud, Dian no era consciente de ello y lo interpretó de una manera diferente.

¿Está molesto porque le he hecho hacer algo fastidioso?

Dian se perdió en sus pensamientos.

¿Debería preguntarle a Kuhn si debería tratar de mejorar mi relación con la princesa?

No planeaba descargar su animosidad por el Rey Rojo en la princesa.

Hm…

Dian cruzó sus brazos y suspiró.

Bastardo ingenuo. Kuhn definitivamente lo llamaría así con su voz rencorosa.

Ya lo sé. Tengo un lado blando.

Se había preguntado seriamente sobre esto en el pasado. ¿Por qué era así?

No hay nada que pueda hacer al respecto. Esa era la conclusión a la que había llegado. Había nacido así desde el principio.

Definitivamente, tenía sus enemigos políticos. El Rey Rojo y la casa Rimone estaban muy en contra de que se convirtiera en príncipe, y continuaron siendo un obstáculo para él después del hecho. Debido a sus conspiraciones, Dian se había encontrado con muchos casos en los que casi había perdido la vida.

Sin embargo, nunca se había resentido tanto con ellos como para sentir que no podía vivir bajo el mismo cielo. Nadie conocía sus verdaderos sentimientos. Ni siquiera Kuhn.

Ese hombre frío y calculador ciertamente diría: ¿Cómo puedes ser un príncipe con un corazón tan débil? Eres una causa perdida. Dian estaba seguro de que Kuhn no seguiría invirtiendo en él si eso sucedía.

Todos pensaban que Dian se reía por fuera y escondía una espada afilada por dentro. Dian dejó que creyeran lo que quisieran.

¿Estoy pensando así porque no he tocado fondo todavía?

Aunque casi hubiera muerto, ahora estaba vivo. Había creído de verdad que iba a morir, y entonces conoció a Kuhn. Había querido convertirse en un príncipe para sobrevivir, pero ahora que era un príncipe, tenía el deseo de cambiar el imperio, de cambiar el mundo.

Y ahora, las cosas habían progresado sin problemas y su objetivo estaba a la vista.

Además, no hace mucho tiempo, se había reunido con su tío materno que creía muerto. Después de esto, la paz se había establecido dentro del corazón de Dian. Cada migaja de descontento parecía haber desaparecido.

Cuando se trata de la princesa… Hm, como pensé, no debería mencionarlo primero.

Hablar mal de los demás era algo que perforaba el corazón.

Kuhn Raad.

El jefe de la familia Raad, líder de la Compañía Kaligo, dueño de las tiendas Raad, dueño de las tiendas Roxan. Dian solo conocía cuatro de sus identidades, pero quién sabía cuántas más ocultaba.

De alguna manera, habían llegado a tratarse como amigos, pero Dian siempre recordó que Kuhn era un hombre temible.

♦ ♦ ♦

Kuhn siguió al Rey de Plata con un paso detrás. Ella era un rey, y Edward Roxan era solo un comerciante. No tenía derecho a caminar a su lado.

Solo medio paso. Sin embargo, esa pequeña distancia parecía muy lejana.

¿Me faltan algunos tornillos en mi cabeza?

Incluso en medio de todo el caos de su cabeza, se sentía satisfecho de verla de esta manera. No había un tonto más grande que él.

Vio su oído asomarse por su cabello azul y plateado. Sus dedos se movieron con la necesidad de tocarlo. Quería enterrar sus labios contra su cuello blanco y marcarla claramente como suya.

Sabía que esto pasaría.

Solo quería ver su rostro, pero ahora que su deseo se había cumplido, se había vuelto irrazonablemente codicioso. Cuando Kuhn vio que se acercaba el final del corredor, empezó a sentirse nervioso. Era demasiado corto.

Un asistente que la había estado esperando en su carruaje se inclinó y bajó los escalones del carruaje tan pronto como vio a Sienna salir del palacio.

Kuhn aceleró sus pasos y llegó a la puerta del carruaje antes que ella. Extendió su mano para escoltarla al carruaje. Su suave y delgada mano agarró la suya. Cuando subió a los escalones del carruaje, giró la cabeza.

A Kuhn le gustaba que sus claros y dorados ojos miraran directamente a los suyos. La mitad de él quería que ella entrara en el carruaje, pero la otra mitad no.

Quería que mirara hacia otro lado para poder calmar su corazón, pero al mismo tiempo, quería aferrarse a ella y rogarle que lo mirara.

