Lucía – Capítulo 67: La alta sociedad de la capital II (5)

Traducido por Maru

Editado por Tanuki


Hugo sostuvo firmemente la muñeca de Lucía y la arrastró lejos. Sus zancadas cubrieron tanta distancia que, aunque solo caminaba un poco rápido, Lucía tuvo que dar pasos rápidos para seguirle el ritmo.

—Hugh. ¿Pasó algo? ¿Por qué estás tan…?

Molesto, era lo que iba a decir. Él se detuvo y de repente la besó. Estaban en el jardín que estaba abierto por todos lados y era imposible saber cuándo vendría alguien.

Lucía se alarmó y trató de alejarlo, pero su agarre en la barbilla se tensó. Besó sus labios bruscamente y sus delicados labios se hincharon y hormiguearon. Su lengua caliente ocupó su boca en un instante, barriendo sobre sus dientes y alcanzando profundamente su boca. Ante el beso violento que ni siquiera daba espacio para respirar, Lucía jadeó sin aliento y logró seguirlo.

Se separó, cambiando la dirección y superponiendo sus labios una y otra vez. El beso que continuó hasta que se quedó sin aliento, llegó a su fin. Al final, lamió suavemente sus labios y sus ojos escarlata irradiaron lujuria.

—Voy a despedir a tu diseñadora.

Su deseo aún persistía, así que repetidamente le dio besos ligeros en los labios.

—¿Eh?

—¿Quién dijo que deberías salir luciendo tan bonita? ¡Está bien haberlo hecho más o menos!

La persona que fue a una boutique personalmente y obstinadamente adquirió un diseñador costoso ahora se quejaba. Lucía consideró que su terquedad era irrazonable, pero estaba feliz con él diciendo que era bonita, así que le dirigió una mirada amable y de reojo.

Cuando se vio en el espejo antes de salir, pensó que se veía bastante bonita. Al recibir el cortejo agresivo de un hombre por primera vez en su vida y con su esposo también diciendo que era bonita, su confianza en sí misma aumentó.

—No hagas eso. Antoine trabajó muy duro esta mañana. Y fuiste tú quien dijo que mi atuendo era una cuestión de prestigio familiar.

A Hugo no le importaban cosas como el prestigio. Solo quería comprarle un vestido. Aunque no quería que ella andara con ropa desaliñada, tampoco quería que ella se viera tan bonita. Estaba perdido en la contradicción.

—Además, ¿cómo podríamos irnos de esa manera? Es grosero con Su Alteza la reina —argumentó Lucía.

—¿Es eso importante en esta situación?

—¿Qué situación es “esta situación”?

—¡Oh, no sé… ese tipo te estaba persiguiendo!

—¿Sí?

Lucía se echó a reír cuando lo vio furioso.

—No es así. Acaba de levantar mi sombrero del suelo.

Lucía no era tonta, así que no era como si no supiera cuál era la situación anterior. Pero no había necesidad de que ella se jactara de que un hombre la invitó a salir. No quería que él malinterpretara que ensució el honor del duque con una conducta difícil de manejar.

—¿Qué quieres decir con que no lo es? Escuché todo. Era la forma típica de hacerle un cortejo a una mujer —dijo Hugo.

Lucía le dirigió una mirada mojigata e hizo un suspiro.

—Supongo que lo sabes ya que tienes más experiencia.

¿Por qué el tema fue allí? Hugo cerró la boca. En momentos como este, quería darle una buena paliza a su yo pasado por no poder decir una palabra.

—Incluso si la situación anterior era como la de un hombre que se acerca a una mujer… —comenzó a decir ella.

—No fue “así”, ¡sino precisamente la situación! —la interrumpió.

—Nada sale de eso ya que no tenía eso en mente —respondió Lucía.

La creciente ira de Hugo finalmente se calmó. Su reacción extremadamente tranquila lo hizo sentir aliviado.

—¿Por qué reaccionaste tan sensible? No te preocupes. No haré nada que dañe el honor de la casa ducal —dijo ella.

—No… es así.

La expresión de Lucia se volvió extraña. Antes de que pudiera pensar más en sus palabras, comenzó a comprender su entorno y su mente voló a otro lado. Su mirada se centró un poco más lejos de él.

