Matrimonio depredador – Capítulo 9: Quiero morir

Traducido por Lugiia

Editado por Meli


Sin pensarlo dos veces, lo insertó directo desde atrás. Lo hizo tan profundo que sus testículos la abofetearon por detrás. Una increíble onda de vergüenza y, al mismo tiempo, de placer atravesó a Leah.

—¡Ah…!

Sus temblorosas manos se aferraron a una almohada, su cuello se arqueó  hacia atrás, su boca tuvo un espasmo, sus pezones rosa se tensaron y sus entrañas se estremecieron. Estalló en lágrimas al haber llegado al clímax con una simple inserción.

No sabía que existía una forma tan atroz de hacerlo. Se sintió como una mujer lasciva por sentir placer al ser tratada así. Estaba avergonzada por el hecho de que una posición tan obscena fuera la responsable de su clímax.

Pese a sus gritos de protesta, no pudo detener los sonidos que se le escapaban de los labios sin parar.

—¡E-Estoy harta de esto, cambiem…! ¡U-Ugh! ¡Ugh! —le suplicó que continuara en una posición normal y aceptable pero los líquidos mezclados de ambos goteaban sin cesar por sus muslos. Lo único que podía oírse en la gran cámara eran sonidos de golpes húmedos—.  A-Agh, no, por favor…

—Me parece que te gusta más esta posición,  ¿no crees?

—¡Ahh! Tú barba… ¡Ahh…! 

Sus súplicas fueron detenidas por los dedos del hombre entraron en su boca para empaparlos antes de dirigirse a apretar sus pezones gemelos. Leah sintió sus dedos húmedos y gruesos frotando sus capullos rosas.

Bastante avergonzada, encontró muy excitante una acción tan vulgar. Cada vez que el hombre pellizcaba a sus pezones, algo salpicaba desde abajo y manchaba las sábanas.

El inconfundible calor en la parte baja de su vientre se encendió, consumiendo su voluntad de resistir.

Sin darse cuenta, levantó sus caderas para él, la parte superior de su cuerpo se desplomó sobre la cama; su espalda curvada más allá de su consuelo. Cuando se reclinó de esa manera, sus senos quedaron al aire; era una posición muy conveniente para el hombre a su espalda.

Leah no pudo soportarlo más. Su última dosis de razonamiento desapareció por completo.

El hombre rugió como una bestia y cayó sobre su espalda, le mordió la suave piel de la nuca.

Una ola de respiraciones calurosas y besos llovió sobre su delgado cuello y hombros. Sus cuerpos sudorosos se unieron y sus extremidades desnudas se entrelazaron con fuerza en la oscuridad…

Grandes manos agarraron la cara de Leah a un lado, y una gruesa lengua se introdujo en su boca.

Cada vez sus embestidas eran más rápidas y más profundas. Las manos del hombre se fijaron en su cintura mientras sus empujes se volvían más violentos… más potentes. Leah pronto alcanzó otro clímax; todo su cuerpo se puso rígido ante la sensación que la dejó débil.

Después de varios empujones, el hombre soltó un gemido mientras él llegaba al clímax.

El líquido caliente se disparó a sus entrañas, y Leah tembló sin hacer ruido. Sus lágrimas hicieron que su visión se nublara, sus párpados cansados pronto se cerraron y, antes de que se diera cuenta, se desmayó.

♦ ♦ ♦

Ah… Todo se siente doloroso, pensó Leah al abrir sus ojos.

Tan pronto como vio el extraño techo de madera que se cernía sobre ella, su corazón se hundió

Cuando un sonido llegó a sus oídos, se dio cuenta que era su propio aliento. Le costaba respirar y se sentía sofocada. Lentamente, se giró hacia el otro lado, y su aliento se aceleró de inmediato al ver la visión ante sus ojos: un hombre durmiendo con sus largos brazos y piernas envueltos alrededor de su cuerpo.

Los dos estaban desnudos como el día en que nacieron, pero no sentió frío. A pesar del aire helado del amanecer, el calor que desprendía el hombre la mantuvo caliente.

Leah echó un vistazo a su cuerpo. Al parecer la bañó  mientras estaba inconsciente. Por un segundo, se sintió agradecida, pero tan pronto como los recuerdos de anoche inundaron su mente, apenas se tragó las palabras vulgares que subieron por su garganta.

Fue una experiencia increíble. Una sensación por completo nueva que la desgarró y la atravesó sin cesar. Durante toda la calurosa noche, él no había sido más que rudo y despiadado con ella.

Al recordarlo, sus mejillas se tiñeron de rojo. Dejando de lado su crueldad, ella tuvo que admitir que fue muy placentero… La noche seguía viva en su mente. Sería un recuerdo que no olvidaría hasta que diera su último aliento.

Dejó escapar un pequeño suspiro. Aunque cometió el estúpido error de acercarse al hombre, aun así había logrado su objetivo: perder su virginidad. Ahora era mercancía deficiente de la familia real.

Pronto comenzarán a salir los rayos del sol.

Ahora, tenía que regresar al palacio de inmediato. Con cuidado, movió los pesados y gruesos brazos que tenía encima. Mientras lo hacía, dejó de respirar… temía que el hombre se despertara de su profundo sueño.

Sin embargo, unos fuertes  brazos la envolvieron rápidamente alrededor de su cintura, unos labios se aferraron a su oído y una voz baja y ronca le susurró:

—¿A dónde vas…?

