Emperatriz Abandonada – Capítulo 3: La audiencia (2)

Traducido por Lugiia

Editado por Gia


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¿Qué debería hacer? Como Dios me ha dado un segundo nombre, ya he atraído demasiada atención y, tener más de eso, podría volverse un problema. Sin embargo, aunque finja no saberlo, me preocupa la gente del Imperio.

¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer?

Dudé por un momento y, finalmente, abrí los ojos.

—No creo que deba adoptar la política de donaciones, Su Majestad —respondí con una sonrisa amarga.

—¿Por qué?

—Si recibe donaciones a cambio de una promoción, puede llevar a un decrecimiento en el poder y la moral de los caballeros. También puede causar una división interna al crear conflictos entre los que reciben los beneficios y los que no.

—Hmm.

—Además, aunque puedan disfrutar de los pequeños beneficios de la política de donación a corto plazo, a largo plazo su propósito original se deformaría, y podría causar más problemas de los que enfrenta ahora. Si mira la historia del Imperio, los pequeños beneficios llevaron a los anteriores emperadores a comprar y vender tanto caballeros como estatus, causando un gran daño al país más adelante. Por eso, no creo que deba implementar el dar promociones como recompensa por las donaciones.

El emperador asintió con la cabeza, como si estuviera de acuerdo conmigo, lo cual me confundió. ¿No lo había convencido ya el duque Verita? Bueno, debe haber entendido las causas de mi oposición, pero no podía detenerme ahí.

Desde el inicio, había decidido oponerme a su propuesta sobre el aumento de los impuestos, no a la política de donaciones.

—Además, creo que no debería implementar la propuesta de aumento de impuestos, Su Majestad —agregué.

—¿Por qué? —preguntó el emperador, mirándome con interés.

El duque Verita levantó la cabeza y me observó también.

—Su intención es magnífica, Su Majestad, porque está imponiendo impuestos a los nobles para aliviar la carga de la gente común del Imperio. Sin embargo, ¿cree que solo los nobles se verán agobiados por su nueva política?

—¿Qué significa eso?

—Los impuestos pagados por los nobles provienen de los trabajadores de sus propiedades, ¿verdad? Como resultado, la carga irá a ellos.

—¿Sabes lo que estás diciendo ahora, señorita? Que los nobles se atreverían a desobedecer la orden del emperador y a explotar a su gente —me respondió.

Sus fríos ojos azules se fijaron en mí. Me sentía abrumada por la forma en que actuaba, como si me estuviera sentenciando a muerte. Mi cuerpo tembló un poco debido a ello, pero intenté mantener una expresión tranquila.

—Lo siento, pero eso es un hecho, Su Majestad.

—Hmm.

—¿Realmente piensa que no habrá resistencia por parte de los nobles? ¿Cree que no hay nobles que no explotan a su propia gente por el riesgo de reducir sus riquezas?

—La ley imperial regula estrictamente el ritmo en el que los nobles pueden cobrar a la gente que vive en sus propiedades. ¿Quién puede atreverse a ignorarlo y aumentar su carga fiscal?

Por supuesto, no lo harían si no hubiera habido una hambruna masiva. Ningún noble podría haber explotado a su gente sin ser capturado por su majestad, quien había aplicado estrictamente la ley imperial durante más de dos décadas. Sin embargo, el problema era que los nobles de clase más baja, cuyo rendimiento en sus cosechas se redujo enormemente debido a la hambruna, habían explotado a su gente para pagar los impuestos que se habían elevado. Si no hubiera existido una hambruna, no habría razón para que abusaran del sistema de impuestos, generando así una explotación en sus trabajadores.

—El imperio tiene una hambruna masiva cada treinta o cuarenta años —comencé a decir.

—¿A qué se debe el repentino cambio de tema?

—Escuché que cuando el rendimiento de la cosecha anual cae por debajo del promedio, el cual ha llevado durante años, es una señal de que se acerca una hambruna.

—Espera un momento. Si ese es el caso…

—Estás diciendo que… —intervino el duque Verita repentinamente, interrumpiendo las palabras del emperador, olvidando que aquello era una señal de deslealtad.

—Sí, exactamente. Creo que habrá una hambruna masiva en los próximos años.

—¡Ahora entiendo! Debido a la historia del Imperio, cree que es peligroso aumentar la tasa de impuestos en este momento —dijo el duque Verita, golpeando sus rodillas en señal de entendimiento.

—Así es. Su Majestad, dados los antecedentes del Imperio, experimentaremos una hambruna masiva en unos pocos años. No puede imponer el aumento de impuestos en esta situación.

—Pero reforzar el poder militar también es una necesidad. Sin embargo, en estos momentos, nuestro presupuesto es insuficiente. ¿Qué debería hacer?

Al mirar al emperador angustiado, suspiré. Dado que había comenzado a hablar sobre el problema, sentí que debía hacerlo hasta el final. Me disculpé en mi corazón con el hijo del duque Verita, quien había ganado fama por inventar la nueva política de impuestos.

Lo siento mucho, pero no conozco otro camino para resolver esta situación. Debo ayudar a las personas del Imperio.

Finalmente, abrí la boca:

—Hay una solución, Su Majestad.

—¿Cuál es?

