Dama Caballero – Capítulo 81: Es demasiado grande.

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Fue una sorpresa para Mirabelle cuando se enteró de que Kuhn iría al palacio. Había calmado su mente y decidido ir de pícnic con el sirviente, pero ahora sentía como si todo se estuviera derrumbando.

—Kuhn, ¿realmente vas a irte al palacio?

—Sí —respondió él de inmediato, a pesar del temblor en la voz de Mirabelle.

Sus claros ojos verdes temblaron aún más ante su respuesta.

—¿Por qué? ¿Por qué irías al palacio tan de repente?

—El salario es muy bueno…

—Entonces te pagaré mejor que en el palacio imperial.

Kuhn miró fijamente el rostro decidido de Mirabelle, antes de que un leve suspiro escapara de su boca. No había logrado capturar a la rata que se escondía en la mansión Blaise, y ahora que Elena estaba casada, la rata naturalmente la seguiría al palacio. Kuhn debía hacer lo mismo. Tenía que completar su misión original, pero ahora se encontraba ante un obstáculo inesperado.

¿Qué estoy haciendo aquí?

Kuhn sintió la mirada de algunas criadas que pasaban. Aunque ellas se encontraban a cierta distancia, sus sensibles oídos lograron captar su conversación.

—Mira, la joven dama está de nuevo con ese sirviente.

—Lo sé. Creo que es cierto que ella está enamorada de él.

El intenso afecto de Mirabelle había convertido a Kuhn en el centro de atención en la mansión Blaise. No pudo evitar suspirar de nuevo.

Mirabelle lo miró inquisitivamente.

—¿Kuhn? ¡Oh!

Mirabelle estaba a punto de abrir la boca para hablar cuando Kuhn la agarró por los hombros y, rápidamente, la empujó donde nadie más pudiera verlos. De manera apresurada, la llevó a un almacén oscuro, su espalda permanecía pegada a la pared y la cara de Kuhn estaba justo enfrente de ella. Era una posición incómoda. Los ojos de Mirabelle se abrieron aún más por la vergüenza.

—Esto… esto…

—Calla u otras personas nos verán.

La voz baja de Kuhn hizo que sus mejillas se ruborizaran, pero logró mantener la calma

—¿Qué importa si otros nos ven?

—Habrán rumores sobre la relación entre un simple sirviente y su amo.

—Los sirvientes de mi familia no hacen eso… —expresó Mirabelle con determinación.

—Todos somos iguales. Sigue mi consejo para no involucrarte en un escándalo.

La cara de Mirabelle se arrugó mientras reflexionaba sobre sus palabras, pero Kuhn solo la miró con una expresión suave.

—Seré más cuidadosa en el futuro.

—Por favor, téngalo en cuenta. En cualquier caso, me iré al palacio —dijo él.

—¿Por qué? ¿Hice algo mal?

Mirabelle le hizo un puchero, como si fuera un cachorro abandonado. Kuhn frunció el ceño ante aquella vista, y se tragó las palabras que no era capaz de decir.

Tú eres el problema.

La dueña de la casa no podía hacerle nada malo a un sirviente y no podía ser criticada por los errores que cometiera. Así era la sociedad noble y, por ende, ese era el abismo entre las posiciones de Mirabelle y Kuhn.

—Esta relación contigo es algo incómoda, jovencita.

En realidad, Kuhn necesitaba regresar pronto al palacio imperial para completar la misión que le encomendó Carlisle. El comportamiento de Mirabelle con él no tenía nada que ver con su partida, pero era una excusa conveniente, incluso si eso la lastimaba. Después de todo, la relación entre los dos había sido una fantasía desde el principio.

El rostro de Mirabelle palideció.

—¿Mis acciones te hicieron sentir incómodo?

—Sí. No quiero que la gente me mire fijamente e invente rumores sobre mí, y no me siento cómodo con alguien que conoce mi pasado. Me gustaría empezar de nuevo en el palacio, donde nadie sabe de mí.

Una razón perfecta y completamente plausible. Kuhn pensó que sería suficiente, pero Mirabelle resultó ser sorprendentemente terca.

—No quiero.

—¿Qué?

—Incluso si te sientes incómodo…  quédate. —Kuhn pareció sorprendido, como si alguien lo golpeara en la cabeza—. Tendré más cuidado ahora que sé cuál es el problema. Todavía te queda algo de tiempo en tu contrato de trabajo y… y te daré un aumento, como dije. ¡Oh! También puedo facilitar otras tareas si lo deseas.

Mirabelle empezó a divagar, pero era su último intento para cambiar la opinión de Kuhn.

—Señorita.

