Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 3: Un niño herido (3)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


♦ ♦ ♦

Raynard, que había vivido durante doce años como «Tom», se tambaleó y miró fijamente a las doncellas que se acercaban a él.

—¡No se acerquen!

—Pero…

Las doncellas, que se habían acercado para ayudarlo a bañarse, ahora se miraban entre ellas con una expresión de vergüenza en sus rostros.

Ya era bastante molesto tratar de limpiar a un niño que olía tan mal, siendo ellas parte de una mansión aristocrática tan distinguida y, para empeorar su humillante situación, el niño se negaba. Querían descargar su ira en él, pero lograron contenerse.

Estaban deseosas de concederle su deseo y alejarse de él, pero no podían debido a que era un pedido de la joven ama.

Pronto, la más experimentada de las tres, tomó el delgado brazo del niño y este empezó a jalarlo de regreso. A pesar de la diferencia de altura, Raynard ganó la batalla por su brazo e hizo que la doncella cayera al suelo con bastante fuerza.

—¡¡¡No me toques!!!

—Quería darme un baño, pero… ¿qué significa todo esto? —preguntó Yurina al entrar en la habitación. Al ver tal escena, frunció el ceño.

De inmediato, las doncellas se sintieron aliviadas. Mientras hacían una ligera reverencia, sus rostros se iluminaron. El niño, al ver que se distraían, tomó su ropa y se refugió en una esquina.

Parece un ratón escapando de un gato.

Yurina suspiró y se acercó a él.

—Ray… —El niño, agachado en la esquina, se agitó ante la mención de su nuevo nombre—. Puedes relajarte, nadie en esta mansión quiere hacerte daño.

—¡Pero me estaban manoseando!

Al oír sus palabras, Yurina se dio la vuelta y las doncellas negaron con la cabeza.

—¿Seguro?

—¡Es la verdad! ¡Me tocaron! ¡Trataban de quitarme la ropa! ¿Qué querían hacer esas señoras con un niño como yo?

Aquellas palabras golpearon a Yurina.

¿Qué tipo de cosas pasaban por su mente? ¿A qué ridículas inferencias había llegado?

—No sé qué estabas pensando, pero solo querían ayudarte a bañar.

—¿Qué? ¿Un baño?

—Sí, te han preparado una bañera con agua tibia. No estabas pensando en quedarte así, ¿verdad? —explicó tranquilamente, pero él no parecía convencido.

—¡Pero me estaban quitando la ropa!

—¿Te bañas con ropa?

—¡No soy un bebé! ¿Por qué necesito que me bañen?

—También lo hacen conmigo.

Raynard resopló al oír su respuesta.

—¿Los nobles no saben hacerlo? ¿Acaso no tienen manos? ¿O es que disfrutan que los toquen?

—Bueno, será mejor que te abstengas de hacer ese tipo de declaraciones. No importa cuán poderosa sea mi familia, no podré protegerte de los otros nobles. Después de todo, ellos creen que los plebeyos no tendrán problemas en su vida aun si les falta la lengua. Estarás perdido si las personas en el piso de abajo te escuchan —dijo Yurina en voz baja. Si alguien no hubiera escuchado lo que dijo, bien podría haber pensado que, por su tono de voz, le decía qué es lo que habría para cenar esa noche.

Por suerte, el niño se dio cuenta rápidamente del significado detrás de sus palabras y cerró la boca con firmeza.

Eso fue rápido.

Si no hubiera llegado a tiempo, seguramente el ratón en la habitación habría muerto. Agitó su mano hacia las doncellas. Sabía que no sería fácil tratar con él, así que les hizo dejar la habitación.

En ese momento, Reynard cubrió su pecho con sus brazos. Yurina lo miró con los ojos en blanco.

—¡¿Ahora que harás conmigo?!

—Con esto, ya puedes bañarte, ¿verdad? —preguntó, señalando la bañera. Sin embargo, él negó obstinadamente con la cabeza—. Dijiste que no querías que las doncellas te ayudaran, ahora puedes hacerlo solo.

—Pero todavía sigues aquí.

—También saldré, solo asegúrate de bañarte bien.

—¿Qué sucede si viene alguien mientras lo hago?

Ya empezaba a provocarle dolor de cabeza.

Entendía su reacción, era perfectamente normal. Después de todo, las circunstancias en las que creció no fueron las mejores.

La novela decía que había sido criado por su madre en una taberna donde las mujeres solían venderse, sin conocer quién era su padre.

Tenía una cara bonita y gestos orgullosos, pero esto solo hizo que su infancia fuera peor; era acosado constantemente por pervertidos que babeaban nada más al verlo. Las cosas empeoraban cuando corría hacia su madre para que lo protegiera y esta lo empujaba para que fuera a conseguir una mejor propina.

