No quiero arrepentirme – Capítulo 3: Cien mil por una persona libre

Traducido por Maru

Editado por Michi


Afortunadamente, la espada que debía penetrar en el abdomen del León Negro, falló y solo golpeó su cintura.

Los ojos del oponente temblaron.

Sin embargo, solo había una oportunidad.

El León Negro sabía que su cuerpo no podría soportar mucho más tiempo. Apretó los dientes y rugió, como si exprimiera todo el poder que quedaba en su cuerpo, clavando un cuchillo en el pecho del enemigo.

Ambos cuerpos se movieron al mismo tiempo.

A la vez, todos aguantaron el aliento, expectantes. En ese gran estadio, todos esperaban ver quién quedaba al final.

—¡La victoria es para el León Negro!

El León Negro envió a su cuarto oponente al río de la muerte. Pero de la herida que acababa de recibir, comenzó a manar sangre, manchando el suelo. Gritos ahogados estallaron en todas partes.

El cuerpo del victorioso León Negro se tambaleó mucho, como si fuera arrastrado por una fuerte ola, y luego se puso derecho, quedando de pie El público enmudeció, quedando sus bocas secas y cubierto de sudor frío.

El corazón de Leila latía con fuerza al mirar la escena, siendo incapaz de soportarlo.

Solo quedaba un enfrentamiento más ahora. Pero algunos aseguraban que no podría ganar el siguiente enfrentamiento con ese cuerpo. La sangre del suelo y un cuerpo que no era capaz de mantener el equilibrio correctamente, hacían pensarlo.

Mientras tanto, el último enfrentamiento del León Negro, comenzó.

Las personas que estaban sedientas de acción y apoyo continuo, también volvieron a gritar con fuerza.

Leila mantuvo sus ojos en el León Negro, sosteniendo sus manos con fuerza contra su pecho.

—¡El último oponente es el legendario asesino que fue capturado tras asesinar a treinta personas! ¡Roca Gris!

Junto con la severa presentación, la apariencia del oponente se reveló por el oscuro túnel.

Pronto, Roca Gris reveló con lentitud que era un hombre con una gran figura que no había visto antes.

Aunque el cuerpo del León Negro no era pequeño, se veía lindo frente a Roca Gris.

Michi
Imposible! A menos que sea un mastodonte con esteroides D:

La aparición de Roca Gris con un bigote grisáceo, provocó abucheos por todas partes.

Había mucha gente que pagó por el León Negro, y algunos criticaron la astucia del organizador, diciendo que si el León Negro ganaba, el déficit sería grande, por lo que intencionalmente pusieron a Roca Gris como oponente.

—Je, je, todo el mundo parece saber que perderás.

Roca Gris sacó la lengua y balanceó el hacha en su mano.

Sin embargo, el León Negro no abrió la boca, apretando el suelo con la espada. Había miradas prediciendo su muerte por todas partes.

No podía enfocarse bien; su cabeza estaba mareada y era difícil mantenerse centrado.

Incluso cada latido y respiración se hacían dolorosos.

Pero viviría.

Al final de la pelea, derrotaría a Roca Gris y sería un ciudadano libre.

Esa voluntad fue la que lo levantó.

El cruel sonido de los cuernos lo arrojaron de vuelta a la arena, sin excepción.

Volvió a levantar su espada.

Sin embargo, a diferencia de su corazón que se aferraba a él con todas sus fuerzas, su ataque se disparó.

Roca Gris pensó más rápido y se movió antes de que él pensara en atacar.

La vida del León Negro apenas se prolongó cuando el metal chocó.

El sonido de golpes de metal emocionó a los cientos y miles de espectadores allí reunidos.

El León Negro detuvo la pesada hacha de Roca Gris.

El poder era tan fuerte que cada vez que caía el hacha, el León Negro parecía caer al suelo, inclinado como un árbol al que hubieran cortado.

En ese momento, en medio de numerosos gritos, extrañamente, una voz le atravesó los oídos.

—¡Ahora es el momento!

Entre los múltiples ruidos y gritos, una voz fina y clara penetró en sus oídos.

