Marietta – Extra 7: La espantosa ceremonia del té

Traducido por Shiro-chan

Editado por Sharon

Corregido por Aurora Blue


Entre la nobleza de Oltaire, existe algo llamado ceremonia del té: una reunión social que solo las damas nobles pueden disfrutar. Las señoritas se reúnen en la residencia de alguna noble influyente para beber un poco de té y comer aperitivos deliciosos mientras conversan de trivialidades como las tendencias en la moda o chismean sobre quién parece estar en alguna relación amorosa. Incluso charlan sobre la verdad de algunos rumores irrazonables, o debaten sobre política. En otras palabras, charlan de manera alegre mientras intercambian información.

Comprender el esquema de poder en la alta sociedad es algo importante para cualquier noble; por tanto, Marietta, siendo esposa del héroe de Oltaire, el dios feroz, era una mujer inteligente que entendía su posición incluso siendo muy joven. Por ello mismo, se presentó de forma activa en tales eventos. Cabe señalar que debido a su temperamento dócil y alegre, todos pensaban en ella como una persona cálida.

Y hoy en la fiesta del té en la residencia de la condesa Hyamir, no fue la excepción. Como esposa del General Fargus, quien era una persona casi tan importante como la realeza, Marietta fue acomodada en el asiento de honor; en donde, mostrando su sonrisa brillante y amistosa, consiguió calmar el corazón de todos los presentes.

—¡Claro, claro! Esto es algo de lo que les he hablado hace tiempo, pero… —La condesa Hyamir sonrió con una expresión pícara y dejó la conversación a medias.

La señora era muy popular en la alta sociedad de Oltaire. No sólo por su atractiva apariencia; sino también, por ser una mujer juguetona y divertida. Ella se caracterizaba por ser una existencia carismática con un montón de temas para sacar a relucir en las ceremonias del té. Asimismo, las damas que asistían de forma regular a las fiestas que organizaba eran… de alguna manera, personas buenas montando a caballo y con matrimonios armoniosos.

Con un gesto de la mano, la condesa dio instrucciones a su criada para que trajera una canasta que contenía varias botellas de cristal de tamaño medio.

—¡Conseguí algo de lo que se dice es capaz de sanar la fatiga de un hombre para llenarlos con vitalidad otra vez! —anunció de forma alegre.

—¡Oh, Dios! ¡¿Ya la tienes?!

—¡Como se esperaba de la Sra. Hyamir!

Varias damas expresaron palabras de admiración mientras reían a carcajadas.

—Como esposas, siempre debemos apoyar a nuestros maridos, después de todo —afirmó la condesa de forma vehemente.

—Todo lo que la señora Hyamir me ha enseñado es muy útil, así que siempre termino impresionada —expresó una de las nobles.

La condesa acercó el abanico a su boca con elegancia y sonrió complacida, antes de agregar:

—Nosotras las mujeres somos las que apoyamos el país de Oltaire, por lo que, como mínimo, debemos tener el espíritu para lograrlo. Tenemos que proteger el período de paz que finalmente ha llegado y, por el bien de los niños que vamos a dar a luz y que criaremos en el futuro, ¡debemos dar lo mejor de ahora en adelante!

En respuesta a sus palabras, todas las mujeres, incluyendo a Marietta, asintieron de forma solemne.

—Bueno, entonces, sobre cómo usar esto… —preguntó una de las damas.

La condesa les entregó una botella a cada una y procedió con la explicación.

♦ ♦ ♦

—¡Bienvenido a casa, querido esposo!

Tan pronto como el carruaje en el que regresaba el General Fargus se detuvo frente a la residencia, la joven esposa que seguía siendo tan inocente como una doncella, salió llena de alegría por la puerta de entrada.

La mujer cuyo afecto hacia su marido era tan tremendo que seguía actuando como una niña ilusionada con su primer amor, había estado merodeando por el vestíbulo sin descanso, a la espera de su ser más querido. Algunos criados la acompañaban, en alerta frente a la puerta, para poder abrirla en cuanto el señor llegara, y así ella pudiera saltar a su encuentro. Habían estado preocupados durante mucho tiempo de que su amo, quien poseía un rostro similar al de un demonio maléfico y una tremenda mala suerte con las mujeres, a pesar de que su temperamento no era para nada vil, permaneciera soltero durante toda su vida. Por tanto, ellos amaban y atesoraban a la dulce princesa Marietta, quien llegó de un país extranjero para casarse con su respetado amo.