Sienna se dio la vuelta y se bajó de los escalones. Luego habló con Kuhn.

—Tengo algo que preguntarle, así que venga conmigo. —Luego, habló con una dama de compañía—. Caminaremos a mi palacio. Manténgase a veinte pasos de distancia.

—Sí, Su Majestad.

Después de asegurarse de que las damas de honor no podían oír su conversación, los dos comenzaron a caminar juntos.

Era el descanso de la tarde, así que todo estaba tranquilo. Apenas había gente que pasara por delante de ellos. Las nubes en el cielo suavizaban la irritante luz del sol. El viento llevaba el olor a hierba fresca y se sentía refrescante.

Sienna miró a Kuhn mientras caminaba silenciosamente a su lado. Ella no sabía lo que él estaba pensando, ya que sus ojos comenzaron a mirar repetidamente a izquierda y derecha.

—¿Estás memorizando en secreto la estructura del palacio? —Le preguntó Sienna.

—¿Perdón?

Su sorpresa parecía sospechosa.

—El palacio es enorme. Nunca serás capaz de memorizar su estructura de esa manera.

—No es así. Solo estaba pensando en algo ridículo… —Kuhn frunció el ceño antes de reírse—. Vas a pensar que es absurdo. Estaba buscando una ruta de escape, porque estaba pensando en secuestrarte fuera del palacio.

—Ya veo… Sí, es ridículo.

—Su Majestad.

Al no obtener respuesta de su parte, dijo nuevamente:

—Su Majestad.

—¿Qué sucede?

—Si te beso, ¿te enfadarás conmigo?

Sienna se sorprendió momentáneamente. Ella no se extrañaría de que este hombre hiciera algo así. Inconscientemente, volteó su cabeza hacia atrás para asegurarse de que sus damas de honor estaban a una distancia justa.

—Si haces eso, ciertamente te mataré —respondió con voz baja, apretando sus dientes.

—Sí, sí. Si arruino la reputación del Rey de Plata, estoy seguro de que nunca seré perdonado.

¿Secuestrarla? ¿Besarla? El hombre que había dicho estas cosas irrespetuosamente solo se encogió de hombros. Sienna le estaba dando una mirada feroz, pero él solo le sonrió. Ella no pudo evitar reírse también. No sabía por qué era tan tolerante con este hombre.

—Habría sido bueno que estuviéramos en completa oscuridad —murmuró Kuhn, mientras dejaba escapar un suspiro.

¿Qué pensaba hacer en la oscuridad? Sienna no reaccionó a sus sugerentes palabras. Sin embargo, no pudo evitar sentirse de acuerdo en lo profundo de su corazón. El recuerdo del paseo que habían compartido en el patio la noche de la coronación estaba firmemente arraigado en su mente.

—¿Cuándo te convertirás en un miembro de la nobleza? —Le preguntó, intentando desviar el tema.

—No lo sé.

—¿El Rey de Hierro todavía no quiere darte un título?

—No he hablado con él sobre eso todavía.

No tenía intención de hablar de ello en absoluto. ¿Un título? La deuda de Dian no se pagaría con un simple título.

—Solo soy un comerciante trivial, así que, por favor, no se preocupe por mi título y hable cómodamente conmigo.

—No estoy preocupada —respondió Sienna, solemne—. ¿Me presentarías a alguien que pueda darme información sin tener que pasar por los protocolos del palacio imperial?

—Ah…

Kuhn dejó escapar un suspiro.

—¿Es una petición difícil? —Preguntó Sienna.

—No, no es eso. Solo me estoy dando cuenta de que realmente tenías negocios conmigo.

Cuando Sienna parecía no entender, Kuhn comenzó a explicar.

—Pensé que no se subió a su carruaje porque quería dar un paseo conmigo, Su Majestad.

—Veo que se equivocó por mucho.

Sienna se rió mientras volvía su mirada al frente. En realidad, sintió un pinchazo en su corazón. Definitivamente, no había querido separarse sin compartir una palabra con él.

—¿Por qué necesitas a alguien que te dé información? Estoy seguro de que Su Majestad puede obtener información clasificada si se lo propone.

