Querida “amiga” – Capítulo 33: La visita de Odeletta

Traducido por Den

Editado por Ayanami


Al día siguiente, Odeletta llegó temprano a la mansión Bellefleur.

—Señorita Mariestella —dijo a modo de saludo.

Se sentó junto a mi cama con una expresión preocupada en su rostro y me tomó la mano con fuerza. Sus manos se sentían un poco frías, aunque no sabía si era por el clima del exterior o no.

Le dirigí una sonrisa amable en respuesta.

—Ha pasado un tiempo, señorita Odeletta.

—En efecto. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Tres meses? —Odeletta me examinó con una mirada de cachorro, luego, suspiró aliviada cuando parecí estar bien por fuera.

—Está demasiado delgada —dijo.

Eso era cierto. No he estado comiendo mucho últimamente. Sin querer, he estado a dieta, ya que estar en cama me hace perder el apetito. Al menos, recientemente, Klaude siempre me visita con aperitivos, por lo que no había una diferencia drástica en la figura habitual de Mariestella.

Sonreí incómoda y traté de disipar sus preocupaciones.

—He comido mucho estos días para recuperar peso.

Eso no pareció ser suficiente para Odeletta.

—Traje comida que se supone que es buena para los huesos, por lo que debe comerla rápido y recuperarse pronto…

—Ya estoy bien, señorita Odeletta. Ya casi estoy curada, pero el médico se preocupa demasiado…

—No hay nada malo con escuchar a su médico, señorita Mariestella. De todos modos, debe preocuparse por su salud hasta que se mejore.

Pero tenía mis propias preocupaciones sobre Odeletta.

—No sé si siquiera desayunó. No quiero que descuide su salud sin ninguna razón. —dije, mirando el reloj. Faltaban diez minutos para la visita programada de Odeletta. Esperaba que llegara temprano, pero no tan pronto.

Odeletta negó con la cabeza.

—Gracias por su preocupación, señorita Mariestella. Estoy bien. Es extraño que el paciente se preocupe por tu salud. Oh, cierto, ¿ya comió, señorita Mariestella?

—Me alegro de que haya comido. Yo en cambio tomé un bocado rápido antes de que llegara —dije.

—Oh, muy bien. Un paciente debe comer tanto como pueda.

Luego, con una expresión genuinamente alegre, me presentó algo. Era una bonita pulsera hecha de cuentas y plumas. Las joyas no estaban hechas con el diseño de estilo occidental que era común aquí, por lo que me llamó la atención.

—¿Qué es esto, señorita Odeletta? —Pregunté con curiosidad.

—Mi padre fue al sur para una misión diplomática y dijo que esta es una pulsera tradicional de ese país. Es una pulsera de la suerte —explicó.

—Es bonita y única.

—Es un regalo, señorita Mariestella.

—Aah… ¿trajo esto para mí? —Dije un poco sorprendida.

—La verdad es… —Odeletta se sonrojó un poco y levantó su muñeca. —Tengo la misma.

—Ah…

—Si no le importa… ¿la usaría, señorita Mariestella?

—Por supuesto. —Sonreí, asintiendo. Una alegría brotó desde lo más profundo de mi corazón. —Es muy linda. Entonces, ¿es una pulsera de la amistad?

—¿Pulsera de la amistad? ¿Qué es eso? —Odeletta ladeó la cabeza.

Ah, quizás, esa no era una tradición en este mundo.

—Es una pulsera que comparten los amigos, y con la que prometen su amistad —aclaré.

—Eso suena bien. Una pulsera de la amistad. —Esbozó una sonrisa. —Me gusta. Se siente como si fuéramos más cercanas… es un poco emocionante.

Pude sentir la sinceridad en sus palabras, cuando dijo eso. No era amiga de Mariestella para sacar beneficios, sino porque sentía un cariño sincero por ella.

Mientras que a Dorothea le gustaba la conveniencia que le ofrecía Mariestella, y si esta última no se la daba, ella la consideraba inútil. En cambio, Odeletta no mostró tales signos. Al menos, no todavía. Ella era diferente.

—Entonces, somos amigas de verdad, ¿no? —Pregunté.

—Sí, lo somos. —La forma en que lo dijo con tanta naturalidad e informalidad me dio una sensación de cosquilleo en el corazón. Me miró con una sonrisa tímida. —Entonces… ¿le importa si le pido un favor?

—No, en absoluto, señorita Odeletta —dije sonriente y asintiendo. —Dime.

—No sé si lo sabe, pero… tenemos la misma edad.

Lo sabía. Mariestella tenía diecinueve años, al igual que Odeletta. Y no quería decirlo, pero Dorothea también. Por casualidad, las tres nacimos el mismo año.