Bajo los pesados párpados, unos afilados ojos dorados brillaban sobre Leah.

—Una noche… —Apartó sus brazos. Su voz fue áspera debido a los gemidos que dejó salir anoche. Se sonrojó. Tardó un momento en aclarar su voz y habló de nuevo con mucho fervor—: la diversión de una noche ya ha terminado.

—Ahh. —Reaccionó como si la hubiera escuchado en absoluto. Miró el cuerpo de Leah, que no tenía ni la más mínima cicatriz y se lamió los labios—. Hagámoslo una vez más.

Sorprendida, abrió la boca al escuchar sus palabras. A diferencia de Leah, que estaba adolorida por todas partes, él no mostró signos de fatiga. Un agudo destello se reflejó en sus ojos, que se habían oscurecido hace un momento.

Leah, indignada, negó con la cabeza mientras sentía el familiar calor abrasador elevándose en su parte baja.

Él soltó una profunda risa. Rodeó con sus brazos su delicada cintura, atrapándola para bien. Sin inmutarse, Leah pateó y se escabulló de sus garras pero, de repente, se detuvo al notar algo.

Sus ojos estudiaron su cuerpo. Anoche, tuvieron un intercambio caliente en la oscuridad. Por lo tanto, se había omitido este extraño detalle: el cuerpo del hombre estaba limpio, sin ningún tatuaje.

Todos los Kurkans que Leah había visto antes estaban «tatuados». Ya sea en su cara, cuello o antebrazos, su piel tenía grandes tatuajes. Este hombre, con el que recientemente compartió intimidad, era el primer Kurkan que veía cuya piel estaba limpia…

Sus ojos dorados, su físico dominante y su inconmensurable fuerza… estaba segura de que era un miembro del clan bárbaro, pero no podía entender por qué estaba sin una sola marca.

El hombre, que la notó mirando su cuerpo con las cejas fruncidas, la abrazó más de cerca.

—¿Qué te causa tanta curiosidad?

Frunciendo el ceño, ella miró su rostro.

—No tienes tatuajes… Acércate un poco más para que pueda ver.

Con su brazo libre, ella lo empujó lejos pero, de todas formas, él permaneció cerca. Para distraer su atención, dejó un rastro de besos en sus mejillas y nariz.

—Intercambiemos información, una a la vez. Si respondes mi pregunta, yo responderé la tuya —propuso y antes de que Leah pudiera aceptar, lanzó su primera pregunta—: ¿por qué desperdiciaste tu primera vez con un enemigo?

En el reino de Estia, la pureza de la novia era primordial. Esto era un asunto aún más vital para los nobles ya que la castidad podía reflejar el honor de la familia. Por lo tanto, se podían divorciar de una novia impura incluso asesinarla.

Sin mencionar que ella era una princesa real que pronto participaría en un matrimonio político. Si se descubría que era impura, su honor caería en picada, y el de su familia también.

Había muchas razones por las que eligió este camino. Una de ellas era que no quería dar su pureza a un hombre desconocido, veinticinco años mayor que ella y que solo buscaba carne fresca y más joven para satisfacer sus necesidades.

Además, la vida matrimonial que le esperaba tampoco era la mejor. Al igual que la mayoría de las esposas de nobles poderosos como Byun Gyongbaek, ella viviría una vida miserable en su mundano palacio. Estaría desperdiciando su juventud. Para Leah, esa sería una muerte más dolorosa.

La familia real la vendió como un producto de alta gama, así que se regocijaría arruinando su reputación. Sobre todo, quería dejar atrás la vida problemática y dolorosa que tenía.

Sin embargo, ella no podía decírselo a este hombre, así que Leah evitó su mirada y solo se mordió los labios.

Sintiendo su resistencia, él no siguió preguntando. Sonrió, se acostó de lado con una mano acunando su tallado mentón.

—¿No quieres huir? —preguntó, mirando a Leah.

La propuesta era prometedora y tentadora. Pero recobró la razón antes de ser persuadida. 

Sonaba como si pudiera resolver todos sus problemas, pero sabía que nunca sucedería.

Suspiró, dándose cuenta de que, si hubiera bajado la guardia un poco más, el hombre la habría descifrado.

A decir verdad, si en realidad quisiera huir, podría hacerlo con facilidad. La familia real se había estado pudriendo durante mucho tiempo, y Leah había asumido la responsabilidad de la mayoría de los trabajos del palacio. Con un poco de ayuda, coraje y suerte, podría dejar Estia.

Pero no quería hacer eso. No quería vivir toda su vida siendo perseguida como una criminal. Más bien, deseaba dejar este mundo después de colocar a la familia real en la miseria. Y por encima de todo…

Se sentía vacía.

Desde el momento en que se dio cuenta de que su familia la había abandonado por completo, perdió la voluntad de vivir. Ya no quería seguir en este mundo. Su odio no estaba dirigido solo a la familia real, sino también a sí misma. Se aborrecía por haber dedicado su vida como una tonta a una familia que la trataba como si fuera basura.

«Vengarse y acabar con su vida», eso era lo que más deseaba. Lentamente cerró y abrió los ojos. El hombre esperaba en silencio su respuesta.

Una aventura de una noche. Alguien a quien nunca volvería a ver. Una conversación libre de cortesía, formalidad e identidad.

—Yo… —En el calor del momento, Leah pronunció algo que nunca le había dicho a alguien más—. Quiero morir.

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