El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 6: ¿Solo quién…?


Por la mañana, en la oficina del Conde Stein.

— Así que, ¿Riley lo intentó con la espada?

— Sí.

Ian le informó a Stein lo que había pasado ayer.

Ayer, Riley había ido a los campos de entrenamiento después de ver a su madre colapsar.

Ian agregó que el ambiente perezoso que normalmente rodeaba a Riley había desaparecido por un momento.

— Bueno, el tocó una espada, pero…

A pesar de que era una buena noticia que el niño perezoso mostrará potencial, en parte, había una información adicional que contrarrestaría a la primera, con espacio de sobra.

— Enseguida perdió el interés.

— ¿Enseguida?

— Supongo que estaba decepcionado con la fuerza de su golpe.

Eso significaba que su esgrima era más que patética.

— Hmm.

Stein, quién había estado dando golpecitos en su escritorio, asintió con la cabeza.

— De acuerdo. Puedes irte.

— Maestro, tal vez debería darle-..

— Ya estoy teniendo un dolor de cabeza con la rata que se infiltró en la mansión. Ya deduje que Riley solo llegaría a eso. No hay razón para enseñarle la esgrima de la casa Iphelleta a alguien que carece de cualquier tipo de motivación. Estoy seguro de que mis antepasados pensarían lo mismo.

Después de terminar sus palabras, Stein sacudió su mano para echar a Ian.

Ian se dio vuelta y se fue tristemente con la cabeza gacha.

♦ ♦ ♦

Riley se las arregló en encontrar el ángulo perfecto para acostarse en su manzano preferido.

Este era el tipo de ángulo que encontraba sólo una vez cada quince días.

Si se movía ahora, lo perdería por el resto del día.

Por lo tanto, Riley no se movió de donde estaba.

— Me pregunto si eso caerá en algún momento.

Se había estado lamiendo los labios mientras miraba fijamente la manzana que colgaba del árbol.

Hasta ahora, había esperado que cayera por su cuenta.

Quizás por el viento,Tal vez por un gusano, O a lo mejor un pájaro aterrizaba encima.

Esperaba impaciente que la única manzana directamente encima de su cabeza cayera sobre él. Si se paraba y la tomaba él mismo, se vería obligado a renunciar a su posición perfecta.

— Ha. Joven Maestro…

Riley, que había estado contando el número de hojas alrededor de la manzana, desvió su atención.

Las palabras que venían por detrás eran equivalentes a suspiros de consternación.

Naturalmente, el hombre que pronunció esas palabras era un desanimado Ian.

—¿Qué pasa? Te ves muy triste.

Riley torció sus ojos para ver a Ian.

— …

— ¡Ah! ¡Ya veo! ¿Está lloviendo hoy? Tu espalda y rodillas deben estar sufriendo.

Ian le echó un vistazo a Riley.

— …

— ¿Verdad?

Riley rascó su cabeza y osbervó al cielo.

Era azul, sin ninguna nube a la vista.

— ¿Me equivoqué?

— ¡Joven Maestro!

Ian le gritó de repente a Riley.

— Cielos, me sorprendiste…

Riley casi perdió su perfecta posición.

— ¿De verdad se dará por vencido después de eso?

— ¿Y qué?

Riley le respondió como preguntándole cuál era el problema.

Ian continuó hablando con las manos enrolladas.

— Lo elogiaré por encontrar esas semillas para la Sra Iris, ¡Se ha recuperado considerablemente gracias a ellas!

Por supuesto.

No eran semillas ordinarias.

Riley había puesto un encantamiento especial en las semillas.

— Pero, ¡para rendirse después de un golpe! Eso es… ¡Eso es…!

Las palabras de Ian empezaron a vacilar.

Como el primer hombre que había visto el potencial de Riley, también fue el que más se sintió devastado por su falta de motivación.

Se preguntó si su vida se habría quedado corta de ver tanto potencial marchitarse. O tal vez le había dado cáncer.

— Bueno, si no puedo ganar con una espada, me convertiré en un mago. Al fin y al cabo, me gusta leer.

Al menos el cáncer podía curarse, con algo de suerte.

Ian gritó de frustración.

— Qué, piensas que convertirte en un mago es…

¡¿Es fácil?!