Hugo giró la cabeza en dirección a su mirada. Como la había arrastrado sin pensarlo para alejarla de ese bastardo, no le prestó atención a su entorno. Estaban en medio de una sección del jardín de rosas que estaba lleno de rosas amarillas.

De todos los lugares.

La expresión de Hugo se distorsionó. Ya no le gustó cuando escuchó que ella estaba en el Palacio de las Rosas.

En el norte, Lucía no pudo crear un jardín de rosas. Jerome había hecho todo lo posible por detenerla. Había traído diligentemente razón tras razón; que su maestro odiaba las rosas o cualquier tontería que pensara. Algo no cuadraba pero los esfuerzos de Jerome fueron lamentables, así que Lucía decidió no hacer un jardín de rosas.

Sin embargo, al ver la expresión de Hugo ahora, parecía que realmente no le gustaban las rosas. Lucía actuó como si no se diera cuenta y cambió de tema.

—Su Alteza la reina está preparando refrescos. ¿Tienes tiempo para unirte a nosotras?

—¿Para… el té?

Hugo no tenía tiempo. Tenía que irse porque la reunión comenzaría pronto. Pero cuando lo pensó, ¿no estaría David también allí? Si ese bastardo iba a estar allí, tenía que proteger su posición.

 —Mmmmmm… Eso estará bien —contestó finalmente.

Los dos comenzaron a salir del jardín. Hugo quería escapar de las malditas rosas lo más rápido posible. En este punto, estaba extremadamente enfermo de las rosas. No sabía que alguna vez tendría una emoción tan intensa hacia las flores.

El asunto de David pesaba constantemente en la mente de Lucía. Todavía era un asunto del futuro lejano y uno no podía saber si la rebelión tendría éxito o no, pero de todos modos, había fallado y había muerto.

Pero a Lucía le preocupaba que la rebelión de David pudiera tener un ligero impacto negativo en Hugo.

¿Pero qué podía decirle ella? ¿Que ella lo vio en su sueño? No era algo que sucedería de inmediato. Pero ella quería que él cuidara un poco a David. No creía que él fuera alguien descuidado e ignoraría a las personas que lo rodeaban.

Pero, por lo que vio antes, su actitud hacia David parecía demasiado descuidada. Lucía miró a su alrededor. Después de confirmar que no había nadie cerca, bajó la voz.

—Hugh. Esta es una pregunta realmente inútil, pero por favor escucha y olvídate después. ¿Existe la posibilidad de que la casa Ducal de Ramis cometa traición?

—¿Traición?

Era una pregunta peligrosa. No era una palabra que debía decirse descuidadamente. Por otra parte, dentro del palacio…

—Fui… desconsiderada, ¿no?

Si fuera otra persona la que hiciera la pregunta, Hugo la habría ignorado por completo. Y él sospecharía de sus intenciones y los consideraría como un objetivo para ser observado. Sin embargo, ante la pregunta de su esposa, lo pensó seriamente sin la menor preocupación.

Hugo recordó al duque de Ramis. No había tal cosa en el carácter del viejo. El viejo era un político astuto que se dirigía regularmente a Hugo con honor, a pesar de que Hugo era mucho más joven. Kwiz era particular en sus elecciones con la gente. No solo mantenía al duque de Ramis cerca porque el hombre era su suegro.

—Es un asesor cercano del rey y de sus tres nietos, uno se convertirá en rey. No hay razón para que arruine su cantero con su propia mano.

—No quiero decir actualmente. Mmmmm… es decir, en un futuro lejano donde el conde Ramis que vimos antes se convierte en duque.

Después de que David se convirtiera en duque. Cuando Hugo pensó en ese momento, no pudo estar seguro de que sería como antes.

En este momento, el hombre estaba actuando a lo grande como un adolescente inmaduro pero, después de que pasaran los años, envejecería y se convertiría en un político hábil e intrigante.

Hugo también sabía que el hombre estaba formando un grupo para sí mismo. Si el hombre se convirtiera en duque y ganara más fuerza, entonces trataría de levantarse con esa fuerza…

Morirá en mis manos antes de poder rebelarse.

Había sido descuidado y no apagó las brasas. Lo había dejado solo pensando en hacerle frente al duque de Ramis y al rey. Como el hombre era tan ridículo, Hugo lo despreciaba.

