Felicidades Emperatriz – Capítulo 17: Decreto Real


El único que lesionó Hua Jin, era de hecho ¡Hua Bai Xiang!

Hua Bai, está en una edad en la que acaba de llegar a su punto más alto debido a sus largos regímenes de entrenamientos. En este momento está lanzando un aura aterradora.  Ambos ojos eran como los de un águila, igual de enérgica y filosa, sin embargo, hay un toque de misterio detrás de este hombre.

Después de él, a sus espaldas, había una persona de pelo blanco, pero llena de vida, la vieja Hua, la  señora Cui Xiu Lin. Con todo su cuerpo lleno de joyerías y artículos de lujo, la señora Hua Miao Luo Xiang. El primogénito Hua Fei Sheng. El hermano gemelo de Hua Wan, quien es el tercer hijo Hua Que Qi y una niñera de sirvienta Ruo Gen.

—¡Hua Wan! —exclamó Hua Miao una vez que la vio herida, tendida en el suelo. Con una voz cortante, apuntando hacia Hua Jin rugió— ¡Hua Jin Lan! ¡No vas a poder escapar de la muerte, desgraciada!

Hua Fei se inclinó ligeramente para mantener a su madre. Las flores del ciruelo lo hacían verlo como un elegante y agraciado caballero.

—Madre, permite a padre y a la abuela manejar esta situación, vamos a llevar a la pequeña Yu-Er a su habitación para que el médico pueda echarle un vistazo primero.

[Nota: le dicen Yu-Er a Hua Wan, es una manera informal de decir su nombre]

— ¡Abuela! ¡Padre! ¡Por favor, no dejen que esa desgraciada se salga con la suya! —Como si utilizara toda su fuerza para hablar mientras estaba sujetada en dos de los sirvientes, iba a abandonar el lugar, cuando Hua Wan se quejó del dolor.

—¡Hua Wan! ¡Puedes estar segura de que tu madre tomará venganza por ti! —Hua Miao miró decididamente a Hua Jin y llamó a la niñera para que siguiera a Hua Wan de vuelta a la habitación.

—Sin varilla el niño se pudre —Hua Miao hablo sin parar— Hua Jin, a la Familia Hua no se le maltrata, ¡pero usaste el hecho de que no estábamos aquí para dañar en gran medida a nuestra querida Yu-Er!

Hua Jin miró a las cinco personas que la rodeaban. La vieja Hua parecía estar calmada, pero por la forma en que fruncía las cejas, se le notaba su descontento. No había nada más que decir sobre Hua Bai, a pesar que se retuvo al golpearla, era obvio que odiaba y detestaba a Hua Jin, de modo que ni siquiera trataba de ocultarlo. Hua Fei era apático, como si este evento ni siquiera fuera de su incumbencia. Hua Miao, por su parte, se moría por rasgar en mil pedazos a Hua Jin. Y estaba Hua Que, quien se disponía a ver un buen espectáculo y estaba disfrutando de la situación actual.

—¿Dónde aprendiste artes marciales?

Hua Bai no era tonto, incluso aunque la capacidad interna de Hua Jin era mucho menor en comparación con la de él, para romper un “látigo del ciempiés negro”, no era una tarea fácil. Solo la dejó sola por menos de un mes y ahora esta Hua Jin no puede ser subestimada.

Hua Jin limpió la sangre que estaba en la comisura de su boca y tomó una postura firme.

—¡Fui autoeducada!

—¿Chica condenada, todavía te atreves a hablar? —Hua Miao levantó su mano, preparándose para golpearla.

Hua Jin se movió ligeramente, esquivando su golpe y le lanzó un fría mirada a Hua Miao. Ella se sorprendió, sabía que algo no estaba bien, la persona que tenía delante era completamente diferente.

La Familia Hua vio el cambio de Hua Jin y no podían creer lo que veían. ¿Cómo iba a cambiar tanto en tan solo un mes?

—¿Cómo no pudimos darnos cuenta? Hay una practicante de artes marciales en nuestras narices —Hua Que se rió entre dientes— Parece que hemos cometido un error, no esperaba que ella fuera tan capaz.

—Hua Jin —La vieja Hua caminaba mientras sostenía su bastón— Dile a la abuela, ¿dónde aprendiste esas habilidades?

Este cambio de actitud, merece meditarlo… La vieja señora Hua Y Hua Bai están interesados en saber el origen de su arte marcial. Parece que la razón del porqué Mei Er selló sus artes marciales no era tan simple como pensaba Hua Jin. A pesar de que ella está utilizando movimientos bastante simples y básicos, le están exigiendo una respuesta. Hua Bai no va a dejar pasar esto con facilidad y Hua Jin lo sabía.

—¡Gran Señora, Maestro y Señora! —Una abuelita ama de llaves, vino corriendo y siguió hablando, a pesar de que estaba sin aliento— ¡La Familia Real ha enviado a algunas personas, están esperando afuera, dense prisa para recibir el Decreto Real!

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