El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 4: Invitado Nocturno


En el campo de entrenamiento de la mansión Iphelleta.

Dentro del oscuro campo, un chico de cabello negro estaba de pie.

La forma en la que sostenía la espada de madera era un poco extraña.

— Hoo…

El chico suspiró mientras miraba al maniquí.

Era un maniquí lleno de paja, sin ningún tipo de mecanismo interno, era puramente para novatos.

¿Tendré que probarlo?

Se murmuró a sí mismo mientras extendía sus pies a la anchura de los hombros.

Esta postura era muy diferente de la de sus dos hermanos.

Después de controlar su respiración, cargó hacia el maniquí, golpeándolo.

— ¡Huwaap!

¡Golpe!

El golpe hizo un ruido sordo.

— …

Se podía ver una nueva marca en el maniquí.

La marca era muy débil, pero fue un buen golpe, considerando que era su primera vez blandiendo la espada.

Aun así, era difícil contarlo como un golpe de la Casa Iphelleta, la casa que se decía ser bendecida por la espada.

— ¿Joven… maestro?

Ian, quién vio el golpe, habló con incertidumbre.

Fue… Muy poco comparado a su expectativa.

Hasta donde Ian sabía, Riley tenía más que el talento suficiente para cortar la cabeza del muñeco con un solo corte.

La situación ahora parecía peor que nunca.

— P-por favor, ¡Intente de nuevo!

Ian sacudió la cabeza y rogó una vez más.

Pensó repetidas veces que sus ojos no lo engañaban.

— Debería hacer eso…

Riley murmuró débilmente.

Luego procedió a arrojar la espada de madera al suelo.

— ¿Joven maestro?

— Eso es todo. Ya me aburrí.

Sorprendido, Ian estiró su brazo hacia él.

— ¿A dónde va?

— La biblioteca. Iré a leer hasta quedarme dormido.

— ¡Joven maestro! ¡Por favor, sólo una vez más!

Ian se mordió los labios mientras sus ojos contemplaban la espada de madera que yacía en el suelo.

— Kuu…

¿Un guerrero arrojando su espada?

Ian sabía lo grave que era su significado.

Aunque Riley no habría tenido ni idea de lo que eso implicase.

♦ ♦ ♦

— Cambió de parecer como una chica cambia su ropa.

— ¿De verdad?

En una habitación, envuelta en la oscuridad, una mujer llevando un vestido blanco giró su cabeza.

Detrás de ella había un hombre encapuchado, con la cabeza gacha. Vestido completamente de negro, la siguió como una sombra.

— ¿Qué tal era su habilidad?

La mujer preguntó mientras miraba a través de las ventanas iluminadas por la luna.

— Su habilidad fue…

La figura encapuchada se detuvo brevemente.

— Atroz.

— …

— No sé si estas palabras cabrían para un hombre de la Casa Iphelleta, pero su talento para la espada era inexistente. El golpe que mostró fue el perfecto ejemplo de un novato.

La mujer sonrió al oír el informe del hombre.

— Bueno, ¿qué esperabas? Es el famoso Maestro Espada Vaga.

Así como habló, el hombre inclinó su cabeza e hizo una pregunta.

— ¿Entonces los rumores son ciertos? ¿Que él nunca ha blandido una espada?

— Sí. Es verdad.

— Huh.

El hombre, un asesino contratado por la mujer, suspiró incrédulo.

Cualquier persona en la Casa Iphelleta podría tener éxito al manejar una espada.

En esa familia, nació un tercer niño, y no hizo nada.

Y cuando finalmente cambió de parecer a los 18 años, arrojó su espada dándose cuenta de que tenía poco efecto.

Qué inútil.

Qué patético es ese niño.

— No se ve como si tuviese un cuerpo débil. Qué vergüenza.

El hombre se levantó a la vez que chasqueó su lengua.

Su misión aquí estaba completa.

Misión uno, darle el veneno para la sopa.

Misión dos, acechar al tercer hijo.