—Ahora que somos amigas y compartimos pulseras de la amistad… ¿podemos dejar los honoríficos?

Me sorprendió su inesperada sugerencia. En el libro, Odeletta nunca hablaba informalmente con nadie, ni siquiera con una doncella o un sirviente. Mucho menos en sus días como princesa heredera que como dama.

El hecho de que estuviera sugiriendo hacer eso ahora…

Estoy segura de que es diferente a la novela original. 

Sus palabras me obligaron a enfrentar un entendimiento de nuevo. Si todo ha estado cambiando lentamente desde que entré en la novela, entonces, por último, la base y, por lo tanto, el final de la novela también habían cambiado.

¿Quién se casaría con quién? ¿Quién daría a luz al hijo de quién? ¿Quién mataría a quién?

Estando sumida en mis preocupaciones, de repente, una voz interrumpió mis pensamientos.

—¿Señorita Mariestella?

Parpadeé volviendo a mis sentidos, cuando escuché a la señorita Odeletta llamándome. Parecía preocupada, como si pensara que su propuesta me ofendió. Por eso le respondí rápidamente, en caso de que lo hubiera malentendido.

—Estoy bien, señorita Ode… no, Odeletta —me apresuré a corregir. —Ah, sí. No, eso es correcto —dije, haciendo todo lo posible por no tropezar con mis palabras, y le dirigí una sonrisa incómoda en respuesta. —Es un poco extraño ahora… pero me acostumbraré.

—Así es.

Estaba segura de que mejoraría. Mientras miraba a Odeletta, le dirigí otra pequeña sonrisa y asentí.

♦ ♦ ♦

Odeletta y yo hablamos hasta la hora del almuerzo. Cerca de la una de la tarde, la invité a quedarse a comer, pero se disculpó por molestar a un paciente durante demasiado tiempo y prometió comprometerse la próxima vez.

También dijo que debería visitar su casa una vez que me dieran el alta del reposo en cama. Después de eso, regresó a su casa.

—Fue algo así —concluí.

—¿Con la señorita Odeletta?

—Mm. —Después del almuerzo, estaba bordando mientras Martina estaba sentada a mi lado. De alguna manera, mi voz era más animada de lo habitual. —Incluso me pidió que la llamara por su nombre.

—Ese es un gran avance. Cada vez que veo a la supuesta “señorita Odeletta”, pareces muy seria.

—Ahora somos amigas de verdad. También compartimos pulseras de la amistad —dije, agitando mi muñeca para presumir de las plumas blancas y las cuentas.

Los ojos de Martina se abrieron asombrados.

—Wow, ¿es un regalo de la hermana mayor Odeletta?

—Sí. El marqués Trakos fue al sur como un enviado diplomático y se lo trajo como regalo. Es la pulsera tradicional del país.

—¿Te dio eso tan valioso?

—No sé si es muy valioso porque los materiales no parecen caros, pero lo importante es el sentimiento —respondí sonriendo. —Es un regalo valioso dado con sinceridad.

—Realmente, te has vuelto cercana a la hermana mayor Odeletta. Eso es bueno.

—También lo creo —dije, asintiendo con orgullo. Pero, de repente, me di cuenta de algo extraño, por lo que me volví hacia Martina. —Espera, también has estado diciendo el nombre de Odeletta informalmente.

—Ah, ¿es porque dije “hermana mayor Odeletta? —Martina sonrió mientras me lo explicaba. —Sí es tu amiga, entonces, también es mi hermana mayor.

—Pero solo por si acaso, tienes que hablar formalmente hasta que pidas permiso. Lo sabes, ¿verdad?

—¡Por supuesto que sí! Tú también. ¿Crees que soy una tonta?

Martina se golpeó el pecho con la mano y me eché a reír porque era muy linda.

—¿Te gustaría dar un paseo conmigo, hermana? —Me preguntó repentinamente.

—¿Dar un paseo?

—Sí.

Asentí con la cabeza.

—Pero ¿está bien…? —Pregunté cuidadosamente.

—Hermana, está bien. Es peor si no caminas lo suficiente. Sólo hazlo lentamente conmigo. ¡El clima es demasiado agradable como para quedarte sola en esta habitación!

Obviamente lo era; sentía la fresca luz del sol que entraba por mi ventana. Lo pensé por un momento y luego asentí.

—Sólo ayuda a tu hermana, ¿de acuerdo?

—¡Por supuesto! Traeré tus muletas por si acaso.

—Bien.

Ah, podré sumergirme en la luz del sol del exterior después de mucho tiempo.

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