No quiero ser amada – Capítulo 165: Robar el corazón del rey

Traducido por Maru

Editado por Sharon

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Tras escuchar las palabras de Leticia, el conde frunció el ceño. Tenía una mirada de consideración y ponderación.

—¿Tienes la conferencia para llevarlo a cabo? —dijo con firmeza.

Leticia levantó la barbilla y lo miró con los ojos brillantes. Sus labios carnosos manchados con fluidos ligeros se veían inmensamente malvados y astutos mientras sonreía.

—¿No te he satisfecho nunca? ¿Ni una sola vez?

Una breve sonrisa brilló en sus labios, dejando escapar una suave burla. Sus palabras eran cierto. Ella le satisfacía, y más aún, le había servido bien todo este tiempo.

—Te abriré una ventana de oportunidad pronto.

Finalmente, llegó una respuesta concreta, una que le gustó. Leticia sonrió con alegría, frotando su rostro contra su pierna.

—Solo espera. Definitivamente robaré el corazón del rey por ti .

Después de regresar de los terrenos de caza, con un miserable odio llenando su corazón, Leticia le propuso un plan al conde, que siempre tuvo miedo del rey.

El rey de Arundell era de los que destrozarían el cuello del conde cuando lo deseara. Independientemente, él codiciaba el trono. Con la esperanza de que lo pudiera robar, apareció una pequeña oportunidad y Leticia la aprovechó.

—Te ayudaré convirtiéndome en la amante del rey —dijo Leticia, lamiendo sus labios.

Al escuchar sus palabras, el conde puso una mirada genuinamente preocupada. Él era consciente de sus capacidades y sabía lo que sería de ella una vez que se acercara al rey. No solo eso, sino que también obtendría un inmenso poder y ventaja.

¿Leticia estaba segura?

Por supuesto que lo estaba.

Si tuviera la oportunidad de conocer al rey, planearía atraerlo con sus encantos, haciéndolo caer en una trampa. Caería como cualquier otro hombre que deseara su apariencia y su cuerpo.

Dado que ella era su amante, bien podría dejarla hacer lo que quisiera.

—Haz tu mejor esfuerzo —dijo el conde Clovis.

Leticia asintió, sonriendo.

♦ ♦ ♦

Después de esa noche, Rihannan no se había molestado en ver el rostro de Igor, ni siquiera una vez. Aunque estaba más allá de la puerta, sentado y trabajando, ni una sola vez había puesto un pie dentro de su habitación.

Hizo bien su parte, haciendo todo lo posible para asegurarse de que todo estuviera bien en la superficie.

Esto es algo bueno, pensó.

Era mejor vivir juntos con apatía que ser heridos.

Se había repetido estas palabras mil veces, pero en el fondo sabía que su corazón decía lo contrario, que estaba sola y amargada.

Su relación con la señora Cessley también se volvió incómoda y tensa. Rihannan había querido disculparse. Sabía que estaba equivocada, pero su orgullo y ego no le permitían hacer ningún esfuerzo por reconstruir su tensa relación.

Entonces…

Decidió que su relación con la señora Cessley había terminado.

—No le he dicho una palabra a su majestad —dijo la señora Cessley un día—. Solo dije que volvió temprano del banquete de bodas de la duquesa porque se sentía triste y mal. Nunca le mencioné a quién vio ni que vomitó. Solo la estoy informando de esto por si acaso.

Los labios de Rihanna se separaron, su rostro sorprendido. A estas alturas pensó que la señora Cessley ya le había contado todo a Igor.

—¿No te preguntó sobre eso? —cuestionó Rihannan.

—Lo hizo —sonrió la señora Cessley con amargura—. Él constantemente me molesta sin parar. Mi reina, quizás no pueda imaginar la cantidad de presión que puso solo para hacerme hablar.

La señora Cessley dejó escapar un gran suspiro.

Por su expresión, Rihannan pudo comprender la cantidad de presión y agotamiento que sufría.

—Señora Cessley, sobre la última vez… lo siento —murmuró Rihannan con amargura—. Te arremetí cuando no debería haberlo hecho. No fue culpa tuya, sino de mi propio complejo de inferioridad.

—Por favor, no tenga ese tipo de pensamientos, mi reina. Es cierto que desobedecí sus órdenes, después de todo. No nos preocupemos más por eso.

La señora Cessley acarició el dorso de la mano de Rihannan y sonrió. Ella le devolvió una sonrisa gentil.

Aunque no dijeron nada, el silencio era todo lo que necesitaban para entenderse.