Dama a Reina – Capítulo 102: ¿Por qué sigues confundiéndome?

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—¡Ngh…!

Lucio dejó escapar un gemido de dolor mientras agarraba las sábanas de su cama. No, no. Se sentía como si un volcán  estuviera a punto de hacer erupción en su corazón.

—¡Augh…!

Así fue como otra clase de episodios comenzaron a molestarlo. Burbujeo e hirvió, nunca salió con toda su fuerza desde el principio. Era una acumulación lenta. Hizo una mueca mientras rasgaba la funda de la almohada.

—Por favor…

Tal vez fue porque vigiló a Patrizia que permanecía en cama enferma durante tanto tiempo, pero cada vez que veía a alguien que amaba o a alguien que le importaba experimentaba tanto dolor, volvía a experimentar un episodio. Lucio trató de tomar oxígeno, su aliento salió en breves jadeos. Era tan doloroso que él deseaba morir en cada momento.

—¡AAAAAAAH!

El acto de apertura había terminado. El volcán en su corazón no podía contenerse más. El enojo y el resentimiento de hace diez años todavía vivían en su interior. Todavía podía alimentarse de la culpa que sentía por el pecado inmoral de matar a su propia madre.

Al final, perdió su enfermedad. Nunca podría ganar contra eso. Probablemente no podría ganar contra esa situación hasta el día de su muerte, no, incluso después de su muerte. Él siempre sería un perdedor…

El sonido de la puerta abriéndose resonó por toda la habitación. Lucio, ya en las garras de su locura, no se dio cuenta. La persona que abrió la puerta miró a Lucio en silencio antes de comenzar a caminar lentamente hacia él. Aunque la forma de andar de la persona estaba lejos de estar equilibrada, como si estuviera físicamente enferma, la elegancia en su voz no cambió.

—Su Majestad.

Alguien lo llamó. Ante la voz familiar, miró hacia atrás. Los ojos de Lucio estaban inyectados en sangre y las marcas de arañazos autoinfligidas cruzaban su cuerpo. Patrizia se mordió los labios pálidos cuando vio su estado.

—¿Nunca podré distinguir entre simpatía y amor?

Patrizia se acercó tambaleándose. En todo momento, Lucio continuó convulsionándose. Quiero detener esos gritos. Quiero detener su dolor. Esa trágica ira y resentimiento… Quiero que desaparezca. Patrizia continuó teniendo esos pensamientos mientras se acercaba débilmente hacia él.

—Su Majestad…

Aléjate, suplicó internamente, medio sincero, él no deseaba que ella lo viera, no era una imagen digna. Preferiría morir antes que continuar mostrando este lado de él a la persona que amaba.

Y aun así la quería cerca. Quería que ella lo abrazara con esas cálidas manos suyas y lo consolara. Si lo hacía, entonces él se dormiría pacíficamente en sus brazos. Sería liberado de todo el dolor y la culpa del pasado, su corazón podría descansar por fin.

Al mismo tiempo, lamentaba tener esa clase de pensamientos, y pensó que definitivamente no habría podido hacerlo, incluso en el pasado. Su corazón estaba lleno de contradicciones. Una constante ida y vuelta entre su deseo instintivo de huir del dolor y su brújula moral que insistía en que debía pagar por sus pecados.

—Por favor…

Una vez que cruzó la distancia entre ellos, Patrizia extendió una mano hacia él. Le temblaban los dedos. ¿Por qué está temblando? ¿Está enojada por mi causa? ¿O se avergüenza de tener a un hombre como yo de marido? O… ¿Es su asco hacia mí? ¿Ella piensa que soy un monstruo horrible? Estos pensamientos solo le causaron más dolor a Lucio, y cuando pensó en sus problemas peor se sentía, rechazó su mano. No podía hacer nada más que alejar la mano que ella había extendido hacia él.

—¡No…! —gruñó él.

—¡Ah!

Ella se tambaleó por la fuerza de su rechazo, estaba débil no podía soportar esa clase de golpe. Ella se sonrojó, la vergüenza le cubrió el rostro. Si se caía, se lastimaría gravemente por el impacto y se vería patética frente a él. Al darse cuenta de esto, los ojos de Lucio se abrieron y rápidamente extendió la mano para atraparla.

Los dos ojos se encontraron automáticamente. Patrizia miró a Lucio, que parecía que estaba a punto de llorar mientras se disculpaba.

Parecía un niño que no sabía qué hacer.

—Lo siento.

Ella lo miró sin decir nada. En ese momento, en lugar de pensar: ¿Y si ella no acepta mis disculpas?, Lucio pensó me pregunto qué piensa de mí. Pronto, ella lo empujó y golpeó su pecho. Por supuesto, Lucio creía que merecía que lo azotaran, pero al mismo tiempo, no le gustaba recibir eso de ella. Realmente era un bastardo egoísta.

—¿Por qué sigues confundiéndome? —preguntó Patrizia mientras lo miraba aun en sus brazos, estaba usando su abrigo. Podía oler su aroma en ella. Por alguna razón, cuando estaba con ella, sentía que podía perdonar el resentimiento y la ira que sentía hacia sí mismo. Lucio agarró el dobladillo del abrigo que llevaba puesto mientras luchaba por encontrar las palabras para decirle.

—Yo…

Pero fue Patrizia quien habló.

—No lo sé. Pensé que había una diferencia, pero parece que me equivoque. —Aunque su voz sonaba tranquila, había un extraño temblor. Como si estuviera a punto de comenzar a llorar—. No hagas esto delante de mí, si sigues haciendo esto frente a mí, seguiré confundiendo mi simpatía por ti, con amor.

