Dama a Reina – Capítulo 47: No soy una extraña

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Era un hombre alto con cabello castaño y ojos marrones, e incluso debajo de su ropa, se podía distinguir su figura ancha y fuerte. Petronilla lo miró aturdida y el hombre abrió la boca para hablar.

—Lo siento, mi lady. Creo que mi jinete cometió un error.

—Para nada, mi lord. Estoy bien.

Ella no sabía quién era él, pero la calidad de su vestimenta y carruaje indicaba que era un joven señor de una familia noble.

—¿Está herido en alguna parte? —preguntó ella.

—¿Estoy bien y usted?

—Oh, sí, también estoy bien… —Petronilla se relajó cuando ambos confirmaron que estaban ilesos—. Eso es un alivio. Entonces continuaré mi camino, buen día.

—Espera un momento, mi señora —tartamudeó el hombre, pero Petronilla ya había entrado en el carruaje y no escuchó su llamado.

Su carruaje partió y el hombre quedó congelado en el acto. Fue sacado de su aturdimiento cuando el conductor le advirtió que podría llegar tarde, y sacudió la cabeza y entró en el carruaje.

♦ ♦ ♦

Ese día, Lucio estaba ocupado concentrándose en sus asuntos. Tenía la intención de terminar rápidamente su trabajo largamente descuidado, pero descubrió que algunos de sus esfuerzos eran innecesarios. Admiro la diligencia reflexiva de Patrizia y miró los documentos presupuestarios del Palacio Imperial.

—Su Majestad, lady Rosemond está aquí —anunció un sirviente.

—¿Rosemond? —dudó por un momento, luego pronto asintió otorgando su permiso.

Rosemond entró en la habitación con un vestido elegante. La hermosa sonrisa en sus labios, por supuesto, era una ventaja.

—Su Majestad —cantó con voz dulce.

—Ah, ¿estás aquí Rose?

—Has estado ocupado. No te he visto en los alrededores del palacio de Bain últimamente. —Hizo un puchero.

—He estado en cama por un tiempo. Lo siento. Iré allí más tarde.

—Esperare eso. —Ella se sentó en su regazo, sonriendo inocentemente como una niña, luego se inclinó para presionar un suave beso en sus labios. Luego reveló el motivo de su visita—. En realidad, tengo algo que decirte, Lucio.

—¿Dime qué es?

—No es nada. Solo voy a visitar la finca por un tiempo.

Lucio frunció el ceño levemente cuando dijo la palabra finca. El ceño se profundizó cuando se dio cuenta de lo que ella quería decir.

—¿Vas a visitar al barón Darrow?

—Si su Majestad.

—¿Por qué?

—Tengo que pedirle un favor.

—¿Quieres decir de él?

—Sí, su Majestad. —Ella le ofreció una sonrisa atractiva—. Necesito una renuncia a la autoridad parental.

—¿Renuncia? ¿Qué quieres decir con eso?

—Exactamente lo que dije. Ya no seré la hija de un barón.

—¿Y qué más?

—El duque Ephreney me aceptará como su hija adoptiva. Entonces seré una Ephreney, no una Darrow.

Lucio se concentró en sus pensamientos, y Rosemond, quien pensó que abrazaría inmediatamente la idea, lo miró perpleja.

—A… ¿no te gusta la idea de que abandone el apellido Darrow y tome el nombre de Ephreney?

—Es tu elección. Estoy confundido por qué dices esto ahora.

—Ah. Ahora no —corrigió ella—. Me sorprendió la investigación, Su Majestad. He pasado por tantas cosas, y ahora debo estar a tu lado sin un título.  Tengo miedo de la reina, que está tratando de decapitarme por un crimen que no cometí. Los nobles expresan su disgusto por mí. No sé qué pasaría si el duque Ephreney no hubiera estado ahí para salvarme la vida.

—Sí.

—Dijo que le gustaría tener una hija como yo. Con mucho gusto acepté su solicitud. Eso es algo bueno, ¿verdad?

—Sí —respondió Lucio con dificultad. Se dijo a sí mismo que ella no había hecho nada malo esta vez. Se sintió miserable, pero su expresión no traicionó sus emociones, sonrió y aceptó el próximo beso de Rosemond. Abandonarla sería un acto de hipocresía de su parte.

♦ ♦ ♦

La duquesa Ephreney estaba sorprendida por la visita de Petronilla. Invitó a la joven a entrar y la guió a la sala de estar, y pidió a un criado que trajera té de Keemun y tartas de fresa como refresco.

—No sabía que vendrías hasta aquí, lady Petronilla. No te esperaba.

—¿Por qué deberías estarlo? Estás a cargo de los asuntos del palacio interior, y soy la hermana de Su Majestad —respondió Petronilla con naturalidad, luego le entregó la carta de Patrizia.

La duquesa Ephreney lo aceptó con una mirada perpleja.

—¿Qué es esto?

—La carta de Su Majestad para usted. Expresa sus condolencias por la enfermedad de su hijo.

