Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 15: Las treinta y cuatro princesas

Traducido por Amaterasu

Editado por Nemoné


El Rey estaba sentado en su trono de oro. Había una larga alfombra roja extendida en el piso, con treinta y tantos eruditos alineados en ambos lados.

Los eruditos hacían una súplica apasionada al Rey. Todos coreando: — ¡A la Princesa se le deberían dar poderes mágicos!

—Se convertiría en una gran heroína.

— ¿No es cierto que estamos en este estado precisamente porque a las mujeres se les niegan los poderes mágicos?

—Si la Princesa es capaz de usar magia, traería una gran fortuna al Reino.

Estaban anticipando que el Rey se negara rotundamente. Sin embargo, en su lugar, habló con indiferencia.

—Bien.

Los eruditos se sorprendieron a pesar de que ellos mismos lo sugirieron.

Cuando partían, el Rey los detuvo.

— ¿Están seguros de que no es arriesgado?

—Según nuestra investigación, no es arriesgado. Pero tenemos que iniciar la experimentación en algunos niños como sujetos de prueba. Ofreceremos una compensación a sus padres por su participación.

El Rey asintió. Y preguntó: — ¿Habrá efectos secundarios?

—No los habrá… Pero tendrán que ingerir regularmente la habilidad mágica de un hombre.

—El costo no será un problema. No escatimaremos gastos.

—No habrá problemas. Ella podría comenzar a mostrar cualidades masculinas, incluso si no cultiva órganos sexuales masculinos. Y si eso pasa, podría ser castrada.

— ¿Estás diciendo que se convertirá en un hombre?

—Sí, ¿pero eso no sería una bendición?

El Rey arrugó su frente ligeramente.

—No. No haremos eso.

— ¿Qué?

El Rey respondió con seriedad: —Lo prohíbo.

Los eruditos estaban reunidos en una habitación. Y uno dijo: — ¿Por qué el Rey ha tomado esa decisión?

A lo que Alex contestó: —No debe querer perder a su hija.

— ¿Por qué no estaría dispuesto a perderla?

Incluso su riqueza de conocimientos académicos no proporcionó una respuesta plausible. Que una niña se convirtiera en un niño, incluso si no fuera realmente un hombre, sería una bendición. Al crecer una barba, ser más alto y volverse más musculoso, mejoraría enormemente.

—Solo dices eso porque nunca has conocido a la Princesa Sang-Hee. Estoy de acuerdo con el Rey. ¡Tenemos que encontrar otro camino!

—Por favor, expliquenos más —dijeron.

—Me gustaría introducir un nuevo campo de estudio académico —aclaró Alex. Él sonrió y luego usó la magia para escribir una frase en la pizarra.

Las palabras fueron:『La niña de papá』

Los eruditos estaban todos horrorizados. El concepto literalmente los asombró, causando un alboroto entre ellos.

— ¡Qué absurdo!

♦ ♦ ♦

En otra ubicación en los terrenos del palacio, se encontraba la decimoséptima princesa, Suyeong, con  los ojos redondeados conservando un poco de grasa de bebé que tenía el efecto de hacerla parecer un querubín [1].

Todas las princesas parecían ser estrellas de cine debido a la buena apariencia de la escoria, pero Suyeong parecía angelical y vulnerable; lucía como si fuera a llorar al menor roce.

— ¿A qué debo el honor de esta visita, princesa Suyeong?

Tuve cuidado de parecer respetuosa.

— ¿Dónde está tu niñera?

Sujin, quien era mi niñera y sirvienta, estaba en la habitación adjunta a la mía. Había un intercomunicador, pero sin capacidad mágica, no podía llamarla a través de él.

Mis cuartos estaban compuestos por un dormitorio, mi baño y otra habitación pequeña. Una pared muy delgada separaba las habitaciones. Golpeé tres veces en la pared, y Sujin entró.

—Princesa Sang-Hee, ¿me llamaba? Oh, la decimoséptima princesa está aquí —Inclinó la cabeza en un arco.

Suyeong asintió.

— ¿Me traerías un poco de té?

— ¿Y qué le gustaría princesa Sang-Hee?

— ¡Leche!

El té hubiera estado bien, pero todavía tenía ocho años. Era demasiado joven para darme algún aire de importancia personal. Me dijeron que era inteligente para una niña, pero esto no me hacía competir con los hombres, que estaban dotados con sus artes mágicas. Solo me trataron de forma especial por el conocimiento que había traído de la Tierra.

Todo lo que tenía era mi pequeño cuerpo, así que estaba decidida a evitar la cafeína y beber leche tanto como fuera posible para crecer alta y fuerte.

— ¿Tomas azúcar?

— ¡Sí!

Actualmente me gusta el azúcar en mi leche, quizás porque estaba en el cuerpo de una niña. Sin embargo, me habría sentido nauseabunda si me hubiera dado un espresso.

—Princesa Sang-Hee —Aconsejó la Princesa mayor—. Necesita comportarse más como una princesa.

— ¿Cómo? —pregunté.

—Te verás más elegante si tomas té.

¿Qué tan adorable podría ser realmente un niño de doce años? Mientras aún éramos niños, deberíamos actuar como uno. ¡Qué poco sabes señorita! 

