Reina Villana – Capítulo 45: Confianza en el monarca

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


Hubo un momento tenso, de silencio, entre los dos, antes de que Kasser se inclinara hacia delante preocupado.

—¿Estás bien? —Preguntó, ella parpadeó y asintió.

—Sí, estoy bien.

¿Este tipo es puramente ingenuo o simplemente de corazón suave?

Kasser se había mantenido fiel a su contrato con Jin. Pero, desde que ella lo traicionó, debe haber estado demasiado enojado con ella.

Eugene recordó el día en que Kasser irrumpió en sus aposentos con una expresión aterradora. Ese día estaba lleno de resentimiento y enojo, pero mirando hacia atrás, en verdad merecía estar furioso con Jin.

Incluso, a pesar de que perdió su memoria, parece más probable que haya un error en ella. Pero, después de saber de la memoria perdida, el rey no mostró ningún indicio de ira ni trajo el tema de nuevo.

Ni siquiera la presionó para recuperar los recuerdos que perdió en el primer momento posible. Él solo respondió a todo lo que ella le preguntaba, le dio lo que necesitaba. Y ahora, él quería acompañarla por el reino. Es un hombre muy ocupado, por lo que, eso sólo consolidó su sinceridad en la oferta.

Sus sentimientos de frustración pronto disminuyeron.

Él sabe que no soy como la Jin anterior, es un hecho teniendo en cuenta que soy una persona completamente diferente… ¿Cómo reaccionaría si supiera la verdad? Ella se preocupó.

—Entonces, ¿podemos salir sin escoltas? —Ella reanudó la conversación, y Kasser suspiró.

—No, no podemos ir sin ellos.

—Si ese es el caso, ¿podemos ir con un solo escolta? O, simplemente, me quedaré aquí para deprimirme—, resopló en su silla, y Kasser la miró en silencio.

¿Cómo podía hacer que su tristeza fuera una herramienta para hacer compromisos? Pero, lo más extraño es el hecho de que la misma palabra sonaba incómoda al salir de sus labios.

En medio del silencio, un sonido familiar atrajo la atención de todos. Una explosión había estallado de repente.

Kasser se puso de pie y se dirigió apresuradamente a las ventanas para evaluar lo que estaba sucediendo. Intrigada, Eugene hizo lo mismo y lo siguió. Ella se paró a su lado y observó cómo los cielos soleados estaban plagados de humo amarillo.

—Huh… —Eugene respiró maravillada, desde su tiempo aquí, no había visto ninguna bengala ser utilizada desde ese ángulo. Y había estado aquí durante tres semanas, desde que comenzó el período activo. Observó con asombro infantil, cómo las bengalas, gradualmente, comenzaron a cambiar de color.

Al ver las bengalas un par de veces, comenzó a sentir temor en su estómago. Ella sabe que las bengalas rojas significan peligro en el período activo. Y ahora no está segura de cuándo sucederá, pero podía sentir que, en cualquier momento, se lanzaría una roja. Sus manos, de repente, se sintieron húmedas, su pecho se contrajo mientras seguía mirando las bengalas continuar estallando sobre ellas.

A su lado, Kasser se movió. Con manos y pies rápidos, abrió las ventanas y corrió hacia el balcón. Se detuvo en el borde, mirando hacia abajo y dejó escapar un silbido agudo. Eugene lo siguió y se detuvo a su lado una vez más, mirando hacia abajo también, preguntándose de qué se trataba la prisa.

—¿Qué estás buscando?

—Abu.

Tan pronto como dijo eso, Eugene vio un caballo negro galopando hacia ellos.

—Su Alteza —se escuchó una voz detrás de ellos, haciendo que Eugene se sobresaltara sorprendida. Ella rápidamente se dio vuelta y vio a un caballero, doblando sus rodillas hacia el suelo mientras ofrecía una espada en dirección al rey.

Como si lo esperara, Kasser tomó la espada rápidamente y se volvió para mirarla.