—Oh mi Dios…

En lugar de leer la carta, la duquesa Ephreney comenzó a llorar. Petronilla se sorprendió por su repentino llanto, e hizo todo lo posible para calmarla.

—Su Majestad está muy preocupada, duquesa. Solo avíseme si necesita algo.

—Heug… gracias, lady Petronilla. En verdad…

Petronilla se encontró sin saber qué decir. Siempre había visto a la duquesa Ephreney como una mujer estricta y conservada, alguien intolerante a cualquier error. Verla derramar lágrimas por su hijo enfermo hizo que Petronilla recordara que era humana.

Petronilla continuó consolando a la duquesa.

—En absoluto. Su Majestad espera que su hijo se recupere lo antes posible.

—No pensaba mucho en Su Majestad. Que Su Majestad hiciera esto en un momento grave…

Petronilla decidió aprovechar la oportunidad para cavar un poco.

—Lo más importante… ¿quién estará a cargo de la casa Ephreney?

La triste cara de la duquesa Ephreney se puso rígida de repente, y Patrizia se dio cuenta de que debía haber tocado algún punto débil.

Ah, ¿no tenía el duque una concubina que era trece años más joven que él? La concubina también era diez años más joven que la duquesa, y el hijo de la concubina acababa de cumplir un año.

Petronilla trató de ocultar su expresión incómoda y esperó una respuesta, mientras que la duquesa se molestó visiblemente.

—También me preocupa eso —dijo la duquesa Ephreney—. Tengo que salir de la mansión, pero como no tengo hermanos, no tengo a nadie para dejarle la administración de la casa. Ojalá tuviera una hija… —La duquesa Ephreney miró a Petronilla con una expresión sombría. ¿Qué bueno sería tener una hija así? Ahora su hijo adulto se estaba muriendo de una enfermedad en un país extranjero… La cara de la duquesa Ephreney se retorció de dolor cuando todas sus emociones parecieron aplastarla de inmediato.

La voz de Petronilla se volvió cálida y consoladora.

—Está bien, mi señora. No tiene que detenerse frente a mí. No soy una extraña.

Eso no era estrictamente cierto, pero en estas circunstancias, esas palabras estaban destinadas a bajar la guardia de la duquesa.

—Heug…

El plan de Petronilla funcionó. La duquesa Ephreney comenzó a llorar abiertamente. Era una vista casi inimaginable, dado el aire de rigor de hierro con el que siempre parecía sostenerse. Sin embargo, sus emociones eran realmente vulnerables cuando se trataba de su hijo y la concubina.

Petronilla frotó la espalda de la duquesa con una mirada de lástima.

—Está bien. Está bien, mi señora.

—Oh… ¿qué debería hacer? —Ella sollozó—. ¿Estará bien mi hijo? Sin él, yo…

—Está bien, mi señora. No se preocupe por eso. Estoy segura de que mejorará.

—Pero aun así, estoy preocupada. ¿Qué hará esa cosa de mente superficial cuando esté lejos de la casa? —La duquesa Ephreney estaba tan molesta que incluso hizo referencia a la ropa sucia de la que generalmente nunca hablaba.

Petronilla no perdió el ritmo.

—Sé que el duque tiene una concubina.

No había forma de que ella no lo supiera. Incluso los hijos ilegítimos de nobles de alto rango eran conocidos entre la sociedad. Honestamente, sería más extraño que un hombre del rango del duque Ephreney no tuviera una amante. El insulto que sintió la duquesa Ephreney probablemente estaba más allá de la imaginación, pero ella nunca reaccionaría con sensibilidad sobre el tema.

—Debes estar preocupada —continuó Petronilla—. Un pez lleno de lodo puede nublar las aguas.

La detuvo su llanto y miró a Petronilla incapaz de entender a qué se refería.

—Incluso hasta el punto de que no tienes a nadie en quien puedas confiar.

—Lady Petronilla —dijo la duquesa Ephreney, su voz repentinamente se había vuelto desagradable. La expresión de Petronilla no cambió—. ¿Qué es lo que quieres decir?

—Nada, mi señora. Estaba preocupada —aseguró Petronilla, y bajó la cabeza—. Es solo que mi hermana menor, Su Majestad… también se enfrenta a algo similar… —Soltó un suspiro, y la expresión de la duquesa Ephreney cambió entonces. Ah, tal vez ella la consiguió.

—Lady Grochester —dijo la duquesa Ephreney.

Petronilla la miró con ojos llenos de lágrimas.

—¿Sí, mi señora?

—Si no te importa… —La cara de la duquesa Ephreney estaba seria—. ¿Puedes hacerte cargo de la casa mientras estoy fuera?

—¿Qué? —dijo Petronilla, atónita.

—Por favor, lady Petronilla. Tengo que ir a ver a mi hijo. Él es mi mundo entero. Pero no sé qué intentará hacer esa mujer mientras estoy fuera. —La voz de la duquesa Ephreney estaba llena de emoción—. Por favor, ayúdame por un momento. Te daré cualquier cosa como compensación.

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