Dama a Reina – Capítulo 34: Reina Regente

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Nadie dijo una palabra mientras miraban a Patrizia y Rosemond. Había más ojos en la concubina, que no mostraba signos de pánico por la repentina acusación de la reina. En verdad, Rosemond estaba desconcertada, pero mantuvo su expresión tranquila, ella ya tenía demasiada experiencia en la política de palacio como para mostrar alguna debilidad.

—¿Su Majestad? ¿Qué demonios quiere…? —dijo Rosemond con una mirada inquisitiva, pero el médico la interrumpió antes de que pudiera terminar.

—Su Majestad, el examen ha terminado —dijo el médico.

Rosemond no estaba contenta con que la interrumpiera pero contuvo su palabras. Mientras tanto, la mandíbula de Patrizia se apretó, ella se arrodilló y rápidamente le hizo un gesto al médico para que le dijera los resultados.

El doctor habló.

—Afortunadamente, Su Majestad gracias a el efecto de la flor de Scula, el veneno no hizo mucho daño, sin embargo, desconozco la razón por la que permanece dormido, no puedo confirmar cuando despertará.

—¿Entonces no sabes cómo despertarlo?

—No lo sé, Su Majestad —dijo el médico con pesar, y el corazón de Patrizia se hundió. Aunque ella y Lucio no tenían nada que ver el uno con el otro, no lo quería muerto. Ella cerró los ojos por un largo momento y luego los abrió nuevamente.

—Entonces, ¿estas diciendo que no estás seguro de si se despertará?

—Lo siento.

Se volvió para mirar a Lucio con una expresión tenue. Todos a su alrededor la miraban angustiados, preguntándose qué diría la joven reina.

Patrizia habló con una voz que no era ni demasiado fuerte ni demasiado suave.

—Debido a que Su Majestad está en coma, depende de mí, la reina, tomar todas las decisiones finales con respecto al Imperio, como se establece en la ley imperial. ¿Es eso correcto?

Un noble respondió.

—Sí, su Majestad. Hasta que el emperador se despierte, debes gobernar en su lugar.

Patrizia respiró hondo y continuó.

—No puedo garantizar cuándo recobrara la conciencia del emperador, pero a esta hora y en este momento, declaro que yo, Patrizia Lila le Grochester, gobernaré como reina regente del Gran Imperio Mavinous. ¿Hay alguien que se oponga a esta decisión?

—No, reina regente —dijeron muchas voces al unísono.

Patrizia miró a Lucio por última vez, luego se levantó para ponerse de pie. En lugar de mirar a los nobles, fijó su mirada en una persona: Rosemond. Patrizia tuvo que terminar lo que estaba a punto de decir.

—Cuando nos llevaron al borde del acantilado, pregunté a los asesinos que intentaban matarme. ¿Quién estaba detrás de esto? honestamente pensé que no dirían nada… pero estaban seguros de que pronto moriría en sus manos.

—¿Quién era, Su Majestad?

—No puedo perdonar a nadie que intente matar al emperador y la reina del Imperio.

Los caballeros clamaron por escuchar su respuesta, y Patrizia apenas logró contener una sonrisa.

—Dijeron que la concubina del emperador ordenó el asesinato de la esposa legal del emperador.

Se produjo un segundo momento de silencio en el lugar, pero Patrizia no se sintió incómoda. Ella se volvió hacia un noble.

—Duque Ephreney —dijo con voz tranquila.

—Sí, su Majestad. Por favor habla.

—Por favor aclara para mí. ¿Cuál es el castigo para alguien que se atreva a intentar matar al emperador y la reina?

—Su Majestad, es… —La voz del duque Ephreney se desvaneció inesperadamente. Parecía incapaz de hablar correctamente, pero Patrizia lo empujó por una respuesta.

—¿Por qué no puedes hablar? ¿Hay algo diferente entre lo que sabes tú, que también sé yo?

—No, Su Majestad.

—Es extraño que no puedas hablar entonces. ¿O eres tú el que está detrás?

—Nunca, Su Majestad. Pido disculpas por mi demora en responder. —El duque Ephreney se aclaró la garganta varias veces y le dijo la respuesta que quería escuchar—. Cualquiera que intente matar al emperador o cualquiera de la familia real será encarcelado y sentenciado a muerte por decapitación, independientemente de su edad o sexo.

—Decapitación… —murmuró Patrizia. Era una palabra familiar para ella. Sabía que no sería fácil pasar esta frase a Rosemond. Patrizia era la reina regente de este imperio, por supuesto, pero era difícil castigar a una persona sin pruebas contundentes. Podría verse como un acto de tiranía, incluso si la persona involucrada no era Rosemond. Por supuesto, tres personas sabían la verdad: Patrizia, Lucio y Rosemond, pero a los ojos de los demás, podría interpretarse como el pequeño intento de una reina para deshacerse de una concubina.

Patrizia realmente no quería eso, sin embargo, no le importaba ensuciarse ahora para evitar que su tobillo volviera a ser tocado nuevamente más adelante. Si estaba o no motivada por la venganza, era mejor estar libre de la concubina, no solo por su bien, sino por el bien del futuro. Eso significaba nunca retroceder.

—Capitán.

—Sí, su Majestad.

—Lleva a lady Phelps al Palacio Imperial.

Los guardias se inclinaron y rápidamente cumplieron sus órdenes. Tomaron a Rosemond por los brazos y ella le dedicó a Patrizia con una mirada asesina. Lucio no estaba despierto, por lo que Rosemond ya no necesitaba fingir ser amable. Ahora estaba mostrando sus verdaderos colores, cuando se había revelada ante Patrizia, la reina lo había pasado por alto hasta el punto en que había ofrecido misericordia a la concubina.

