Marietta – Capítulo 10: La desprevenida Princesa

Traducido por Kaori

Editado por Narumi

Corregido por Aurora Blue


La figura de Belvant cargando a Marietta con solo unos de sus brazos sorprendió a todos los que los vieron pasar. La forma del hombre de músculos prominentes llevando con facilidad a la joven princesa, semejaba a la imagen de un Rey Demonio secuestrando una delicada hada.

Para el General, la decisión de llevar a Marietta no fue basada en un deseo de coquetear con ella, o perder el tiempo. Si caminaban uno al lado del otro, se vería obligado a inclinarse bastante para igualar su altura al conversar, también significaba que tendría que mantener un ritmo demasiado lento. De manera que, concluyó que al cargarla donde quiera que fueran, podrían viajar sin problemas ni inconvenientes.

Por su parte, Marietta, quien estaba extasiada de poder estar tan pegada a su querido Belvant, mantuvo su emoción en su interior.

Ah, otra vez, ¡esta suprema fortuna! Estoy tan cerca de Sir Belvant. 

Sintiéndose feliz, pero también un poco avergonzada, la cara de Marietta enrojeció mientras se aferraba con fuerza al cuello del hombre.

Una mirada fugaz hacia el rostro de su amado, reveló su habitual semblante inexpresivo y su vista centrada en el camino. Cuando los ojos de ambos se encontraron , sus labios se contrajeron y temblaron. Este gesto fue suficiente para enviar a Marietta en una espiral hacia el cielo. Sus sentimientos afloraron en su honesto rostro, tiñendo sus pálidas mejillas.

Aquel rostro sonrojado no escapó de la mirada sagaz de Belvant. El aliento del General se quedó atrapado en su garganta, antes de tensar su cuerpo y fruncir su ceño. Ladeó el rostro, luchando para contener las emociones turbulentas que afloraron ante tan encantadora vista. Sus sentimientos entraron en conflicto.

—Esta es la cocina real.

La visita guiada de Belvant incluía lugares que no eran los usuales donde un enamorado llevaría a su pareja. La parada anterior habían sido los establos, donde habían alimentado a Mistral con algunas zanahorias y, ahora, era la cocina.

—¿No es éste el general Fargus? —La preguntas salió de un del hombre cabello rojo quién, era evidente, estaba a cargo de la cocina.

—¿Por qué estás siendo tan formal?

—Ja, ja, ja, Belvant. ¿Empezó a dolerle el estómago? O, más bien, ¿quién es la encantadora dama que viene con usted? ¿No me digas que la has secuestrado de algún lugar y la has traído aquí? ¡¿Un preciado botín de guerra?!

—¡¡¿Secuestrado?!! Esta es la princesa del Reino de Stellaus, quien se convertirá en mi esposa.

—¡¡¿Esposa?!! ¡¿Esta pequeña niña?! Tú… No importa cuán heróico hayas sido, ¡te has convertido en un criminal! ¡Eso es lo que eres, ahora!!

—¿Tiene algunos pasteles dulces? A ella le gustan —preguntó, Belvant, ignorando las quejas del hombre.

—¡Escucha lo que estoy diciendo, maldita sea…! Pequeña señorita —El cocinero dirigió su súplica a la joven, al ver que no conseguiría nada con el barbárico General—, no debes seguir a hombres desconocidos, aun cuando le  prometan dulces. De lo contrario, será devorada.

—¿Um? Bien…

¿Soy “pequeña señorita”?

El brillante cabello rubio de Marietta formó un arco alrededor de su rostro, resaltando sus hermosos rasgos, mientras inclinaba la cabeza.

—¡Ah! ¡Tan adorable…! Si quieres pasteles, te haré tantos como quieras. Solo, por favor, ¡aléjate de ese viejo!

—¿Quién es un viejo? —interrumpió, Belvant—. ¡No toques a Marietta!

La joven fue alejada del alcance del hombre de cabello rojo, cuando este estiró una mano intentando rescatarla. Elevada en el aire, la muchacha soltó un pequeño grito y se agarró al brazo de Belvant.

—Esta persona de verdad es mi esposa. Su edad no es un problema, puesto que tiene dieciocho años. Si ya está satisfecha su curiosidad, traiga algunos pasteles.

Mi esposa… Esposa… ¡Kyaa! ¡Estoy tan avergonzada!

Marietta se ruborizó ante esta declaración y sintió como si flotara en el aire.

