Dama a Reina – Capítulo 43: El verdadero culpable es diferente

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Cuando Lucio se recuperó, Patrizia se puso realmente en ello. Cuando el emperador estuvo inconsciente, ella solo había logrado una fracción de su trabajo pero ella quería asegurarse de que la transición fuera lo más suave posible. Sus esfuerzos resultaron fructíferos, y Lucio volvió al trabajo una semana después sin ningún problema. Sus deberes pasaron de regente a reina, pero su carga de trabajo general solo disminuyó un poco. Todavía no había terminado la tarea más importante todavía.

Patrizia saboreó una humeante taza de té mientras esperaba a alguien. Por fin, llegó una criada y le informó de una invitada.

—Su Majestad, el duque Witherford está aquí.

—Déjalo entrar.

Justo después de eso, el duque Witherford entró y Patrizia lo saludó con una sonrisa.

—Pasa, duque. Ha pasado un tiempo.

—Así es, Su Majestad.

En verdad no había pasado tanto tiempo, pero esta es la regla de cortesia. Patrizia le dedicó una mirada llena de interés ​​y preguntó:

—¿Dijiste que querías verme?

Él asintió.

—Sí, su Majestad.

—Y solo hay una razón por la que me verías, ¿verdad?

—Tal como lo predijo, Su Majestad. Tengo un testigo.

—¿Quién es?

—Una dama de la corte del palacio Bain, Su Majestad. Elegí a alguien que es inteligente y bueno para juzgar situaciones. Ella testificará sobre la evidencia necesaria.

—¿Qué pasa si hay problemas más adelante?

—Le di ciertas condiciones con respecto a su familia en su ciudad natal. No hará nada estúpido. No hay necesidad de preocuparse —dijo el duque Witherford para tranquilizarla.

Patrizia asintió con la cabeza.

—Bien. ¿Quién sabe de esto además de nosotros dos?

—Nadie más. Presentaremos los resultados en la reunión del consejo mañana por la mañana.

—Muy bien. Buen trabajo, duque.

Él hizo una leve reverencia.

—En absoluto, Su Majestad. Lamento que los resultados hayan llegado tarde.

Patrizia sonrió satisfecha al final de las palabras del duque. No importaba si era tarde, siempre y cuando los resultados fueran los mismos.

—Lo importante es que el trabajo esté hecho —dijo, levantando el ánimo.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, Patrizia se dirigió al palacio de Lohen para cerrar el caso. El testigo testificará y se decidiría el castigo. Su rostro estaba tenso por el nerviosismo, y para empeorar las cosas, se encontró con Lucio, que también se dirigía en la misma dirección. Ella trató de darse la vuelta para evitar encontrarse con él, pero ya era demasiado tarde.

—Reina. —La llamó, y rápidamente se acercó a ella. Patrizia estaba secretamente infeliz, preguntándose por qué él haría todo lo posible por venir a ella. Cuando él se acercó, sin embargo, ella no dio señales de descontento y le hizo una reverencia respetuosa.

—Saludos al emperador. Gloria al Sol del Imperio.

—¿Vas de camino al palacio de Lohen?

—Sí —respondió Patrizia. Luego llegó su impactante respuesta.

—Entonces vamos juntos.

¿Había alguien en este imperio que pudiera atreverse a rechazar al emperador? Patrizia suspiró por dentro.

—Haz lo que quieras —respondió ella. Era un arreglo incómodo, pero ella no podía cambiarlo.

Los dos caminaron juntos, pero eso no significaba que intercambiaran palabras entre ellos. Patrizia trató de mantenerse lo más reticente posible, preocupada de que cualquier posible error pudiera arruinar el momento crucial que tenía por delante.

En cambio Lucio, pensó que Patrizia todavía lo odiaba.

—Hoy es el día en que se cerrará la investigación —dijo él brevemente.

—Sí, su Majestad.

—Hay evidencia —afirmó él.

—Sí, su Majestad. —Ella respondió con voz monótona.

—¿La matarás?

—Sí, su Majestad.

Lucio de repente dejó de caminar. Los pasos de Patrizia naturalmente también se detuvieron, y ella lo miró a la cara por primera vez. Su expresión era difícil de leer, pero no parecía una de resentimiento u odio. Él solo la miró fijamente. En ese momento, parecía que su mirada pertenecía a la de un niño pequeño, y Patrizia, sintiéndose incómoda, se alejó.

Lucio comenzó a caminar de nuevo. Patrizia quería preguntar por qué se veía así, pero no tenía el coraje de hacerlo. Finalmente, ella siguió en silencio a su lado otra vez.

—Su Majestad el emperador, Su Majestad la reina —saludó un criado, luego abrió la puerta del salón del consejo. Entraron, y los ojos de Patrizia observaron la habitación cuando los nobles se inclinaron ante ellos. Es un privilegio que solo el emperador y la reina del imperio podían tener. Patrizia y Lucio tomaron asiento, y pensó que esta era probablemente la primera vez que se sentaban uno al lado del otro en calidad oficial.

—Primero comenzaremos con la reina —dijo Lucio.

—Sí, Su Majestad —respondió Patrizia con voz agradecida, luego se volvió hacia el duque Witherford.

—Duque, informa sobre el incidente.

—Sí, Su Majestad. No hace mucho, hubo un desafortunado evento en el que el emperador y la reina desaparecieron en un torneo de caza. Afortunadamente, regresaron poco después de que terminara, pero habían sido atacados por asesinos, y el emperador fue golpeado por una flecha venenosa. La reina se convirtió en regente en nombre de Su Majestad, y ella me encargó investigar este asunto. Le pregunté a lady Phelps, la sospechosa más probable, así como a los sirvientes del palacio Bain donde ella reside.