Aunque se negaba y corría hacia una esquina para esconderse, su madre terminaba sacándolo a golpes del lugar. Quería abandonar aquella vida, pero tristemente no tenía otro lugar a donde ir. No fue hasta que cumplió doce años que logró escapar y llegar a un orfanato.

Por ello, no era extraño que pareciera un erizo en estos momentos, apuntando sus espinas para defenderse de un atacante. Era posible que, si eso continuaba, terminara haciendo un desastre en la habitación. Yurina suspiró al imaginarse tal escena.

Supongo que puedo entender su comportamiento.

Sin embargo, sabía que la situación no cambiaría a no ser que ella se ocupara de eso.

—Te haré una promesa bajo el nombre de Yurina Carthia. Nadie en esta casa podrá tocarte si tu no lo quieres y nadie podrá entrar en tu habitación ni invadir tu espacio personal. Sé que quizás no entiendas lo que significa hacer una promesa bajo mi nombre, pero esta es una garantía que los nobles, que se enorgullecen de serlo, pueden hacer.

—¿Cómo puedo creer en eso?

—Si no ibas a creer en mí, ¿por qué me seguiste?

—Eso fue porque…

Sin terminar esa oración, giró su rostro para evitar su mirada.

¿Qué significa esa reacción?, se preguntó Yurina arqueando su ceja.

Cuando le ofreció patrocinarlo, él le respondió después de haberlo pensado un por un momento. Sin embargo, se abstuvo de tener pensamientos arrogantes y creer que él la seguiría ciegamente; era obvio que no la había seguido a ella, si no al dinero que poseía.

Para él, Yurina solo significaba una vida mejor.

Con eso en mente, ella tendría que trabajar duro para ganarse su confianza, ese sería su único objetivo para el futuro. Sin embargo, aún le parecía un poco ridícula la terquedad que estaba mostrando. Si iba a estar tan alerta, ¿no debería haberlo hecho antes?

Quizás estaba omitiendo la parte más curiosa de la situación: ¿Por qué estaba en cuclillas evitando su mirada?

Raynard, después de echar un vistazo a la disgustada expresión en el rostro de Yurina, lentamente bajó los brazos que cubrían su pecho.

—¿A quién le importa si te creo?

—Bueno, no quería decir esto pero… —comenzó a decir alejándose de él—. Si te soy honesta, apestas demasiado.

Raynard quedó conmocionado y, en ese instante, levantó su brazo y se olfateó a sí mismo.

—¿Tanto así…?

—Ajam.

Su apariencia andrajosa no podía ocultar lo armonioso de sus facciones, pero ni la más grande belleza podía cubrir el olor que despedía.

Durante el viaje que hicieron juntos en el carruaje, ella había luchado por manejar sus expresiones faciales, soportando ese punzante olor.

Se preguntó por qué no se debilitaba incluso después de abrir la ventana. Probablemente, ahora mismo, los sirvientes seguían luchando por quitar la peste del carruaje.

Al ver la expresión sincera en el rostro de Yurina, el niño se escabulló y se dirigió a la bañera.

Parece un animal.

Ellos, con el fin de no ser devorados por sus enemigos naturales, fijan su mirada en los ojos de su oponente y se alejan poco a poco.

Raynard era bastante arrogante y se sentía la mejor persona del mundo; sin embargo, en su interior, todavía conservaba esa inocencia infantil.

Cuando logró colocar algo de distancia entre él y la niña, se escondió detrás del velo que estaba alrededor de la bañera.

Mientras tanto, Yurina acomodó ropa limpia y una toalla donde él pudiera verlas.

—¿Te vas a quedar ahí? —preguntó Raynard detrás del velo. Su voz fue tan suave como un susurro.

—Ya me retiro —respondió Yurina. Se dio media vuelta y salió de la habitación sin remordimientos ya que, en cuanto cerró la puerta, escuchó el agua salpicando al otro lado.

♦ ♦ ♦

Raynard se quitó la ropa y se metió en la bañera en cuanto escuchó el sonido de la puerta al cerrarse.

Era una sensación nueva aquella agua tan cálida cubriendo gradualmente sus pies. Por alguna razón, se sentía incorrecto, como si estuviera cometiendo un pecado. Miró a su alrededor, solo para estar seguro de que estaba completamente solo y luego, poco a poco, sumergió el resto de su cuerpo.

Es cálido.

Era la primera vez en su vida que podía bañarse en un agua tan agradable como esa, jamás se había atrevido a soñar con un lujo como ese.

Estaba seguro que ni siendo un bebe recién nacido, el cual necesitaba extremo cuidado, había podido disfrutar de un agua tan relajante.

