Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 1: Un niño herido (1)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


Una fría noche de diciembre, después de haber nevado de forma excepcional, Senna murió.

La causa fue un accidente de tráfico que acabó en un choque y fuga. El automóvil resbaló sobre la carretera congelada y golpeó a la joven mientras cruzaba el paso peatonal. Quizás, si el conductor se hubiera detenido a llamar a una ambulancia de inmediato, en lugar de escapar, Senna podría haber salido con vida de aquel percance. Sin embargo, todo sucedió en una calle poco transitada, a altas horas de la noche, por lo que no hubo nadie que viera el accidente.

Cuando una persona finalmente se percató de lo que había pasado y la llevó a la sala de emergencias, era demasiado tarde. Sus acciones fueron en vano.

Antes de cerrar sus ojos, tuvo la suerte de ver por última vez los rostros de su familia.

Senna no había sido una persona religiosa y no creía en cosas como «el más allá» o «las reencarnaciones». Sin embargo, cuando volvió a abrir sus ojos, como si hubieran querido burlarse de sus creencias, era una niña de diez años acostada en una habitación. Su nombre era Yurina Carthia.

Al principio, se negó a admitir que eso era algo más que un sueño, pero después de poco más de una semana, tuvo que rendirse ante la idea de que esa era su nueva realidad.

Lo que le había pasado era realmente curioso. Había leído acerca de esas reencarnaciones dimensionales donde una estudiante de secundaria era atropellada por un camión y reencarnaba como una noble de otro mundo. Y ahora, ese era su caso. La situación que enfrentaba era tan similar a esas novelas románticas de fantasía que eran tan populares, que incluso se había convertido en la villana de la historia.

De entre todos los personajes, ¿tenía que ser ella?

Siendo honesta, no recordaba con seguridad el título del libro, ni mucho menos la trama. Había sido una de tantas novelas que leyó en su tiempo libre. La trama era tan genérica como todas las otras novelas del mismo género, así que, sin leer el final, se perdió en una pila de obras similares.

Sin embargo, no fue hasta que escuchó el nombre del marqués Defrom que sintió algo extraño. Una curiosa sensación recorrió todo su cuerpo, como un doloroso cosquilleo que no podía calmar.

Reflexionó durante días hasta que dos nombres llegaron a su mente, todo gracias a que esa novela había sido una lectura relativamente reciente: Lydia Defrom y Yurina Carthia.

Eran los nombres de la protagonista y la villana de esa novela cuyo título aún se le escapaba.

En la obra, sus padres eran oponentes políticos y sus hijas eran conocidas socialmente, habían hecho su debut el mismo año y eran comparadas por los nobles en todo momento.

Yurina era una bella y elegante rosa con espinas, mientras que Lydia era un delicado y suave lirio. De forma casi natural, terminaron peleando por el puesto de emperatriz.

Si se era un poco crítico y bastante imparcial, ambas familias eran políticamente similares. Si solo se tomaba en cuenta eso, era imposible determinar quién era el verdadero villano, o al menos eso era lo que Senna había llegado a pensar.

Tanto el marqués Carthia como el marqués Defrom, habían difundido rumores viciosos sobre la hija del otro para ayudar a la propia a derribarla.

La única razón por la que Yurina se ganó el odio de los lectores fue porque, desde un principio, la historia fue escrita para Lydia, haciéndola a ella la vencedora. Si hubieran escrito que Lydia era la villana, los lectores la habrían odiado justo como hicieron con Yurina.

Las dos familias lucharon entre sí codo a codo durante la mayor parte de la trama. No fue hasta que «Charion» hizo su aparición que la balanza se inclinó. Él era un niño que el marqués Defrom había encontrado por accidente en un orfanato.

Defrom era un mago bastante talentoso, así que, tan pronto como vio al pequeño, pudo percibir que sería bastante talentoso. Después de todo, había nacido con un don mucho más grande que el suyo.

Lo había logrado reconocer por aquellos ojos rojos, el símbolo de la diosa. Más tarde, su habilidad con la magia le ganó el título de «genio del siglo».

Durante su estadía en la Academia, fue patrocinado por el marqués y progresó a un ritmo asombroso. Para cuando se graduó, se había convertido en un mago con excelentes habilidades, así que su nombre fue reconocido no solo por el Imperio, sino también por países vecinos.

Con su aparición, el marqués empezó a tener apoyo adicional. Además, el joven sentía un gran apego con Lydia, quien había sido buena con él desde la infancia, así que le brindó su apoyo para que pudiera convertirse en emperatriz.

La amaba, pero su amor era el de «un personaje secundario que se hace a un lado para permitir la felicidad de la protagonista». Así, Yurina terminó muriendo a manos de «Charion» como una villana que había acosado de forma miserable y cruel a la trágica heroína. Por supuesto, la familia Carthia también fue derrocada después de eso.

Pero ¿por qué murió?

Senna apenas podía recordar que Yurina había muerto; sin embargo, no conocía la razón exacta. Su muerte había sido poco memorable; simplemente murió porque era una villana. Además, recordó que la lectura le había parecido molesta porque, a lo largo de esta, toda la situación había sido arreglada a favor de la protagonista.

De todos modos, después de organizar sus pensamientos, se dirigió a los orfanatos de la capital y de sus provincias para poder encontrarlo antes que el marqués.

Su única pista para hallarlo era que tenía unos brillantes ojos carmesí. Eso era más que suficiente, después de todo, en ese mundo era casi imposible que hubiera otro par de ojos así.

Empezó a buscarlo desde principios de año y, cuando ya estaba comenzando el verano, lo encontró. Fue una larga cacería de unos seis meses, pero el fruto de esa espera fue realmente dulce.

Yurina, mientras visualizaba al niño en la entrada saliendo con un bolso en sus brazos, cubrió su boca con un pañuelo para ocultar su expresión de victoria.

—¿No se te olvida nada?

—No…

—¿Te despediste?

—No tengo a nadie de quien despedirme.

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