—La verdad se confirmará más tarde, pero no puede liberarse de estos cargos. De eso puede estar segura —dijo patrizia en un tono más bajo de lo normal.

—¡Te arrepentirás de eso, majestad! ¡Tu palabra no es suficiente!

—Su Majestad estaba conmigo cuando resultó herido. Lo traje de vuelta del otro mundo. ¿Crees que mentiría sobre eso? —Patrizia le dedicó una sonrisa tranquilizadora—. No te preocupes. La investigación será exhaustiva. Tampoco me gusta tener algo sucio detrás de escena.

Patrizia asintió con la cabeza a los guardias, y pronto se llevaron a Rosemond. Ella no gritó o protestó, tampoco se quejó. Le dirigió una mirada dura a Patrizia y luego se alejó con orgullo.

Patrizia volvió la vista hacia el problema inmediato que tenía entre manos.

—La estabilidad de Su Majestad es lo primero, así que será mejor que regresemos al palacio de inmediato. Dama Raphaella, ¿hay un carruaje?

—Te ruego que me perdones, majestad. No esperaba que esto sucediera… —Raphaella inclinó la cabeza, parecía devastada por los eventos que permitió que sucedieran.

Patrizia sintió una oleada de emoción por su amiga, pero se reenfocó en dar órdenes a Raphaella.

—Entonces, en aras de la rapidez, llevaré a Su Majestad a caballo con los guardias que nos escoltan. ¿Qué les parece, guardias?

—Es mejor así, pero ¿no será incómodo para usted, Su Majestad?

—No importa si me siento incómoda —dijo Patrizia en breve, y los guardias no encontraron motivo para negarse. Estaba lista para llevarlo ella misma—. Tráeme un caballo nuevo. Sally está demasiado cansada para volver a cabalgar.

—Sí, su Majestad.

Pronto Patrizia y Lucio estaban sentados en un nuevo caballo, y ella lo abrazó con seguridad para evitar que se cayera. Los nobles y los caballeros la rodearon, y Patrizia comenzó a moverse. Afortunadamente, los terrenos de caza no estaban ubicados muy lejos del palacio.

Patrizia miró a Lucio en sus brazos mientras escuchaba el rítmico golpeteo de los cascos de los caballos en el suelo. Su fiebre era más baja que antes, pero su piel todavía se sentía caliente al tacto.

¿Cómo llegaron las cosas a este punto? Ni siquiera había pasado un día, y mucho había cambiado. Es probable que haya aún más cambios en el futuro.

Las cejas de Patrizia se fruncieron preocupadas mientras apretaba sus brazos alrededor de Lucio. Ella también se sintió conmocionada, pero no pudo descansar hasta que se aclarara el desastre. Se armó de valor y rezó por una rápida llegada al palacio.

♦ ♦ ♦

Una vez que Patrizia despidió a los nobles, transfirió a Lucio a su cama. Naturalmente, recibió un tratamiento mucho más completo allí, y ella finalmente pudo respirar aliviada. Eso completó una tarea. Patrizia estaba a punto de abandonar el palacio central para pasar al siguiente, cuando uno de los médicos la detuvo.

—Su Majestad, ¿no debería ser tratada también?

Sus pasos se detuvieron por un momento, y luego se volvió.

—Tengo algo urgente que hacer, así que lo haré más tarde.

—Su Majestad…

—No te preocupes. Te llamaré después.

—Sí, su Majestad.

Patrizia salió del palacio central. Era hora de ver a Rosemond.

♦ ♦ ♦

Rosemond estaba actualmente contenida en su habitación por los guardias. Se quedó completamente inmóvil con una mirada perdida en su pálido rostro. Había pasado mucho tiempo desde que Glara la había visto así, y no pudo evitar preocuparse por lo que pensaba su ama.

Afortunadamente o desafortunadamente, Rosemond estaba bien. De hecho, ella se parecía más a su actitud habitual. Ella cerró los ojos como si estuviera pensando profundamente.

—Su Majestad la reina regente. —De repente habló alguien en voz alta.

La dinámica del palacio había cambiado rápidamente. ¿Cuántas horas habían pasado desde la declaración? Rosemond volvió a abrir suavemente los ojos. Patrizia estaba parada delante de ella, todavía vestida con armadura y cubierta de sangre. Rosemond chasqueó la lengua despectivamente.

—Tienes suficiente tiempo como para ponerte un vestido, Su Majestad.

—¿Qué tiene eso que ver contigo?

A pesar de la respuesta de Patrizia, Rosemond continuó con una expresión tranquila e informal.

—Muy bien, Su Majestad. Entonces, ¿por qué me encerraste así?

—Seguramente lo sabes, lady Phelps. Si alguien intentara asesinarme, ¿no sería esa una razón suficiente?

—No hay pruebas de eso.

—Saldrá a la luz durante la investigación. No tienes que preocuparte por eso en absoluto.

Patrizia miró a la concubina de arriba abajo. Debería haber encarcelado a Rosemond en una celda de inmediato, para mitigar cualquier posibilidad de destruir evidencia.

—Guardias —dijo Patrizia con una sonrisa fría.

Inmediatamente entraron varios caballeros.

—Coloca a lady Phelps en un calabozo. Allí no puede evitar la destrucción de pruebas. Y nadie puede entrar a esta habitación sin mi sello en un documento.

—Sí, su Majestad.

Los guardias tomaron a Rosemond una vez más, y Patrizia notó que Glara, se dirigía a lado de los guardias.

—Toma a la dama de honor también. No olvides mantenerlas en confinamiento solitario.


Kiara
Fuerte, valiente y decidida, Patrizia si tiene los pantalones bien puesto, espero que pueda encontrar las pruebas necesarias, esa Rosemond es demasiado astuta

5 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 34: Reina Regente”

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