Marietta – Capítulo 23: Desafiando la misión

Traducido por Yousei

Editado por Sharon

Corregido por Aurora Blue


Adlan tocó la puerta de la oficina y la abrió, encontrándose a Belvant con su usual mirada sombría y las cejas fruncidas.

Al parecer, estaba insatisfecho con los datos en los documentos que estaba sosteniendo.

—Este es el último, ¿cierto? Según tu horario se supone que estás libre por la tarde para que puedas pasar algo de tiempo con la princesa

—Aun así, esto es…

—Está bien, revisé con antelación y ya he hecho los arreglos necesarios. El resultado debería estar para mañana; por lo que, puedes revisarlo después —informó, Adlán, con expresión calmada. Demostrando, una vez más, lo capaz que era en su trabajo.

—Eso fue rápido. —Belvant lo miró sorprendido.

—¡Fu, fu, fu! Recibí una recarga de energía hace poco; lo cual, me hizo ser más eficiente en el trabajo

—¿Estuviste molestando a Sierra, otra vez?

Belvante frunció el ceño aún más, al punto de que su expresión podría hacer que un demonio escapara atemorizado. Era raro verlo preocupado por estos asuntos, pero la dama en cuestión era la doncella de su prometida y, por consideración a ella, debía asegurarse de que la tratarán bien.

Adlan lo dejó pasar y sólo se encogió de hombros.

—Uhm. ¿Sir Belvant? —La voz clara y encantadora se escuchó proveniente de la entrada.

Reconociendo a la dueña, la expresión de Belvant cambió en un instante. Fue un cambio demasiado notorio.

Esta súbita transformación de un demonio sediento de sangre a un refinado General… ¿No es demasiado exagerado?, pensó, Adlan, encontrando la situación cómica.

—Marietta. .

—Quería verlo, Sir Belvant —admitió, Marietta, entrando en la habitación.

Belvant de inmediato se levantó de su silla para ir al encuentro de su prometida; la cual, levantó la falda de su vestido y corrió hacia él. El hombre la sujetó por la cintura y la elevó del suelo. No hacía falta decir que esta acción la realizó usando solo su mano izquierda. Levantar la delgada figura de la joven no requería de mayor esfuerzo para su poderosa musculatura.

Marietta abrazó el cuello de su amado, acomodándose en su posición usual, y se rió satisfecha. Belvant la miró con una expresión dulce, llena de cariño, y le acarició la mejilla con su mano libre, luego se trasladó al su mentón.

—¡Oh, muy bien! Por favor, coqueteen hasta que sus corazones se sientan satisfechos. Yo me retiro, debo ir a terminar mi trabajo. Ah… Aunque, en realidad me gustaría ir a ver a Sierra.

Es mejor que Sierra, corra con todo lo que tenga, pensó Belvant.

Al parecer, Adlan había olvidado el estado en que dejó a la pobre joven la noche anterior.

Al oír el nombre de “Sierra”, Marietta recordó su importante misión.

—Esto, Sir Belvant.

La muchacha contempló las pupilas azul hielo de Belvant.

No importa cuántas veces las vea, son de ensueño…, reflexionó, fascinada. Bajó la mirada y se centró en los músculos del hombre.

—Me encantaría ver su figura gallarda batiéndose en un enfrentamiento —comentó, mientras repasaba su mano sobre el pecho del General—. Como es tan fuerte, pienso que sería algo digno de ver.

De hecho, Marietta pensaba: ¡Estos músculos debían estar siendo usados!

—¿Es así? Si estás interesada, quizá le gustaría acompañarme al campo de práctica de los caballeros. Es un momento perfecto, pues estaba considerando ejercitarme un poco.

Belvant, quien solo pensaba en tener una cita común y corriente, no se percató de las mórbidas expectativas de Marietta.

—¡Muchas gracias por escuchar mi deseo egoísta, Sir Belvant!

—Eso no es nada egoísta. De hecho me encantaría poder cumplir más de tus deseos.