Justo cuando estaba a punto de decírselo, Riley dirigió la mirada hacia otro lado.

Apuntaban hacia arriba, entre las hojas del manzano.

— ¿Qué está mirando?

— Una manzana.

— ¿Por qué?

— Pensaba que si me convertía en un mago, podría tomar esa manzana sin estar parado…

— ¡¡Joven Maestro!!

— …

Riley cerró la boca.

Abrumado por Ian, Riley murmuró después de aumentar su coraje.

— …Tus gritos lastiman mis oídos.

— No cambies de tema, esta vez, seguramente cambiaré tu-

— ¿Hmm? ¡Espera Ian! Mira, ¡allí! ¿No es el brillo de una espada?

— ¿Qué estás…

Ian se dijo a sí mismo que llamaría a la Sra. Iris como refuerzo si Riley lo engañaba de nuevo, luego alzó la vista.

— ¿Hmmm?

¿Pero qué era esto?

Justo como Riley lo había dicho, una espada podía ser vista dentro de las hojas.

No era una espada larga ni una espada de doble filo como las usadas en la casa.

Era una daga.

Una sin funda.

¿Una daga?

Ian estaba muy interesado por la peculiar empuñadura púrpura que tenía, y saltó hacia ella.

Cuando llegó a las ramas, sacó cuidadosamente la daga del árbol.

Me parece familiar.

Era una daga con una hoja semicircular.

Ian abrió los ojos y se dio cuenta.

Espera… ¿Esto es…?

La forma de la hoja encajaba perfectamente en la funda que estaba actualmente en la oficina de Stein.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? Muéstrame también.

Riley no quería moverse, pero también tenía curiosidad.

Por lo tanto, tomó la opción de ordenarle a Ian.

Ian descendió al lado de Riley y se la entregó.

— Creo que pertenecía al cuerpo que encontramos ayer.

— ¿Eh? ¿Cómo lo sabes?

— La forma es idéntica a la funda que él tenía. Deberíamos ser capaces de averiguarlo pronto.

Ian le quitó la daga a Riley.

— Entonces, iré a ver al Maestro Stein.

— ¿Eh? Pues bien.

Riley asintió con la cabeza mientras Ian hablaba con un rostro serio.

Se había saltado todo el regaño, y no estaba perdiendo nada.

— …

Mientras Ian se apresuraba, Riley comenzó a golpear el árbol con el pie.

— Bien.

Hablaba consigo mismo.

Aunque sus ojos todavía parecían perezosos como siempre, el ambiente a su alrededor había cambiado completamente.

— ¿Cómo reaccionarán?

Riley cerró los ojos y extendió sus sentidos por toda la mansión, manteniendo su presencia oculta.

♦ ♦ ♦

— ¿Número 3 está muerto?

— Sí, señor.

Dentro de una habitación oscura.

La vela suspendida en el techo ardía débilmente.

Este era el escondite de dónde provino el hombre encapuchado.

— ¿Cómo murió?

Un hombre, vestido diferente a los otros tipos encapuchados pidió un informe.

Como se esperaba de un asesino experimentado, la respuesta llegó en seco.

— No tenemos idea.

Eso significaba que la muerte de Nro.3 no había sido un suicidio.

— ¿Y el cuerpo?

Se mordió los labios e hizo otra pregunta.

— Siendo retenido en la Casa Iphelleta.

— Hmm.

La situación era mala.

Había ocurrido en la famosa Casa Iphelleta.

Si alguna evidencia era encontrada en el cuerpo, no sólo el escondite, sino la vida de todos en esa habitación estaban en peligro.

— Orelly está en una mala posición.

Rascó su barba a la vez que pensaba en su hija.

— ¿Qué hará?

Enseguida de que el tipo encapuchado preguntase, el hombre se levantó de su silla.

— Voy a ir.

— ¿Directamente?

— Bueno, no deberíamos ser descubiertos. Saldremos esta noche. Preparaos para una misión de sigilo.

— Como desee.

El tipo encapuchado se agachó y desapareció.

— Pues bien.

Permaneciendo solo en la habitación, el hombre tomó una máscara de la mesa, y la guardó en su bolsillo.

— Ha pasado un tiempo desde que visité a mi yerno.

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