Dama Caballero – Capítulo 77: Pruebas las aguas

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Elena, quien aparentaba un estado calmado, consiguió salir de la sala de entrenamiento con la frente en alto, pero su corazón latía desbocado en su pecho.

Las palabras de Carlisle todavía estaban presentes en su mente.

—Aprovecharé esta oportunidad para enseñarte a besar y respirar al mismo tiempo.

¿No se solía decir que la primera vez que se hacía algo, era difícil, pero que la segunda, sería más fácil? Elena quería preguntarle por qué estaba actuando así tan repentinamente, pero recordó que ella había permitido que sucediera en primer lugar.

No puedo seguir siendo tan tímida.

No habían estado casados durante tanto tiempo, pero la intimidad estaba formando parte de su relación muy rápido. Aunque no dormían juntos, por el contrato que habían establecido, ya habían tenido dos besos apasionados, como si fueran una pareja normal. Aquella sensación aún hormigueaba en sus labios. Elena negó con la cabeza para disipar su imaginación.

Necesito recomponerme.

A ese paso, se dejaría llevar por él, y eso no podía permitírselo. Todavía tenía mucho que hacer para convertir a Carlisle en emperador.

Elena colocó una mano sobre su palpitante corazón.

Calma.

En realidad, su opción para evitar que la gente entrara en el salón de entrenamiento privado de Carlisle, mientras ella estaba presente, era buena. Sin embargo, no importaba cuántas veces se repitiera a sí misma que solo había sido un beso, su mente no parecía inmune a este tipo de contacto.

Elena emitió un suspiro de derrota. Cuando caminaba en dirección a su habitación, una doncella se apresuró hacia ella y le hizo una reverencia.

—Su Alteza, tiene un visitante en el palacio.

—¿Un visitante?

Elena había invitado a muchas personas en la recepción de su boda, por lo que se preguntaba de quién se trataría. La doncella se dio cuenta rápidamente de los pensamientos de Elena.

—La señora dice que es la niñera de Su Alteza… —expresó.

—¿Qué?

Los ojos escarlata de Elena se agrandaron ante la inesperada invitada.

♦ ♦ ♦

Los pasos de Elena eran tan rápidos como sus pensamientos.

¡Está aquí!

Elena le había enviado una carta a la niñera preguntándole si estaba bien, pero no había mencionado nada sobre Carlisle o la boda. No esperaba que viniera en persona, aun así, su corazón estaba contento. La niñera había llenado el vacío en la familia después de la muerte de la condesa, y crió a las jóvenes Elena y Mirabelle desde que eran niñas.

Elena finalmente llegó a la sala de estar.

De repente, al momento de agarrar el pomo de la puerta, recordó que tenía una cita para desayunar con Carlisle. Ella se había escapado por el repentino beso y era probable que lo hubiera dejado esperando sin un mensaje. Elena se volvió hacia la criada que la había estado siguiendo.

—Por favor, dígale al príncipe heredero que debo atender a una visita repentina, por lo que no podré reunirme con él para desayunar. Podremos cenar juntos la próxima vez.

—Sí, Su Alteza.

La criada se apresuró a entregar el mensaje. Elena se preparó y luego, abrió la puerta del salón.

En el espacioso salón, el cual se encontraba decorado hasta el último punto, estaba la niñera sentada de forma recatada. Todavía tenía el mismo cabello blanco, el cual estaba recogido en un apretado peinado, y la misma expresión que había extrañado tanto durante su primera vida.

—¡Nana!

Elena abandonó sus modales habituales y corrió hacia la señora. Al ver a su antigua protegida, la niñera le brindó una cálida sonrisa y habló con voz amable:

—Ahora eres la princesa heredera, no puedes correr de esa manera.

Pero Elena pasó por alto las palabras de la niñera. Si se incluían los recuerdos de su vida anterior, habían pasado unos veinte años desde que había puesto flores en la tumba de su niñera. La emoción de verla frente a ella con vida, casi la hizo llorar. Corrió hacia su cuidadora y la abrazó como lo hacía en su niñez.

—Te extrañé.

—Bueno, ahora te estás comportando más como una niña pequeña.

A pesar de su leve regaño, la niñera acarició con dulzura los esbeltos hombros de Elena. El pequeño gesto pareció borrar todo el sufrimiento y las dificultades que había soportado, como si fuera un hechizo mágico. Se aferró a ella durante una cantidad de tiempo considerable antes de volver a mirarla.

—¿Pero cómo llegaste aquí? Estaba tan preocupada por tu salud que no te comenté que me iba a casar —expuso Elena.

—¿Sabes cuánto lamento no haber apresurado mi viaje? Siento mucho no haber estado en tu boda.

La decepción se hizo evidente en su rostro arrugado.

—Tenía miedo de que tu salud fuera mala, pero puedes ver la boda de Mirabelle en lugar de la mía.

—No estaré viva para entonces… —expresó la anciana con pesar.

—No digas eso. Vive conmigo a partir de ahora.

La niñera soltó una suave risita ante las palabras de Elena.

—Sí, mi señora —La niñera sostuvo los hombros de Elena hacia atrás para estudiarla—. Realmente te has convertido en toda una mujer. Tan hermosa. Tu difunta madre habría estado muy feliz de verte así —la elogió.

—¿De verdad?

—Por supuesto.

Los labios de Elena se elevaron ante su elogio.

—¿Pero cómo es posible que te hayas casado con el príncipe heredero? ¿Fue tu elección o lo decidió el conde?

—Oh, eso… —Elena no podía decirle toda la verdad, por lo que narró una falsa historia de amor sobre Carlisle. También conversaron sobre otros temas, y el tiempo pasó rápido, debido a que hubo mucho de qué hablar.

Era temprano cuando la niñera llegó al palacio, por lo que ya se acercaba la hora del almuerzo.

Llamaron a la puerta del salón. Elena se volvió ante el sonido y habló con voz tranquila:

—Adelante.

La niñera, quien estaba mirando a Elena, instantáneamente cambió de humor ante la llegada de una nueva persona. La puerta del salón se abrió y entró una mujer con uniforme de sirvienta. Elena nunca la había visto, pero había tanta gente trabajando en el palacio, que todavía no conocía todos los rostros.

—Su Alteza. La emperatriz le ha enviado un regalo de bodas personal.

—¿Un regalo? —Elena miró asombrada a la doncella. Por su puesto, la emperatriz ya los había felicitado lo suficiente. Sin embargo, sabía que la relación entre Ofelia y Carlisle era todo menos amistosa—. ¿Qué me envió?

—Un mensajero del palacio de la emperatriz dice que es una planta rara, la cual solo crece en el reino de Sibena, en el extremo sur. Si se cuida bien, crecerán flores rosadas, las que simbolizan armonía y fertilidad.

Elena no protestó por el regalo. Una planta tan rara podría considerarse un regalo sincero y adecuado, además de que no representaba una carga excesiva. Después de pensar por un momento, Elena finalmente respondió:

—Tráelo aquí. Déjame verla.

—Si, Su Alteza.

La criada inclinó la cabeza y pronto, regresó al salón con un sirviente de aspecto corpulento, quien llevaba una gran maceta. Aunque la planta aún no había florecido, su dulce aroma llenó la habitación. A Elena no le gustaban los aromas dulces, pero incluso este, le resultaba agradable. Estudió la planta con la mirada, luego, asintió con la cabeza cuando vio que no había nada aparentemente malo en ella. Estaba con su niñera por ahora y podría volver a comprobarlo más tarde.

—Huele divino. Llevala a mis aposentos…

Sin embargo, la expresión en el rostro de la niñera había cambiado drásticamente cuando vio la planta. Ella no había mencionado ni una palabra, pero ahora interrumpió con voz tranquila:

—Mi señora, ¿hay necesidad de llevarla tan rápido? Dejémosla aquí por un momento y disfrutemos de su fragancia.

Parecía una sugerencia extraña, pero Elena decidió seguir el consejo de su niñera, además, podía mover la planta cuando quisiera.

—Muy bien. Dejemos la planta aquí por un momento —indicó Elena.

—Ah… sí, Alteza.

La criada pareció un poco desconcertada, pero miró al sirviente, quien de inmediato, colocó la gran maceta sobre la mesa. La lujosa atmósfera de la habitación pareció mejorar al colocar una planta tan única.

Antes de que la sirvienta se fuera, volvió hacia Elena para hablar.

—Por favor, llámame cuando desee trasladar la planta a su habitación.

Elena asintió con la cabeza en respuesta, y la criada se escabulló con una sonrisa amistosa.

Tan pronto como la criada se fue, la niñera se levantó inmediatamente de su asiento y comenzó a abrir todas las ventanas. Elena miró inquisitivamente el comportamiento urgente de esta.

—El clima se ha vuelto más cálido últimamente, pero ¿no hará más frío si abres todas las ventanas? —preguntó Elena preocupada.

—No me resfriaré, mi señora, pero la fragancia de esta planta… Tengo la sensación de que mantenerla cerca será malo para usted —expresó la señora.

—¿Qué?

La niñera volvió nuevamente al lado de Elena, y abrió la boca para explicar:

—Nunca lo he visto con mis propios ojos, pero he oído que algunas plantas aromáticas de Sibena tienen un efecto perjudicial en el cuerpo.

—¿Perjudicial? ¿Qué quieres decir?

—Si una mujer inhala ciertas fragancias durante un período de tiempo prolongado…  puede tener dificultades para quedar embarazada —explicó la mujer.

Elena estaba atónita. El embarazo no era algo que considerara importante para sí misma en este momento, debido a que Carlisle y ella no dormirían juntos hasta que él se convirtiera en emperador. Sin embargo, eso no significaba que no estuviera enojada. El regalo de la emperatriz era realmente perverso.

Elena soltó una risa aguda, pero no era de alegría. El palacio era tan aterrador como esperaba.

Estaba demasiado conforme con mi seguridad.