Sí, mi vida, mi libertad…

En ese momento, todos los pensamientos y sentidos fueron borrados de su cabeza.

Solo le quedaba el sentido de la vida, y se entregó a ello.

Y como resultado, superó a Roca Gris, más rápido que él. Se dejó llevar por los movimientos automáticos que su cuerpo recordaba. Tras numerosas peleas, el cuerpo recordaba más que la mente.

Y finalmente…

—¡Aaaah!

Un grito lo suficientemente fuerte como para llenar todo Sumeros se derramó como una lluvia torrencial.

Solo entonces se despertó de nuevo.

Un cuerpo gigante cayó bajo sus pies, y ahora él llevaba una corona de laurel de ganador.

Al fin, soy libre…

En el momento en que lo pensó, el dolor que había olvidado hasta ahora se lo tragó.

♦ ♦ ♦

—¡Leila!

—¡Hermana!

Tan pronto como terminó el último enfrentamiento, Leila salió corriendo de la grada. Bajó corriendo los peldaños donde estaba la gente sentada.

Cuando salió de la arena y llegó a la puerta trasera del estadio, estaban los cuerpos de los que murieron en el juego de hoy.

Leila, que había visto la muerte hoy, estaba disgustada y quería escapar del lugar de inmediato, pero había una razón por la que tenía que quedarse allí.

Siguiendo a Leila, varios nobles llegaron a la puerta trasera.

Su propósito solo era uno.

—El León Negro debe estar en buenas condiciones.

Eran nobles para comprar al León Negro.

El León Negro, que había ganado cien victorias, tenía una buena colección de nobles a su alrededor que les gustaban las cosas raras.

Tan pronto como cesaba la dulce tentación de liberarlos como pueblo libre, los nobles volvían a comprar el objeto como esclavos.

No había otra opción para las “personas libres” que tenían el cuerpo destrozado y no poseían casa ni dinero.

Ser esclavo del dinero y esclavo del poder era todo lo que podían conseguir.

Pronto, el León Negro fue sacado en camilla por la puerta trasera.

Los nobles rodearon al León Negro.

—¿Está vivo? ¿O está muerto?

—¡No puedo ver! ¡Apartaos de mi camino!

Leila fue golpeada de un lado a otro entre los nobles apiñados, pero se abrió paso a través del estrecho espacio y se acercó al León Negro.

—¡Maldición! ¿Qué demonios es eso?

—Lo digo por si acaso, pero no tengo afición de coleccionar cadáveres.

El león negro no murió, pero parecía un hombre que pronto se quedaría sin aliento.

La mayoría de los nobles que confirmaron la condición del León Negro se rindieron y regresaron.

Incluso si se salvó, el costo del tratamiento era considerable, e incluso después de salvarlo, la vida normal parecía casi imposible.

Lo único que quedaba al lado del León Negro eran aquellos seguidores entusiastas y los nobles ricos con deseos de comprarlo como objeto de colección.

—Si está en tan malas condiciones, entrégalo por mil trangs. El costo de los tratamientos y su supervivencia son demasiados —le dijo un noble al gerente de la arena de gladiadores.

—¿De qué estás hablando? Ha logrado la sorprendente cantidad de cien victorias, ¡al menos deben ser como unos cinco mil trangs! Debido a este tipo, ahora tenemos un gran déficit también.

—Pagaré cinco mil trangs.

—Ríndete si vas a tomarlo y matarlo de inmediato.

—Todo el mundo tiene poco que ofrecer. ¡Solo yo!

—¿Solo?

La gente se sorprendió por un precio tan alto por un gladiador moribundo. En un instante, los participantes de la subasta cayeron, dejando solo a los ricos con muchas ganas de coleccionar.

—Diez mil.

—¡Doce mil!

—¡Quince mil!

Leila lo vio y se mordió los labios. Los nobles se subastaban al León Negro moribundo como si no fuera nada.

¿Todo se basa en dinero? Aunque se pierda en los gastos médicos, y se pierda o no por el juego… ¿Qué gente libre es esta?

—Cien mil.

Los nobles que habían estado negociando por el León Negro, de repente, miraron al postor al mismo tiempo que se dijo un precio elevado.

