La villana vive dos veces – Capítulo 2

Traducido por Devany

Editado por Maru


Artisea era muy consciente de la crueldad de sus actos. Sabiendo eso, nunca anheló ser reconocida como una buena persona, tampoco esperó ser perdonada. Pero hubo una sola vez, donde se atrevió a preguntar sobre ello.

—¿No estás resentida conmigo?

Fue una pregunta que hizo pensando que Licia naturalmente estaría resentida. Sin embargo, contrario a sus expectativas, la chica solo le sonrió con tranquilidad con su demacrada cara.

—¿Te sentirías mejor si estuviera resentida contigo? ¿Eso te haría sentir menos culpable?

Artisea solo atinó a quedarse callada, sin saber qué responder.

—¿Qué debería hacer? Ya te he perdonado —le contestó la santa Licia con sus pálidos y agrietados labios.

Para compensar la falta de legitimidad de Lawrence, era necesario que tuviera a su lado alguien de suma influencia. El simbolismo que la santa representaba jugaría un factor crucial en ello, por lo tanto, Artisea la amenazó y obligó a casarse con su hermano. La nación entera celebró por ello, regocijándose de que la santa se convertiría en la princesa heredera. No pasó mucho para que, durante la coronación de Lawrence, empezaran a apilarse centenares de flores y regalos para la emperatriz alrededor de los muros del palacio.

El imperio cubrió su cuerpo con oro y pieles, y extendió la seda bajo sus pies. Una mujer nacida en una pobre casa baronesa de la frontera norte se convirtió en una persona capaz de poseer todos los lujos del mundo. Sin embargo, en comparación a cuando asistía a eventos en círculos sociales sin una sola joya, o cuando viajaba a través de regiones endémicas con enfermedades infecciosas usando ropa desgastada y fina, incapaz de protegerla del frío, su condición actual daba más lástima.

Su hermoso cabello rubio platinado había perdido su usual brillo mostrándose ahora con un aspecto seco y descuidado. Su piel, que normalmente era blanca pero llena de vida, ahora mostraba un aspecto pálido y sucio. Sus gruesos labios rojos se habían vuelto pálidos y agrietados. Su aspecto actual no era más que una sombra de lo que fue antaño.

Lawrence siempre había sido una persona con tendencias abusivas, pero ahora, se había vuelto especialmente sensible con respecto a su legitimidad en el trono. La combinación de ambos aspectos de su ser hizo que todo su odio y sentimiento de inferioridad recayera en la aclamada emperatriz.

Artisea trató de proteger a Licia de Lawrence. Fue ella quien la trajo a ese infierno, así que al menos quería protegerla. Se había jurado a sí misma que lo haría, sin embargo, en el mejor de los casos solo pudo evitar que la lastimaran frente a ella, no tenía control sobre lo que ocurría dentro del dormitorio.

Con el tiempo, Licia empezó a marchitarse, siendo abusada y aislada en aquella prisión llena de oro y lujos del sur. Su poder sagrado, que siempre se había caracterizado de ser lo suficientemente poderoso como para salvar a un moribundo de la muerte, era incapaz de contrarrestar la propia enfermedad que estaba padeciendo ella misma.

Aun con todo eso, Licia le dirigió una sonrisa mientras la miraba.

—Tia, soy una persona mucho, mucho más fuerte de lo que crees. Su majestad… A pesar de todo lo que me ha hecho o de la razón por la que lo hizo, al final fui yo quien decidió casarse con su majestad Lawrence. Así que no es tu culpa que yo esté aquí, sino mía —hablo en voz baja—. Sé lo difícil que ha sido para ti sobrevivir hasta ahora. Aunque eso no justifique que lastimes a otros… al final, he decidido perdonarte. Así que, puedes quitarte el gran peso que llevas cargando en tus hombros todo este tiempo, Tia.

La santa era quien estaba muriendo, sin embargo, en aquella situación, la que más parecía sufrir era Artisea.

—Gracias por venir a verme. Eres la única que realmente se preocupó por mí en este palacio, excepto por las criadas y las damas de honor —dijo, mientras levantaba su mano y acariciaba la mejilla de la chica, buscando consolarla.

—Eso no es cierto. Incluso ahora, innumerables ciudadanos están fuera del palacio rezando por tu salud.

