El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 25: Llegada a Solia (2)

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


En un lugar oscuro y húmedo. Los seis hombres y una mujer que salieron de su escondite estaban discutiendo.

—Te dije que hoy tenía un mal presentimiento sobre el lado izquierdo. ¡Mira, tenía razón!

—Cállate tonto.

El lugar al que llegaron fueron las alcantarillas, donde fluía agua contaminada y vivían los ratones.

—Dijiste que obtendríamos algo de dinero de esos ignorantes nobles bastardos que vinieron a la capital, pero ¿qué paso aquí?

—Entonces, ¿solo fallamos? Tuvimos éxito algunas veces. ¿Por qué te quejas?

—¡Hoy no ganamos nada! ¡Nada!

Solo había un lugar en Solia donde había alcantarillas.

Solia Bajo, en la capital hay un lugar donde se reúnen los rechazados que fueron expulsados ​​de Solia, mendigos que decidieron sacar algo de dinero del concurso de esgrima de la capital.

¿Cómo ganan dinero los mendigos con un evento de nobles?

—¡Me disfrazo de una pobre chica rodeada de hombres duros y representó un escenario injusto! ¡Entonces! A esos arrogantes nobles bastardos les gusta dar un paso adelante diciendo ¡¿qué le estás haciendo a esa pequeña dama!?! ¡Luego, engañamos a los nobles, robando todo su dinero!

Como mujer, que era la más vestida entre los mendigos debido a su papel de cebo, movía la lengua hacia adentro y hacia afuera como una serpiente; un hombre que caminaba junto a ella chasqueó la lengua.

—¿Oh? ¿Por qué estás chasqueando la lengua? El trabajo de hoy, si lo pensamos bien, no es mi culpa que saliera mal.

—¿Fracasamos por mi culpa? ¡No! ¡Eso no está bien! —El mendigo llamado Hemil por la mujer refutó.

—Beta, ¿qué se supone que debo hacer con tus horribles expresiones faciales?

—¿Hah?

Ante la refutación de Hemil, Beta, quien era el cebo en el grupo, llenó su rostro con intención asesina y comenzó a amenazar a los demás.

—¿Aún no te callas? ¿Te coseré la boca, rata?

—¿Qué? ¿Rata? ¿Se ha vuelto loca esta perra? —Hemil perdió la paciencia y respondió.

El resto de los mendigos sacudió la cabeza ante las dos personas que apretaban los dientes. Parecía que estaban acostumbrados a este tipo de cosas.

—De todos modos, si seguimos así, entonces, no podremos cumplir con la cuota.

Un mendigo, que apenas había calmado a los dos, señaló a alguien que estaba agachado en la esquina del escondite.

—Ah, sí… Es un rechazo de la torre mágica que nos costó mucho conseguir.

Era una mujer que estaba sentada en cuclillas. Su cabello estaba mojado con agua residual. Su piel facial mostraba signos de daño por sustancias químicas. En sus manos faltaban alrededor de dos dedos, como si hubieran sido cortados…

La persona que tenía tan mal aspecto, que si alguien la miraba sería maldecido con todo tipo de mala suerte, era el bromista de los mendigos.

—La basura es basura, por lo que debemos usarla rápidamente antes de que se pudra demasiado.

Si la presa a la que seducían ‘entrando y saliendo’ era demasiado grande para caber en su boca… Era una carta que les permitía tragarla con fuerza.

La persona que estaba sentada en un rincón con una apariencia horrenda era un arma secreta que podían usar para acabar con los tontos nobles a los que engañaban.

—Tsk, esa perra… Si tan solo ella no fuera la basura de la torre mágica, la habríamos usado en lugar de Beta como cebo.

—¿Qué? ¿Quién mostraría interés por una perra que ni siquiera puede usar un anillo debido a que le faltan dedos?

—¡Ja, eso también es cierto!

Los mendigos miraron su herramienta y se rieron.

♦ ♦ ♦

—Oh.

Riley, que regresó a su habitación después de terminar su recorrido, vio a Ian, que estaba sentado en su cama bebiendo cerveza de azúcar negra, y le envió un saludo.

—Joven Maestro…

Ian, que estaba inclinado sobre sus hombros, se dio la vuelta y miró a Riley. No había suficiente alcohol en la cerveza de azúcar negra para intoxicar a alguien. Al ver la cara de Ian que, de alguna manera, estaba sonrojada, los hombros de Riley temblaron.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Los hombres y las mujeres estaban en habitaciones separadas, como se alquilaron dos habitaciones, actualmente solo estaban Riley e Ian allí.

De alguna manera era incómodo.

—¿Ian?

¿Iba a preguntar qué pasó ayer por la noche? ¿O estaba enojado por cómo lo habían dejado atrás durante todo el día y se fueron a jugar a Solia Izquierda?

—Quizás…

Riley pensó que, si era una de esas dos razones, de los dos, sería el último, y preguntó.

—¿Estás enojado?

—No, ¿qué quieres decir con enojo? ¿Por qué me enojaría? Solo por eso.

Junto a la cama de Ian había una percha. Riley, que se acercó a él para colgar su ropa exterior, se dio cuenta de que el área cercana a él olía a alcohol.