—Cien mil trangs, a nombre de las casa Hessus —enfatizó Leila.

♦ ♦ ♦

—¿Has comprado al León Negro?

Cuando regresaron a casa, Nassar gritó y se tapó la boca ante la gran noticia.

—¡Sssh! —Leila trató de calmar a Nassar.

El León Negro estaba dentro. Nassar asintió en silencio, pero movió los pies emocionado.

—Aun así… ¿Cien mil trangs no es demasiado caro, hermana? —preguntó Sarah.

—Sí, Leila. Comprar por cien mil trangs a una persona que va a morir… —dijo Sheemon.

No fue solo Nassar quien se sorprendió. La suma atribuida al León Negro era excesiva en la arena, donde incluso un esclavo fuerte y sano podía vivir con mil trangs.

—Era la primera vez que ibas a la arena a ver un duelo. ¿Ni siquiera eras fan del León Negro? —puntualizó Sarah.

El comportamiento de Leila, que no le gustaban los duelos de espadas, era extraño.

Además, Leila nunca compraba de forma impulsiva, por lo que esta excepción los sorprendió aún más.

—Leila, ¿cómo se lo vas a decir al señor? —preguntó Sheemon.

—Voy a ser sincera —respondió esta.

Amuul caminó desde lejos, para que las palabras salieran.

Amal tenía una impresión directa, como siempre, pero sus sentimientos se sintieron a un ritmo más duro y decidido de lo habitual.

Todos recibieron con cortesía la aparición de Amal.

—Leila.

—Sí, padre.

Cuando Amal vio a las tres personas junto a Leila, abrió la boca y la cerró con fuerza.

—Quiero hablar contigo un momento.

—Sí.

Leila inclinó su cabeza con suavidad.

—Quedaos aquí —dijo Amal.

—Sí, señor —contestó Sheemon.

—Sí, padre —dijo Sarah.

Leila siguió a Amal a su estudio.

Amal enfrentó la expresión tranquila de su hija brillando bajo el velo.

No parecía tener miedo ni intención de cometer errores.

Cien mil trangs.

Cien mil trangs era dinero que un Hessus podía pagar, pero no era suficiente dinero para gastarlo a la ligera.

—Compraste al León Negro.

Amal suspiró y movió la cabeza como si le doliera.

—Di dinero, pero no quería comprar al León Negro.

Leila se sentó, hablando con tranquilidad.

—¿No querías comprarlo?

—Solo quería sacarlo de ahí.

Quería sacarlo de esa celda de hierro llena de esclavitud que sostenía las palabras de “hombre libre”.

—Era una situación de emergencia en la que el León Negro estaba muriendo, pero ellos estaban ocupados viendo por cuánto podían comprarlo —dijo ella.

Amal guardó silencio ante aquella respuesta, por lo que Leila continuó:

—Pensé que la única forma de conseguirlo rápidamente era aportar una gran suma a la que nadie pudiera objetar.

Aun así, cien mil trangs era demasiado.

Amal aguantó las palabras que estaban a punto de salir hasta el final de la garganta.

Debía haber una razón por la cual Leila, que generalmente no usaba ni un trang a diario, gastó de repente cien mil.

—Cuando gastas mucho dinero, no debes ser impulsiva.

—Sí… Lamento mucho no decírselo a mi padre de antemano. Pero era demasiado urgente discutir y planear esas cosas. A partir de la próxima, te avisaré cuando gaste mucho dinero.

Leila inclinó la cabeza y admitió su culpa. Sabía exactamente cuál era su culpa, pero también por qué tenía que hacerlo. Sin embargo, no parecía haber ningún arrepentimiento ni reflexión sobre la compra del León Negro por cien mil trangs. Parecía pensar que no estaba mal.

Siempre has sido así. Suspiró Amal internamente.

Cuando trajo a Sarah, y luego a Sheemon, puso esa cara e insistió en que las dos personas podían quedarse en la casa de Hessus.

Hasta Amal, que se comentaba que era el hombre más poderoso de Sumeros, no podía contra su obstinada hija.

—Entonces, ¿qué harás si salvas a ese León Negro?

