Dama a Reina – Capítulo 104: ¿Piensas abandonarme?

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Apenas podía comprender el significado de sus palabras.

—Oh no —murmuró Lucio, con expresión triste—. ¿Realmente soy tan malo para expresar mis sentimientos?

Él expresó sus sentimientos. Pero ella simplemente no creía la verdad de su expresión.

—Te amo —confesó de nuevo—. Te amo con todo mi corazón y claro que mis sentimientos son reales. —La voz de Lucio se endureció indicando su resolución—. Pero esperaré. Puedo hacerlo, asi que hasta entonces por favor no me dejes. Haré cualquier cosa que me pidas.

Para Patrizia era imposible irse en primer lugar, no porque lo amara, sino porque sabía que no podría abandonar el palacio fácilmente. No habría podido hacer algo más además de llorar.

¿Acaso soy una tonta? Patrizia pensó burlonamente para sí misma.

—No te dejaré —dijo.

—¿De verdad?

—Sí.

Podía sentir la inseguridad de Lucio. Es extremadamente sensible a las despedidas. ¿Fue por la forma en que perdió a su madre? Teniendo en cuenta su pasado, no es extraño que se sienta incómodo.

—Muchas gracias. Realmente… —murmuró Lucio. Agarró la mano de Patrizia profundamente conmovido. Estaba sorprendida por su repentino gesto, pero mantuvo su rostro neutral—. En serio… seré bueno contigo —dijo, entre sollozos con lágrimas en los ojos.

¿De verdad odia la idea de que me vaya? Patrizia pensó para sí misma. ¿Qué significó para ti?

Lucio sintió su inquietud y vaciló.

—Si estás incómoda con mi presencia… ¿debería irme?

Patrizia también hizo una pausa. Si sus sentimientos hubieran sido los mismos le habría pedido que saliera, pero extrañamente, ese no era su deseo, no quería que él se fuera. ¿Fue por lo que pasó ayer? Ella tomó su muñeca, analizando internamente si su sentimientos habían cambiado por el afecto que se habían demostrado la noche anterior. Las cejas de Lucio se alzaron con leve sorpresa.

—Por favor no te vayas —susurró.

—Está bien —respondió con voz ronca. Patrizia simplemente lo miró y pronto cerró los ojos. La presencia de otra persona a su lado le ofreció el mejor de los consuelos.

 ♦ ♦ ♦

—Su Majestad le envía una tarta de manzana y galletas de merengue esta vez —dijo Mirya en un tono que demostraba que era una mezcla de desconcierto y alegría.

Patrizia se había recuperado un poco debido a su constantes cuidados, y desde entonces había estado recibiendo postres diarios llenos de su sinceridad.

—Ha enviado postres durante tres semanas. ¿Cree que Su Majestas preparará algo para su cumpleaños la próxima semana? Nunca es fácil hacer diferentes postres como este todos los días —comentó Mirya.

Fue justo como dijo Mirya. Lucio había estado enviando diferentes postres hechos a mano desde ese día. La emoción de Mirya solo hizo que Patrizia se sintiera extraña.

—¿Debería tirarlo? —preguntó Myria.

En cada ocasión, siempre hacia la misma pregunta como si se hubiera convertido en una costumbre, pero la dama de compañía ya sabía la respuesta de Patrizia. Si no fuera por momentos como este, Raphaella y Mirya no tendrían la oportunidad de burlarse de la reina.

—Dámelo —expresó Patrizia, fingiendo no estar feliz por el obsequio.

Mirya lanzó una sonrisa.

—¿No te gusta que sea hecho a mano por Su Majestad?

—No quiero encontrar una razón para ser arrestada por desacato al emperador. ¿Qué pasa si lo tiro y él se enoja? —indicó Patrizia intentando ser lo más normal posible.

Mirya se rio para sí misma. El emperador amaba a la reina. Incluso si ella tirara su regalo, él nunca la castigaría. Mirya sabía que Patrizia entendía eso. La dama de honor en completo silencio entregó la caja rosa con tartas y galletas en su interior.

—Aquí tienes, Su Majestad.

—Pueden retirarse ahora.

Como siempre, Patrizia lo comería en soledad. Raphaella y Mirya intentaron adivinar su reacción, pero nunca hicieron evidente su curiosidad frente a Patrizia. Si sabía que estaban hablando de ella, en lugar de enojarse con ellas, era más probable que hiciera algo que no deseaba hacer. Eso no debería suceder por el bien de un matrimonio pacífico.

Finalmente, Patrizia se quedó sola. En silencio abrí la caja. Se preguntó quién empaquetaba las cajas, ya que siempre estaban bien atadas con cintas rosadas o rojas. El olor dulce y salado de la harina le hizo cosquillas en la nariz.

—Se ve delicioso —murmuró en agradecimiento, luego se llevó una galleta de merengue a la boca y le dio un mordisco. Estaba delicioso. Patrizia sonrió sin darse cuenta. De alguna manera, comer sus postres hechos a mano se estaba convirtiendo en la rutina más esperada en su rutina.

 ♦ ♦ ♦

—¿Crees que será diferente contigo? —Una mujer vestida de blanco y cabello largo y rosado sonrió.

Patrizia dio un paso atrás al verla.

—Alejarte de mí.

—Te pasará lo mismo, reina arrogante. Te abandonará una vez que conozca a otra mujer.

—Nunca lo acepté —negó Patrizia, pero Rosemond se rió como si pensara que la ingenuidad de Patrizia era divertida.

