Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 6: Un niño herido (6)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


♦ ♦ ♦

Yurina le dijo que no se preocupara, pero la verdad era que todavía tenían una gran montaña que superar.

Respiró hondo y miró fijamente la puerta cerrada frente a sus ojos: la habitación de la marquesa Carthia. Luego, volvió a mirar al joven a su lado.

—Ray —dijo Yurina, empujando el brazo del niño.

Mientras observaba pasar a los sirvientes, Raynard le dirigió una sonrisa incómoda. Ella siguió empujando su brazo, recordándole que no había necesidad de sentirse a la defensiva con las personas de la mansión.

Sin embargo, poco después, una criada se inclinó para saludarlos, provocando que él se escondiera detrás de la niña.

—¿Tienen que saludarme también?

¿En qué se había convertido, en la patrocinadora de un joven talentoso o en la niñera de un niño asustado? Suspirando para sus adentros, pensó que, si llegaban a preguntarle eso en estos momentos, su respuesta sería la segunda opción.

—Ahora estás siendo patrocinado por mi padre oficialmente, es normal que la servidumbre te trate como si fueras un joven amo de la mansión. Puede que sigas siendo un plebeyo, pero ya no pueden tratarte como su igual, eres apoyado por una casa noble. Además, pronto te convertirás en un mago.

—¿Qué tiene la magia de importante?

—Una vez que un mago se gradúa de la Academia, se convierte en caballero independientemente de su habilidad mágica. Además, fuiste reconocido como alguien con un futuro prometedor por Dave, es natural que ahora quieran estar en buenos tratos contigo.

—Hmm. —A pesar de su explicación, todavía no le agradaba, así que continuó tratando de evitar a los sirvientes a su alrededor sin soltar a Yurina del brazo.

—No tienes que fulminarlos con la mirada —comentó mientras le daba una palmadita a la mano que sujetaba su brazo—, mi madre los contrató y nadie aquí va a ignorarte o tratarte mal. Si alguien llega a hacerlo, lo despediré de inmediato. No tienes nada de qué preocuparte. —Cuando Yurina notó que seguía actuando a la defensiva a pesar de sus palabras, añadió—: Así que deja de fruncir el ceño y sonríe, no quiero que luzcas así cuando conozcas a mi madre.

Escucharle regañarle tantas veces solo hizo que se quejara.

—¿Por qué me pides que sonría? ¿Es una persona aterradora? No me dijiste que lo hiciera cuando conocimos a otras personas.

—Mi madre no es aterradora, es bastante dulce.

—¿Entonces cuál es el problema?

La única respuesta que pudo darle fue una simple sonrisa.

Bueno, en algunas ocasiones, sí da miedo.

Tras vivir seis meses como Yurina, se había dado cuenta que su madre era una persona cálida y gentil, con una sonrisa afectuosa siempre en su rostro.

Es como una flor de iris.

Esa fue su primera impresión de la marquesa.

No solo era así con la familia, sino también con los sirvientes de la mansión e incluso con los forasteros. Tampoco la había visto actuar con prepotencia como solían hacer los otros nobles de clase alta.

Sin embargo, en contraste con todas esas características, tenía un carácter estricto con respecto a la crianza en etiqueta de sus hijos.

Si alguno de ellos llegaba a mostrar tan siquiera un desliz, los regañaba sin piedad. Era diferente al marqués que solo seguía la corriente.

Esto era justo lo que le preocupaba a Yurina.

¿Aceptará que Ray se quede en la mansión?

Había convencido a su padre que la dejara tratarlo como un amigo de su edad en lugar de una simple «inversión» y, a diferencia de otros, se le había permitido quedarse en la mansión.

Su padre no se opuso a que pasaran tiempo juntos una vez que se enteró que en realidad sí tenía talento; sin embargo, desde el punto de vista de su madre, podría no estar de acuerdo en que su hija estuviera estrechamente asociada con un niño plebeyo de su edad.

Si llegaba a decidir que debía irse de la mansión, su plan estaría arruinado y ya no podría ganarse el favor de Ray.

Estaba atormentada por ese dilema. Se rascó la cabeza y trató de encontrar las palabras para persuadir a su madre si se llegaba a oponer.

¿Debería actuar de nuevo como una niña pequeña?

Aquella terrible imagen la obligó a sacudir la cabeza.

Pronto, una doncella salió de la habitación de la marquesa y se inclinó ante ella.

—Señorita, su madre le está esperando.

—Vamos, Ray —comentó; sin embargo, antes de entrar, arregló la ropa del niño.

Raynard vio de inmediato a la marquesa sentada al otro lado de la habitación. Se quedó congelado por un momento, antes de forzar una sonrisa incómoda.

—Yurina.

A medida que se acercaban, la marquesa abrió los brazos para recibir a su hija en un abrazo. Yurina se puso rígida como una estatua, pero aun así terminó abrazándola.

—Madre.

—¿Cómo estás, querida? ¿Te sientes mejor? Debes estar cansada de tu viaje a casa, ¿por qué no te quedaste descansando en tu habitación? ¿Qué sucede si vuelve a darte fiebre?

—Quería verte, madre. —Aquella escena cariñosa pero a la vez tan vergonzosa, hizo que Ray tosiera. Cuando Yurina abrió sus ojos y lo miró, él apartó la mirada hacia la ventana—. Tú siempre vienes a visitarme a mi habitación, así que, esta vez, decidí que sería mi turno. Iba a hacerlo tan pronto como regresara, pero debía asearme primero. —Quiso decirle que no era tan débil, pero prefirió guardarse sus palabras y sonreír.

«Yurina» sí era muy débil.

Hace seis meses, «Yurina Carthia», la verdadera dueña de este cuerpo, había sufrido una fiebre severa.

Después de varios días sin dormir cuidando de su hija, la marquesa seguía nerviosa incluso después de ver que se había recuperado por completo.

No se imaginaba que la hija que había dado a luz, y que tanto amaba desde el fondo de su corazón, ya estaba muerta.

Yurina se sintió un poco incómoda, así que lentamente trató de escapar del abrazo de la marquesa. Fue entonces que su madre por fin notó al niño detrás de su hija.

—Oh, es verdad. Escuché a tu padre hablar al respecto, ¿él es el niño que quieres patrocinar?

—Así es, su nombre es Raynard —respondió y volvió su atención al niño—. Ven y saluda a mi madre, Ray.

Se preocupó de que pudiera hacer algo grosero pero, afortunadamente, a diferencia de su comportamiento con Dave, se inclinó ante su madre justo como ella le había enseñado.

—¿Hola?

Sin embargo, sus palabras no fueron lo que esperaba. No tenían ni una pizca de nobleza.

Ella rodó sus ojos por la frustración y suspiró para sus adentros.

La marquesa examinó al niño sin borrar la sonrisa de su rostro, viéndolo de pies a cabeza. Yurina vio que Raynard empezaba a incorporarse, así que lo fulminó con la mirada.

Esta vez, el niño frunció sus labios y sonrió suavemente.

—Entonces, ¿te gusta la mansión? —preguntó suavemente después de examinarlo en silencio.

Él trató de mantener la compostura, pero fue traicionado por aquellos ojos deslumbrantes llenos de alegría.

—¿Sí…?

—Oh, ¿realmente es así? Ha pasado un tiempo desde que tuvimos un invitado tan joven, así que estoy un poco preocupada.

—Oh, sí… —murmuró antes de tomarse un momento para enderezarse y asentir con más confianza—. Es genial, realmente genial.

—Bueno, estoy muy contenta de escuchar eso. Yo misma ordené que prepararan tu habitación; sin embargo, todo fue tan repentino que aún no está lista. Le faltan muchas cosas, pero pronto tendrá muebles y podrás decorarla como quieras, así que espero que puedas esperar pacientemente.

—Yo… bueno… gracias.

—No pasa nada, solía usarse como una habitación de invitados, por lo que podría ser un poco incómoda ya que es bastante simple. —Después de un momento, juntó sus manos y exclamó suavemente—. Oh, estaba planeando hacer un pequeño salón cerca de la sala de estudio. Estoy preocupada de que pueda ser un poco pequeño pero, a mí parecer, es mejor que sea cómodo a que solo sea un lugar muy amplio para estudiar y jugar. ¿Qué te parece eso? ¿Te gusta la idea?

Ray dejó salir un sonido de sorpresa mientras sus ojos se abrían cada vez más.

—Realmente no tiene que hacer eso.

—No tienes que preocuparte por nada, haré todo lo posible para proporcionarte cualquier cosa que necesites. Dave te enseñará sobre magia, lo cual es lo más importante para ti, y yo me encargaré de llamar a un tutor que te enseñará el resto de las lecciones.

