Matrimonio depredador – Capítulo 24: Un regalo invaluable

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Los invitados al banquete se sorprendieron; en las mesas había una gran variedad de vinos y delicias de Estia, incluso las decoraciones eran una obra de arte. Era una clara demostración de todo lo que tienen y pueden ofrecer a sus aliados.

Leah por su parte, estaba exhausta por los preparativos y la conferencia. Ella quería que terminara.

Con una expresión en blanco, Leah arrastró sus pies al salón, el dobladillo de su vestido, color crema, rozó el suelo de mármol pulido. Caminó por el pasillo, de una manera digna a pesar de su cansancio, podía sentir las miradas persistentes en la parte posterior de su cabeza.

Sabía que los murmullos que la rodeaban se debían al rey de Kurkans, Ishakan. Quien había impresionado al público, al mostrar su interés en ella. Los rumores se difundieron; los hechos y la verdad se distorsionaron, algunos chismes eran incluso de naturaleza maliciosa, sobre el rey bárbaro y su relación con una hermosa princesa.

Leah pensaba que era ridículo y no se molestó en desmentirlos, sin embargo, Byun Gyongbaek se enfureció e hizo todo lo posible para cortar los rumores de raíz.

Pero la gente solo escucha lo que quiere escuchar, sin importar la verdad. Además, hacer que Byun Gyongbaek se enojara al menos valía la pena.

Ella miró hacia el salón de banquetes y no vio a ningún Kurkan. Y debido a su orgullo político, la realeza de Estia no haría acto de presencia antes de su llegada.

No obstante, ella debía llegar primero para dar la bienvenida a los invitados, además, así no tendría que mezclarse con Cerdina y Blain.

Terminó de saludar y buscó al conde Valtein que debía estar esperándola. Él era de los pocos que la apoyaban, era un representante de su «poder», que se limitaba a ser una novia canjeada al mejor postor. Aun así, el conde era su confidente y le sirvió de ojos y oídos.

Él le ayudó a escabullirse e incluso la visitaba en secreto para informarle de los problemas internos del palacio. Por ello necesitaba escuchar de él las últimas noticias.

Después de mirar alrededor, al fin encontró al conde Valtein, quien se acercaba rápidamente como un niño yendo hacia su regalo. Parecía que también estaba a punto de saltar de alegría si no fuera por los demás a su alrededor.

—¡Princesa! —exclamó al verla.

Fue como si no se hubieran visto en años. Ella asintió en reconocimiento y lo llevó a un rincón apartado del salón de banquetes. Era un espacio abierto, pero privado para hablar.

—¿Qué pasa? —lo interrogó y el Conde Valtein exhaló aliviado.

—Casi muero ayer. —refurruñó.

—¿Qué? —preguntó alarmada.

—Conocí al Rey de los Kurkans. —Sonrió.

Leah quedó estupefacta. Por el alboroto, lucía como alguien que había sido salvado de la trampa de un zorro.

—El rey me buscó primero… Como si él también quisiera entrometerse en los asuntos internos de Estia. No traicioné ningún secreto, por supuesto, ¡pero él fue convincente y carismático! —lo elogió.

¿Buscó al conde Valtein? Fue valiente, una gota de sudor corrió por sus sienes.

—Quería conquistarme, ¡incluso me dio un regalo!

—¿Un regalo? —Frunció el ceño un poco—. Qué regalo?

—Diez rollos de seda —respondió en un tono bajo, y comenzó a tartamudear ante la mirada indiferente de Leah—. ¡No era seda ordinaria, lo aseguro! —Mira a su alrededor y le susurró en la oreja—: era seda púrpura.

Leah se apartó con una expresión de asombro.

Las sedas moradas tenían un valor incalculable, eran codiciadas por muchos, incluso la familia Real, no podía acceder fácilmente a ellas.

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