—Lo que estoy buscando no es ese tipo de información. Es mucho más trivial que eso. Solo quiero saber lo que mis súbditos necesitan a diario mientras tienen que vivir con fondos limitados. Pero si le hago a alguien ese tipo de pregunta, todos se preguntarán sobre mis intenciones. Podrían exagerar el valor de una moneda cuando me contesten. Quiero una respuesta que no sea calculada, y no puedo obtener ese tipo de información a través de las formas normales en el palacio.

Kuhn comenzó a pensar en formas de satisfacer su petición. Podía presentarle a un informante, pero no solían ser sujetos respetuosos de la ley. Si los conectaba, el informante probablemente iría y vendría del palacio con frecuencia, y Kuhn no podía soportar la idea de ver a un pícaro merodeando a su lado.

No puede ser un hombre. Si es una mujer… ¿Qué tal ella?

La líder de Olga, Evita. No había otra mujer en el campo que fuera tan talentosa como ella. Kuhn había tomado su decisión.

—Hay gente que compra y vende información. No es difícil presentarte a algunos de ellos, pero no son el tipo de personas que trabajan por encargo. Si quieres información, tendrás que pagar un precio.

—¿Una recompensa? ¿Será suficiente el dinero?

—Ese es el tipo de compensación que más les gusta. Empezaré a hacer los preparativos necesarios para que se reúnan.

—Haré que les hagan un permiso de entrada al palacio.

—No lo necesitarán. Pueden encontrar una manera…

Kuhn cerró la boca cuando vio que la expresión de Sienna se enfriaba. Rió torpemente y habló rápidamente.

—Por supuesto que necesitarán un permiso de entrada al palacio para entrar en él.

Sienna lo miró con asco cuando comenzó a cambiar de tema. Ella castigaba severamente a aquellos que se metían con las estrictas reglas del palacio. Su intensa fuerza de voluntad estalló en ese momento.

Déjalo pasar.

Calmó sus respiraciones. Había decidido que quería aprender sobre este mundo que no había conocido antes.

—Haz lo que tengas que hacer. Solo necesito un informante.

—¿Confías en mí?

Sienna le echó un vistazo. Su fría voz cortó el silencio.

—No confío en ti.

Kuhn soltó una risa débil. Por alguna razón, Sienna sintió un pinchazo en su corazón.

—¿Entonces por qué me pides que haga esto por ti?

—No confío en ti, pero confío en tu juicio.

—Trabajo para el Rey de Hierro.

—Lo sé…

—Intentaré comprar al informante que te presente y averiguaré qué tipo de información te dan.

Sienna se rió con incredulidad. Aunque fue la primera en decir que no confiaba en él, no pudo evitar sentirse decepcionada. Aunque estaba disgustada por el hecho de que él le dijera que la apuñalaría por la espalda en la cara, no lo odiaba. Más importante aún, no sabía por qué estaba sintiendo emociones tan conflictivas.

—¿No acabo de decir que estoy buscando información trivial? No importa quién lo sepa.

Ambos se quedaron en silencio. Solo tenían una conversación superficial mientras trataban de averiguar las intenciones ocultas de la otra persona. Sintieron la presencia de una pared resistente entre ellos.

Vieron el palacio del Rey de Plata aparecer más adelante. Ya habían llegado a su destino. ¿Estaba el palacio siempre tan cerca? Los sirvientes salieron cuando vieron que su maestro había regresado. Sienna, finalmente, dejó de caminar y se quedó quieta.

—Puedo volver por mi cuenta desde aquí.

—Sí, Su Majestad —dijo Kuhn, bajando la cabeza.

Sienna comenzó a caminar, pero se detuvo y giró la cabeza. La cabeza de Kuhn seguía baja.

Dio la vuelta y comenzó a caminar una vez más. Unos momentos después, Kuhn finalmente se enderezó. Vio cómo su figura se hacía cada vez más pequeña. ¿Se había dado la vuelta para mirarlo mientras su cabeza estaba baja?

Por supuesto que no, pensó para sí mismo amargamente. Incluso después de verla entrar en su palacio con sus damas de honor, Kuhn no podía moverse de su sitio. Era reacio a irse.

♦ ♦ ♦

—Su Majestad Imperial, el Rey Gong solicita una audiencia —estaba diciendo una dama de compañía.

Sienna estaba soñando de nuevo. Esta era la quinta vez.

—Denegado.

La dama de honor asintió con la cabeza antes de salir de la habitación. Sienna recordó haber visto esto antes. El primer sueño había comenzado de esta manera.

¿Estaba soñando lo mismo de nuevo?

No, la ubicación es diferente.