Amal preguntó primero, en caso de que Leila le hubiera pedido al León Negro que viviera en con los Hessus como pasó con Sheemon.

—Nada —contestó.

—¿Nada?

—Ahora esa persona es un ciudadano libre. Así que no puedo hablar de qué haré con él. Y le devolveré a padre los cien mil trangs.

Desde el principio, Leila no tenía intención de hacer nada con el León Negro. Siendo un ciudadano libre, cuando despertara, viviría la vida que eligiera. Por eso dio grandes cantidades de dinero, para que no cayera en manos de otros nobles. Si se iba con otros nobles, no tendría más remedio que pertenecer a ese noble de nuevo. Lo que Leila quería proteger era un hombre libre.

♦ ♦ ♦

Después de que Leila se fuera, Amal se sentó en su estudio y pensó en el gladiador que Leila había traído.

Esta niña… siempre ha vivido así.

Cuando Nassar habló sobre el león negro, lo había sabido a simple vista. El hijo del antiguo gran señor de la guerra de Graus que fue capturado y esclavizado. Ese esclavo llegó al duelo como gladiador.

Ni Leila ni Nassar podían recordarlo, pero Amal conocía al ex general de Graus. ¡El general Romman! Él fue quien permitió a los sumerios guardar la tradición que habían protegido durante mucho tiempo, incluso después de que ocuparan Sumeros.

Amal interactuaba a menudo con Romman desde que Leila y Nassar eran muy jóvenes.

¿Era ese niño?

Quizás la mano que debió alcanzar primero. Ya no podía estar molesto con Leila porque ella hizo lo que su padre no.

Tú… no eres un buen padre…

Dejó a su hijo así.

Romman murió al final de una batalla contra Luminar. Después de ese día, el ejército de Graus, que había ocupado Sumeros, fue derrotado por el ejército de Luminar y se retiró, y Sumeros se convirtió en la tierra de Luminar.

Creo que esta es también la gracia que te devolveré, Romman.

Tenía una deuda con Romman. Así que no tenía más remedio que salvar a ese gladiador que trajo su hija sin saber qué hacer, y liberarlo.

Amal miró por la ventana y oró por la tumba de Romman en alguna parte.

♦ ♦ ♦

—¡Aaaah!

Unos días después, un grito terrible sacudió la mansión de Hessus. Era un sonido que provenía de la habitación donde el León Negro estaba siendo curado.

—¡Hermana, hermana! ¡El León Negro…!

Nassar, que estaba más interesado en el León Negro, corrió a la habitación de Leila.

Leila se apresuró a llegar a la habitación del León Negro. El jarrón de porcelana se rompió en la habitación del León Negro, y el hombre, que se suponía que estaba en la cama, no era visible.

—¡Qué demonios…!

Cuando entró en la habitación del León Negro, Leila dejó de hablar y respiró hondo. Sintió una hoja fría en la parte posterior del cuello. Leila se volvió para encontrar la raíz de la hoja. Unos ojos rojos brillaban en la punta de la empuñadura.

Lentamente, el León Negro apareció en las sombras.


Maru
¿Se entiende bien? ¡Hola! Fiu... Después de bastante tiempo, por fin una nueva actualización de esta novela. Es mi primer capítulo de esta novela desde el coreano... Así que espero que se entienda bien. A partir de ahora esperamos ser un poco regulares. Pero paciencia... porque somos lentitas jaja. A disfrutar ^^

Michi
Porque el pueblo lo pidió. Aquí un capítulo más del morenazo moja bragas. Disfrútenlo 😀

9 respuestas a “No quiero arrepentirme – Capítulo 3: Cien mil por una persona libre”

      1. Hasta la fecha, se nos ha presentado una situación futura donde Leila es traicionada, y ahora, vemos el pasado previo a eso. Por ahora, lo más destacable es que Leila fue junto a sus hermanos y prometido, Sheemon, a ver un duelo de gladiadores, donde estaba el León Negro, que ganó finalmente su libertad, y para evitar que volviera ser vendido como esclavo a nobles, Leila lo compró para asegurar que fuera curado y así darle la libertad que consiguió

Responder a Marda Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido