Dama a Reina – Capítulo 106: No pienses en nada más. Solo concéntrate en mí

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Quizás fue porque era su primer banquete desde que Rosemond fue ejecutada, pero Patrizia podía sentir que el interés de la gente en ella se había multiplicado. Públicamente, no es algo malo, pero como persona, no se sentía bien con eso. Debido a su personalidad introvertida, no le gustaba atraer la atención de otras personas, especialmente de aquellas que no conocía. Sin embargo, ella era la emperatriz de Mavinous antes de ser una persona, y tuvo que dejar de lado sus propios deseos personales y hacer todo lo posible para entretener a los invitados. Todo eso la agotó.

—Estoy cansada.

Lucio le había dicho que le dijera cada vez que tuviera dificultades, pero eso no tenía sentido. Él no era un niño, y ella tampoco. Ella no quería ser infantil.

—Así, Su Majestad, el vestido nuevo de nuestra boutique…

—Ah, disculpe por un momento, mi señora.

Patrizia se excusó sonriendo a la dama que dirigia la boutique más grande de Kanye, luego se fue a la terraza. Su estómago pareció revuelto y reflexionó sobre la causa. ¿Comió algo que no le sentó bien? Pero no tenía problemas con la comida. Si no era eso, quizás sea…

—Su Majestad, emperador.

La voz aguda de una mujer habló en alguna parte. Patrizia se agachó reflexivamente detrás de un pilar y centró su atención en la dirección de la voz. Había una mujer con cabello rubio suelto, y junto a ella estaba…

Lucio.

Patrizia agarró la falda de su vestido. ¿Qué es esto? Él le dijo que creyera en él, ¿pero ya estaba haciendo esto? Patrizia se centró en su conversación con una expresión incrédula en su rostro.

—Entonces, Su Majestad. Las nuevas joyas que compré esta vez…

Mientras tanto, Lucio estaba bastante molesto. Probablemente le dolía la cabeza por beber demasiados cócteles, así que salió a la terraza por un tiempo, y de alguna manera esta joven lo siguió. Pensó que ella se iría si él aceptaba con entusiasmo, pero gradualmente se estaba acercando demasiado para su comodidad. Sintió que era hora de concluir la conversación.

—Mi lady, disfruté la conversación, pero me gustaría pedir que se retire ahora —dijo con firmeza.

—¿Qué? Pero acabas de decir que disfrutaste la conversación —respondió la joven, sin entender su cortés rechazo.

Lucio suspiró.

—Me gustaría estar solo.

—Su Majestad, ¿qué pasa?

La joven rubia inclinó su cabeza y unió su brazo con Lucio en un movimiento sutil. Obviamente, estaba sorprendido.

Ella me está volviendo loco.

—¿No necesitas una amante, majestad? —Ella exhaló seductoramente sobre su cuerpo.

—Mantén la distancia —dijo Lucio con firmeza. Ahora estaba enojado. Forzó su brazo fuera del agarre de la joven y habló en voz peligrosamente baja—. No quiero disculparme, pero deberías volver ahora. Su comentario me ha puesto de muy mal humor.

La joven fue insistente.

—Su Majestad, ¿por qué cree que es tan malo que un emperador tenga una amante? ¿Es por Su Majestad la emperatriz? Incluso mi padre…

—Basta —interrumpió Lucio en un tono helado—. Hablando de tu padre, no sé qué pasará si no vuelves ahora. No quiero que cruce ninguna línea, señorita. De lo contrario, se dañará la reputación de tu padre, así como la tuya.

La joven rubia tembló como si hubiera sido insultada por su actitud agresiva, y pronto salió de la terraza. Lucio suspiró cansado, y en ese momento sus ojos se encontraron con los de Patrizia.

Ambos estaban mudos de sorpresa. La primera que volvió en sí fue Patrizia, que comenzó a escapar de la terraza. Lucio se apresuró a seguir a Patrizia, sospechando que había entendido todo mal.

—Reina, espera. ¡Reina!

Patrizia escondió su cara enrojecida. Se las arregló para escapar de la búsqueda de Lucio, y logró ocultarse en un lugar privado.

—¿Por qué hice eso…? —murmuró suavemente.

Lucio lo hizo bien. En verdad, era natural que las damas se insinuarán así sobre él. Ella sostuvo su mano contra su pecho palpitante e intentó recuperar el aliento. Le dolía el pecho por correr tan fuerte. No, ¿Realmente le dolía por eso?

—Rizi…

Entonces, una voz familiar la llamó. Se sorprendió al encontrar al dueño de esa voz. Fue Lucio.

—¿Por qué… estás aquí…? —jadeó

—Huiste de mí, por un tonto malentendido —Él tomó suavemente su mano—. Si no lo explico ahora, me consideraras un mentiroso.

—No tienes que explicar nada —murmuró Patrizia.

—¿Por qué? —preguntó con una mirada nerviosa—. ¿Estás… decepcionada de mí? Pero Rizi, yo…

—No, no es eso —dijo Patrizia rotundamente—. Vi todo. Así que no tienes que explicarlo.

—Ah… —Se emocionó—. ¿Puedo abrazarte?

—¿Aquí?

—No, eso no, me refiero a acurrucarte conmigo.