—Puede cobrar un impuesto de lujo.

—¿Un impuesto de lujo?

—Hay muchos artículos de lujo usados por los nobles, los cuales no son esenciales para sus vidas. Puede cobrar un impuesto por tenerlos.

—Creo que habrá una fuerte resistencia.

—En ese caso, puede añadir impuestos sobre los artículos de lujo. Es decir, hacer que los artículos se vendan a un precio que incluya el impuesto de lujo y luego, obtener el impuesto de los vendedores.

—Entiendo.

El duque Verita, asintiendo con la cabeza, también dijo:

—Esa es una buena solución, Su Majestad. Cuando los nobles compran artículos de lujo, no suelen preocuparse mucho por el precio. Además, cuanto más caros son los artículos, más orgullosos están de ellos. Si cobra impuestos sobre ellos como dijo la señorita, puede aumentar los ingresos sin causar una resistencia.

—Bien. Haz cumplir esa orden —ordenó el emperador con una voz suave. Luego, se volvió hacia mí—. He oído mucho sobre tu inteligencia, pero después de verla en persona, me parece que eres aun más impresionante, señorita. ¡Eres la bendición del Imperio!

—Me siento halagada, Su Majestad.

—Si las cosas fueran como antes, habría sido muy feliz, pero… —Escuché un gran suspiro viniendo del emperador. Después de guardar silencio por un momento, dijo—: Oh, no crea que no lo noté. ¿Por qué no dijo su nombre completo?

—Me disculpo, Su Majestad. Si es posible, me gustaría presentarme nuevamente. Aristia Pioneer La Monique se honra en saludar al Sol del Imperio, Su Majestad.

—Sabes que eso no es lo que quiero decir, ¿verdad?

—No sé a qué se refiere, Su Majestad.

La fría mirada que me dirigió era escalofriante. Obviamente, no era el tipo de mirada cálida que le daba a su futura hija política. Sus ojos azules se parecían mucho a los que me mostraba Ruvellis en mis recuerdos…

—Dado que eres consciente del significado de ese segundo nombre, no dijiste tu nombre completo, ¿verdad?

—Todavía no entiendo de qué está hablando, Su Majestad.

—Eres lo suficientemente inteligente como para prever una hambruna masiva que nadie más esperaba, y proponer una excelente alternativa para los impuestos. Entonces, ¿va a insistir en que aún no sabes que el segundo nombre que recibiste de Dios, en realidad significa un derecho de sucesión al trono?

El emperador me miraba como si estuviera observando a su enemigo o a sus rivales políticos.

—¡Su Majestad! —exclamó el duque Rass.

—No me interrumpas. Le pregunté a la señorita —respondió fríamente el emperador, con los ojos fijos en mí.

Miré a los dos duques y a mi padre, quienes se mantenían en silencio, luego, abrí la boca con la mayor calma posible.

—¿Cree que soy una amenaza para el príncipe heredero, Su Majestad?

—Puedo conocerte superficialmente, pero desconozco las verdaderas intenciones detrás de tus palabras.

—¿Realmente es así, Su Majestad?

El emperador, quien estuvo observándome en todo momento, sonrió.

—Tengo que comprobar una cosa contigo antes de eso.

—Por favor, adelante.

—Debes haber sentido que te estaba probando antes, pero ¿por qué fingiste que no lo sabías?

—Eso es porque…

—Por supuesto, aunque tenías un poco de fe, no podías dar marcha atrás a tu propia seguridad al saber que las personas del Imperio estaban en riesgo. Es por eso que tomaste mi prueba, ¿verdad?

—Es correcto, Su Majestad.

—Desde el principio, nunca consideré que fueras una amenaza para el príncipe heredero —mencionó el emperador con una expresión tranquila y una risa sincera. Lo miré sorprendida al verlo reír—. No se te garantiza el trono simplemente porque tengas un derecho de sucesión. Como tu segundo nombre fue dado por Dios, es muy especial, pero no he criado a mi hijo tan tontamente como para sentirme amenazado por eso.

—¡Su Majestad! —gritó el duque Rass con amargura.

—No te he permitido hablar todavía, duque —lo reprendió el emperador. Luego, se volvió hacia mí nuevamente—. La razón por la que te puse a prueba, señorita, fue porque quería saber si eras lo suficientemente peligrosa y, si ese fuera el caso, pensar en cómo eliminarte, pero no creo que estés hecha para ser emperador.

Sin poder entender sus palabras, mantuve mi mirada en él.


Gia
Mi último capítulo, voy a extrañar trabajar con Lugii, y también la novela, ahora que se viene la revolución de Tia jeje. Fue un gusto, me despido.

Lugiia
Gracias a Gia por haber trabajado conmigo en el inicio de la novela, hubo muy buenos momentos mientras hablábamos del pasado de Tia hahahaha. En los siguientes caps me acompañará Yusu c:

2 respuestas a “Emperatriz Abandonada – Capítulo 3: La audiencia (2)”

  1. 😑🤦🏻‍♀️😑🤦🏻‍♀️Cuando los designios del personaje poderoso pero inútil solo te traen problemas 😑🤦🏻‍♀️😑🤦🏻‍♀️😑🤦🏻‍♀️

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