—Gracias…

Yurina no supo cómo intervenir, aquella situación era impredecible, así que se limitó a observar el rumbo de la conversación.

Era curioso que la esposa del marqués le tuviera tal favor y que no quisiera enviarlo a algún albergue fuera de la mansión, pero era más extraño ver a Ray escuchando tranquilo y no como un gato ansioso.

¿Es tu personalidad más suave de lo que aparentas?

Él se había mostrado a la defensiva con las personas de las que creía sentir hostilidad, pero era lo suficientemente listo como para no erigir un muro con una persona que le mostraba un cálido favor.

Tan solo tiene doce años.

Tal vez siempre había tenido hambre de contacto humano.

—Por cierto, esa ropa es demasiado grande para ti. —De repente, la mirada de la marquesa se dirigió hacia las mangas del niño. En efecto, la ropa era bastante grande, logrando que las mangas cubrieran hasta sus dedos. Él se sonrojó hasta las orejas y escondió sus manos en su espalda—. La ropa es más urgente, pero pensaremos en eso mañana. Llamaré a la señora Lauren temprano.

—Estoy bien, me gusta este atuendo.

—No importa lo bueno que sea, si las dimensiones no encajan, ¿por qué te haría usar algo incómodo?

—Así es, Ray. Incluso yo pensé en conseguirte ropa nueva.

Tan pronto como la joven opinó, él asintió de mala gana.

Cuando la conversación terminó, la marquesa guió a los dos niños al sofá. Una vez sentados, las doncellas, que esperaban a un lado de la habitación, sirvieron en la mesa: leche, té y bocadillos que pudieran gustarle a los niños.

Raynard miró la mesa, llena de golosinas y postres, con los ojos bien abiertos y tomó una galleta de mantequilla, llevándosela a la boca. Pronto, sintió la mirada de la marquesa y se limpió inmediatamente las migajas.

—Lo siento.

Ella negó con la cabeza y sonrió.

—No necesitas disculparte, solo espero que te esfuerces en aprender la etiqueta y te alimentes adecuadamente.

No era usual escucharla hablar así acerca de los modales, esto hizo que su hija se sorprendiera una vez más, pero no se expresó en el acto.

Después de que el niño comió lo suficiente como para sentirse satisfecho con los postres, regresó a su habitación con una doncella como guía. Yurina decidió quedarse para poder hablar con su madre.

—Madre, ¿qué piensas al respecto? —Estaba agradecida con el resultado, pero no podía evitar querer preguntar; tenía un sentimiento desagradable en la esquina de su corazón.

Su madre inclinó la cabeza, sin saber a qué se refería.

—No me parece que estuvieran mal los postres.

—No… Me refiero a Ray, ¿de verdad puede quedarse aquí?

—¿Por qué me preguntas eso? Tu misma fuiste la que pidió que se quedara aquí.

—Sí, pero… —No supo qué más decir y solo tocó el dobladillo de su falda.

Cuando hablaba con su padre, se sentía segura y sin preocupaciones; sabía que él apoyaría a Ray debido a su talento y podía estar frente a él sin titubear.

Sin embargo, no era así con la esposa del marqués. Curiosamente, se ponía nerviosa frente a ella, como si estuviera cometiendo un crimen, y su mentalidad se reducía a la de una niña de diez años.

—¿Por qué estás tan nerviosa? ¿Pensaste que te castigaría? —Se inclinó hacia delante y envolvió las mejillas de su hija con ambas manos, haciendo contacto visual. Inclinó suavemente su rostro y sonrió con una mirada llena de afecto—. No tienes que preocuparte, puedes hacer lo que quieras. Solo no vuelvas a enfermar como antes y mantente radiante, es todo lo que necesito. —Sus labios se aproximaron a la frente de la niña y dejaron caer un beso en ella.

Yurina sujetó su vestido con fuerza; el sentimiento de culpa era más fuerte cuando la marquesa la trataba afectuosamente, causándole un golpe directo al corazón.

Quizás era por eso que le era más fácil lidiar con el marqués, pero no con su esposa.

Debido a la culpa de no ser su verdadera hija en quien derramaba tanto afecto.

También, al mismo tiempo, en su rostro podía ver la preocupación de una madre… y le recordaba que no podría volver a ver el rostro sonriente de su verdadera madre.

—Sí, madre.

Yurina se forzó a sí misma a sonreír; sin embargo, no sabía si a los ojos de la marquesa se veía como si estuviera llorando o riendo.

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