En ese sueño, estaba en el dormitorio del emperador. Ahora mismo, mientras miraba a su alrededor a través de los ojos del emperador, podía ver que estaba en una gran sala de estar. Y ella, siendo el emperador, se encontraba sentada en el sofá.

¿Rey Gong? ¿Quién es ese?

En este momento, no había ninguna persona llamada Rey Gong. El imperio estaba intacto, y su único maestro era ella, el emperador.

La mayoría de los señores gobernaban sobre sus propios dominios, así que eran similares a los reyes en cierto sentido. Sin embargo, no habían recibido oficialmente ese título al declarar su sumisión al emperador.

Debe ser alguien nuevo que aparecerá en algún momento del futuro.

¿Quién podría ser? ¿Y por qué el futuro yo se negó a verlo?

—Su Majestad Imperial, la condesa está aquí.

—Déjela pasar.

La mirada del emperador se dirigió hacia la puerta cerrada. Unos momentos después, se abrió y dos mujeres entraron en la habitación.

Ambas eran personas con las que Sienna estaba familiarizada. Una Emma mayor estaba ayudando a la vieja condesa Pope a entrar en la habitación.

Sienna se sorprendió al ver a la condesa con tantas arrugas en su rostro. La extrovertida y diligente condesa era ahora tan vieja, que no podía caminar sin ayuda.

El emperador se levantó de su asiento y se acercó a la condesa, tomando sus manos entre las suyas.

—Bienvenida.

—Gracias, Su Majestad Imperial. ¿A qué debo el placer de ser recibida personalmente por el emperador?

—Caminaba muy lento, condesa, así que me impacienté y no pude esperar más.

La voz del emperador estaba llena de alegría y tomó el brazo de la condesa suavemente.

—Dios mío, Su Majestad Imperial… No hay necesidad de honrarme de esta manera.

La Condesa trató de rechazar la ayuda del emperador, pero el emperador parecía estar aún más encantada y ayudó a la condesa a ir al sofá con Emma. El emperador se sentó junto a la condesa. La cara sonriente de la anciana estaba justo frente de sus ojos.

—Su Majestad Imperial, ¿ha estado bien? Debo haber tenido suerte durante mi vejez. Quería verla por última vez antes de morir, y mi deseo ha sido concedido.

—No diga eso. Estará vigorosa y alegre durante diez años más.

Sienna estaba un poco sorprendida. La condesa Pope era, definitivamente, una de sus ayudantes más cercanas. Sin embargo, eso solo significaba que Sienna la prefería a ella sobre los demás. Nunca habían tenido una relación en la que dependiera emocionalmente de ella.

Pero en el futuro, las dos eran mucho más cercanas. Viendo lo cerca que estaban sentadas, parecía que sus corazones estaban unidos también.

—Su Majestad Imperial, parece estar bastante preocupada. Entiendo que gobernar este vasto imperio es un trabajo difícil, pero me duele ver su hermoso rostro tan agotado.

—Oh, basta. No la he visto en mucho tiempo, y ya empieza con las palabras hirientes. Por supuesto que mi rostro ha cambiado. Ya tengo más de cuarenta años.

Los ojos de la condesa se abrieron de par en par.

—¿Ya tiene cuarenta años? Parece que cuanto más viejo uno se hace, más rápido pasa el tiempo. Hoy en día, parece que olvido las cosas más a menudo.

Mientras continuaban su cálida conversación, el emperador giró la cabeza y miró a la puerta. Escuchó una conmoción afuera: la voz enojada de un hombre junto con la voz aguda de una mujer.

—Ve a ver de qué se trata todo este ruido.

Una dama de honor recibió la orden y salió de la habitación. Unos momentos después, la puerta se abrió de golpe.

—¡Su Majestad Imperial!

La voz sonora de un hombre resonó en la habitación. El hombre era enorme, recordándole a Sienna un oso. Parecía que su fuerza era tan grande como su estatura.

Los asistentes se aferraban a cada uno de sus brazos en sus intentos de detenerlo. Apenas podían sujetarlo mientras decían:

—¡No debe hacer esto!

—¡Por favor, váyase de inmediato!

¿Qué está sucediendo…?

Sienna no sabía si debía reírse o consternarse por esta visión. Parecía que un montón de pequeños animales colgaban de una gran bestia.

¿Cómo se atreve este hombre a presentarse ante el emperador sin permiso? Sienna lo miró fijamente a través de los ojos del emperador mientras el hombre jadeaba con esfuerzo.