La criada, Sierra, que siguió a Marietta desde Stellaus para servirla, era devota en exceso al momento de servirle. Y como trataba a Marietta de manera tan valiosa, recientemente le dio más importancia e hizo de ella el foco principal en lugar de Belvant. Sin embargo, como era algo que el General aprobaba, los otros criados no estaban muy preocupados por ello.

Habiéndola visto nada más bajar del coche, apenas su amada esposa saltó a través de la puerta para correr a su encuentro, el rostro aterrador de Belvant se volvió masculino y apuesto, al tiempo que mostraba una sonrisa amable y extendía sus manos.

—¡¡Sir Belvant!!

Él la sostuvo en brazos luego de que ella saltara hacia él, como de costumbre.

—Estoy en casa, Marietta. ¿También pasaste tu tiempo en tranquilidad el día de hoy?

—¡Sí! Hoy fui invitada a la fiesta del té de la condesa Hyamir, y la pasé muy bien.

La joven sonrió mientras sostenía una postura y apariencia digna de una dama que estaba ya establecida. Sin embargo, como en esos momentos estaba siendo sostenida por uno de los brazos de su marido, su apariencia digna se había esfumado y solo se apreciaba a una niña pequeña y dulce siendo consentida.

Belvant le sonrió y besó su frente.

—Ya veo. Eso está bien, entonces —murmuró. Sin embargo, una sombra de preocupación opacó su rostro..

Condesa Hyamir, ¿eh? ¿Hmm?

Aunque cuando su encantadora esposa, la cual era conocida como “la Princesa Hada de Stellaus”, le rodeó el cuello con sus brazos, como un niña malcriada, y el pudo respirar de su tan amada esencia, pensó que no valía la pena preocuparse por cosas como esas.

—Verás, recibí algo bueno de la condesa Hyamir durante la ceremonia del té de hoy —le susurró con una risa Marietta.

—¿Algo bueno? —preguntó Belvant con una sonrisa. Marietta asintió.

—¿Qué piensa si intentamos usarlo esta noche?

—¿Esta noche…? ¿Quieres decir que es algo que se debe usar de noche? —El General mostró una expresión perpleja.

—Sí, de noche —afirmó ella mientras sonreía radiante. —Es algo confidencial; así que, por ahora, ¡es un se, cre, to! —susurró al finalizar dando énfasis a la última palabra.

Una cosa secreta que un marido y su mujer usan de noche… A medida que su imaginación se volvía salvaje, la región inferior de Belvant comenzó a retorcerse. Sin embargo, trató de calmarse. ¡No! Como es algo que la inocente Marietta preparó, no debe ser algo obsceno.

—Ya veo. Entonces, estaré esperando ese secreto —respondió mirándola con complicidad.

—¡Sí!

♦ ♦ ♦

Una vez terminaron la cena y estaba bañado y aseado, Belvant descansaba en el dormitorio, cuando Marietta apareció con su cabello suelto, también procedente del baño.

—Sir Belvant, siento haberle hecho esperar. Sé que esto es repentino pero…, por favor, quítese la ropa y acuéstese en la cama.

—¡¿Q-Quitarme la ropa?! —La masculinidad de Belvant se animó de inmediato.

Eso fue demasiado rápido.

—Sí —afirmó ella. Se ató el cabello usando un cordel que tenía en la mano, mientras declaraba en voz alta—: ¡Le daré un masaje esta noche!

—Masaje… ¡¿Ehhh?!

—¡Sí! ¡Aliviaré sus músculos fatigados!

—Masaje… muscular… ¿verdad? —Su masculinidad perdió su animosidad anterior.

Eso fue demasiado rápido.

Sí, va con mis expectativas. ¡No hay por qué desanimarse tanto!, se regañó, al tiempo que se desnudaba y acostaba en la cama.

—Marietta, ¿necesitas que haga algo más…?

—N-No Voy a empezar ahora.

Después de subirse las mangas de su ropa de dormir, la joven abrió la tapa de la botella y aplicó una cantidad considerable del líquido en el cuerpo de Belvant. Tan pronto lo hizo, un suave aroma afrutado llenó la habitación.

—El aroma es bastante bueno —comentó él.

—Sí. Parece ser un producto cosmético para masajes que también es comestible. Se dice que es capaz de mejorar la circulación de la sangre en el cuerpo, aliviar la fatiga y hacer que uno se sienta revigorizado. Al parecer, la condesa Hyamir desarrolló el producto.

—¿Es así…?

