Dama a Reina – Capítulo 22: Amor eterno

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


La cena fue excelente. Aunque Lucio le pidió al cocinero que preparará una comida más lujosa de lo habitual, había muchos platos diferentes que demostraban su gran habilidad culinaria. Patrizia no podía quejarse al respecto y su estado de ánimo se mantuvo agradable durante toda la comida.

Pero incluso mientras se servía el tiramisú como postre, no había señales de que Lucio preparara un evento especial. Cuando Patrizia llegó al final de su plato de tiramisú, no pudo evitar estar avergonzada. Ella se excitó sola sin ninguna razón.

Es lo suficientemente bueno solo comer juntos.

Quizás sus expectativas estaban demasiado altas. Miró a Lucio frente a ella con amor.

Debo dejar de lado las expectativas inútiles y centrarme en este momento.

Mientras Patrizia lo miraba, Lucio se rió por lo bajo.

—¿Por qué me miras así, Rizi?

Una sonrisa se ensanchó en sus labios.

—¿Por qué no te estás haciendo viejo? Tu cara es la misma que cuando nos casamos.

—Dios mío, dices eso porque aun me ves como si tuvieras unos lentes que ven todo color de rosa, parece que no han desaparecido en estos veintes años.

—No te los quitarás, ¿verdad?

—Por supuesto que no. En realidad, hay algo más que quiero quitarme —dijo sugestivamente.

—¡Su Majestad! —gritó Patrizia con la cara enrojecida, y Lucio soltó otra carcajada.

Incluso después de veinte años, la pareja permanecía igual. Su esposa todavía era tan inocente como una niña, y su esposo era un girasol que solo la miraba a ella.

—Entonces, ¿Rizi? ¿Qué tal esta noche? —dijo Lucio.

—¿Y si me niego?

—¿No estaría herido tu esposo?

—Dios. Cuando dices eso, realmente no puedo negarme.

Patrizia se echó a reír, y Lucio se puso de pie con una sonrisa en su rostro. Ella mantuvo sus ojos en él, con una sutil sonrisa juguetona en su rostro mientras él se acercaba.

—Asombroso.

Su corazón latía con fuerza cuando él cruzó la corta distancia paso a paso. Habían vivido juntos durante más de veinte años, pero la emoción de la presencia del otro aún permanecía. Era un hombre del que nunca podría cansarse.

Cuando Lucio se acercó a ella y se hincó sobre una rodilla, ella lo llamó suavemente.

—Su Majestad. —Ella lo miró—. Mi corazón está revoloteando —confesó de repente.

—¿Qué?

—Mi corazón se acelera cuando te veo. —Su frente se arrugó por la incertidumbre—. Te he visto tantas veces que debería estar harto de eso, pero no lo estoy. ¿Por qué es así? No lo entiendo.

—¿Por qué? ¿No te gusta?

—Por supuesto que me gusta.

—Está bien. —Él ahuecó suavemente su mejilla—. Lo que importa son tus sentimientos, no la razón. No es importante por qué estás emocionado cuando me miras, siempre y cuando me sigas mirando.

—¿Tú también sientes lo mismo? —preguntó.

—Por supuesto.

—¿Aunque sabes todo sobre mí?

Lucio la miró con complicidad.

—Creo que aún tengo que aprender más sobre ti.

—Has visto suficiente de mí.

—No soy un hombre infiel que se cansa de su esposa. —Lucio sonrió y apartó suavemente un mechón de cabello de la frente de Patrizia—. Eres tan hermosa, no importa cuantas veces te vea.

—Gracias por tolerarme.

—De ninguna manera. Todavía estamos entusiasmados el uno con el otro. ¿Cómo puedes decir eso? —Lucio se levantó lentamente de sus rodillas para besar su cabello—. Todavía queda mucho tiempo antes de que me canse de ti. No te preocupes —susurró.

—¿Cuánto tiempo? —dijo Patrizia, pero había una sonrisa en su rostro.