—Que tonta. Ya lo has aceptado. Lo abrazaste primero y tomaste la iniciativa a la hora del beso. Ahora solo te estás quejando porque no quieres admitir tus sentimientos. ¿No?

—Aun así, ¿qué importa? —Patrizia tembló y miró a Rosemond. La concubina ya estaba muerta, y estaba segura de que la imagen que tenía delante probablemente era una ilusión.

—¿Por qué sigues haciéndome sufrir… incluso después de tu muerte?

—Tengo ganas de ver como te conviertes en algo como yo —susurró Rosemond alegremente en su oído—. En el momento en que él pose sus ojos en otra mujer, la guillotina cortará tu cuello, tal como hiciste conmigo.

—¡Tú!

—¿Por qué? ¿No lo crees?  —bromeó Rosemond—. ¡Tonta! Al principio también me hizo lo mismo. ¡Actuó como si sacrifica todos sus órganos internos por mi!

—Aun así, no era amor verdadero —respondió Patrizia, y por primera vez, sonrió. No fue una sonrisa hermosa, sino una sonrisa aterradora, extraña y fría que la hizo sentir más triste. Patrizia tocó la nota correcta—. Tu relación estaba mal desde el primer momento y lo sabes.

Patrizia continuó.

—Realmente no lo amabas, y tus sentimientos lo engañaron, de la misma manera que confundiste un latido de miedo con un latido de emoción.

—¡Todavía finges ser inteligente! ¿Confía en afirmar que sabes más de nuestra relación?

Patrizia no respondió y Rosemond continuo con una hermosa sonrisa en sus labios.

—No estás segura, ¿verdad? pero no te preocupes algún día serás como yo.

Al mismo tiempo, la imagen de la muerte de Rosemond se repitió frente a Patrizia: el gritó de la multitud y el horrible sonido de alguien siendo decapitado. Un grito escapó de la boca de Patrizia.

Patrizia se sentó abruptamente y descubrió que su frente estaba empapada de sudor frío. Mirya y Raphaella, que la oyeron gritar, entraron corriendo por la puerta.

—¡Su Majestad!

—¡Rizi!

Los dos miraron a su alrededor para ver qué había sucedido, pero afortunadamente, no había señales de intrusos. Ambas soltaron un suspiro de alivio.

Mirya ansiosamente se volvió hacia Patrizia.

—Su Majestad, ¿qué pasa?

—Oh, Dios mío, Mirya. Está sudando —expresó Ella, preocupada.

Patrizia contuvo el aliento y trató de calmarse, pero le resultó difícil respirar. La dama de honor rápidamente trajo agua tibia, y Patrizia sorbió lentamente, su rostro estaba pálido.

—Su Majestad, ¿qué está pasando? —exigió Raphaella.

—Aah… maldita sea. —Patrizia logró decir—. Tengo que ir al Palacio Central.

 ♦ ♦ ♦

Mientras tanto, Lucio se fue a la cama antes de lo habitual ese día. Cuando Patrizia despertó de su pesadilla, él todavía estaba dormido. Ya estaba vagando por el país de los sueños sin saber nada de lo que Patrizia había pasado. Sin embargo, algunas voces del exterior lo hicieron agitarse.

—¿Su Majestad la reina? Por qué esta…

—¿Está Su Majestad dentro…?

—Él está dormido…

Lucio, que generalmente no dormía profundamente de todos modos, abrió los ojos por los débiles sonidos. Se levantó de su cama y miró hacia la puerta.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

Estuvo en silencio afuera por un momento, luego habló la jefa de servicio.

—Su Majestad, Su Majestad la reina es…

—¿Por qué aún no permites que entre?

—Mis disculpas, Su Majestad. Por favor pasa.

La puerta se abrió. Lucio se palmeó las mejillas varias veces para librarse de su somnolencia. ¿Por qué la reina lo estaba buscando tan tarde en la noche? Se levantó de su cama con una mirada mezclada con anticipación, emoción y miedo.

Patrizia llevaba un vestido de noche blanco y tenía el cabello desordenado que se había liberado de su habitual peinado. A los ojos de Lucio, no fue un cambio significativo, ya que ella siempre se veía encantadora y pura para él.

Para su sorpresa, ella tropezó hacia él, y ya sea porque parecía insegura o porque él quería alcanzarla más rápido, Lucio se apresuró hacia ella.

—Reina, ¿qué suc…?

—Su Majestad. —Su voz no sonaba como normalmente lo hacía.

Lucio instintivamente sintió que algo andaba mal.

—¿Rizi? ¿Qué está pasando?

—Su Majestad.

—Silencio, está bien. ¿Qué está pasando?

Ella lo miró a la cara sin decir nada, pero de alguna manera la mirada en sus ojos parecía perturbada, y Lucio de repente se asustó. Él conocía esa mirada en sus ojos. Estaba familiarizado con eso. Esa emoción estaba profundamente grabada en su corazón desde ese día.

—Rizi, qué pasa… —preguntó con voz temblorosa.

Pero no pudo terminar su oración correctamente. Patrizia se arrojó en sus brazos. Estaba nervioso, pero no tuvo tiempo de sentir alegría de que ella lo abrazara primero. Algo estaba mal con ella ahora.

—¿Qué pasó? No tienes que decirme sí no…

—Su Majestad. —Patrizia tembló—. ¿Me vas a abandonar?

10 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 104: ¿Piensas abandonarme?”

  1. Rizi no, esa maldita rosemond hasta después de muerta jode 😤😤😤
    Su majestad te ama!!! Y hará lo que sea para ganarse tu amor ….

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