Felicidades Emperatriz – Capítulo 30: Intención asesina


—¡Malditos sirvientes! ¡Voy ejecutarlos ahora!

Hua Wan elevó su látigo y azotó a Jiao Yue mientras mostraba una cara de felicidad.

—¡¡Ah!!  Por favor… ¡Perdóneme!

Jiao Yue estaba en el suelo retorciéndose de dolor.

Hua Wan había contenido su rabia y resentimiento desde hace mucho tiempo, incrementando la fuerza en cada golpe que daba.

Repentinamente sintió una opresiva aura asesina atacándola y sin querer dio un paso atrás. Se sorprendió al descubrir que una daga estaba presionando en su cuello, el frío acero la tocaba, haciendo aumentar su miedo.

Su temor se disparó aún más, debido a que la única quien estaba sosteniendo esa daga, tenía los ojos sedientos de sangre, haciendo que un escalofríos recorriera todo su cuerpo.

Un leve sonido de algo cortándose… Y un montón de pelo negro cayó al suelo.

Hua Wan no se atrevió a mirar como su pelo caía.  No entendía como Hua Jin había aparecido de repente a su lado.

Pero ahora, solo tenía una cosa en mente; Hua Jin era capaz de matarla.

Si ella no hubiera dado un paso hacia atrás, no sería su cabello el que estaría siendo cortado, pero si su cuello.

Hua Wan comenzó a sudar frío, como si un helado viento la estuviera rodeando, impidiendo que se atreviera a moverse. Sus ojos estaban muy abierto mirando directamente a Hua Jin.

Podía sentir que si fuera a cometer cualquier error, el siguiente ataque sería como el de antes, dirigido directamente a su cuello.

Chu Yun apoyaba a Jiao Yue mientras se colocaba detrás de Hua Jin.

Hua Jin miró a Hua Wan y lentamente movió su muñeca. La luz del sol se reflejaba en la hoja del cuchillo, haciendo a Hua Wan entrar en pánico.

Hua Jin lenta y suavemente fue acercándose a ella.

Hua Wan estaba temblando un poco y cuanto más trataba de apretar su látigo, le era menos posible hacerlo. Era como si su cuerpo no la estuviera escuchando.

No… Es imposible… ¡Es imposible escapar de Hua Jin!

¡Muévete! ¡Muévete!

Ella siguió intentando.

—N… No… ¡No te acerques más! —Dijo débilmente con su boca tiritando.

La cara de Hua Jin permaneció sin expresión, pero sus ojos eran oscuros como un pozo sin fondo.

—Si no puedes recordarlo, tendré que enviarte al infierno.

La abrumadora presión estaba aplastando a Hua Wan, quien se estaba moviéndose hacia atrás, hasta que fue incapaz de retroceder. Tropezando con las flores, cayó al suelo. Era como si pudiera ver que la daga delante de ella estaba siendo sostenida por una Asura. [1]

Hua Wan se puso pálida y sus labios se volvieron blancos.

Con un solo agudo grito: —¡¡¡AH!!!

—¿¡Qué estás haciendo!? —Preguntó Hua Fei.

Con un movimiento más rápido que el sonido, detuvo la mano de Hua Jin, tomándola de la muñeca.

—¡¡Wah…!! ¡Gran Hermano…!

Hua Wan cuyas piernas casi no tenían fuerza, se arrastró hacia donde estaba Hua Fei y empezó a llorar. Comprendiendo lo que había sucediendo, sin piedad apartó lejos a Hua Wan y le dio una advertencia a Hua Jin quien todavía estaba rodeada de intención asesina.

Hua Fei frunció el ceño cuando vio el pelo en el suelo y antes de decirle algo a Hua Jin, primero comprobó si Hua Wan estaba ilesa.

—¡Hua Jin Lan, no te mostraré ningún tipo de misericordia!


[1] Asura: En este caso, se refiere a las deidades sedientas de poder y en constante guerra.  Consideradas demoníacas en el hinduismo.  En otras religiones tienen otro significado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido