Dama Caballero – Capítulo 79: Desajuste

Traducido por Yonile

Editado por Gia


Después de presentarse ante los sirvientes del palacio, Elena se reunió con Carlisle para ofrecer sus respetos al emperador y la emperatriz. Carlisle vestía un traje formal y habitual, salvo por la corbata. Ella lo miró con curiosidad, pero luego, volteó cuando sus ojos se encontraron. Todavía se sentía avergonzada por el beso en la sala de entrenamiento.

—Átalo por mí —indicó el príncipe.

—¿Qué? —preguntó Elena.

—Escuché que las esposas lo hacen cada mañana.

—¿De dónde escuchaste eso?

—De mis subordinados —respondió.

—Por favor, deja que alguna sirvienta lo haga. —Carlisle frunció el ceño ante el rechazo de Elena.

—¿Por qué debería permitir que una sirvienta lo haga, siendo mi esposa perfectamente capaz de hacerlo?

—Yo… —Elena hizo una pausa y soltó un suspiro. Luego, lentamente, admitió su incapacidad—. No sé cómo hacerlo…

Los ojos de Carlisle se abrieron con sorpresa.

—¿Nunca lo habías hecho?

—No. No había nadie que lo necesitara. Mi hermano y mi padre son caballeros, por lo que usan uniformes.

Los uniformes de los caballeros tenían cuellos altos; por ende, no había necesidad de usar corbata. Incluso cuando su padre y su hermano requerían de una, siempre se lo pedían a alguna sirvienta, no a Elena.

Las esquinas de los labios de Carlisle se alzaron suavemente.

—Entonces, puedo ser el primero.

—Realmente no sé cómo hacerlo —expresó ella avergonzada.

—No importa.

—La gente podría hablar mal si ven que tu corbata está torcida.

—Si lo hacen, simplemente les cortaré la garganta.

Elena se sorprendió por la tranquilidad con la que respondía. No podía descifrar qué parte era cierta y cuál una broma.

—Tenemos que irnos pronto —habló Elena.

—¿Importa?

La respuesta de Carlisle la tomó desprevenida. Estuvo a punto de negarse nuevamente, pero se dio cuenta de que era inútil , por lo que tomó la tela de la mano de su esposo.

—Te lo advertí.

—Lo sé.

Carlisle bajó ligeramente la parte superior de su cuerpo, y ella se concentró en acomodar la corbata alrededor del cuello de su camisa. Cuando miró hacia arriba, vio que sus ojos estaban fijos en ella.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó.

—Hermosa. —Su respuesta salió de la nada y Elena abrió mucho los ojos mientra lo miraba. Él habló de nuevo, con una voz tan suave como el terciopelo—: Mi esposa es tan hermosa.

Los dedos de Elena estaban más temblorosos que antes, y, repentinamente, se dio cuenta de lo cerca que estaban. Su aliento le hacía cosquillas en la frente. No quería que él se diera cuenta del sonrojo en sus mejillas, por lo que terminó de atar rápidamente la corbata. No se veía tan perfecto como lo hubiera hecho una criada, pero era aceptable.

—Está listo.

Carlisle acarició suavemente la corbata con una mirada de satisfacción.

—Debería haberme casado contigo antes —comentó él.

Elena alternó la mirada entre Carlisle y la corbata, luego, preguntó con una mirada perpleja:

—¿Porque hice tu corbata?

—Sí, tal vez te pida que lo hagas todas las mañanas. —Elena a veces se preguntaba qué es lo que pasaba por la mente de Carlisle. Extendió su mano hacia ella, mientras una cálida sonrisa se dibujaba en su rostro—. Vamos.

♦ ♦ ♦

Elena y Carlisle llegaron al palacio del emperador a tiempo para su encuentro. El guardia hizo una reverencia y abrió la enorme puerta, la cual estaba adornada con oro puro.

Más allá de las puertas, se podía apreciar lo lujoso del interior. Y es ahí donde se encontraban el emperador Sullivan, con un aspecto más enfermizo que antes, y la emperatriz Ofelia, quien representaba la imagen de una belleza elegante. Elena recordó la rara planta que recibió de la, aparentemente, generosa Emperatriz. Aquella mujer no era alguien a quien se debería subestimar.

—Bien… —Sullivan contuvo un ataque de tos detrás de su mano mientras trataba de saludar a Carlisle y Elena. Ante ello, Carlisle frunció el ceño—. Bienvenidos.

—Te ves peor que antes.

—Uno cambia cada día a medida que envejece. No hay nada de qué preocuparse. —Sullivan agitó la mano de manera descuidada, pero Elena pensó que se veía más enfermo que la última vez—. ¿Cómo pasaste la noche en el palacio imperial, querida?

Elena parpadeó y volvió a mirar el rostro del emperador.

—Gracias al cuidado de padre y madre no me faltó nada.

Fue una respuesta rutinaria, pero parecía que no era lo que estaba buscando.

—Sí, mi nuera puede decir toda clase de palabras bonitas. Sin embargo, ¿es verdad que Carlisle te dio un enorme regalo? El palacio no para de hablar sobre eso.

Elena asintió mientras recordaba la pequeña fortuna que Carlisle le había dado. Todavía se sentía avergonzada por ello.

—Sí, Su Majestad. Carlisle se preocupa mucho por mí.

Sullivan sonrió con complicidad.

—No sirve de nada persuadir a mi hijo de lo contrario, ¿no? —respondió el emperador, soltando una ligera risa.

Al escuchar eso, Ofelia respondió con una sonrisa melosa:

—Es una bendición cuando una pareja se lleva bien.

—¿Justo como nosotros? —preguntó el emperador encantado.

Ofelia mostró una mirada parecida a la de una serpiente, pero esta desapareció rápidamente, por lo que nadie se dio cuenta.

—De verdad… es una gran bendición.

Sin embargo, Elena sintió que algo andaba mal. Sullivan y Ofelia parecían llevarse bien en la superficie, pero, de alguna manera, se sentía como si hubiera una fina capa de hielo debajo de ellos. Elena no pudo expresarlo con palabras. Pronto dejó de intentar indagar sobre su misteriosa relación y, en cambio, pretendía vigilarlos más por ahora.

—Recibí la planta que envió, Su Majestad. —Las palabras de Elena captaron la atención de Sullivan y Carlisle—. Escuché que es una planta rara, la cual solo se encuentra en el reino de Sibena y que su flor simboliza la armonía y la fertilidad.

Si la planta era realmente dañina, tenía que hacer que Ofelia dijera que ella misma la envió, para que así no pudiera decir lo contrario más adelante. Los ojos de la emperatriz brillaron, pero luego, sonrió y respondió casualmente:

—Sí. Cuando supe que existía una planta así, inmediatamente pensé en ti.

—No sé cómo podría expresar mi gratitud por enviarme un regalo así. Gracias, Su Majestad.

Elena ocultó sus verdaderas intenciones, mostrando lo contrario, la apariencia de una princesa ingenua. Nada sería mejor que tomar a su enemigo con la guardia baja.

Será más fácil hacer mi movimiento de esta manera.

Elena no quería que la emperatriz desconfiara inmediatamente de ella. La influencia de Ofelia en el palacio imperial era bastante grande, y Elena aún no había establecido su propio poder.

Una elegante sonrisa adornó el rostro de Ofelia.

—Oh, no sabía que te gustaría tanto. ¿Te agradaría que las plantara por todo el jardín del palacio del príncipe heredero?

4 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 79: Desajuste”

  1. Muchas gracias por el capítulo, que miserable la HdP Ofelia, pero aún no te has dado cuenta de lo fuerte que es Elena, sólo espera a que la verdad se descubra…
    Saludos

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