Sin embargo, después de escucharla, se dio cuenta de que no era algo para considerar a la ligera. El hombre era el hijo mayor del duque de Ramis y heredaría el título de duque. Hugo no podía garantizar cuánto tiempo el viejo duque podría conservar ese título. Colocó a David Ramis como un objetivo para estar atento en su mente.

—¿Por qué tienes curiosidad por eso? —preguntó Hugo.

—Si es difícil, no tienes que responder. Fue solo que antes, su mirada sobre ti era un poco…

—¿Estás preocupada? ¿Por mí?

—¿Es una preocupación innecesaria?

—De ningún modo.

Hugo levantó la mano que sostenía y besó el dorso de su mano.

—Me alegra que estés preocupada por mí, pero no tienes que hacerlo. Yo me encargaré de todo.

Como siempre, estaba lleno de confianza. Lucía se rio en silencio. Si fuera este hombre, no importaba qué crisis se acercara, lo superaría. La sensación de estar rodeada y protegida por un muro fuerte era acogedor y confortable. Su pequeña ansiedad desapareció por completo.

—Escuché que le preguntaste al mayordomo acerca de las rosas amarillas —dijo entonces él.

Aunque ya habían abandonado el jardín, la abundancia de rosas amarillas molestaba continuamente a Hugo y no podía ignorarlo.

—Eso es un asunto de hace un tiempo. Escuché del mayordomo que lo has cuidado por completo.

Lucía sonrió y trató de dejarlo pasar. No quería que las rosas amarillas fueran el tema por mucho tiempo.

—En el futuro, no le pidas al mayordomo ese tipo de cosas, pregúntame a mí —pidió Hugo.

—¿Qué es “ese tipo de cosas”?

—Lo que sea que tengas curiosidad.

—Te molestará mucho.

—No lo hará.

Si tienes tiempo para hablar con otro chico, háblame en su lugar.

Hugo pensaba infantilmente. Incluso su leal mayordomo Jerome se había convertido en otro tipo. Tal pensamiento infantil era algo que nunca había tenido en el pasado y, aunque todavía tenía que decir esas cosas externamente, estaba pensando con confianza así.

Lucía sonrió gentilmente. Su promesa de que trataría de ser un esposo confiable no era vacía. Se podían ver rastros de sus esfuerzos aquí y allá. Todas las noches, le contaba brevemente su horario al día siguiente, de esa manera, Lucía podía saber aproximadamente dónde estaba, qué estaba haciendo y por qué llegaba tarde.

No sospechaba que se encontraría con otra mujer en secreto, pero conociendo su agenda, sabía que él no tenía tiempo para hacerlo y su corazón se sentía a gusto.

A diferencia de lo que le preocupaba a Hugo, David ya había regresado.

En la terraza del palacio, la reina y la pareja ducal estaban tomando el té. Beth estaba actuando tranquila pero no pudo evitar mirar repetidamente al duque de Taran. No creía que llegara un día en el que se sentara a tomar el té con el duque.

—¿Resolvió su asunto de urgencia?

Beth pensó que la razón de la repentina llegada del duque era porque tenía algo importante que contarle a la duquesa.

—Sí, se resolvió. Pido disculpas por la grosería de antes —respondió Hugo.

 —No, espero que el duque pueda pasar por alto generosamente la rudeza de mi hermano con la duquesa. Lo amonesté severamente y lo envié de regreso —explicó la reina.

Beth demostró que estaba del lado de ellos, pero que no podía exonerar a David.

David ya estaba firmemente impreso en la mente de Hugo. De muy mala manera. Hugo planeó ordenar una investigación exhaustiva que sacudiría incluso el color de la ropa interior de David cuando regresara hoy.

Lucía le dirigió una mirada extraña. Ahora que lo pensaba, no escuchó su razón para venir aquí. Se apartó de Beth y sus ojos se encontraron con los suyos por un momento.

Al leer la pregunta en sus ojos, Hugo esbozó una leve sonrisa y lentamente se lamió el labio superior. Los ojos de Lucia se abrieron cuando se sonrojó ferozmente y bajó la cabeza. Le recordó el beso de antes y su corazón latía con fuerza.

¡Este hombre, en serio! ¿No sabe dónde estamos? 