—Déjenlo ir.

El emperador no estaba loco; tampoco sonaba como si estuviera reprimiendo su ira. Todos los asistentes le quitaron las manos de encima y dieron un paso atrás. El hombre se burló mientras acomodaba su ropa.

Sienna observó al hombre de cabello castaño rojizo. Era tan grande que todos los asistentes del palacio parecían enanos a su lado. Parecía bastante viejo. Sin embargo, sus ojos brillaban como los de un hombre joven.

Nunca había visto a este hombre antes.

Había dos tipos de hombres. Un guerrero y un escritor. Este hombre era definitivamente un guerrero entre los guerreros. Podía ver que entrenaba su cuerpo extensamente por todos los músculos que se podían ver a través de su camisa.

—Ha pasado mucho tiempo, Su Majestad Imperial.

Sir Kali, ¿qué significa esto? Todo debe hacerse de acuerdo con los procedimientos establecidos en el palacio.

—Sí, conozco los procedimientos. Si quiero ver al emperador, necesito solicitar una audiencia y esperar mi turno antes de recibir el permiso. ¿Pero qué puedo hacer? Soy un cabeza hueca y tengo un temperamento explosivo, así que si tengo que pasar por todo eso, siento que me voy a morir de frustración.

—¡Qué insolente! ¡¿Cómo se atreve a hablarle al emperador de esa manera?! —Gritó un hombre de mediana edad. Por su uniforme, Sienna supuso que era el Gran Chambelán.

—Aunque el emperador no me mate hoy, mi maestro seguramente lo hará. Por lo tanto, antes de morir, me gustaría sacarme algo del pecho.

El hombre ni siquiera miró al Gran Chambelán mientras hablaba. Solo miró fijamente al emperador mientras levantaba la voz.

Es un hombre bastante ignorante.

Ya que estaba tan sorprendida por el comportamiento irrespetuoso del hombre terco, ni siquiera se molestó. Era la primera vez que veía a una persona sin escrúpulos.

Gran Chambelán.

—¿Sí, Su Majestad Imperial?

El emperador negó con su cabeza y el Gran Chambelán apretó los labios.

—Eres demasiado. ¿Por qué eres tan cruel con mi maestro? A este paso, mi maestro se arrugará y morirá. ¿Por qué no vas y le das una bofetada en la mejilla o dices algunos comentarios maliciosos para que cualquier afecto que quede en su interior desaparezca sin dejar rastro? No esto y no aquello… ¡¿Por qué siempre lo dejas solo cada mañana y cada noche?! —Gritó el extraño, triunfante.

¿Por qué este grosero sinvergüenza…?

Sienna sintió que el comportamiento irrespetuoso de este hombre había ido demasiado lejos.

—Nunca he hecho eso…

—¡Exactamente! —El hombre se golpeó el pecho con el puño mientras expresaba su ardiente frustración—. Dios mío, en serio. Ambos son tan tercos como un buey. Son exactamente iguales. Necesito escuchar una explicación de usted hoy, Su Majestad Imperial. No daré un paso fuera de esta habitación a menos que lo haga.

—¡Su Majestad Imperial!

Un grupo de caballeros corrió hacia la habitación. El líder de este grupo se acercó al emperador y bajó la cabeza. El resto de los caballeros rodearon al hombre gigante. Todos pusieron sus manos en sus espadas, listos para desenvainarlas en cualquier momento.

—Su Majestad Imperial, por favor, castígueme por ser incapaz de defenderla adecuadamente. Por favor, permítame detener a este sinvergüenza que se atrevió a entrar en su presencia. Solo deme la orden, Su Majestad Imperial.

Es él.

Sienna estaba familiarizada con el rostro del caballero. Apareció en el sueño en el que conoció a su tío materno. También lo había visto entre las recomendaciones de Patricia hace unos días.

—¿Van a detenerme? Inténtelo. No importa si son diez o veinte. Todo lo que hacen es hablar, pero sabemos que se desmayarán de un golpe.

El hombre grosero parecía increíblemente relajado, a pesar de estar rodeado por los caballeros.

—¡Por qué tú, pequeño…!

El hombre fingió que iba a embestirse contra ellos, y los caballeros retrocedieron rápidamente ante su repentino movimiento. Viendo sus reacciones, el hombre comenzó a reírse.