—Mi reina.

—¿Sí? —Chilló y lo miró, pero su atención no estaba en ella.

—Discutamos la selección de la escolta cuando regrese.

—Bien. No es urgente de todos modos —ella estuvo de acuerdo, despidiéndole, cuando se levantó sobre el balcón. En su mano estaba la espada, mientras que la otra se aferraba al borde mientras se preparaba para saltar.

Eugene jadeó sorprendida cuando lo vio hacerlo, y exclamó.

—¡No lo hagas! Eso es…

Pero él saltó, cortando efectivamente cualquiera de sus protestas. Eugene se llevó una mano a la boca para sofocar un grito y corrió hacia el borde del balcón, cuando vio a Kasser, envuelto en una brizna de energía azul, aterrizando con seguridad en el suelo.

Era la primera vez que veía al rey usar abiertamente su Praz desde que estalló la bengala. Mientras lo veía saltar y balancear las piernas para montar el caballo que se acercaba a él a gran velocidad, Abu ya no era un caballo.

La energía azul lo envolvió, y cuando estalló, Abu se transformó en un leopardo negro.

Ella jadeó cuando los vio saltar por encima de las paredes y corrió verticalmente. Sintiendo que la adrenalina abandonaba su cuerpo, sus rodillas cedieron debajo de ella, haciéndola caer al suelo, mientras se mantenía aferrada al borde del balcón.

—¡Su gracia!

—¿Está bien? —Las criadas se apresuraron al balcón para sostenerla.

—Estoy bien, solo un poco sorprendida —murmuró Eugene, mientras la agarran y la escoltaban suavemente hacia adentro. Ella se aferró a ellos como su apoyo. La sentaron en un sofá, discutiendo sobre ella, antes de que uno de ellos se fuera para traerle un poco de té caliente.

El sirviente en jefe se movió inquieto alrededor del sofá…

—¿Está bien, su majestad? —Preguntó de nuevo, y Eugene descartó sus preocupaciones.

—No es gran cosa. No hay necesidad de reportar este frívolo suceso al Rey.

—Sí, su Alteza.

La razón por la que Eugene estaba asombrada no fue porque estaba sorprendida, sino porque se dejó llevar. Después de todo, no todos los días era testigo de una escena mística tan poco realista, que era de hecho maravillosa.

Luego, las imágenes comenzaron a pasar por su mente como una película: el Rey saltó desde el balcón con solo una mano agarrando la barandilla, saltó velado en su Praz en forma de serpiente y saltó a la parte posterior de Abu, que en cuestión de segundos se transformó en una bestia: todas estas escenas se repetían dentro de su cabeza como un álbum de fotos.

Pero ella sabe que no fue un video falso producido con una técnica especial elegante, todo fue real, lo acababa de presenciar justo en frente de sus ojos.

Se llevó la taza de té a los labios apenas se enfrió un poco con las dos manos. Su corazón latía. Ella estaba hipnotizada con la expresión facial del Rey cuando saltó sobre la barandilla del balcón.

Parece un poco indiferente, pero conoce muy bien su fuerza. Parece que ahora puede entender que clase de carisma se necesita para reinar sobre la gente.

La puerta de la sala de recepción se abrió y Marianne entró corriendo. Eugene sonrió mientras miraba su horrible rostro pálido.

—Mi reina. ¿Qué pasó? —Preguntó, mientras se arrodillaba rápidamente ante ella. Eugene miró a su alrededor e hizo un gesto a todos para que se fueran.

—Todos, por favor váyanse —ordenó Eugene, y los sirvientes se inclinaron. Todos salieron de la habitación, excepto ella y Marianne. Luego, le explicó la situación a la anterior niñera del rey.

—No sé lo que las criadas pensaran sobre esto. Pero reaccioné de forma exagerada, como si fuera la primera vez que lo veo.

