Matrimonio depredador – Capítulo 27: Tan rojo como la sangre

Traducido por Yonile

Editado por Meli


A primera vista, cualquiera asumiría que Ishakan era un mal bailarín. Sin embargo, al verlo moverse con tanta gracia con la música, Leah pensó que le habían enseñado a bailar la danza de Estia de antemano.

—Parece que tienes la habilidad de atraer problemas —Leah rompió el silencio. Su falda giraba como una flor antes de caer con gracia alrededor de sus pies.

—¿De verdad insistirás en jugar a la princesa cuando bailamos? —Ishakan sonrió.

Ella luchó contra el impulso de pisotear su pie, además, sabía que su cuerpo hecho de hierro no sufriría ningún daño.

—¿Por qué insistes en causarme problemas todo el tiempo? —preguntó con incredulidad.

—Probablemente porque te irrita mucho —Sonrió con aire de suficiencia.

Ella lo miró analizando si lo decía enserio o solo se estaba burlando.

—¿Te gusta tu prometido, Byun Gyongbaek?

Este hombre de verdad me irrita, pensó y frunció el ceño.

Él estaba disfrutando de la situación, ella deseaba que jamás hubiese aparecido en Estia.

—Mis sentimientos son irrelevantes en estas circunstancias, —respondió con diplomacia—. Como princesa, es mi deber casarme con él.

—Ah, eres demasiado amable, princesa —la elogió y la acercó más para susurrarle al oído—: ¿No crees que deberías relajarte un poco?

—Bailas tan bien un baile de Estia, ¿por qué? —Cambió el tema.

—Desde que era joven, he recibido lecciones rigurosas sobre qué hacer en una variedad de bailes, —respondió con sinceridad.

Leah lo miró con ojos escépticos. No podía imaginar su infancia y mucho menos las lecciones que tomó.

—¿Curiosa? —pronunció con una sonrisa y contuvo un bufido.

—Ni un poco.

—Que buena eres mintiendo.

—Por favor, déjame en paz. —Suspiró para mantener la calma, él entrecerró los ojos—. ¿Por qué siempre insistes? —pronunció con voz ahogada debido a sus temblorosos labios.

—¿Todavía deseas morir? —le susurró mientras la sujetaba con fuerza.

—Sí. —contestó con firmeza.

—Fue un placer bailar contigo, rey de Kurkans. —se despidió con una sonrisa.

—El placer es todo mío, princesa de Estia —Hizo una reverencia.

—Si me disculpa, iré a buscar a mi prometido. Por favor, relájese y diviértase en el banquete. —Giró sobre sus talones y se alejó evitando que él pudiera hablar más.

Caminó rápido para huir de él; si se quedaba más tiempo, tenía la sensación de que él le ofrecería ayuda, y ella no dudaría en aceptar. La multitud la siguió con la mirada, como un depredador mirando a su presa.

Detuvo su marcha y llamó a la condesa que estaba frente a ella. Ésta le dedicó una suave sonrisa,tomó su mano y la llevó a una sala de descanso.

—Princesa, tal vez deberías descansar un rato.

Leah colapsó en un sofá, su respiración se volvió irregular, veía puntos negros. Melissa le proporcionó un vaso con agua y la apoyó para que bebiera, le masajeó con suavidad los hombros

—Debería aflojar tu corsé.

—No, no es necesario. Necesito ir a ver a Byun Gyongbaek.

Tenía que apaciguarlo, debía estar ofendido después del baile con Ishakan. La condesa Melissa la miró con lástima, pero Leah solo le dedicó una leve sonrisa, al final, solo era una persona más, con el único privilegio de ser llamada princesa.

Aguanta, solo un poco más. Todo terminará pronto.

Leah se puso de pie.

—Princesa, te ruego que lo reconsideres —suplicó Melissal.

Un mensajero de Byun Gyongbaek las esperaba fuera de la sala de descanso.

—Byung Gyongbaek de Oberde desea ver a la princesa Leah. ¿Pudiera seguirme?

Melissa la miró preocupada. Leah lo consoló con los ojos y siguió al mensajero hasta un popular, pero solitario  jardín, lejos del salón de banquetes, estaba decorado con una pequeña mesa de hierro al aire libre, tallada y moldeada con intrincados diseños, con sillas a juego.

Ahí, su prometido, bebía su favorito líquido rojo oscuro.

Había otra copa de vino en la mesa, como si estuviera anticipando que ella lo buscaría después del baile. El hombre, que la fue a buscar, le indicó con un gesto que procediera y los dejó solos.

—Byun Gyongbaek…

Él colocó su copa de vino vacía sobre la mesa con un tintineo y se desprendió de toda cortesía.

—¿Cómo pudiste humillarme? ¡Soy tu prometido! —le reclamo con una mirada llena de odio.

Leah se paralizó, luchando por no inmutarse.

Él apestaba a alcohol. Sus ojos estaban exaltados y sus acciones eran lentas. Respiraba con dificultad.

—¿No te divertirás conmigo, princesa? —le ofreció la copa de vino frente a ella.

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