—Entonces, comenzaré —informó Marietta con un asentimiento.

¡¿Qué sensación es esta?! ¡Qué músculos tan poderosos! Ah, Sir Belvant es de ensueño…, exclamó en cuanto comenzó con el masaje. La sensación bajo sus dedos era el paraíso de los músculos para ella.

Por su parte, el marido que miraba la figura hechizante de su esposa, se sintió inquieto a penas ella tocó su cuerpo.

Este masaje… Es como ser acariciado suavemente, pero la circulación sanguínea sin duda está mejorando… Mi cuerpo se está calentando y se siente bien. Sí, se siente…

—¡Ah…!

Un gemido escapó de la boca de Belvant; sin embargo, Marietta no le prestó atención alguna. La muchacha paseaba sus manos sin reservas por el cuerpo resbaladizo, inmersa en su paraíso personal.

¡¿Qué sensación es esta?! ¡E-Esto es… malo! ¡¡Ahhh!

—¡Nghhh!

En respuesta a Belvant, cuya voz volvió a escaparse y parecía conmovido hasta las lágrimas, Marietta sonrió con alegría.

—Querido esposo… ¿se siente bien…? —preguntó animada, sin detener su masaje.

—¿Ah…? ¿Umm…? Se siente… bien. O, mejor dicho… —Las palabras del General salieron entrecortadas, a medida que su respiración salía más espesa.

—Ah, parece que los músculos de sus piernas también están cansados…

—¿Ah? ¡Ahí está…!

El arma de Belvant estaba en plena forma y lista para la guerra; erecta en una condición atroz. Sin embargo, la esposa deslumbrada por toda aquella cantidad músculos que estaba consiguiendo palpar, no se dio cuenta en absoluto, y masajeó todo el cuerpo de su marido con verdadero esmero. De hecho, el aceite que la condesa Hyamir le había proporcionado eran el tipo de cosméticos que contenían algunos ingrediente especiales que podía excitar tanto a la persona cuyo cuerpo era masajeado, como a quien lo untaba.

—La condesa Hyamir dijo que estaba bien lamerlo…

—¡¿Qué?! ¡M-Marietta…! ¡Ahhh…!

Marietta se quitó la ropa de dormir que se había vuelto una molestia, se sentó a horcajadas sobre el cuerpo de Belvant y continuó masajeando el pecho musculoso de su marido. Agachó el rostro y sujetó con sus labios la pequeña protuberancia puntiaguda que sobresalía del pecho mientras lo chupaba y comprobaba si lo que había dicho la condesa era cierto.

¡Q-Qué indecente! ¡Marietta! ¡Ah…! ¡¡Ahí, no, Mariettaa!!

Para el General Fargus, quien se retorcía de placer ante los estímulos, la figura de Marietta jadeando mientras descendía con su boca hacia su cuerpo era tanto adorable como obscena. Tuvo que esforzarse para aguantar sin explotar sobre ella.

—¡Ah! También tengo que masajear la espalda del Señor Belvant… Por favor, acuéstese boca abajo.

—¡E-Eso es imposible!! —gritó, elevando el centro del cuerpo. Incluso si quisiera tumbarse, sería muy problemático debido a su condición actual—. Marietta… Acostarme es…

—Bueno, esto es una molestia…

—¡Uwaaa! —Marietta sujetó con ambas manos la dureza de Belvant y procedió a masajearlas, provocando que este levantara de forma inconsciente una voz llena de dulzura—. ¡E-Espera, cálmate…! ¡Mariettaaaa! —Se retorció en agonía, pero la joven no se detuvo. Al contrario, su extremo puntiagudo fue masajeado por el delgado y blanco dedo de esposa.

—¡Je, je, je! ¡Esto sabe bien…! —murmuró encantada cuando se agachó para saborear con su lengua el hinchado mastil de Belvant.

¡Q-Qué ataque….! ¡Esto es malo, muy malo!

Marietta continuó el masaje a su propio ritmo, ajena a la reacción de impotencia de su marido. Entonces, abrió la boca y succionó su sensible virilidad.

—¡Arggg! ¡Marietta, Marietta! Esa es… ¡¿tu lengua?!

La muchacha comenzó a lamer el extremo puntiagudo mientras frotaba con su aceitada mano la cosa dura y gruesa de Belvant.

—Es dulce… —explicó con una sonrisa cuando levantó el rostro para mirar a su esposo.

¡¿La condesa Hyamir fue tan lejos como para hacer que la loción supiera tan delicioso?! ¡¿Qué clase de señora tan aterradora es ella?!