—¡Oh, Sir Belvant! Soy tan feliz…

Después de eso, Marietta se colgó del cuello de Belvant mientras compartían de un apasionado tiempo de besos. Por otro lado, Adlan abandonó la habitación en el momento en que la princesa apareció en la puerta.

Como de costumbre, Belvant tuvo que hacer uso de toda su determinación y control, iguales al que utilizaba para practicar con la espada, con el fin de refrenar los deseos impuros que se acumulaban en su cuerpo por culpa de la muchacha. Canalizó este deseo para demostrar sus poderosas técnicas de esgrima en el circuito de entrenamiento. Puso todo su espíritu en ello, causando que los músculos del jefe de la Orden de Caballeros de Oltaire se hincharan al máximo, para regocijo de Marietta.

Y una vez más, el ardiente y erótico festival de músculos se llevó a cabo. Cuando este término, uno de los soldado recogió su espada del suelo, desalentado. Su cuerpo estaba empapado por entero en sudor, igual que si le hubieran vaciado un balde con agua encima.

—Hmm, todos han mejorado sus habilidades considerablemente —elogió, Belvant—. No fue tan fácil pelear contra ustedes esta vez.

A sus pies, una hilera de cadáveres lo rodeaban… No. Se trataba de la gran mayoría de sus guerreros dispersos por el campo de entrenamiento, tras haber colapsado por ocupar toda su fuerza.

Sin embargo, pese a su evidente falta de energía, todos aquellos cuerpos sudorosos eran un espectáculo para quien mirara. Ellos no eran débiles, en ninguna forma. Por el contrario, la Orden de Caballeros de Oltaire estaba compuesta por guerreros que hacían honor a su fama al ser caballeros invencibles y valientes.

Y entre todos ellos, el General Belvant Fergus sobresalía del resto. Además de ser alto y fornido lo cual era una ventaja para un soldado, poseía talento innato y una actitud seria que lo había llevado a pulir su habilidad con la espada, mejorando con arduo trabajo, su velocidad y fuerza con ella hasta conseguir que alcanzara la excelencia. Sumado a esto, también era ingenioso, lo que lo hacía capaz de tomar decisiones sobre la marcha.

Es más, si consideramos que su fuerza bruta se había incrementado al buscar una salida de su exceso de energía por haberreprimido su líbido incrontrolable (el poder “ero” que se disparaba por causa de Marietta), no era de extrañar que el día de hoy fuera capaz de vencer con facilidad a cualquier ser humano.

—¡Cada uno de ustedes es muy poderoso! —continuó, señalando las aptitudes de sus soldados—. Sin embargo, no se confíen. ¡Deben seguir esforzándose para superar sus debilidades y alcanzar un nivel más alto! Por esa razón, no importa cuantas veces tenga que luchar con ustedes, los venceré una y otra vez con el fin de entrenarlos a fondo. ¡Pongan al límite sus capacidades! ¡Intenten derrotarme! ¡Seguro, en el camino, los convertiré en soldados mucho más fuertes!

—¡Uwoooo! ¡General Fergus!

Se escuchó a los soldados corear a gritos, de manera entusiasta. Sus exclamaciones alegren, que parecían un rugido furioso, dio la sensación de que la tierra temblaba.

Había un fuerte olor, a hombre en el ambiente. Todos y cada unos se encontraban cubiertos de sudor y tierra.

Ah, me pregunto cómo pueden ser tan fuertes y verse tan galantes.

Sin preocuparse por el ambiente, poco acorde para una dama refinada,la princesa contemplaba a los guerreros con los brazos cruzados sobre su pecho, los ojos húmedos, y en extremo conmovida por lo que acababa de presenciar.

Este podría ser un lugar inapropiado para una dama, pero para Marietta, la amante de los músculos, aquel campo de entrenamiento era el paraíso.

—¡Hoy se vio fantástico, Sir Belvant!

—Princesa, usted en realidad ama el arte de la espada, ¿eh?

—Eso es cierto. Aunque la culpa la tiene la galante figura de Sir Belvant

—Yo… ¿En serio?