El rostro de Mirabelle se puso rígido al saber lo que significaba su tono suave.

—No podrás ir a ningún lado a menos que te lo permita. Fuiste contratado en la mansión Blaise por un año. —Kuhn se quedó sin habla. Sin embargo, ella no estaba equivocada. Había firmado un contrato—. Así que no lo permitiré. No te irás.

Mirabelle se aferró al cuello de Kuhn en un gesto infantil, un marcado contraste con la severidad de las palabras que acababa de mencionar. Dio órdenes como un noble y desatendió por completo sus pensamientos, pero estaba presa de la desesperación. Kuhn miró alternativamente entre sus delgadas manos y sus temblorosos ojos verdes.

No sabía qué hacer con esa pequeña niña, quien se parecía a un pájaro.

♦ ♦ ♦

Batori estaba ocupado empacando sus cosas cuando fue seleccionado para ir al palacio imperial. En lugar de ofrecerse como voluntario y despertar sospechas, había planeado arreglar un accidente con un sirviente para que pudiera ocupar su lugar. Afortunadamente, se abrió una vacante sin que él tuviera que hacer nada, y Batori pudo ahorrarse el esfuerzo.

Estaba tarareando una pequeña melodía feliz para sí mismo cuando…

La puerta se abrió y Kuhn entró en su habitación compartida. El hombre de cabello oscuro se veía bastante triste hoy, pero Batori lo saludó con su alegría habitual.

—Oye, ¿estás ahí?

Kuhn se sentó en su cama sin responder. A menudo ignoraba a su compañero, junto con sus deseos de charlar, por lo que Batori estaba acostumbrado.

Aunque parezca extraño, me gusta que sea cauteloso con sus palabras.

Batori podía encantar a cualquiera, lo que le ayudó a infiltrarse fácilmente como empleado de una joyería. Encajaba bastante con su actitud. Sonrisa artificial, acciones mecánicas, conversaciones falsas. Batori mostró una habilidad considerable en ello, pero se sintió extrañamente atraído por ese hombre de pocas palabras. Casi se sentía como si hubiera estado buscando a alguien de su propia especie. Batori sonrió ante aquel pensamiento.

Sí, se infiltró en la mansión Blaise como yo… es demasiado obvio.

En muchos aspectos, Kuhn, quien recibía el abundante amor de Mirabelle, no era alguien digno de sospecha. Los mejores asesinos se ocultaban y preferían mantener un perfil bajo, por lo que resaltar de esa manera lo eliminaba de su lista de objetivos

Batori continuó hablando, a pesar de que su compañero no se molestó en mirar en su dirección.

—Mañana me iré al palacio. Es un poco triste, ya que nos llevamos tan bien, ¿verdad? —comentó Batori.

Los inexpresivos ojos grises de Kuhn parpadearon ante la palabra palacio.

—¿Eres tú quien va al palacio en mi lugar?

—¿Fue tu puesto el que reemplacé? El mayordomo dijo que había una vacante en el palacio y me preguntó si tenía deseos de ir. Acepté el salario más alto.

Batori comprobó una vez más que Kuhn no era peligro para él. Si tuviera propósitos personales como los suyos, no habría forma de que dejara pasar aquella oportunidad para infiltrarse en el palacio.

Es un pensamiento inútil. Pensar que somos iguales es estúpido…

Hubo un brillo asesino en los ojos de Batori, pero Kuhn no se dio cuenta. El primero le devolvió la sonrisa y continuó con una voz alegre:

—Cuídate cuando nos separemos y…

Kuhn ignoró la despedida de Batori. En realidad, Kuhn tampoco sospechaba que Batori fuera una persona peligrosa. Creía que si se hubiera ido al palacio como estaba planeado, Batori no habría tomado su lugar y se habría quedado en la mansión Blaise. La rata que Kuhn estaba buscando no se basaría en el azar y, en cambio, habría utilizado un accidente para disfrazar su entrada, pero la repentina interrupción de Mirabelle había alterado sus planes.

¿Tengo que pedir ayuda al general?, pensó Kuhn.

Si no podía salir de la mansión Blaise por su propia voluntad, el último recurso era buscar la ayuda de Carlisle. No podía quedarse atrapado ahí para siempre. Kuhn podría hacer una solicitud directa a Elena, pero no podía decirle que estaba rastreando a un intruso, además, le había hecho una falsa promesa de proteger a Mirabelle. El mayor problema había sido la obsesión que Mirabelle había demostrado, estaba claro que ella no lo dejaría ir.

Kuhn presionó sus dedos contra su cabeza palpitante.

