Matrimonio depredador – Capitulo 21: Un encuentro desafortunado

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Leah abrió la boca y volvió a cerrarla, incapaz de saber qué decir. No sabía cómo su conversación había tomado ese rumbo, pero Ishakan la estaba tratando como si solo encontrara otra compañera en la cama.

A pesar de su rostro enrojecido, Ishakan solo entrecerró los ojos y la miró con aire contemplativo.

—¿Quieres hacerlo una vez más? —preguntó, y observó a su alrededor, antes de volverse hacia ella—. Estoy bien si lo hacemos afuera. —Se encogió de hombros.

¿¡Sexo al aire libre!?, estupefacta y boquiabierta,  fijó sus ojos en él.

La escandalosa idea la dejó desconcertada, estaba aturdida, parecía que alguien la había abofeteado en la cara.

En la confusión, él la sujetó por la muñeca y la arrastró hasta un callejón.

La luz, de la carretera principal, se filtraba a lo largo de las paredes. Estaba tranquilo y, a pesar de estar desierto, todavía pasaban un par de personas de vez en cuando. Leah abrazo a si misma.

—¡Aqui no! —siseó, pero no se alejó.

Su rostro estaba tan cerca que podían sentir su aliento. Su intensa mirada se centró únicamente en ella.

—Tú … —la interrumpió con voz ronca.

Su tono le hizo sentir escalofríos en la espalda. En sus entrañas se acumuló una mezcla de tensión y nerviosismo. No se había dado cuenta de que puso sus dos manos frente a ella, juntándolas.

—No tengas miedo.

Sus ojos descendieron a sus labios, observó la forma en que se movía mientras hablaba.

—Puedes hablar libremente a mi alrededor —Acortó la distancia; sus labios justo al lado de su oreja y le susurró—: No tienes que actuar como una princesa cuando solo somos nosotros. —Asintió con la cabeza mientras recordaba lo que había ocurrido en los jardines del palacio, animándola a decir lo que pensaba.

Pronto la tensión acumulada dentro de ella se calmó y fue reemplazada por una miríada de sensaciones confusas.

No tengo que actuar como una princesa…  pensó con nostalgia. Nunca antes había escuchado eso en toda su vida. Se había esforzado por ser  la  princesa perfecta en todos los sentidos, y esas palabras simplemente derribaron sus paredes. Ni siquiera la condesa Melissa, que había estado con ella desde que era una niña, le había dicho algo así.

Abrumada por sus sentimientos encontrados, dejó escapar un profundo suspiro.

—¡¿Estás loco?! —exclamó en un susurro, pero Ishakan no pareció molestarse por su reacción.

—Bueno, la princesa que creció maravillosamente es especial.  —Le dio una sonrisa pícara, burlándose de ella.

—Decir eso en esta situación, realmente estás loco. —Meneó la cabeza con incredulidad

Ishakan era la primera persona en su vida que se atrevió a sugerirle algo ridículo. Ese extraño del desierto, la estaba haciendo sentir muchas cosas a las que no estaba acostumbrada. Leah dejó escapar un suspiro de frustración y optó por mantener la boca cerrada.

El silencio cayó entre ellos. Leah solo pudo parpadear ante la tenue luz. A pesar de llamar loco  a Ishakan, ella también podía sentir que se estaba volviendo loca.

En realidad era una persona peligrosa, alguien con quien no había que involucrarse.El rey de los enemigos con un propósito no identificado.

Pero seguía sintiendo curiosidad, quería saber de él.

—Tú…

Se calló al escuchar el sonido de una risa estruendosa y una música retumbante que reverberaba en el callejón. Su curiosidad cambió hacia el ruido, lo empujó a un lado para mirar hacia afuera y vio a una banda de gitanos bailando en el callejón.

Su risa también había llamado la atención de Ishakan, quien había reflejado las acciones de Lea.

—Tomaris, —murmuró, ella parecía confundida, así que le aclaró—: Ustedes podrían conocerlos como gitanos. No me gustan mucho.

Como la mayoría de la gente en el continente, los kurkanos se mantienen alejados de los gitanos. Después de todo, nunca se quedan en un lugar por mucho tiempo y hacen un par de trabajos para ganarse la vida. Sus trabajos van desde la venta de artesanías hasta atraer a la gente con mitos astrológicos ridículos, cantar, bailar, etc.

Además de la flagrante prostitución que se produce cada vez que los gitanos se unen, lo que solo sirve para poner en peligro la seguridad pública y la paz. Pero a pesar de su reputación negativa, todavía existen porque algunas personas los mantienen en funcionamiento.

También hay algunos que están bien versados ​​en el arte de la hechicería. Y debido a esto, los comerciantes ricos, e incluso los nobles, buscaban secretamente sus servicios, compraban pociones de amor o muñecas malditas, y les pagaban para garantizar su seguridad y sustento.

De allí surgió la vieja advertencia de que cuando uno se mete con los gitanos, vendrán cosas malas. Por tanto, la mayoría de la gente hace la vista gorda ante su anarquía.

Un grupo problemático en verdad.

—Son como malas hierbas. No importa cuánto las arranques, siguen apareciendo más. —Dejó escapar un suspiro de derrota, tenía el ceño fruncido—. Ya no estoy de humor.

Se volvió hacia Leah, la acercó a él otra vez y bromeó con ella.

—¿Crees que podemos retomar desde donde lo dejamos?

Leah no pudo encontrar las palabras para responderle. Él se rió entre dientes.