—¿Tiene dieciocho? Entonces, ¿por qué la llevas en una mano como a un niño? ¡Es un engaño!

—¡Date prisa con esos pasteles! —apuró, Belvant.

El hombre gruñó las quejas, incluso mientras llenaba las manos de Marietta con dulces, advirtiéndole:

—Dime si intenta algo gracioso. Voy a llenar de chile en polvo su ración, ¿de acuerdo? —Le dedicó una sonrisa y un guiño, antes dirigirle a Belvant un tardío—: ¡Enhorabuena!

—Ese hombre, ha estado proporcionando mis comidas desde que era un mero subalterno —comentó, Belvant, mientras continuaba con el recorrido.

—En ese caso, podrías decir que tu maravilloso físico es gracias a su ayuda, ¿verdad?

Dicho eso, las pequeñas manos de Marietta acariciaron los deltoides del General, su hombro, sus pectorales, alrededor de su espalda y su trapecio, admirando los prominentes músculos de Belvant.

Aurora
Para nada tímida esta princesa ¡Qué quieren que les diga!

—Aunque este cuerpo bien templado debe ser el resultado de su formación militar, ¿no?

—Bueno… eso es seguro.

El semblante de Belvant se mantuvo sereno mientras Marietta lo tocaba con libertad. Sin embargo, aunque la chica no lo hacía con mala intención, tanto su toque como  el olor de su dulce aroma eran una dura prueba para un hombre adulto y sano.

¡¿Qué clase de prueba es esta?! ¿Todavía tengo probar mi fuerza de voluntad?

—Este es el campo de práctica.

Con el rostro rígido, el General avanzó hacia el lugar que pensó reduciría sus posibilidades de hacer algo inapropiado a la joven.

En el campo de prácticas, los caballeros de Oltair estaban ocupados entrenando. Con la tarea de ejercitar sus cuerpos y músculos individuales con una base sólida, cada uno entrenaba con una espada de práctica. Con la mayoría de ellos luchando, saltando y esquivando al oponente, el olor a sudor colgaba pesado en el aire, impregnando la arena de práctica  con un excesivo hedor a hombre.

En ese ambiente, el maestro de espadas número uno del país llegó con una joven mujer en brazos, a quien muchos confundieron con una niña. En tan solo pocos segundos, los caballeros fueron presos de una conmoción. Un rumor se extendió en la mente de todos.

¡¿Qué?! ¿Por qué alguien traería a una pequeña señorita a un lugar como este?

Estando allí para practicar como los demás, Adlan se sorprendió.

—¡Tú, idiota! Tu ruta de la cita es absolutamente incorrecta si te lleva aquí —lo reprendió en cuanto se acercó a él.

Incluso Belvant estaba consciente de  su error, pero el hombre tenía sus propias razones para actuar como lo había hecho.

—Sólo quería ejercitar mi cuerpo un poco.

Belvant se acercó a un tosco banco en la sombra y colocó a Marietta sobre él. Dejando su chaqueta junto a ella, se dispuso a entrenar.

Sin nada más que una delgada camisa tapando sus definidos músculos, la joven tuvo una vista privilegiada del torso del Belvant.

¡¿Cómo es que su cuerpo es tan maravilloso?! ¡Ah, ojalá me abrazara en este instante!

Los delirios causados por su corazón acelerado , corrieron a toda velocidad. Dado que su experiencia con su prometido se reducía solo a besarse, sus pensamientos no avanzaron más allá de ello. Conseguir un abrazo del magnífico hombre frente a ella era lo máximo a lo que podía aspirar.

—Tome una buena mirada de las habilidades de estos caballeros que protegen al país.

Al no conocer los deseos internos de Marietta, su recomendación fue en favor de encubrir los suyos propios. Levantó una espada y se encaminó hacia el grupo que practicaba en esos momentos.

—Lo haré. ¡Tenga cuidado de lastimarse, Sir Belvant!

—Este tipo de entrenamiento solo me causaría lesiones pequeñas, no se preocupe —la tranquilizó.

—Si alguien se lesiona, con mucho gusto ofreceré tratamiento —declaró, ella, con su habitual aire inocente.

Como era de esperar,  varios pensamientos perversos flotaron en la mente de los hombres reunidos allí. Belvant se volvió hacia ellos y habló con una voz baja, pero lo bastante intimidante como para sacudir la tierra.

—Caballeros, tienen prohibidos lesionarse… —Y con una mirada advirtió: ¡Porque si se hieren, serán asesinados!