—Uf, huele a alcohol… Él estuvo bebiendo.

Riley descubrió el ‘boleto de espectador del torneo de esgrima de la capital’ en el bolsillo de la chaqueta de Ian y miró a Ian de nuevo.

—De verdad… quería traer el boleto de la competencia, pero…

Como si estuviera evitando romperse, Ian se llevó la cerveza de azúcar negra a la boca nuevamente.

Como si su garganta ni siquiera le doliera, Ian tragó la bebida que aún estaba medio llena en un solo aliento y soltó una exclamación de satisfacción.

—Lo hiciste bien.

Aunque Riley felicitó a Ian, la expresión del mayordomo no se relajó. En cambio, estaba cambiando, como si estuviera a punto de llorar.

—¿Sabes lo que pasó hoy en el castillo de Solia?

Algo debe haberle sucedido a Ian ya que fue allí por las entradas para espectadores.

—Escucha. ¡Por la tarde…!

Riley, que estaba cansado debido a la gira en Solia Izquierda durante la mitad del día, estaba a punto de acostarse en la cama, pero fue agarrado por el hombro. Al mismo tiempo, el aliento de Ian llegó a la nariz de Riley.

Como si estuviera recordando

—Torneo de esgrima de la capital, asientos para espectadores… cuatro entradas, por favor.

—Disculpe, pero ¿de dónde es usted?

—Vengo de la Casa Iphelleta.

—¿I-Iphelleta? ¿De verdad vienes de la casa Iphelleta?

—¿Sí…? Aquí tienes la carta del Conde y el sello de la familia.

—Boleto de espectador… ¿Estás seguro de que quieres el boleto de espectador?

—Dame el boleto de espectador.

—Aah, sí. Está bien.

Riley cortó el recuerdo de Ian y trató de salir.

—Lo hiciste bien. Ahora solo…

—¡Realmente, estaba tan avergonzado de que no fuera el boleto de la competencia sino el boleto de espectador! El problema es… ¡que ese no fue el final!

Como si no quisiera soltarlo, Ian se aferró a la ropa de Riley y comenzó a olfatear, luego comenzó a hablar de nuevo.

¿Oh? ¿Quién es éste? ¿No es Ian?

—Si es Ian. ¡El héroe mercenario Ian! ¡¿Correcto?! Ha pasado mucho tiempo, ¿eh?

—¡Jaja! Viendo lo bien que estás, parece que no ha pasado el tiempo, ¿eh? Vaya… ¡Es como si el día en que nuestros nombres eran famosos como mercenarios hubiera sido ayer!

—¡Jaja! ¡A ti también! ¿Cómo estás hoy en día? Mirando tu atuendo y tu tiempo… ¿También has venido al torneo de esgrima? No pareces del tipo que haya venido a inscribir a su hijo para competir…

—Sí. Actualmente, trabajo como mayordomo en la Familia Iphelleta. No soy un noble.

—Sí, ya sabía yo que no eres del tipo que tiene y cría a un hijo. A ti tampoco te importaba mandar. Desde el comienzo mismo de la Gran Guerra, tuviste una mente de un solo camino.

Es lamentable, pero también es para expiar mis pecados. Enamorarme de alguien y criar a un niño, no soy apto para esa vida.

—Bueno, dejemos de hablar del pasado, amigo… Es un desperdicio estar triste en un buen día. De todos modos… La familia Iphelleta ¿eh? Pensé que tendrías un lugar en el castillo de Solia siendo un héroe mercenario, pero un mayordomo… Sí, si eres mayordomo de la familia Iphelleta, ¿a quién estás sirviendo?

—¿E-Eh?

—¿Ryan, la espada fuerte? ¿Lloyd, la espada rápida?

Ian no respondió

¿No? ¡Ah! ¿Entonces, debes estar sirviendo al Conde Stein?

—No, es… lo siento. Acabo de recordar algo urgente, así que tengo que irme.

—De ninguna manera … ¿ninguno de ellos?

—¿Disculpe, cuanto falta para las entradas para espectadores? ¿Será mucho tiempo?

—Espectador… ¿entradas? ¡Espera! ¡No des la vuelta Ian! Ahora que lo pienso, escuché hace algunos años que nació un tercer hijo en la familia Iphelleta. El nombre era… ¡Ah, cierto! ¡Riley! Su apodo… ¿Qué era?

—Eso es…

—¿Espada vaga? ¿Es a él a quien sirves? Porque es perezoso… 

—Detente.

—Eso es suficiente.

El recuerdo de Ian terminó de repente.

En esta ocasión Riley no lo cortó.

—¡No sabrías lo avergonzado que estaba! ¡Delante de mi antiguo compañero! ¡Qué humillación! ¡Quién miraría a una persona llamada el héroe mercenario con esos ojos compasivos! —Dijo Ian, soltando un quejido de agonía.

¿Quién dijo que las lágrimas de un anciano eran como el océano? La expresión de Riley se arrugó lentamente, ya que parecía que las quejas de Ian no iban a terminar.

—Debido a que mi Señora dijo que mantuviera el secreto, no pude decir nada sobre lo grandioso que era el Joven Maestro y mi orgullo… ¡Mi orgullo!

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