Ante sus palabras, una tonta alegría lo invadió.

—¿Yo a ti…. no, tú a mi…?

—Permíteme hacerte una sola pregunta. —Luego habló con voz triste—. ¿Por qué es tan difícil para ti? ¿Por qué insistes… en castigarte de esa manera?

—Porque me lo merezco —dijo.

—No lo hiciste por tu propia voluntad, Su Majestad —dijo Patrizia, con lágrimas en los ojos y resbalando por su rostro. Lucio solo la miró fijamente, sin siquiera pensar en limpiar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Patrizia continuó.

—Fue voluntad de la reina Alisa. No sé si no tuviste la culpa por completo, pero… —Otra lágrima rodó por su mejilla—. No es tu culpa que hayas sido abusado, no fue tu pecado.

Lucio arañó el suelo. Para Patrizia, parecía que estaba luchando contra sus lágrimas. Que hombre tan lamentable, pensó mientras seguía llorando.

—Su Majestad necesita recibir consuelo, no críticas.

Él suspiró.

—Nadie podía criticar a un niño pequeño que lo hacía para sobrevivir.

Y Patrizia realmente creía eso. Ante sus palabras, los ojos de Lucio se pusieron más rojos que antes, y la miró. Parecía una persona que no podía llorar a pesar de que quería hacerlo. Sin que ella se diera cuenta, Patrizia se llevó una mano a la cara y ahuecó su mejilla. Otra lágrima cayó de su ojo.

—Estás bastante delgado. ¿Siempre fuiste así? —preguntó ella.

—No merezco tu preocupación —dijo con amargura.

—Lo sé —murmuró mientras le pasaba el pulgar por la cara—. Sé que no te la mereces.

—Por eso no sé cómo reaccionar.

—No es difícil. Todo lo que Su Majestad tiene que hacer… es aceptarlo. —Patrizia dejó de acariciar su mejilla y lo miró—. Porque este es el resultado de una mujer tonta que no puede diferenciar entre amor y simpatía.

—No eres tonta.

—Lo soy, Su Majestad.

Porque juré no amarte nunca. Patrizia sonrió amargamente. Si pudiera romper mi voto del pasado tan fácilmente, entonces sería una verdadera tonta.

—Para mí, no lo eres. Nunca he conocido a una persona tan brillante e inteligente como tú —dijo Lucio.

Para ti, no hay nadie tan estúpido como yo, pensó Patrizia.

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó ella.

Lucio se miró a sí mismo.

—Sí, pero soy… desagradable, no es una mentira.

La frustración comenzó a acumularse dentro de Patrizia. Ella odiaba su autocrítica. Sus ojos se posaron en las heridas que él se infligió. Ella recogió su brazo herido. Podía sentir su mirada incrédula sobre ella.

—Pa…

Llamó su nombre sorprendido, pero al verla acariciar los arañazos al rojo vivo en sus brazos, su sorpresa se calmó lentamente.

—Debe haber dolido —murmuró.

Duele. Mucho. Lucio se tragó la verdad mientras dejaba escapar una mentira piadosa.

—Está bien.

—Dices eso, aunque realmente no lo estás. —Patrizia no pudo apartar los ojos de las heridas en sus brazos—. ¿Por qué debes mentirme?

—Yo… —Respiró algo dolorido antes de decir—. Lo siento.

—¿Por qué?

—Por todo —Sus ojos la miraron con tristeza—. Todas las cosas que te he hecho, todas las cicatrices que te he dado, lo siento mucho.

Ante esas palabras, Patrizia lo ayudó gentilmente a levantarse. En ese momento, sintió que su corazón se sacudía. Quería que ella se quedara en sus brazos para siempre. Quería abrazarla para siempre. Pensando en esos pensamientos inútiles, él la miró y ella le devolvió la mirada. Pareció pasar una eternidad antes de que Patrizia hablara.

—Un beso —dijo.

Pero Lucio no entendía a qué se refería y la miró con la confusión pintada en su rostro.

—¿Puedo… besarte?

—¿Qué?

Él la miró, completamente retraído y con la boca abierta. Patrizia, sin dudarlo, se inclinó y presionó sus labios contra los de él. Ella envolvió sus brazos alrededor de sus cuello y tiró de él hacia adelante, cerrando los ojos mientras lo besaba. El beso normalmente dulce sabía salado por las lágrimas.

—Ah…

Lucio dejó escapar un pequeño ruido de sorpresa, pero al ver a Patrizia cerrar los ojos, pronto hizo lo mismo. Con una expresión triste y conmovida por su acción, él rápidamente le devolvió el beso, mordiendo suavemente su labio superior y chupándolo con ternura mientras su lengua acariciaba suavemente el interior de su boca… en todo momento, las lágrimas fluían por su rostro.

14 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 102: ¿Por qué sigues confundiéndome?”

  1. Que emotivo , los sentimientos fluyen a través de cada escena , Lucio reconoce que es un tonto por no saber diferenciar entre simpatía y amor y Paty rompió su promesa de no amarlo , pero las relaciones son complejas y vemos la redención por parte de él , espero que su relación prospere😊

  2. Díganme lo que quieran, pero no puedo, es demasiado tierno, y que si no sabes distinguir de la empatia del amor, no lo sabrás hasta que lo experimentes, muchos sentimientos no se conocen hasta que los pruebas, la vida es un constante cambio de emociones independiente de la persona a la que se lo dirijas, puedes odiarlo y tal vez amarlo, uno nunca sabe hasta estar en los zapatos del otro, awww es tan adorable 💕 💕

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