Mi corazón estaba débil…

Debería ir a palacio, incluso si eso significaba decirle palabras más hirientes a Mirabelle. Sin embargo, no podía obligarse a sí mismo a hacerlo. Se regañó por no emitir un juicio serio debido a un sentimiento momentáneo.

Las palabras de Batori lo interrumpieron de sus pensamientos.

—Oh, dejé mi champú en el baño. Puede usarlo si lo necesita… —Kuhn se dejó caer sobre su cama con un ruido sordo. Batori siguió hablando mientras veía al otro hombre prepararse para dormir—. Oye, ¿me estás escuchando?

Kuhn volvió la cabeza en silencio y se enterró bajo una manta. Desde que llegó ahí, solo había sido un problema.

♦ ♦ ♦

El trabajo en el palacio imperial avanzaba de manera constante, tal y como lo había planeado Elena. La niñera superó sus expectativas como jefa de servicio y había organizado a los sirvientes en un santiamén.

Elena mantuvo una vigilancia secreta sobre Asabe, quien sospechaba que estaba al servicio de la emperatriz. El aroma de la flor era potencialmente dañino, por lo que Elena ordenó que colocaran la planta en una zona con un gran cantidad de corrientes de aire, tuvo mucho cuidado de no exponerse a ella.

¿Debería esperar?, pensó Elena.

Si se revelaba que Asabe era la espía de la emperatriz o si se identificaba el tipo de planta, Elena podría hacer su movimiento lo antes posible. Cualquier cosa podría usarse para atacar a la emperatriz.

Mientras Elena consideraba brevemente sus planes, de repente, miró a Carlisle comiendo frente a ella. Era abrumadoramente guapo. Tenía un aire de elegancia que resultaba intimidante, pero cuando sus profundos ojos azules se volvieron hacia ella, no pudo evitar tragar saliva. Su nariz recta, su mandíbula afilada y su cuello musculoso, parecía que todo aquello había sido laboriosamente esculpido por un artesano. Incluso cuando Elena conoció a Carlisle, sabía que su belleza era incomparable con cualquier otra persona.

¿Es esa la razón por la que…?

Su corazón latía al ver a un hombre tan guapo. Carlisle la había afectado desde el principio y, tentativamente, concluyó que él estaba familiarizado con las mujeres. Había sido bastante bueno con ella, pero…

No es posible que sea la única.

Aunque nunca había visto a Carlisle con otra mujer, rápidamente se había llevado bien con Mirabelle. Y si Carlisle trataba a otra como lo hizo con Elena, sería inevitable que esta se enamorara de él. Incluso había logrado que los ojos de Elena se fijaran en él, aun cuando su único pensamiento era la venganza.

En estos momentos, debería estar pensando en mi familia… en cambio, me siento emocionada por el esposo que obtuve gracias a un contrato…

Por un lado, no pudo evitar sentir vergüenza. No creía que le quedara espacio en la mente para la frivolidad, pero Carlisle había robado toda su atención…

Elena estaba trastornada por esos nuevos y confusos sentimientos.

—Si me miras de esa forma tan apasionada, incluso yo podría ponerme nervioso —expresó Carlisle con una sonrisa divertida.

Los ojos rojos de Elena se agrandaron. Había estado mirando el rostro de Carlisle sin siquiera darse cuenta.

—No, yo…

Elena trató de formular una excusa, pero Carlisle simplemente sonrió y la miró, como si fuera la única cosa hermosa en el paisaje.

—Eso no significa que debas dejar de mirar —Carlisle entrelazó sus dedos y apoyó la barbilla en ellos.— No me importa cuánto me mires porque soy tuyo, pero me gustaría que comieras también.

Ella no lo había estado mirando con la misma intensidad que Carlisle la observaba ahora. Mientras veía sus penetrantes ojos azules, Elena sintió que su corazón latía aún más rápido.

Experimentar esa clase de sentimiento era demasiado grande.


Kiara
Este Carlisle es demasiado. Ay, mi corazón… ¿Alguien más cree que Mirabelle está siendo demasiado intensa? Se nota que es joven.

Gia
Confirmo, le salió lo tóxico a Mirabelle. Cuando le habló así, pensé en Kuhn versión peluche.

5 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 81: Es demasiado grande.”

  1. Muchas gracias por el capítulo, vaya, vaya, ver a Mirabelle actuar como una niña que no desea perder a su Oso-peluche, no puedo negar que es algo desesperante, lo peor, la Rata va camino al castillo, mientras que Kuhn se queda con ella, mientras Elena, de a poco, se enamora más y más de Carly, al tiempo de prepararse para enfrentar a la Emperatriz.
    Saludos

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