El emperador y la mujer caballero – Capítulo 92

Traducido por Maru

Editado por Tanuki


Lucius I era el emperador.

Pollyanna Winter era su caballero.

Él era un gobernante y ella era su súbdito.

Aunque se preocupaban mucho el uno por el otro, su relación no podía ser más. El emperador pensó en cambiarlo, pero antes de que pudiera, se dio cuenta de la verdad. Casi olvidó lo que hizo verdaderamente feliz a Pollyanna, pero lo recordó justo a tiempo.

—¿Estás contenta de que me haya convertido en el emperador de este continente, Sir Pol?

—¡Sí! ¡Estoy muy feliz y emocionada!

El emperador la miró profundamente a los ojos. Pensando que era el momento adecuado para hablar de algo emocional, Pollyanna le dijo lentamente:

—Su alteza… Me dijo una vez que debía aguantar mis lágrimas hasta llegar al final de este continente.

—Así es.

—Y desde entonces, nunca he derramado una sola lágrima.

—Ya veo, pero vi a los otros caballeros llorando como bebés en el acantilado.

Fue el día en que Lucius I se dio cuenta de que estaba enamorado de Pollyanna. Sabía que recordaría por siempre esa noche. Pollyanna le sonreía con orgullo mientras se ponía el sol. Aún podía oler el océano y oír las olas contra las rocas. El viento fresco del sur que soplaba contra su cabello… Los pájaros que cantaron mientras volaban por el mar…

—No lloré, no quería. De hecho, estaba feliz. Ambos sabemos que este no es el final. Sabía con absoluta certeza que seguiré siendo su caballero y que se le ocurrirá un nuevo sueño para que todos podamos soñar. Pensando en estas cosas, no pude evitar sonreír. No hubo lágrimas que derramar.

Mientras la mujer que amaba le mostraba el mayor amor y admiración platónicos, el emperador sabía que no tenía ninguna posibilidad con ella. Se terminó. Iba a ser un amor unilateral de su parte.

Era el emperador de este continente, lo que significaba que tenía la mayor responsabilidad en este mundo. De ellos, uno de sus deberes era nunca decepcionar a sus leales caballeros. Su trabajo era hacer feliz a este gran caballero.

—Sir Pol, ¿estás contenta?

—Lo soy, su alteza. Yo estoy feliz.

—¿Por qué te dieron este castillo?

—¡Jajaja! Quizás eso tenga algo que ver.

—Por supuesto. Has hecho tanto por mí, así que debería recompensarte en consecuencia. Debería darte más castillos, caballos, una espada nueva y una gran armadura. Una ciudad no es suficiente, así que también debería darte más tierra. Y te gusta beber, así que una bodega estaría bien.

Lucius I aceptó su destino. Nunca podrían serlo, y ahora estaba bien con eso. Pollyanna respondió en voz baja:

—Tengo más que suficiente, alteza. No necesita darme más cosas.

Los ojos del emperador se nublaron por un segundo, pero se recuperó rápidamente. No era un hombre corriente. Nació como príncipe y se convirtió en emperador por su cuenta.

Y como no era solo un hombre, no podía vivir una vida normal de hombre.

Sir Ainno preguntó qué sentido tenía convertirse en emperador si ni siquiera podía casarse con la mujer que amaba. Sir Ainno tenía razón, pero para Lucius I, ver sonreír a la mujer que amaba era suficiente.

Realmente amaba a Pollyanna y sabía que Pollyanna lo amaba, aunque de una manera muy diferente.

Trató de ignorar sus sentimientos, luego lo admitió y estuvo a punto de confesarle su amor, pero terminó rindiéndose ese mismo día. Fue doloroso, pero la decepción y la tristeza solo lo hicieron parecer más maduro. Lucius I se miró a sí mismo en el espejo. La persona que lo miraba era un hombre que ahora tenía una belleza más profunda y melancólica. Se había sentido secretamente infeliz por su aspecto juvenil y ahora estaba satisfecho.

—El amor hace crecer al hombre.

Para empezar, era un hombre devastadoramente guapo y ahora, esta cicatriz emocional lo hacía más hermoso. Se había estado bañando en la casa de baños durante los últimos días. Su piel era suave y tersa mientras que su cabello se veía aún más sedoso. Sir Ainno visitó a su emperador por la mañana y le preguntó:

—Su alteza. Tú y Sir Pollyanna… Escuché que pasasteis un tiempo juntos en la casa de baños anoche…

—¿Oh, eso? No pasó nada.

—¡Pero escuché que algo sucedió! Todo el mundo sabe cómo vomitó delante de ti y tuviste que limpiar después de ella. Todos los guardias de su división se sienten tan avergonzados. Están tan avergonzados de su comportamiento.

Un hombre y una mujer pasaron una noche desnudos en un baño, pero no hubo un solo rumor sexual o romántico al respecto.

Sir Ainno, el único que sabía lo que realmente sentía Lucius I por Pollyanna, preguntó si sucedió algo más. El emperador negó con la cabeza y le dijo a su amigo que había decidido olvidarlo por el bien de Pollyanna. Sir Ainno lo miró con alivio y respondió:

—Sea cual sea la decisión que tomes, alteza, siempre estaré ahí para ti. Yo estaré a tu lado. Tienes todo mi apoyo.

Las palabras de Sir Ainno eran amables y leales, pero estaba claro que dudaba de las palabras de su emperador. Con el ceño fruncido, Lucius I agregó:

—Realmente lo estoy haciendo. Lo hago por la felicidad de sir Pol. Estoy dispuesto a hacer ese sacrificio.

—Solo asegúrate de recordar tus palabras. No me sorprendería que hicieras algo loco si ella de alguna manera encuentra a un hombre propio.

—¡Cómo te atreves, Inno! ¡¿Quién te crees que soy?! ¡Yo nunca!.

El sirviente llamó a la puerta, listo para servirle el desayuno al emperador. Sir Ainno y Lucius I pusieron caras serias.

El desayuno de esta mañana tenía una sorprendente porción de arándanos. Al principio, el emperador pensó que quizás Sitrin era famoso por sus arándanos, pero el sirviente respondió:

—No, no lo es, alteza. Le trajimos los arándanos porque Sir Pollyanna nos dijo que estaba preocupada por su vista.

—Pero mis ojos están perfectamente bien.

—Bueno… Sir Pol dijo que usted seguía elogiando su apariencia, por lo que le preocupaba que se estuviera volviendo miope o hipermétrope. Ella parecía muy preocupada.

Sir Ainno se tapó la boca, tratando de no estallar en carcajadas. Resignado, el emperador miró hacia la mesa. Todo lo que hizo fue felicitar a la mujer que amaba, pero todo lo que ella ganó fue la preocupación de que él pudiera estar perdiendo la vista.


Maru
No soy la más adecuada para hablar porque también opino poco sobre mi apariencia pero... Pollyanna, querida, tente un poco más de estima. Esos comentarios hacia ti misma me duelen. ¡Si tienes a un emperador a tus pies! Aunque no lo sepas.

Una respuesta en “El emperador y la mujer caballero – Capítulo 92”

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