—No se preocupe, Su Excelencia —dijo Marianne, sonriendo suavemente cuando Eugene frunció el ceño. —Me asegurare de que no se mencione ni una sola palabra. Su Alteza trabaja incansablemente para todos nosotros; lo último que deben hacer sus subordinados es chismear sobre su Reina.

Eugene asintió con la cabeza. Marianne continuó.

—El rey, seguramente, regresará antes del atardecer solo para estar contigo.

—¿Solo para estar conmigo? ¿Puedo preguntarte qué estás insinuando?

Marianne vaciló un poco, antes de hablar con cuidado.

—Como has estado indispuesta, Su Excelencia, el rey, siempre sale antes del amanecer y regresa al atardecer. Antes, rara vez se quedaba en el castillo, trabajando incluso de noche.

—Pensé que solo trabajaba en su estudio durante el día…

Sacudiendo la cabeza, Marianne sonrió.

—Él solía trabajar durante la noche también, Su Excelencia. Pero…

Eugene miró hacia abajo y miró el vaso de té que acababa de vaciar en sus manos. Sus orejas se sentían calientes. Parece que, durante este período de actividad, habrá largas horas de trabajo hasta la noche. Pero siempre había ido a su habitación todas las noches.

—Su gracia, esto podría ser imprudente de mi parte, pero si puedo hablar libremente… es realmente bueno verlos llevarse bien. Por favor, perdona al rey cada vez que comete un error, aunque no estoy diciendo que siempre debas perdonarlo… simplemente, no es bueno para expresar sus sentimientos.

La voz de Marianne vaciló un poco mientras hablaba. Cuando Eugene levantó la vista, vio la cara de Marianne, con los ojos rojos.

La conmovió la genuina preocupación de Marianne por el rey. Ella había presumido que el rey tiene una familia complicada. Pero como Marianne estaba a su lado, no se había extraviado y creció bien.

Teniendo esta conversación, Eugene, de alguna manera, sintió envidia del rey. Si alguien como Marianne hubiera estado con ella desde que era joven, imaginaba que su vida no sería difícil.

—Marianne —llamó suavemente y la baronesa la miró —sé que el rey es un buen hombre —dijo con una sonrisa amable, y Marianne la devolvió con una sonrisa radiante. —Sí, él es realmente amable con un corazón gentil —terminó, y Marianne se apartó de ella con una mirada confusa en su rostro.

¿Amable y de buen corazón?

No importaba cuánto intentara demostrar eso, esas palabras nunca le convenían. Tampoco era uno que ella asociaría con él, a pesar de conocer más al rey.

—El rey mismo me acompañará más tarde —Eugene bromeó y Marianne parpadeó.

—¿El rey en persona? —Marianne encontró sus labios curvados en una sonrisa divertida. Ella pensó que la pareja, finalmente, se está convirtiendo en una pareja real. Sintió que se había aliviado con una carga tan pesada.

—Me prepararé para tu salida afuera más tarde —dijo, dándole a Eugene una última sonrisa antes de acariciar sus rodillas suavemente.

Los pensamientos de Marianne volvieron a su visita de ayer al rey. Parecía que quería hablar con ella sobre algo importante, decirle por qué deseaba la atención de todos. Debe estar preocupado por la primera gira de la reina, después de su pérdida de memoria. Con este pensamiento, sus labios se curvaron muy ligeramente, apenas perceptibles para quienes la rodeaban.

—¿Puedo enviar al chambelán hoy? —Preguntó Marianne, lo que solo hizo reír a algunas personas con diversión ante su entusiasmo. Eugene sacudió la cabeza en respuesta.

—Quizás mañana —respondió Eugene.

El clima de hoy era apropiado para recorrer el mercado. No hacía demasiado calor y el viento soplaba suavemente alrededor del aire frío. Quizás, este sea uno de esos momentos que podrían mejorar aún más su relación y acercar a la pareja casada.

Un trampolín para su relación. Uno donde puedan aprender a trabajar juntos para superar cualquier dificultad que la vida les presente.