Belvant se había puesto su chaqueta sobre los hombros, pues estaba cubierto de sudor. Tampoco podía llevar de vuelta a Marietta en sus brazos, como lo hiciera al inicio de la cita; por lo cual caminó junto a ella ajustando sus zancadas al ritmo de sus pequeños pies. Su intención era escolta a la princesa a su cuarto y luego dirigirse a su habitación el palacio para quitarse toda la suciedad con un baño, pero ella insistió en acompañarlo.

Caminando a su lado, la pequeña princesa lo miraba con sus brillantes ojos azules llenos de adoración. Aquella visión encantadora era casi insoportable para el General, quien tuvo que esforzarse el doble para contener su lívido.

—Por favor disfrute su baño —recomendó la joven una vez llegaron a la habitación de Belvant—. Yo lo esperaré aquí mientras bebo un poco de té.

—Lamento no poder acompañarla. Intentaré no demorar demasiado.

—Está bien. No se preocupe.

La fachada inocente de Marietta cayó en cuanto Belvant abandonó el cuarto; sus ojos claros brillaron con astucia. De inmediato cerró la puerta con llave, peinó su largo cabello en una coleta alta y se quitó el vestido.

—¡Ju, ju, ju! ¡Funcionó! —exclamó, emocionada.

Después de dejar su vestido en el sofá, entró al baño usando solo su ropa interior.

Belvant ya se encontraba dentro de la tina tomando un baño para limpiar el sudor. Gracias a que pudo utilizar todas sus habilidades y poder en cada uno de sus ataques, sus deseos mundanos se habían apaciguado. Podría pasar el resto del día de con Marietta comportándose como un caballero… O eso, pensó.

—Sir Belvant, ¡he venido para ayudarlo a limpiarse! —anunció la joven, con una voz cantarina, luego de que ingresó a la habitación donde estaba la bañera.

—¡Marietta! ¿Por qué estás aquí…? —exclamó el General, bastante sorprendido. Si hubiera sido un enemigo quien lo hubiese emboscado, habría estado más preparado. Sin embargo, la repentina aparición de su encantadora prometida lo había hecho saltar de la sorpresa. Tras la cortina de vapor, la joven dama se encontraba en ropa interior, sosteniendo un paño en una de sus manos.

—¡¿Q-Qué…?! ¡¿Qué… demonios?!

—En agradecimiento por el trabajo duro de hoy, por favor, permítame consertirlo como una esposa lo haría.

—¡No! ¡Espere, ¡no, no! ¡Aún no es mi esposa! Por eso…

—Estamos comprometidos —lo interrumpió ella—. ¿No es lo mismo que ser su esposa…? O… ¿podría ser que no soy suficiente para ser su esposa?

—No he dicho nada parecido.

—¡Gracias a Dios! ¡Entonces, le ayudaré a bañarse, creo que sé cómo hacerlo!

—Ese no es el problema… ¡Espere! ¡Cálmese, por favor! —quiso hacerla entrar en razón. Sin embargo, quien no podía tranquilizarse era Belvant.

—Por favor, siéntese en esa silla. Ya que Sir Belvant es tan alto no creo ser capaz de alcanzarlo a menos que se siente allí —ordenó, Marietta, después de poner algo de jabón en el paño.

—¡Marietta…!

—Por favor siéntese…

Cuando Marietta indicó con su mano una vez más la silla, Belvant se apresuró y se sentó en ella..

Mientras tanto, la princesa, tan pronto como había entrado al baño, se había asegurado de confirmar aquello que la tenía allí: comprobar el tamaño de la virilidad de sir Belvant.

¡Bien! ¡No debo desperdiciar esta oportunidad! ¡Ju, ju, ju!, se dijo, con entusiasmo. Cuando lo vio pensó que no era tan enorme y aliviada, agregó: Gracias a Dios, esto parece estar bien.

Marietta, que estaba aterrorizada ante la idea de cómo sería “la cosa” del hombre, ahora se sentía aliviada y con confianza. Comenzó, entonces, a servir a Belvant.

—Empezaré por su espalda —anunció.