Cuando ella levantó los ojos y lo miró, él sonrió y se llevó la taza de té a la boca. Su desvergüenza y ocio eran realmente odiosos.

—Duquesa. Estas caliente Tu cara está roja.

—¿Perdón? Ah… No, estoy bien.

Entró una sirvienta y le susurró algo a la reina. Beth hizo un gesto de comprensión y despidió a la doncella, luego miró al duque de Taran con una expresión extraña.

—Duque. Su Majestad envió un mensajero. Pregunta por qué no ha venido cuando la reunión de la tarde está por comenzar.

 —¿Tenías una reunión? —preguntó Lucía.

¡No dijiste eso antes! ¿Por qué estás actuando tan despreocupado? Debido a que había gente alrededor, Lucía mantuvo sus críticas para sí misma, pero sus cejas se alzaron amenazadoramente.

—Estaré en camino —contestó Hugo.

Hugo asintió con la cabeza a Beth y dejó las palabras “un momento” con Lucía, luego salió de la terraza. Lucía se excusó de Beth y lo siguió.

Beth inclinó la cabeza ligeramente. El aire entre los dos era inusual. Por supuesto, como eran una pareja, Beth no pensó que serían indiferentes, pero a diferencia de lo que esperaba, la duquesa no parecía tener ninguna dificultad con el duque de Taran.

Beth actuó como si no hubiera visto nada, pero los ha visto intercambiar miradas frecuentes.

♦ ♦ ♦

 Lucía salió de la terraza y lo vio de pie, esperándola. ¿Por qué se tomaba su tiempo cuando fue convocado por el rey? Lucía estaba llegando a su límite. Cuando estaba a punto de preguntar por qué él le pidió que saliera, de repente se acercó y la abrazó por la cintura.

Lucía se sobresaltó y le golpeó el hombro. Cuando vio al chambelán que estaba esperando para escoltar a Hugo con discreción, su rostro se puso rojo.

 —Oh, en serio. ¡Qué estás haciendo! Todos pueden ver.

 Lucía habló con una voz muy apagada y empujó contra su pecho con todas sus fuerzas.

 —Llegaré tarde hoy —informó Hugo.

 —Lo sé. Me dijiste ayer.

 —¿Vas a ir a casa pronto?

 —Sí. Después de hablar con Su Alteza la reina.

 —No te duermas. De esa manera podemos terminar lo que no terminamos antes.

 —¡Hugh!

Él la agarró por la barbilla y la besó. Fue un beso corto pero profundo. Lucía estaba asombrada.

De nuevo, besó las mejillas de su esposa que estaban tan rojas como una manzana y luego la soltó. Y se alejó como si nada hubiera pasado.

Los puños apretados de Lucía temblaron mientras observaba su figura en retroceso. Cuando él llegara a casa hoy, ella se aseguraría de meterlo en su cabeza para no volver a hacerlo.

—Ejem, ejem.

Ante el sonido de alguien aclarándose la garganta, Lucía se sobresaltó y se dio la vuelta. En algún momento, Beth había llegado. ¿Cuánto vio ella? Lucía estaba tan avergonzada que quería desmayarse.

Por lo que parece… no creo que sea un rumor absurdo.

Beth pensó mientras miraba a la duquesa avergonzada que no sabía qué hacer.

La gente se centró en el rumor de “la bella duquesa”, y la parte donde “el duque quedó completamente encantado por su belleza y la arrastró a su territorio” fue vista como una conclusión a la que llegaron.

Beth se dio cuenta de que la supuesta conclusión del rumor era más importante que la premisa.

Se preguntó cuán sorprendido estaría su marido si ella le contara esto. Si ella fuera la única que lo supiera por el momento, también sería divertido ver la expresión de sorpresa de su esposo cuando se enterara más tarde.

Maru
Así como el Kwiz no me cae bien, Beth creo que puede ser un personaje interesante y con los pies en la tierra. Tal vez se hagan amigas ella y Lucía. Y... bueno, los celos de Hugo me hacen gracia, aunque es demasiado.

4 respuestas a “Lucía – Capítulo 67: La alta sociedad de la capital II (5)”

  1. Hugh me parece un poco tierno con su forma de ser con Lucía, debe ser porque se me hace algo lamentable considerando que ellos dos no conectan y sufre mucho por su esposa jajaja

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