—¡Cómo te atreves! —Rugió el caballero.

—¿Atreverme? —Repitió de repente el hombre con incredulidad. Inclinó la cabeza y empezó a gritar sus comentarios mordaces—. Ya has crecido lo suficiente, ¿verdad? ¿Quién era el que se orinaba en los pantalones y rogaba por alguien que lo salvara cuando estaba siendo atacado por la Mantis del Desierto? ¿Y quién fue el que te salvó?

—¡Cierra la boca!

Esto es un completo desastre.

Sienna chasqueó su lengua. Además del hombre grosero que acaba de irrumpir por la puerta, todos los caballeros que le habían seguido gritaban sus acusaciones delante del emperador.

Era obvio que el emperador no estaba en peligro. Viendo como se desarrollaba esta situación en el futuro, Sienna no podía entender al emperador en absoluto.

Patético.

¿Por qué se había convertido su yo del futuro en esto? Esto no es lo que ella quería ser.

—Su Majestad Imperial.

Un nuevo personaje entró en escena.

Los ojos de Sienna alternaban entre el hombre engreído e irrespetuoso que se apoyaba en una pierna y el otro hombre que lo rozó cuando entró en la habitación. Los dos parecían idénticos.

¿Gemelos?

El color de su cabello era diferente. El hombre que acababa de entrar tenía el cabello castaño oscuro. Se arrodilló sobre una rodilla y puso una mano sobre su pecho mientras bajaba educadamente la cabeza.

—Pido disculpas por el alboroto, Su Majestad Imperial. Si lo permite, me encargaré personalmente de ese sinvergüenza y lo pondré en libertad condicional. Me aseguraré de que sea castigado.

—¡Oye! ¡¿Por orden de quién?!

Aunque se veían iguales, su comportamiento era completamente opuesto.

—Llévenselo.

—Gracias, Su Majestad Imperial.

—¡No me voy a ir! ¡No lo haré! ¡Su Majestad Imperial! ¡No me moveré hasta que me dé su respuesta!

El hombre de cabello castaño rojizo se dejó caer al suelo como un niño haciendo un berrinche.

El hombre que se había inclinado ante Sienna se levantó y se acercó a su hermano.

—Russ.

No hubo respuesta del hombre en el suelo.

—Levántate.

Ya que su hermano todavía no respondía, decidió levantar la voz esta vez.

—¡Russ!

—Sobre mi cadáver.

—Entonces muere.

—¡Oye!

—¿Estarás satisfecho una vez que te corte la garganta y meta una espada en mi propio estómago en arrepentimiento por este crimen contra el emperador? Esta es mi última advertencia. Tres, dos…

—¡Maldita sea!

El hombre de cabello castaño rojizo se levantó. El otro de cabello castaño oscuro vio como su hermano salía de la habitación antes de volverse hacia el emperador y bajar la cabeza una vez más.

Sir Kali.

—¿Sí, Su Majestad Imperial?

—Simplemente dile a tu maestro que se vaya.

—Su Majestad Imperial, ese no es un mensaje que pueda entregarle.

El emperador vio cómo el hombre de cabello castaño oscuro se alejaba después de decir eso.

—Su Majestad Imperial, por favor permítame castigar a esos hombres malvados.

La voz del caballero atravesó el silencio. El emperador no le dirigió la mirada mientras respondía.

—Puede retirarse. No le prestaré atención a este asunto.

—Su Majestad Imperial, ese hombre ha despreciado su prestigio.

—¡¿No le dije que no le prestaría ninguna atención a este asunto?! ¡¿Por quién me tomas?! ¡El que me desprecia es usted! —Le gritó el emperador al caballero. Los ojos del caballero se abrieron de par en par antes de bajar la cabeza.

—S-Su Majestad Imperial, yo solo…

—Retírese.

—Sí, lo haré…

—Y debe cuidar su boca. Sir Kali no es su subordinado.

—Lo tendré en cuenta, Su Majestad Imperial.

Todos los caballeros dejaron la habitación, y ahora estaba completamente en silencio.

Ya no sé qué está sucediendo.

Sienna murmuró en frustración.

El aliento del emperador se volvió irregular. Su visión comenzó a temblar. Parecía como si el suelo alfombrado se acercara antes de que todo se volviera oscuro.

—¡Su Majestad Imperial!

♦ ♦ ♦

Tan pronto como escuchó el grito, Sienna se despertó.

Ya era de mañana.

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