Esas eran las misiones con las que estaba encargado.

— Entonces, me iré.

— Sí. Buen trabajo. Envíale mis saludos a Padre.

— Él ha estado quejándose de no poder verle más a menudo.

— Bien, lo visitaré pronto.

Según la mujer se despidió, el hombre encapuchado desapareció, como si se derritiera en el suelo.

La mujer rio mientras contemplaba la luna.

— Estuve preocupada por nada, qué tonta soy.

Orelly sonrió.

Las llamas de los celos en su corazón parecían haberse calmado un poco.

♦ ♦ ♦

En un pasillo de la mansión Iphelleta.

Después de salir de la habitación de la Sra. Orelly, el hombre encapuchado se deslizó a hurtadillas por el pasillo para evitar ser detectado por el Maestro de la casa.

Luego volteó la cabeza, sintiendo por detrás una intensa sed de sangre.

¿…Qué fue eso?

Él era uno de los tres mejores en la organización.

Incluso el maestro de la mansión, el Conde Stein no sería capaz de detectarlo.

— …

Si la Sra. Orelly estaba en lo correcto, todavía debía estar en su oficina, en medio de todo el papeleo que necesitaba atender.

El hombre encapuchado recurrió a todo su maná para detectar vida en la mansión.

Como esperaba, Stein todavía estaba en la oficina.

Ya que su presencia estaba allí, esa sed de sangre que se arrastraba por su espalda no podía ser suya.

— ¿Quién es?

El hombre giró y preguntó.

No hubo respuesta.

— ¿Me equivoqué? No, imposible.

Como un veterano en esta profesión, no había manera de que confundiera tal intención.

El hombre encapuchado bajó su postura y aumentó la guardia.

La tensión se llenó en el aire del oscuro pasillo.

El hombre encapuchado, al borde de los nervios, frunció el ceño en frustración.

Esta punzante sensación de sed de sangre se estaba acercando.

¿Quién es este idiota? ¿Está tratando de llamar al Conde también?

Con tal enorme intención asesina llenando el aire, no sólo Stein, sino que incluso el Primer y Segundo hijo vendrían corriendo aquí también.

Y seguramente serían cortados en dos.

— Oi, si sigues así, ambos-

El hombre encapuchado trató de hablar, pero contuvo el aliento en el siguiente instante.

— Aaah…

— …

Una voz salió del final del pasillo, rompiendo el silencio.

— Supuse que una rata había entrado.

Paso, paso.

Las pisadas empezaban a hacerse más fuertes.

— ¿Un invitado por la noche?

— …

— Si recuerdo bien, no había ningún arreglo de que llegaran invitados a esta hora.

Sólo había una razón por la que el hombre encapuchado contenía el aliento con sus ojos bien abiertos.

A pesar de que la voz y los pasos podían ser escuchados, la presencia no podía ser detectada.

— ¿H-Hay otro como yo?

¿Cómo es posible, cuando parecía que el maná ni siquiera estaba siendo usado?

El hombre encapuchado consideró la pequeña posibilidad de que un veterano en su profesión también estuviese situado en la hacienda.

— Parecías haber salido de la habitación de la Sra. Orelly.

El hombre detrás de la voz se mostró.

Parecía bastante tranquilo y sin prisa.

— ¡¿…T-tú eres?!

La luz de la luna proveniente de la ventana revelaba el pie del hombre, su ropa y finalmente su rostro.

El encapuchado quedó boquiabierto al darse cuenta de quién era, estirando la máscara que cubría su rostro.

— Tengamos una charla.

Era el mismo hombre, el tipo encapuchado no podía entenderlo.

¡¡¡¿Riley?!!!

Sus ojos se abrieron enteramente, incapaces de creer la escena que estaba ocurriendo delante de él.

5 respuestas a “El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 4: Invitado Nocturno”

  1. Muchas gracias por el capítulo, eso Riley, has k cante como canario,aunque seguro se suicida antes d k le saques info. Kuajajajaja y tu k lo creías un inútil, saludos

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