Aurora Blue
¡Por Dios, Belvant! Te quejas y la señora te ha hecho un gran favor. Cuándo habíamos visto a Marietta tan desinhibida y entusiasta. ¡Un altar, es lo que deberían estos maridos hacerle a esa condesa! ¡Ja, ja, ja!

—¡No, espera, Mari….¡¡¡Aaaa!!! —La resistencia del General estaba peligrando, Marietta con su indecente masaje lo estaba al límite—. ¡Basta, detente…! ¡¡¡Nooo!!! ¡¡Nhggg…!! —Le fue imposible contenerse. Derrotado, el dios feroz de Oltaire soltó un gemido gutural, y descargó en la boca de su esposa—. Marietta, escúpelo aquí —ordenó cuando vio que la joven retenía toda su corrida en su boca—. ¡Vamos! ¡Escúpelo!

Pero ella no hizo caso.

—Lo tragué —murmuró Marietta con el rostro blanco, después de tragar el líquido pegajoso que llenaba su boca.

—L-Lo tragaste, ¿eh? —El recuerdo de aquello hizo que el hombre lujurioso de mediana edad, también conocido como el dios feroz Oltaire, o General Belvant Fargus, se excitara de nuevo—. Toma, bebe esta agua —le instruyó a su esposa, quien acababa de tragar su simiente pegajosa, para que bebiera el agua fresca que estaba a su lado.

—Delicioso…

Gracias a los productos utilizados por la condesa Hyamir, la loción terminó adquiriendo un sabor agradable, dejando una sensación dulce en su paladar que permaneció por bastante tiempo.

En respuesta a la reacción de su esposa quien sonreía alegre, el hombre lujurioso de mediana edad se estaba excitando cada vez más…

—¡Marietta, tu masaje es el mejor del mundo! Digamos, que tienes talento.

—¡De verdad! ¡Estoy muy feliz…!

—Entonces, ¡tengo que devolverte el favor!

Mientras la ayudaba a acostarse, la maravillosa y peligrosa loción fue derramada sobre la espalda de Marietta.

—¡Kyaaa! —gritó de manera dulce, para luego soltar un profundo gemido—. ¡Ahhh…!

Belvant deslizó su palma, acostumbrada a sostener espadas de manera obscena por el cuerpo amoroso de su esposa mientras masajeaba. Ella alzó la voz una vez más en respuesta al estímulo.

—¿Qué tal? —preguntó.

—¡Ahn…!

—¿Y aquí?

—¡Yyahn…! —Su mano se deslizó a otra zona igual de sensible.

—¿Qué tal si lo hago así?

—¡Ah…! ¡Fuuuhn…! —Otra parte de su cuerpo fue masajeado, consiguiendo iguales resultados.

Marietta jadeaba con su rostro brillante y ruborizado. De entre sus piernas, la miel de su zona íntima se desbordaba sin control. Al ver esto, Belvant levantó la cintura de la joven y la obligó a levantar el trasero para posicionar su vara caliente en su entrada.

—¡Lo voy a meter! —avisó, segundos antes de introducirse de golpe.

—¡¡¡Fuaaa!!! —Marietta gritó de la sorpresa. De inmediato, sus paredes se estrecharon alrededor del miembro imponente de su marido.

—¡Kuuu! ¡Qué apretado! ¡Sin embargo, todavía puedo hacer más! —Con su rostro distorsionado por el placer, sostuvo con firmeza la cintura de su esposa mientras se introducía en ella muchas veces.

—¡Ahhh! ¡Qué profundo, Sir Belvant! ¡Ahhh! Deme un respiro… S-Se siente bien…

La inmodesta y coqueta voz, junto con el sonido de la carne golpeándose entre sí, resonó dentro del dormitorio compartido. Aquello, continuó hasta muy tarde por la noche.

♦ ♦ ♦

A la mañana siguiente, cada una de las damas que asistieron a la ceremonia del té de la condesa Hyamir fueron incapaces de levantarse de la cama. Al contrario de sus maridos, quienes se desempeñaron muy bien en su correspondiente trabajo. Cada uno, con el rostro iluminado.

5 respuestas a “Marietta – Extra 7: La espantosa ceremonia del té”

  1. Después de todo la loción si ayudó al país ya que sus maridos se desempeñaron muy bien 🤣🤣🤣 gracias a ellas

    Esta novela es muy divertida muchas gracias por su trabajo 😗😘😘

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