—Hoy es el último día de la investigación, duque. ¿Identificó al verdadero criminal?

—Sí, su Majestad.

—¿Quién es?

El duque Witherford no respondió directamente a la pregunta de Patrizia. En cambio, dijo algo más.

—Trae al testigo.

La puerta se abrió y entró alguien. Era una dama de la corte, vestida con el vestido rojo del palacio Bain. Parecía agotada por lo que debió haber sido un largo interrogatorio, pero no tanto como para estar a punto de colapsar. Estaba un poco retraída, como intimidada por el alto estatus de los que estaban en la habitación. Tan pronto como se encontró con los ojos del duque Witherford, se estremeció.

—Acércate —ordenó.

Patrizia decidió observar lo que sucedería con una mirada interesante. Pronto el duque Witherford volvió a hablar.

—Sus Majestades, mis compañeros nobles. Es lady Phelps quien intentó matar al emperador y la reina.

Era el resultado que Patrizia quería, y cuando se hizo realidad, hubo un brote de murmullos. Lucio levantó la mano para silenciar la habitación y se volvió hacia el duque Witherford.

—¿Es verdad, duque?

—Sí, Su Majestad. He obtenido el testimonio de esta dama de la corte del palacio Bain. —Miró a la mujer como para instarla a testificar.

La joven apenas abrió los labios mientras hablaba.

—Es verdad, Su Majestad.

—¿Y no hay una pulgada de falsedad? El perjurio se castiga con la muerte.

—Es verdad, Su Majestad. Vi que lady Phelps siempre ha odiado a Su Majestad y ha sido hostil hacia ella. Cuando la reina decidió ingresar al torneo de caza, lady Phelps lo vio como una oportunidad para contratar asesinos.

Un noble interrumpido.

—Su Majestad, ¿cómo puede creer lo que dice? No puede sentenciar a muerte a la concubina de un emperador por un solo testimonio.

—Sí, Su Majestad. Un testigo solitario no puede resolver esta investigación —dijo otro. Los aliados del duque Ephreney estaban hablando.

El duque Witherford volvió a mirar, y esta vez Raphaella, capitán del grupo de búsqueda, dio un paso adelante.

—Aun hay más.

Era la mitad de un pequeño accesorio cubierto de suciedad. Raphaella continuó su discurso con voz firme.

Encontramos esto durante la búsqueda. No lo informé porque no quería causar una conmoción, pero el interrogatorio de la dama de la corte reveló que esto pertenece a lady Phelps.

La dama de la corte asintió y continuó.

—Es un accesorio que lady Phelps solía usar con frecuencia, pero un día de repente dejo de usarlo. Si no me crees, busca en el palacio de Bain. Estoy segura de que la otra mitad está allí.

—Entonces está decidido —anunció Patrizia, pero Lucio no dijo nada. Ella lo miró fijamente por un momento, antes de volverse hacia los nobles, que estaban asombrados y asustados por el testimonio de Raphaella y la dama de la corte.

—¿Qué piensan ustedes de esto? ¿Se requieren más pruebas?

En verdad, todo era falso. El testimonio de la dama de la corte fue un pecado necesario que ensució a Patrizia pero con toda honestidad, ¿se necesitaban más pruebas? No, ¿podría ella presentar evidencia más precisa que esta?

Patrizia confiaba en su victoria. Los nobles no dijeron una palabra de objeción, y finalmente se convenció de que había llegado el momento que había anhelado.

—Creo que hemos llegado a una conclusión, Su Majestad. Como reina, solicitó la decapitación de lady Phelps, quien se atrevió a intentar destruir a la familia imperial…

—¡Todo es falso, Su Majestad! —La voz de alguien interrumpió de repente.

La ira de Patrizia estalló ante alguien que se atrevió a interrumpir su momento, y se volvió para ver quién era. La puerta se abrió y entró una figura familiar. La cara de Patrizia se endureció al ver a su oponente y soltó una carcajada.

—Duque Ephreney. Dijiste que no vendrías, y ahora estás aquí.

—Su Majestad, esos testimonios son falsos —dijo el duque Ephreney con voz firme, y Patrizia vio que otra mujer lo seguía por detrás. Ella también llevaba un vestido rojo.

—¿Y qué quieres decir con eso, duque Ephreney? —Patrizia preguntó.

—Su Majestad, el verdadero criminal es diferente. No es la baronesa Phelps. Por favor use su juicio sabio.

—También tengo curiosidad, duque Ephreney. ¿Sobre qué base reclamas esto? —Patrizia lo miró fijamente y el duque Ephreney la miró por la espalda. Finalmente hizo lo que ella quería.

—Esta moza es la prueba —dijo el duque Ephreney, y se dio la vuelta y obligó a la dama de la corte que estaba detrás de él a arrodillarse.


Kiara
Este hombre me perturba es el aliado de Rosemond así que no hay forma en que no lo odie, seguro que truncar los deseos de Patrizia, oh yo quiero que le corten la cabeza

6 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 43: El verdadero culpable es diferente”

    1. Paty ya se nos deschavetó (perdió el juicio), pero no la juzgo, todo lo que sufrió y después luchar contra corriente para que no tenga que vivir su trágico final.
      En la historia las reinas o se volvían locas, tiranas o morían, no había más, la presión en la corte era espantoso, más si no se tenían herederos.

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