Por ahora, todo lo que Marianne podía hacer era asegurarse de que habría un baño caliente para la reina más tarde esta noche.

♦ ♦ ♦

El leopardo negro que llevaba al rey corrió a través de las paredes. Parecía volar por el aire mientras saltaba las largas distancias.

Había una brumosa energía azul que rodeaba el cuerpo del rey, mientras cabalgaba sobre Abu. Una vez que una persona promedio se sube a la espalda de Abu, no podría soportar ni un minuto y se vería obligado a retroceder.

Los gritos de los soldados no podían escucharse, ni siquiera cuando se acercaban a la pared. Filas y filas de soldados estaban alineadas. Sus ojos ardían con valor oculto mientras esperaban paciente y silenciosamente a que la bengala volviera a estallar.

Fue una advertencia inútil. Kasser solo trepó las paredes una vez mientras cabalgaba sobre Abu. La expresión facial del Rey se endureció cuando llegó a la cima de la pared y miró hacia el desierto.

La arena del desierto amarillo se extendía hasta donde alcanzaban los ojos. Y no muy lejos, pero tampoco muy cerca de ellos, el rey los vio.

Había puntos negros esparcidos por las arenas, moviéndose en sincronía, corriendo a altas velocidades, directamente hacia ellos. A esa distancia, los larks casi parecían un ejército de hormigas.

No podía calcular con precisión cuántos se dirigían hacia ellos, pero estaba seguro de que no valía menos que el valor de un ejército.

—Su Alteza.

Lester se acercó a su lado. Había una expresión sombría en sus ojos, como un guerrero que ha visto el final de la batalla.

—Son de clase amarilla —le dijo al rey, lo que hizo que Kasser frunciera el ceño. Una clase amarilla significa que se enfrentaban a Antlarks. Este tipo de larks no eran tan peligrosas y eran del tamaño de un perro grande. Los guerreros incluso pueden cazarlos, pero, generalmente, toma un par de soldados comunes para derrotar solo uno.

Pero la parte difícil de luchar contra ellos no era su fuerza. Los antlarks no tenían mucho en términos de destreza en combate, pero lo que les faltaba en fuerza, lo compensaban con osadía.

—Levanta la llamarada verde.

—Sí, su Alteza.

Lester se dio la vuelta y levantó la mano haciendo un gesto. Después de un tiempo, los soldados dispararon la bengala verde, que explotó en el cielo. Luego, se encendió otra bengala verde.

La serie de bengalas verdes servirá como una buena advertencia para la gente de la ciudad. Las mujeres y los niños, los ancianos y los enfermos se esconderán en sus refugios. Se suspenden todas las transacciones comerciales y se cierran las tiendas.

Los jóvenes fuertes detendrán lo que están haciendo y solo construirán defensas en toda la capital. Cada casa tendrá su lanza y arco listos. Las autoridades distribuirán rápidamente las armas con el aceite aplicado.

—Bajaré y los provocaré. Lester, toma el mando aquí.

—Los oponentes quieren una pelea de tiempo. Cuando un guerrero resulta herido en una guerra como esta, el daño será grave. Si se rompe la primera línea de defensa, levanta la bengala verde nuevamente. Si se rompe la segunda línea de defensa, levanta la bengala roja.

—Sí, su Alteza.

—Vamos, Abu —le dijo a su corcel de confianza y bajó su cuerpo hasta que estuvo acostado sobre su pecho contra la espalda de Abu.

El leopardo negro saltó de la pared hacia el desierto. El rey corrió firmemente hacia la colonia de larks, equipadas con nada más que su espada y coraje.

Lester miraba en su publicación; sus puños se apretaron fuertemente a los lados mientras esperaba ansiosamente. Podría terminar brutalmente; parecía imposible ganar.

Pero el confía en su rey y, por eso, tiene fe.

2 respuestas a “Reina Villana – Capítulo 45: Confianza en el monarca”

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