—Dios mío.

—¿Vas a vivir conmigo en la próxima vida?

—No creo en la reencarnación. —Pero Lucio sonrió y cambió sus palabras—. Si existe tal cosa, entonces quiero vivir como tu padre después, no como esposo.

—¿Padre?

—Es el amor de un anciano por los jóvenes, un amor parental. Quiero apreciarte más.

—Entonces quiero nacer como tu madre —decidió Patrizia.

—Es imposible para nosotros hacer eso al mismo tiempo —señaló Lucio—. Porque lo dije primero, en la próxima vida seré tu padre.

—¡¿Qué?! ¡Eso no es justo! —Patrizia se echó a reír y juguetonamente golpeó sus puños contra Lucio. Se lo permitió con una sonrisa en su rostro. Puede sonar un poco loco, pero le gustó la forma en que la golpeó con tanta energía. Era la prueba perfecta de que todavía estaba sana.

—Ah, Rizi. Necesito que esperes solo un rato.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—Tengo un problema político, que tengo que tratar rápidamente. Lo recordé ahora.

—Ah… —Patrizia asintió con un poco de decepción, luego sonrió—. Tómate tu tiempo. Comeré más tiramisú.

—Come tanto como puedas. Estás tan delgada estos días.

Patrizia se sonrojó de vergüenza, y una sonrisa cruzó sin pensarlo el rostro de Lucio. Si tenía veinte o cuarenta años, todavía era linda. Con ese pensamiento, Lucio se fue.

Patrizia, ahora sentada sola en la mesa, ordenó a una criada que trajera otro plato de tiramisú, luego miró a su alrededor con una expresión en blanco mientras esperaba. Su mirada cayó sobre el lugar ahora vacío de Lucio. Algo le llamó la atención, y una repentina comprensión cruzó por su mente.

¿Comió tan poco?

Quedaba bastante comida en el plato, teniendo en cuenta cuánto comía habitualmente. Patrizia de repente se preguntó si estaba enfermo. No parecía enfermo, pero quizás le dolía el estómago…

—Rizi.

Fue entonces cuando oyó la voz de Lucio. Cuando Patrizia se dio vuelta rápidamente, lo vio de pie junto a la puerta con una sonrisa en su rostro.

—¿Ya estás aquí? —preguntó.

—El trabajo se terminó pronto —respondió con una sonrisa amistosa—. ¿Qué sucede?

—Bueno —dijo Patrizia, su mente estaba momentáneamente en blanco—. ¿Todo está bien?

—¿Eh? —dijo Lucio inquisitivamente.

—Me preguntaba si había algo que te preocupara.

—¿Por qué preguntas eso de repente?

—Casi no comiste. Estaba preocupada.

Lucio miró en distintas direcciones aparte de su rostro e intentó tranquilizarla.

—No está pasando nada.

—¿No…?

—Solo me puse nervioso.

—¿Tienes algo por lo que estar nervioso?

—Por supuesto. Soy un ser humano —dijo Lucio con una sonrisa, y lentamente se acercó a Patrizia y le tomó la mano. Ella lo miró fijamente por el toque repentino, y él se inclinó para susurrarle al oído.

—¿Podemos dar un paseo?

Había pasado un tiempo desde que ambos tomaban un paseo nocturno juntos. Cuando Patrizia tenía veintitantos años, solía tomarlos con frecuencia, pero se volvieron menos frecuentes a medida que pasaba el tiempo y estaba más ocupada. Sin embargo, su ética de trabajo claramente había mejorado.

Cuando Lucio tomó su mano, un calor se extendió por sus dedos y pareció viajar por todo su cuerpo.

—¿No tienes frío? —preguntó.

—¿No tienes frío? —respondió ella.

—No, no se trata de mí, sino de tí.

—Está bien. Mi vestido es cálido.

Sin embargo, Lucio se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de Patrizia. Ella sonrió.