—Esa gente sólo conoce a la Santa Emperatriz, no a mí. —Después de que Licia dijera eso, preguntó con dudas—. Tía, ¿puedes tomarme la mano?

—Sí…

—Creí que estaría aterrorizada cuando llegara el momento de mi muerte. Pero inesperadamente me siento mejor de lo que pensé. ¿Será porque pronto voy a estar en los brazos de Dios? —Aunque sabía que eso no iba a pasar, Artisea decidió no decírselo. Licia sonrió tenuemente y volvió a hablar—. ¿Puedo pedirte un favor?

—Incluso si me pides que te traiga el corazón de un dragón de hielo, lo conseguiré para ti.

—No exactamente. Aunque… espero que esto tampoco suceda, pero… si alguna vez conoces a Cedric…

—Sí… —pregunto, instándole a continuar.

—Dile que Licia vivió y murió sin arrepentimientos.

—Lo haré, lo prometo —dijo con firmeza, dándole su palabra.

De repente, sintió como la mano de Licia apretaba más la suya, viéndola de forma lastimera.

—Lo siento. No pude salvarte…

—Yo… alguien como yo…

—Si nos volvemos a ver en otra vida, me gustaría que me llamaras Licia. —Esas fueron sus últimas palabras.

El sonido de las pisadas bajando los escalones de piedra que dirigían a su celda despertó a Artisea de su letargo. No podía decir claramente cuando había pasado de pensar en Licia a estar soñando.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me encerraron en este calabozo?

No había ventanas laterales con barrotes, así que ni siquiera contaba con algún rastro de luz solar para orientarla. Estaba segura que faltaba poco para que perdiera la noción del tiempo.

Una vez al día un carcelero le traía comida. Sin embargo, después de unos días era difícil determinar cuánto tiempo pasaba entre esos momentos. Al principio, estaba medio inconsciente por las heridas de la tortura. Ahora que la hemorragia se detuvo y las heridas se curaron un poco, podía permanecer más tiempo consciente, pero el intenso dolor permanecía debido a las secuelas.

Sus hombros se sentían como si estuvieran siendo desgarrados con cada movimiento, la parte inferior de su cuerpo se encontraba ensangrentada, cubierta de moretones. No podía parar de temblar, pero no sabía si era por el frío ambiente que rodeaba a la prisión o porque su sangre no circulaba adecuadamente en su cuerpo.

—Te lo mereces. Perra malvada.

En lugar de esforzarse en responder, Artisea permaneció en silencio, soltando un pequeño murmullo por el dolor. Había más de una persona en el mundo que querría ver a Artisea destruida y muerta. Entre ellos, en primera fila se encontraba Venia, que no dudaría en vender su alma al diablo por verla pagar.

Venia era la criada de Licia y tenía muchos motivos para odiar a Artisea. Fue ella quien devastó su pueblo natal, provocando que una epidemia se extendiera alrededor de toda la zona. Si no hubiera sido por Licia, quien la salvó de la muerte después de que Venia perdiera a toda su familia, no sabría que habría sido de su vida. Desde ese momento, Venia se había dedicado a servir fielmente a Licia, al menos, fue así hasta el día de su muerte.

Dicho de otra manera, todos sus seres queridos murieron por causa de Artisea, era natural que la odiara. Así que cuando vio que la marquesa solo la miraba en silencio, su ira se incrementó aún más.

—Sí, sé que no tienes lengua. Ahora no puedes esparcir tu veneno con tus palabras —escupió con odio, apretando los dientes.

Artisea solo guardo silencio, por lo que Venia decidió continuar.

—Viéndote en estas condiciones, quién podría imaginar que alguna vez fuiste la gran conspiradora del emperador. —Un fuerte golpe se escuchó en el recinto. Venia acababa de abofetearla con todas sus fuerzas.

—Es una lástima que te hayan cortado todos tus miembros y tu lengua, ahora no tengo nada que cortar —soltó mientras volvía a golpearla.

—Eres una escoria. ¿Ahora me miras con ojos de lástima? —Artisea cerró los ojos. Venia tenía razón. Artisea no merecía ser compadecida. Venia siempre fue leal a Licia, incluso después de su muerte.

Tras la muerte de Licia, halagó a la nueva emperatriz y soportó todo tipo de cosas para permanecer en el palacio imperial, con el único objetivo de vengarse un día de Artisea y Lawrence.

