Matrimonio depredador – Capítulo 17: “Sus servicios”

Traducido por Yonile

Editado por Meli

Las doncellas asustadas se congelaron.

—¡Eso es demasiado grosero! —gritó la condesa Melissa, agarrando con fuerza su falda.

Pero tan pronto como miró a los ojos de Ishakan, se paralizó. Su rostro se puso pálido y su respiración entrecortada. Su cuerpo temblaba de miedo absoluto. Leah se paró frente a ella, protegiéndola de su línea de visión.

 —Él es el rey.

Ishakan se volvió hacia Leah. La condesa Melissa un suspiro de alivio cuando la atención estaba fuera de ella. Leah lo miró directamente a los ojos.

—Tocar el cuerpo de alguien de la realeza sin su permiso es una falta de respeto en Estia. Mientras esté aquí, me gustaría que siguiera la etiqueta de Estia.

Las doncellas estaban cumpliendo con sus deberes.

—Cometí un error —admitió.

Las doncellas, así como Leah, retrocedieron sorprendidas. No podían creer que una disculpa saliera tan fácilmente de la boca de un rey. Nadie de la realeza había actuado de esta manera porque significaba renunciar a su orgullo.

Pero Ishakan admitió su culpa como si no fuera nada y miró gentilmente a Leah. Ella luchó contra el impulso de apartar la mirada.

—La caza es como una segunda naturaleza para los Kurkans. —explicó y sus labios se curvaron en una sonrisa—. Entonces, si me das la espalda, mi instinto natural sería perseguirte y atraparte.

En contraste con su sonrisa relajada, sus palabras tenían un significado aterrador, la atmósfera se tensó. La forma en que hablaba y se comportaba era como si Leah fuera una presa para él. Pero ella no se movió y permaneció callada para no tener una discusión sin sentido con él.

Ishakan la miró fijamente y, lentamente, su boca formó una sonrisa.

 —¿Me mostrarás el palacio?

Sus palabras fueron como veneno. ¿La prometida de Byun Gyonbaek saliendo con el rey de Kurkans? Sería el chisme del siglo.

Estaba segura de que si aceptaba, un rumor que decía que el rey de Kurkans estaba cortejando a la princesa de Estia se propagaría como la pólvora.

A pesar de ser consciente de esto, no pudo rechazar su solicitud. Comparado con el arma poderosa que Ishakan podía usar contra Leah, el rumor no era nada.

Ishakan le tendió la mano y le pidió que lo escoltara. De mala gana, puso su mano sobre la de él en señal de aceptación.

—Princesa…

Asustadas, las doncellas llamaron a Leah. La condesa Melissa tembló al recordar el miedo que sintió al enfrentarse a Ishakan.

 —Estoy bien. Pueden seguir adelante.

 —Pero…

 —Tengo que entretener al invitado.

Después de consolar a las sirvientas aterrorizadas, Leah empezó a caminar mientras le mostraba los alrededores. Ishakan la siguió a paso pausado. Intentó dirigirse a un lugar apartado, pero fue imposible evitar por completo los ojos curiosos de la gente. Con cada paso que daban, más miradas los seguían.

Para Leah, los ojos que la observaban se sentían como abejas que la picaban continuamente.

Caminó más rápido. Solo después de llegar a un jardín tranquilo, su respiración volvió a la normalidad.

A su alrededor, habían arbustos y matorrales que ocultaban sus figuras a los transeúntes. En medio del jardín, había una fuente instalada sobre una losa cuadrada de piedra, de la que salía agua.

La fuente tenía la forma de una escultura, tallada por un artista famoso. Esta obra maestra fue pulida de acuerdo con la forma hermosa y desnuda de una deidad masculina. En todo el palacio de Estia, estas obras de arte estaban desatendidas en los jardines.

Ishakan se detuvo al ver que Leah se detuvo frente a la fuente. Después de confirmar que finalmente estaban solos, se dio la vuelta y lo enfrentó.

A diferencia del delicado y finamente adornado palacio de Estia, Ishakan era enorme, fuerte y de aspecto salvaje. Destacaba en contraste con el espléndido palacio, como una gota de sangre sobre piel blanca y pura.

—¿Sabía esto desde el principio?

Ishakan arqueó las cejas.

—Le pregunto si se acercó a mí sabiendo que soy la princesa de Estia. —preguntó con un rostro que carecía de expresión.

Hacer esa pregunta requirió mucho coraje, pero él no contestó.

 —¿Qué pasa si digo que sí?

Ahora que estaban solos, Ishakan reveló sus verdaderos colores, abandonando cualquier pretensión de etiqueta. Su actitud fue cruda y directa. Leah no pudo responder. Ishakan se rió y se acercó a ella.

—¿Y si lo supiera y me acercara a ti por eso? ¿Qué harás?

—Me pregunto si se aprovechará de mi debilidad y la usará en mi contra

Sus ojos brillaron mientras escuchaba sus palabras con gran deleite, encontrando todo lo que ella decía fascinante.

—Ishakan. —dijo de repente y ella se confundió, continuó con tono amistoso—: No te refieras a mí como el rey de los Kurkans. Llámame Ishakan.

¿Era un orden o una solicitud? De cualquier manera, ella no tenía otra opción, así que intentó llamarlo por su nombre.

—Ishakan…

Se sentía extraño llamarlo tan casualmente. Cuando su nombre salió de su lengua, su corazón se aceleró. Para ocultar su agitación, endureció su tono.

—Quiero que aclare sus acciones. ¿Me consideras una princesa? —replicó con calma—. Tu percepción de mí dictará cómo debo tratarte, ya sea como el rey de los Kurkans… o como un prostituto

Al oir eso, Ishakan se echó a reír, encontrando su arrebato bastante adorable. Leah, por otro lado, estaba obsesionada con sus caninos puntiagudos, que se revelaron cuando abrió la boca.

—Si te pido que me trates como un prostituto, ¿me pagarás por mis servicios?

De hecho, le encantaba jugar con sus palabras. Leah frunció los labios y mantuvo a raya su ira.

—Te daré todo lo que quieras.

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