—¡Ishakan! —susurraron con urgencia y lo llamaron una vez más—: ¡Ishakan!

Miró hacia la fuente de la voz y jadeó sorprendida. Escondido en las sombras, estaba un hombre que los vigilaba; tenía una complexión delgada, y su mirada era tan aguda como la de un gato.

Se dirigió hacia ellos e hizo un gesto rápido hacia el callejón antes de desaparecer una vez más.

Ishakan frunció el ceño y volvió a salir para ver qué estaba pasando. Leah sintió que su corazón se hundía mientras lo seguía.

Había un hombre de mediana edad, coqueteando con algunos de los gitanos. Detrás de él había caballeros, vestidos con ropa informal, observándolo obedientemente mientras reía divertido.

Los ojos de Leah se entrecerraron al ver que el el hombre era su prometido, Byun Gyongbaek.

—Increíble. ¿No es ese Byun Gyongbaek? —le preguntó, inclinándose más a Leah, mientras ella apenas había arreglado el dobladillo de su capa.

Era un hecho bien conocido que a Byun Gyongbaek le gustaba bastante cualquier forma de entretenimiento. Siempre que deambulaba por el Distrito Real del Oeste, sin falta, se dirigía primero al Barrio Rojo, cuyos callejones estaban llenos de alcohol y mujeres.

Sin embargo, no esperaba verlo hoy.

Leah esperaba que ninguno de sus caballeros los notara, para que pudieran escapar con facilidad. Pero al parecer uno de ellos ya los había visto: los sorprendió alternando miradas entre ellos y su alrededor.

Byun Gyongbaek  aflojó su agarre sobre la cintura de la mujer gitana cuando uno de sus caballeros se le acercó y le susurró. Su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido, caminó con el ceño fruncido hacia ellos.

Ishakan no estaba disfrazado como Leah.

No había forma de correr. Era seguro que los atraparían.

Leah estaba en una situación difícil. No había previsto que salir a escondidas del castillo a altas horas de la noche se volvería peligroso. Su peor escenario involucró ser atrapada por algunos de los guardias de la familia real, pero no ese.

—Es demasiado tarde si corremos ahora, —declaró con calma.

Su tranquilidad contrastaba con el pánico que sentía. Ella lo miró desesperada; sus ojos brillaban peligrosamente igual a las figuras que se acercaban. Estaba claro que él no tenía intención de escapar.

Recordó la naturaleza hostil del Kurkan. Y que el hombre frente a ella era su líder.

Como si leyeran la mente del Kurkan, los caballeros agarraron simultáneamente las empuñaduras de sus espadas mientras se acercaban a él, Byun Gyongbaek liderando el séquito. Se detuvo frente a ellos.

—¿Qué es esto? ¿Un Kurkan? —se burló.

Leah miró a su prometido, estupefacta. Le habló al rey con tanta naturalidad. Pero aparte de Leah, nadie se sorprendió por la forma en que se dirigió a él.

Pero en lugar de tomar represalias, Ishakan solo lo miró.

Gyongbaek no era bajo de ninguna naturaleza, pero frente a Ishakan, bien podría serlo. Y debido a su inferioridad, Gyongbaek compensa eso con sus acciones, actuando más duro de lo que es.

—¿Estás loco? ¡Como  puedo ser! Vagando descuidadamente dentro de los muros del palacio.

—¿Qué ocurre? —Ishakan resopló y respondió con ingenio—: No quiero hacer daño. Puedo vagar tan descuidadamente como quiera.

Byun Gyongbaek soltó un bufido de disgusto, sin llegar a tomar represalias cuando vio a Leah, escondida detrás de Ishakan; arqueó una ceja y la inspeccionó de arriba abajo, se enfocó en sus uñas cuidadosamente recortadas.

—¿Dónde encontraste a esa mujer? —se jactó—. Ella es tan… pequeña y delgada. Me imagino que no se verá tan atractiva.

Fue entonces cuando Leah se dio cuenta de que debía haberla confundido con una prostituta. Lo cual fue un alivio. Escondió sus manos debajo de su capa, con cuidado de no volar su cubierta. Gyongbaek soltó una carcajada cuando escondió sus dedos de la vista y se volvió hacia Ishakan.

—Te debe gustar mi prometida —dijo con ironía y miró a Leah—. ¿Es por eso que la elegiste? Bueno, puede que no sepa dónde la sacaste, pero ¿quieres que te dé algunas recomendaciones? Conozco a bastantes que tienen un parecido sorprendente con ella.

Pensó que le estaba haciendo un favor, pero Ishakan solo resopló divertido.

Byun Gyongbaek sintió que había ganado a el rey de los Kurkans por el simple hecho de estar comprometido con Leah. Qué tonto.

—Para compensar tu origen de una tribu bárbara, puedo darte una muestra de la cultura tan avanzada que tenemos aquí en el reino. Considéralo un favor de mi parte. —Guiñó un ojo, riendo con orgullo, y sus caballeros lo siguieron.

Pero Ishakan permaneció impasible e inquebrantable, y solo les dio una breve sonrisa.

—Parece que eres tú quien se ha confundido a Byun Gyongbaek

La risa se detuvo cuando la sonrisa de él se borró en su rostro.

—¿Yo? ¿Equivocado? ¡¿De ti coqueteando con una prostituta parecida a la princesa?! —preguntó con incredulidad.

—Soy yo quien hace el papel de prostituta aquí. —Se encogió de hombros.

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