—Ahora te resfriaras —señaló ella.

Lucio se mantuvo imperturbable.

—No pasará nada por que estoy perfectamente bien.

—Pero estoy bien.

—Pronto será tu cumpleaños. No hay nada tan triste como estar enfermo en tu cumpleaños —susurró Lucio y brevemente dejó un beso en la frente de Patrizia—. Si estás tan preocupada, sigamos tomados de la mano.

—¿Es cálido?

—Sí, mucho.

—Me gustaría tomar ambas manos —sugirió ella.

—Eso no funcionará.

Patrizia pensó que Lucio diría que sí a tomarse de las manos, pero su rechazo fue inesperado. Ella lo miró sorprendido.

—¿Por qué?

—Porque esto no es solo para nosotros dos —dijo Lucio, luego soltó la mano de Patrizia. La calidez que le había transmitido a través de su mano desapareció, y un escalofrío recorrió su cuerpo a través de sus dedos ahora libres.

—¿Por qué? —comenzó, cuando alguien apareció detrás de ella. No, no se trataba de una persona sino de varias. Se dio la vuelta e hizo un fuerte ruido de sorpresa.

—Ustedes…

Eran Dylan y las trillizas. La ropa de las chicas estaba cubierta de hojas.

Ressie sonrió y gritó en voz alta:

—¡Uno, dos, tres, cuatro!

—Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños a ti. ¡Feliz cumpleaños querida madre!

Patrizia no pudo contener su sorpresa.

Entonces… ¿era una sorpresa de cumpleaños?

—Ahora…

—Sopla las velas, madre. ¡Vamos!

—¡Será medianoche pronto!

Patrizia parpadeó sorprendida por la alegría de los niños.

—¿Qué… qué? Oh, sí…

Patrizia se inclinó hacia Dylan, que sostenía el pastel, y apagó todas las velas. Todas se extinguieron cuidadosamente con un solo aliento, y los niños dieron un grito de alegría.

—¡Sí!

—Feliz cumpleaños, mamá.

—Madre. —Raine, la más joven, dio un paso adelante y le ofreció algo a Patrizia. Ella lo aceptó con una mirada curiosa.

—Es un broche de rosa hecho de papel —dijo con timidez. Raine sabía que a Patrizia le gustaban las rosas. Sin embargo, no podía usar flores frescas, y no podía hacerlo con joyas caras, por lo que eligió un bonito papel rojo al final. Patrizia sonrió y acarició la cabeza de su hija.

—Muchas gracias, Raine. ¿Me lo pones?

—Sí. —La tímida Raine sujetó el broche en el pecho de su madre con sus pequeñas manos.

La siguiente fue Ressie, la trilliza del medio.

—Madre, hice un pañuelo. Lo borde yo misma.

Patrizia se sorprendió esta vez. ¡La menos femenina de sus hijas había bordado algo! Ressie prefería la lucha con espadas a la costura. A Patrizia le conmovió que ella pusiera tanto esfuerzo en algo que no era su pasatiempo. En realidad el resultado no era lindo, ni elegante, pero para Patrizia era el pañuelo más hermoso y precioso que cualquier otro que poseía.

Patrizia le dio a su hija un beso en la mejilla.

—Gracias —susurró.

Esta vez fue Regina quien dio un paso adelante, la mayor de las tres. Le presentó a Patrizia un libro delgado, pero afuera estaba demasiado oscuro para poder leer el contenido.

—¿Qué tipo de libro es este, Regina? —preguntó.

—Es una colección de poemas que escribí para Madre.

—Eso es digno de elogio —intervino Ressie.

Regina frunció el ceño.

—Dios, Ressie, ¿leíste mi libro?

—¿Qué quieres decir con tuyo? ¡Es el libro de mamá!

—¡Es mío hasta que se lo de! ¡¿Cómo pudiste hacerlo?!

Patrizia decidió intervenir antes de que la situación empeorará.