Belvant, quien todavía seguía confundido, había perdido su oportunidad de sacar a Marietta del baño y, resignado, permitió que esta lo ayudara a bañarse.

—¡Umph! ¡Umph!

La futura esposa que, en esos momentos se encontraba lavando con entusiasmo la espalda del General, dejaba salir unos pequeños ruiditos. Su voz sonaba muy sensual. Lo bastante como para despertar la lujuria que se suponía debía estar dormida.

Mientras la muchacha limpiaba su grueso cuello, sus brazos robustos; e incluso, la punta de su nariz que goteaba sudor, la espuma del jabón se adhirió a su rostro y cabello, volviendo su imagen un tanto sensual.

Esto es malo, pensó Belvant. Sin embargo, ella es tan linda.

La joven estaba usando solo ropa interior. Sus brazos blancos y delgados, y sus piernas largas, estaban expuestas; ambas muy seductoras… La lujuria de Belvant aumentó de forma exponencial.

—Ahora, lavaré su pecho —indicó, Marietta, pero quedó perpleja una vez se posicionó delante de Belvant—. ¡¿Eh…? ¿Por qué…? —Sus ojos parpadearon de manera incesante.

¿Por qué es más grande ahora?, se preguntó.

Marietta miró la cara de Belvant como buscando una respuesta. Sin embargo, el caballero de Oltaire, con el rostro en extremo ruborizado, desvió la mirada.

—Ah… Marietta. Eres demasiado ignorante acerca de la condición de un hombre —expresó, Belvant, luego de un suspiro.

—A-Ah… Umm… —Marietta apenas lo escuchó, su mirada estaba fija en la hombría del General.

Y como si esta estuviera consciente de que era contemplada con tanta fascinación, creció aún más.

—¡N-No puedes! ¡No te hagas más grande! —gritó, la joven, como si aquella parte pudiera escucharla y detener su crecimiento.

Sus manos temblorosas soltaron el paño lleno de espuma; luego, lo recogió de nuevo y lo apretó con ambas manos.

—¡Ohhh!

Mientras más observaba, aquella varilla de carne se volvía más grande, hasta verse como un mazo de hierro: erecto y orgulloso, amenazante, destructivo. Marietta de algún modo se las arregló para detener esa transformación y evitar que se hiciera más enorme al tomarla con sus pequeñas y resbaladizas manos, llenas de la espuma del jabón. Sin embargo, aquella acción puso en grandes problemas a Belvant.

—¡Ah! ¡No! ¡Detente!

—¡Espera, por favor no crezcas más…! —le suplicó, la muchacha a la gruesa erección. La cual, pese a sus esfuerzos por contenerla, seguía aumentando debido al roce de sus manos—. ¡No, no, no! ¡Detente, ahí! ¡No crezcas más!…

—¡¡¡Nghh!!! ¡¡¡Ahhh!!!

Al final, el General no pudo contenerse ante tanta estimulación. Cuando Marietta restregó de forma violenta su miembro sensible, este disparó varias veces sobre el pecho pálido de la muchacha, bañandola con su leche nacarada y pegajosa por entero.

♦ ♦ ♦

Comentario del Autor:

¡Lamento haber sido tan vulgar en este capítulo! Marietta no tiene malas intenciones.

Ahora que Belvant acaba de hacer un bukkake sobre su amada prometida (quien aún es virgen), y Marietta que sigue sorprendida por el cambio que sufrió la virilidad de su amado, confundida del porqué se convirtió en algo tan enorme… ¿Qué van a pasar estos dos?

¡Esperen con ansias lo que viene! V (signo de paz)

17 respuestas a “Marietta – Capítulo 23: Desafiando la misión”

  1. A pesar de ser medio ero el capítulo en realidad me la pase riéndome jajajajajajaja “no te hagas grande” y va y lo acaricia (no puedo con eso, tuve que dejar de leerlo por el ataque de risa).

  2. ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!! Por dios, Marietta, no esperaba que hicieras eso tan abiertamente, pero bueno…. que aproveche, algo me dice que alguien no va a llegar virgen al altar XD

Responder a Mery (@Sumiri01) Cancelar respuesta

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