Nunca había visto una bañera como esta.

La bañera de una casa de aristócratas, en comparación con la que había tenido en su casa, era increíblemente grande. Antes, le habían hecho bañarse en una tan pequeña que no lograba entrar por más que insistiera; sin embargo, cuando creció, empezó a bañarse en un arroyo en los días cálidos. Además, en el orfanato, jamás se le pasó por la cabeza hacerlo, allí no había ni donde bañarse.

Abrazó sus rodillas durante un largo rato mientras pensaba de nuevo en las palabras de su benefactora… Seguía conmocionado.

Si te soy honesta, apestas demasiado.

Sabía que apestaba, pero aun así inhaló profundamente.

Jamás le había parecido extraño su olor. En el orfanato, era normal que los niños olieran así, incluso aquellos donde vivía antes tenían un aroma similar. Siempre había pensado que era normal ese olor en las personas.

Sin embargo, para una noble, con lujos desde su nacimiento, ese olor debía ser fatal. Después de todo, Yurina, en específico, olía muy bien. Cuando la conoció, fue la primera vez que supo que una persona podía oler igual que una flor. La chica era refrescante de muchas maneras.

Yurina Carthia.

Cerró sus ojos mientras imaginaba su rostro en su mente. Ella era tan diferente, no tenía esa piel oscura y áspera de aquellos niños con los que se había topado. No, su piel era tersa, tan blanca como una muñeca, con una apariencia esbelta y un cabello rubio oscuro un tanto rosado. Y sus ojos, esos brillantes y precioso ojos azules que lo miraban junto con una sonrisa…

Era la primera vez que veía una mirada como esa.

Hasta ese día, nadie lo había mirado directamente a los ojos, todo por temor a ese color rubí tan parecido a la sangre. Por ello, jamás había podido ver tan claramente los ojos de otra persona.

Ni siquiera en sus recuerdos pudo encontrar un momento en el que su padre, su propia sangre, le mirara directamente sin decir que su mirada era siniestra.

Muchas veces, estando borracho, llegaba a maldecirlo con ojos tristes y le gritaba que si no fuera por él, su madre no habría muerto al darle a luz. En esos momentos, solo terminaba escondido en un rincón de su habitación, temblando.

Probablemente fue por eso que la siguió. Después de escuchar las tonterías de que lo apoyaría porque tenía talento, siguió a esos ojos que lo miraron directamente, esos ojos azules que brillaban como estrellas en el cielo. Incluso, a pesar de no ser dorados, podía estar seguro de que brillaban más que el sol.

Siguió repasando su rostro en su mente durante un largo rato, todo mientras seguía sumergido en el agua caliente. No estaba seguro si ese calor, que inundaba su cuerpo y salpicaba su rostro, se debía realmente al agua.

Solo salió del agua caliente cuando ya no pudo aguantar más la respiración. Luego tomó el jabón redondo que estaba en la mesa al lado de la bañera y lo llevó a su rostro sonrojado.

Olía increíblemente bien y su toque era suave, no podía compararse con el jabón barato que su padre le había llegado a comprar a su madre cuando seguía viva.

Llevó el jabón a su nariz y lo olió profundamente.

Era el mismo aroma floral que desprendía el cuerpo de Yurina.

Se quedó deslumbrado, con su mente completamente en blanco. Parecía como si hubiera sido noqueado en la parte posterior de su cabeza.

Sintió que sus pensamientos empezaban a desviarse a algo malo y sacudió su cabeza rápidamente; por ello, metió su rostro en el agua y empapó sus mejillas calientes.

¿De verdad puedo usar este jabón?

Raynard vaciló por un momento antes de frotar todo su cuerpo con él.

No se detendría hasta que el olor desapareciera.

4 respuestas a “Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 3: Un niño herido (3)”

  1. No tengo algo muy claro, la madre ¿murió al momento del parto o al tiempo después? Porque se menciona que recurría a ella para que lo protegiera, pero después se hace alusión (gracias al padre borracho) que ella había muerto al momento del parto.

    1. Hoolis c: como le expliqué al comentario abajo, las dos versiones de los padres de Raynard (la de Yurina y la de Reynard) no es un error por parte del autor sino que forma parte de la trama para abrir ese tema más adelante ♥

  2. no entendí, osea la madre murió cuando le dio luz pero eso la prota no lo sabe, piensa q la madre si vivió?? right?

    Gracias x el cap

    1. Holis ♥ La parte de los padres de Reynard se explica más adelante con mucho más detalle . En estos primeros capítulos, hay dos versiones: la de Reynard y la de Yurina, y así está hecho en la novela por el autor para dar más adelante la gran explicación.

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