Llenos de temor, los caballeros reiniciaron su práctica.

Siendo observados bajo la atenta mirada de una bella dama, y teniendo la oportunidad de enfrentarse al poderoso y famoso General Belvant, la moral de los caballeros se elevó. Una vez superado el miedo inicial, aprovecharon al máximo la oportunidad de poner a prueba sus capacidades, pero incluso utilizando toda su fuerza no fueron oponentes contra la habilidad del General. Cuando empuñaba una espada, era demasiado terrible.

—¡Siguiente!

Al convertirse en los receptores de la crueldad inquebrantable del hombre que ganó el título de: “Dios Feroz”, los caballeros solo pudieron hundirse en su miseria. Pero para Marietta, aquellos cuerpos sudorosos y aquella determinación animal, hizo que sus labios se curvaron en una sonrisa de admiración. Aunque, tal vez sería más apropiado decir que su atención y admiración estaban dirigidas al sobresaliente desempeño de Belvant.

Al lado, Adlan estaba consternado.

Vamos, este no es el tipo de cosa para mostrarle a una joven protegida, ¿sabes?

Si bien hubo puntos a destacar por la forma en que los soldados se habían esforzado en su lucha, esto era más o menos una pelea entre un grupo de hombres barbáricos con exceso de músculos; para nada una vista encantadora. Además, el General Fargus era el más feroz de todos.

Al contemplar la mirada perdida de Marietta, Adlan suspiró.

—Incluso en el mejor de los casos das miedo, pero ahora te ves  como el ser más aterrador de la tierra, ¡maldita sea! —gruñó, intentando que su amigo fuera consciente de los sentimientos de la muchacha.

Ajena a la preocupación de Adlan, la galante figura de Belvant, su cuerpo empapado en sudor y sus músculos que se revelaban incluso bajo la holgada camisa, tenían a Marietta en un estado de éxtasis. Tal vez era cierto el dicho de que los opuestos se atraen, puesto que la muchacha se sentía profundamente atraída por su robusto  y poderoso cuerpo.

Aurora
¡Insisto! ¡Esa Marietta es una pervertida!

¡Asombroso! ¡Tanto poder! ¡Tan encantador, mi Sir Belvant!

Incluso minutos después de terminado el combate, el aliento de la joven aún no se regularizaba. Sus ojos atesoraron aquella escena y la mantuvieron impresa en su memoria, a la espera de rememorarla cuando se encontrara a solas en su habitación.

♦ ♦ ♦

El tour por el castillo de Belvant continuó por la tarde, después de que él tomó un descanso corto y Marietta se sirvió el almuerzo. Esta vez, fueron a su oficina.

—Por favor, discu… ¡Huwha! —alzaron la voz sorprendidos algunos subordinados uniformados cuando entraron al cuarto. Detrás del escritorio se encontraba Belvant, con la pequeña Marietta sentada sobre su regazo.

—Dígame, ¿está seguro de que no estoy obstaculizando su trabajo?

—No hay ningún problema. —Cumpliendo con sus palabras, Belvant ordenó en silencio los papeles que tenía a la mano—. Teniendo en cuenta el estado de la mesa de trabajo de hoy, la princesa no es ningún un obstáculo. Al menos no sentada en mi regazo —la tranquilizó. él.

Ella no es un gatito sin embargo, pensó, Adlan, cuando entró en la habitación con una jarra con té fresco.

—Pero, bueno, parece que el trabajo está progresando gracias a la princesa —comentó.

—¿De verdad piensa eso? —quiso saber, Marietta.

Incluso parecía que Belvant no tenía problemas para manejar su malvado poder, apareciendo como un hombre muy capaz.

—Sin embargo, hoy también aprendí muchas cosas agradables sobre mi querido esposo.

Las mejillas de Marietta se tiñeron de rojo en cuanto ella soltó esa declaración, y agachó el rostro, avergonzada.

—Q-Querido esposo… Um, ¿Adlan?

—Ah, bueno Voy a tomar un descanso. Volveré en una hora, más o menos.

Al sentir una atmósfera rosa, Adlan salió con prisa de la habitación, cerrando la puerta tras su partida.

7 respuestas a “Marietta – Capítulo 10: La desprevenida Princesa”

  1. Awwww ya es hora de privacidad para estos dos pervertidos cof cof que diga esposos 🤭🤭🤭

    Muchas gracias por el capítulo 💜🌸💜

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