Venia la abofeteó en las mejillas unas cuantas veces más. Además de la sangre derramada por las incontables heridas en su rostro y cuerpo, ahora le quedaban pocos dientes.

Venia sacó un pañuelo y comenzó a limpiar la sangre de su mano, luego desató los grilletes que apresaban a Artisea.

¿Por qué… ? Pensó con extrañeza. Venia en cambio explicó con calma.

—Estas son las órdenes de Cedric, aunque no me conformaría con hacerte pedazos aquí mil veces. Probablemente quiere ejecutarte con sus propias manos como venganza por la gente que has matado.

No podía ser. Artisea conocía al gran duque Cedric Evron mucho mejor que Venia. Era un hombre honesto y justo, sin importar la razón, no llegaría tan lejos como para acabar con una mujer que ya había caído y había sido torturada.

Además, si escapaba del calabozo, Venia no podría volver. La gente del Palacio Imperial no era tonta, pronto descubrirían que fue Venia quien bajó con la llave y se la llevó. Venia era una subordinada y espía importante de Cedric Evron, que servía a la emperatriz. No había forma de que desperdiciara una pieza de ajedrez tan importante como esta. Al menos, no en Artisea.

Tal vez Cedric Evron dio esta orden por otra razón. Probablemente no porque quisiera ejecutar públicamente a una conspiradora sin lengua, sino porque quería salvar a la doncella que pertenecía a su amada Licia. Venia no estaría dispuesta a dejar este lugar voluntariamente sin una buena razón. De seguro, Venia no había pensado tan a fondo en ello.

Después de liberar a Artisea, se quitó la capa y la cubrió. Luego de meses de tortura y la pérdida de sus miembros, Venia podía fácilmente levantarla y llevar su cuerpo por sí misma. Artisea fue sacada del palacio imperial en un carro de lavandería y luego transportada en una carreta.

El constante temblor causó que la fiebre subiera en su ya debilitado cuerpo. A mitad de camino, su conciencia se volvió a nublar. Artisea sabía que estaba siendo transportada, pero no sabía cómo.

Cuando recuperó la consciencia, estaba en una tienda de campaña. Sus miembros cortados habían sido envueltos con un vendaje limpio. La cara del viejo que la cuidaba le resultaba familiar. Era el mayordomo del gran duque Evron.

—Ha despertado.

A pesar de ser el enemigo, el mayordomo le habló educadamente.

—Será mejor que coma algo, si puede.

Artisea parpadeó y sacudió la cabeza.

—No se preocupe. El doctor también dijo que probablemente no querría comer por el estado en el que se encuentra. Le haré un té fuerte —dijo, para luego levantarse y dejar la tienda.

Artisea giró la cabeza y miró alrededor. No había nada especial en la tienda. Sólo una olla de agua hirviendo, la cama donde estaba acostada y una lámpara de aceite.

Pasado un rato, el mayordomo regresó, pero esta vez, acompañado. La tela de la entrada se abrió y reveló la presencia de Cedric Evron.

Artisea lo miró conmocionada. No lo había visto en años, pero no había cambiado. Sólo sus vívidos ojos negros parecían más profundos que antes.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, marquesa Rosan.

Ella permaneció en silencio, mirándolo atentamente.

—He oído que te han cortado la lengua.

La persona que una vez fue la mayor conspiradora de todo el imperio parece haber sido incapaz de salvarse a sí misma, ¿verdad? Pensó Artisea, mientras cerraba los ojos.

Lamentó la estupidez de haber cometido todos esos crímenes por Lawrence, sabiendo que sería traicionada. Pero no se sentía culpable. Todos los humanos del mundo eran malvados. Aún más los que se acercaban al poder. Esa era la firme creencia de Artisea.

Sin embargo, había dos personas con las que no podía decir eso: ellos eran la santa, Licia, y Cedric Evron.


Devany
Ay, quiero hacer memes pero me pongo sentimental cada vez que traduzco esto T-T Artisea sí la cagó, pero con una vida como la suya estaba difícil no hacerlo ¿no? Y un nuevo papucho aparece, mi amado Cedric ha llegado <3

Maru
¿No era este con el que pretendías casarte? Dev, tienes un problema si quieres vencer a esta mujer.

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