Elena había dependido tanto de su espada como de su capacidad para derrotar a los asesinos, por lo que pensó que no sería fácil que alguien la lastimara. Sin embargo, el poder imperial no se ejercía necesariamente con fuerza física. El regalo era un triste recordatorio de eso.

—Gracias por advertirme, niñera. El resultado habría sido terrible si hubieras tenido conocimiento de ello.

—No estoy muy segura de que sea ese tipo de planta, pero me gusta tener cuidado. Eres una mujer fuerte. Sin embargo, al final, la mejor fuerza de una princesa es su capacidad de dar a luz a un hijo. La ambición de la mujer debe centrarse en el embarazo.

—Sí.

Aunque la niñera estaba pensando en un futuro lejano, la verdad era que Elena nunca antes había reflexionado profundamente sobre eso. Cuando el objetivo era convertir a Carlisle en emperador, le resultaba inútil preocuparse por cosas que pasarían después de ese hecho.

Pero su niñera nunca se equivocaba. Una vez que la atención de un emperador se dirigía naturalmente a otras mujeres, y tenía muchas concubinas, lo único que le quedaba a la emperatriz era proporcionar un sucesor. Por esa razón, si Elena no pudiera quedar embarazada, no tendría más remedio que renunciar a ese deseo a medida que pasara el tiempo. La victoria final de una mujer de la realeza era dar a luz al próximo emperador.

Pero… no debería importarme.

Elena y Carlisle estaban en un matrimonio por contrato. En última instancia, Elena quería proteger a su familia y Carlisle era el hombre que había elegido para convertirlo en emperador. No sabía si su relación cambiaría, pero incluso si los dos estuvieran realmente unidos, ella daría un paso atrás en la lucha de poder. La idea de pelear con otras concubinas por el favor de Carlisle no le atraía.

Si eso sucede algún día… ¿Caril haría lo mismo que hizo conmigo, con otras mujeres?

Recordó el rostro amable y sonriente de Carlisle en el dormitorio anoche, así como el beso abrasador que habían compartido esta mañana. El momento fue tan vívido que podía verlo detrás de sus párpados si los cerraba.

Era extraño pensar que él pudiera repetir todo eso con otras mujeres.

Elena presionó su mano contra su pecho, mientras su corazón latía dolorosamente.

¿Por qué me siento tan incómoda?

Desde el principio había sospechado que Carlisle era un mujeriego. Estaba lo suficientemente agradecida de que él no conociera a otras mujeres, cuando lo único en lo que ella pensaba era en proteger a su preciosa familia.

Elena reprimió su dolor y miró a su niñera, quien estaba sentada frente a ella. Había pensando en hacer de la anciana su dama de honor desde el momento en que envió la carta, pero ahora, cuando vio la actuación de su niñera en persona, supo que no había nadie mejor.

—Nana, hay algo que me gustaría preguntarte… Te lo digo de antemano, pero si lo que te pregunto es demasiado difícil, puedes rechazarlo —expresó Elena decidida.

—¿Quieres que sea tu dama de honor?

Elena parpadeó sorprendida por su astuta observación.

—¿Cómo supiste…?

—Es un privilegio que tengo por haberte criado. Sé lo que estás pensando con solo mirarte a los ojos.

—¿Es por eso que viniste hasta aquí? —preguntó Elena.

—Sí. Aunque no lo incluiste en la carta, sabía que necesitarías mi ayuda tan pronto como me enteré de la boda. Me preguntaba qué cosa podría ser un buen regalo y llegué a la conclusión de que podía servirte como tu dama de honor. Ahora, ¿qué piensa, Alteza?

La niñera sonrió con complicidad, y Elena sintió que su corazón latía más rápido, mientras se sentía abrumada por la gratitud. Había tantas personas buenas en su vida y quería protegerlas de la muerte, para que así pudieran permanecer a su lado.

Elena se aclaró la garganta y tomó la mano de la niñera, la cual evidenciaba su avanzada edad.

—Gracias.

—De nada. En realidad, ya lo había planeado sin conocer tu opinión, por lo que si no me concedías esto, pensaba quedarme aquí de todos modos.

Elena sabía que su niñera solía bromear para aligerar el ánimo. Contuvo sus emociones y se obligó a sonreír.

—Prométeme una cosa. Nunca debes trabajar más de lo que puedas manejar. ¿Está bien? —indicó Elena.

—Sí, mi señora.

Compartieron un sentimiento cálido, que solo las personas que se conocían desde hace mucho tiempo podían tener. Mientras Elena observaba afectuosamente a su niñera, la esquina de su mirada captó la rara planta que le envió la emperatriz . Más tarde, tendría que reunirse con el emperador Sullivan y la emperatriz Ofelia. Le gustaría agradecerle a esta última  por la planta que acababa de recibir.

Primero, probemos un poco las aguas.

Kiara
Le quiso aplicar la de Patrizia, esta emperatriz es malvada.

2 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 77: Pruebas las aguas”

  1. Muchas gracias por el capítulo, mendiga Emperatriz, ni bien ya está Elena viviendo con Carlisle y está le manda un ataque directo, maldita zorra!!!
    Saludos

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