Suyeong no tenía una razón particular para venir a buscarme. No me sorprendió.

Ella dijo: —Quiero estar de tu lado.

— ¿Mi lado?

Sabía lo que quería decir pero fingí ignorancia. Ahora había treinta y cuatro princesas, contando a la recién nacida, yo tenía treinta y dos hermanas mayores y una hermana menor.

De todos modos, de estas treinta y tres, unas veinte estaban del lado de la primera princesa, Seah-Hwang, y las diez restantes estaban del mío.

Vamos a calmarnos, chicas. Quería decir: “¿Qué tenemos que ganar luchando unas contra otras? ¿No tenemos todas un enemigo común, los hombres? ¡Aún somos demasiado débiles, incluso cuando estamos unidas!”

Quizás si no hubiera venido de la Tierra y hubiera vivido aquí toda mi vida, podría relacionarme más con ellas, pero no había mucho que pudiera hacer.

—Si las otras chicas se enteran de que hablé contigo, también podrían atacarme.

¿Y qué si se volvían contra ti? ¿Cuánto peor sería eso en el presente? ¿Y si se separaban y peleaban entre ellas? No tenían poder real de todos modos.

Luego me preguntó cómo gané el favor de los Príncipes.

Simplemente respondí: —No estoy segura de lo que quieres decir.

¿Qué podría decirle? 

¿Que jadeaba como un perro? ¿Que les dejaba el mando? ¿Que me aferraba a las piernas de la escoria de manera entrañable, o que besaba al pomposo imbécil y actuaba como un perro faldero?

Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. ¡Esa no era yo! No, ciertamente no lo era, ¡me niego a aceptarlo! 

Pero respondí: —Tampoco lo sé. No creo que haya ninguna estrategia especial o secreta.

Eso no era técnicamente cierto. Los hombres aquí eran muy simplistas en un aspecto. Su supremacía incontestable los hizo susceptibles a la adulación y la manipulación. Incluso si le dijera eso, ella no podía esperar los mismos resultados.

No es que confíe en ti de todos modos. 

Con mi coquetería, disfrazaba de encanto infantil, ganaba el favor de nuestro hermano mayor, los mocosos y la escoria. Pero, ¿y si se descubriera que esto no era genuino sino que se fingía? Sería un infierno para mí, incluso para una princesa, por atreverme a jugar con los hombres.

En su lugar, pensé: Tal vez puedas observarme en acción cuando aparezca el segundo hijo. Ya era hora de que el segundo hijo volviera del trabajo. ¿Dónde estás Hwan-Seong? 

Oí un “trae”, pero después de todo, no era Hwan-Seong.

Era Hwan-Seok, el mal nacido. Me encontré en un aprieto. Él no tenía nada de adorable en su cuerpo. Él era el mal puro. Siempre me atravesaría con sus palabras cruelmente.

— ¡Hwan-Seok, Su Majestad! Estoy tan feliz de verle. Mi corazón se acelera.

Hwan-Seok replicó: —Los síntomas de una condición fatal. Supongo que no te queda mucho tiempo para vivir.

— ¡Su Majestad! Solo tengo ocho años.

Mi rostro se contorsionó como para llorar, lo que pareció brindar una inmensa satisfacción al primogénito.

—Su Majestad, ¿cómo está usted? Soy la princesa Su…

— ¡Fuera de mi camino!

Hwan-Seok la empujó a un lado en medio de su saludo.

¡Yo quería golpearlo! Entonces, noté que la cara de Suyeong se volvió blanca de repente. Cálmate. Tiene un temperamento espantoso, pero no iría tan lejos como para matarte.

Entonces, se me ocurrió que no podía estar segura.

Levanté una silla para pararme y comencé a masajear los hombros de Hwan-Seok con mis pequeñas manos. Sin prestarme atención, continuó leyendo el libro de historia. Si le hubiera preguntado si quería que le frotaran los hombros, me habría rechazado como una molestia. De esta manera, podía disfrutar de la atención sin que pareciera importarle. Debo decir que su concentración era impresionante.

Cuando de repente preguntó: — ¿Qué sucedió en el octavo año del Calendario de Aures?

—En el octavo año en el Calendario de Aure, se descubrió que el cuarto Rey, Steven, había envenenado al tercer príncipe, Clion, y fue despojado de sus habilidades mágicas y condenado a cadena perpetua, lo que condujo a la revuelta de los príncipes. —Él asintió y continuó leyendo como si estuviera satisfecho con mi respuesta. Vi mi oportunidad.

—Siento que lo sabes todo, ¡Su Majestad es realmente listo! —Él permaneció en silencio y yo continué—. ¿Cómo puedo ser tan inteligente como tú?

Mis brazos se estaban poniendo muy doloridos. Ni siquiera me dijo que descansara. 

Aquellos con habilidades mágicas nunca podrían entender a aquellos que luchaban por hacer un esfuerzo físico. 

—Nunca sucederá.

— ¡Su Majestad es el orgullo del Reino! —Me reí. Estás tan orgulloso de ti mismo. Mira, los bordes de tus labios se curvan en una sonrisa satisfecha.


[1] Un querubín es un niño pequeño de gran belleza.

2 respuestas a “Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 15: Las treinta y cuatro princesas”

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