Patrizia, quien interpretó mal su significado de abrazo, se sonrojó sin darse cuenta, y Lucio sonrió astutamente y la abrazó ligeramente. Su rostro se puso aún más rojo en sus brazos.

—¿Querías eso? —Lucio susurró sobre su cabeza.

Estaba claro que este hombre se estaba burlando de ella, Patrizia se mordió el labio para contener su vergüenza. Sin siquiera mirarla, la detuvo al tocar sus labios con los dedos. Ella parecía molesta.

—¿Te estás burlando de mí?

—Por supuesto no. —Lucio sonrió juguetonamente y besó la frente de Patrizia—. Mi querida reina, ¿puedo pedir un baile como disculpa?

Su voz era tan suave y dulce que Patrizia no pudo evitar sonreír.

—Si quieres —respondió en voz baja.

No tuvieron que salir de la terraza para bailar. La música que flotaba por el salón de banquetes fue suficiente. Lucio ya sabía que Patrizia estaba más cómoda en esta terraza vacía sin nadie más. Y, de hecho, a él también le gustaba más estar así, ya que no había nadie para interrumpirlos. Por supuesto, le gustaba cuando todos podían ver que ella era suya, pero los sentimientos de Patrizia eran más importantes.

Lucio colocó su mano sobre la cintura de Patrizia, y ella lo agarró del hombro con la punta de los dedos ligeramente temblorosa.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que bailaron así? Patrizia comenzó a mover los pies con un ligero calor en las mejillas.

Al mismo tiempo, Lucio movió su cuerpo. El sonido de la música del salón de banquetes era débil, pero era lo suficientemente fuerte como para que pudieran encontrar su ritmo. Los dos comenzaron a bailar coordinando sus movimientos. Sus manos entrelazadas estaban húmedas por el sudor, y estaba claro que ambos fingían no estar nerviosos.

—Me alegro de que no haya nadie aquí —susurró Patrizia.

—Me alegra que te sientas así.

No digas cosas tan vergonzosas. Patrizia quería decir eso, pero no quería romper el delicado estado de ánimo. Ella decidió dejarlo actuar. También pensó que él podría oler su aroma, y se sintió algo incómoda. Cuando dejó caer su cara ligeramente roja, Lucio la miró con curiosidad.

—¿Qué pasa, Rizi? ¿No te estás sintiendo bien? Tu cara está roja.

—Estoy bien, Su Majestad.

Él la miró dubitativo, pero también dejó ir eso. Su baile comenzó a aumentar en intensidad, y los dos se sumergieron por completo en los movimientos del otro, olvidando por completo su nerviosismo. Patrizia estaba encantada con el baile. Aunque por lo general no disfrutaba de esta actividad, su cuerpo parecía estar en las nubes. ¿Se debía al lugar tranquilo o por la pareja a su lado? Patrizia estaba agonizando por la idea cuando una voz suave sobre ella habló.

—No pienses en otra cosa —dijo Lucio—. Solo concéntrate en mí.

Su tono se tambaleó en el borde entre una orden y una solicitud. Se volvió lentamente, susurrando en su pecho que lo haría. Varios mechones sueltos de cabello habían escapado de su apretado moño, pero no importaba. Lucio probablemente pensó que todavía se veía hermosa así.

Al final de la canción, Patrizia miró a Lucio con una cara ligeramente roja. Sus caras casi se tocaban.

Luego, sin decir una palabra, se besaron. El baile borró completamente cualquier torpeza y duda en la mente de Patrizia.

El beso fue más intenso de lo habitual y Patrizia dejó escapar un suave gemido. Lucio la besó aún más fuerte, como si el sonido fuera un estimulante.

—No… aquí —murmuró Patrizia.

—Lo sé. —Apenas se detuvo para susurrarle al oído—. Pero yo soy el único que puede ver esta faceta de ti. Nadie más puede verlo.

Ante la posesividad en su línea, Patrizia presionó sus labios contra los suyos para robarle el aliento. Se alegró de que estuvieran en la terraza en lugar del salón de banquetes, y agarró su cuello un poco más fuerte.

Su beso duró bastante tiempo.

♦ ♦ ♦

—No veo a Su Majestad —dijo Petronilla. Había terminado su baile con Rothesay y estaba buscando a su hermana.

—Tal vez está pasando un buen rato con Su Majestad, Nil —dijo Rothesay con una voz ligeramente risueña.

—Oh Dios mío. —Petronilla sacudió la cabeza con asombro—. No puedo creer que se te ocurra eso.

—¿No es lo que significa el amor? Aunque es posible que tengas odio, se reemplaza rápidamente por algo mejor…

—Pero no lo hicimos.

—Eso es porque no tuvimos dificultades extraordinarias. Ambos han pasado por muchas pruebas. —Rothesay plantó un suave beso en la mejilla de Petronilla y dijo con un susurro—: Es de noche, Nilla.

—Sí —murmuró Petronilla—. Es de noche. ¿Cuándo terminará esta fiesta?

—Quizás los fuegos artificiales a medianoche serán el último evento. Antes de eso… —La voz baja de Rothesay le hizo cosquillas en la oreja—. ¿Podemos salir por un segundo?

10 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 106: No pienses en nada más. Solo concéntrate en mí”

    1. En Corea se le dice habla de abrazar cuando se refieren a tener sexo. Por eso cuando preguntan “te puedo abrazar” se refieren a eso. Es bastante normal confundirlo.

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