—Vamos, chicas, no peleen. Iré a mi habitación y lo leeré.

—Madre, tienes que leerlo tú sola. ¿Está bien? No se lo muestres a mi padre.

—Muy bien, Regina.

Aunque tal vez Lucio tenía una buena oportunidad de verlo también.

Patrizia sonrió y finalmente miró a su hijo mayor, Dylan, quien miró a su madre con una dulce sonrisa. Ella lo aceptó y vio que era un collar.

—Lo hice personalmente —dijo Dylan con voz tímida.

—Parece que está hecho de madera. ¿Lo tallaste tú?

—No fue difícil.

—¡Te cortaste muchas veces con el cuchillo! —dijo Regina.

—Silencio Regina —interrumpió Dylan con un claro de su garganta, y Patrizia, que escuchó esto, estaba feliz y un poco triste. Aun así, podía sentir la sinceridad de su hijo y sonrió.

Y el último…

—Rizi.

Lucio se paró frente a ella con su sonrisa inagotable. Su corazón comenzó a latir excitadamente en su pecho.

—En verdad no necesito nada, los mejores regalos eres tú y los niños —dijo.

—Aún así, no puedo actuar conformarme solo con eso —respondió Lucio, y tomó una caja de la mano de Dylan y se la entregó a Patrizia. Cuando la abrió, había una vela adentro.

—¿Qué es esto?

—Es una vela hecha a mano. Es tu aroma favorito, rosas.

—Es preciosa, me ayudara a dormir mejor por las noches. —Patrizia sonrió y estaba a punto de agradecerle, pero Lucio fue más rápido que ella.

—Por el amor eterno.

—¿Qué?

—Regalo una vela significa desear el amor eterno.

A diferencia de una vela perfumada que eventualmente se agotaría, esperaba que el amor que estaba recibiendo duraría para siempre, incluso después de que se hayan apagado todas las velas del mundo.

—Te amaré por siempre, mi reina —confesó Lucio.

—Sí… —Las lágrimas comenzaron a derramarse por los ojos de Patrizia. Ella pensó que nadie se daría cuenta porque era de noche, pero Lucio levantó la mano y le limpió las lágrimas. Ese pequeño gesto solo la hizo llorar más. ¿Era real o una especie de sueño? Sentir tanta felicidad no podía ser verdad.

—Madre, padre. ¡Beso, beso! —Ressie comenzó a gritar en voz alta, y los otros niños siguieron su ejemplo como un coro.

—¡Beso, beso!

Las cejas de Patrizia se elevaron ante el pedido de sus hijos, y Lucio le dio una sonrisa fácil y se inclinó para susurrarle.

—No creo que sea cortés rechazar una solicitud tan entusiasta.

—Oh, no lo sé.

Patrizia soltó una carcajada y ahuecó la cara de Lucio. Un efecto indescriptible se hinchó en su cuerpo como una llama mientras lo miraba. Se inclinó para besarlo de inmediato, y había una amplia sonrisa en su rostro que nunca podría ocultar.

—¡Sííí! —Los niños vitorearon.

Patrizia escuchó sus gritos de puro deleite. Esperaba que el deseo se hiciera realidad. Ella quería que sucediera. Y para hacerlo realidad, ella amaría a Lucio, tanto como fuera posible, ahora y en el futuro.

—Te amo, Su Majestad.

Amor eterno, para siempre.


Kiara
Este es el final de esta hermosa historia, lo logramos llegamos hasta aquí y me alegro tanto de que sea así, realmente ame cada parte de esta novela, Patrizia fue una protagonista increíble y me encanto seguir su historia capitulo tras capitulo, agradezco a la persona que patrocinó esta novela de principio a fin y a Yuu por acompañarme en todo momento.

85 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 22: Amor eterno”

  1. Gracias, gracias, mil gracias por la traducción y los comentarios, disfrute la novela tanto como los comentarios
    Me encanta estos finales felices con los niños

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